Imágenes de fogatas, rostros encapuchados, policías en actitud defensiva. Lo de siempre, los violentos de un lado, los que nos cuidan del otro. Una iconografía que pretende  evitar que se  hable del reclamo por Maldonado y del trasfondo político de la represión.

A veces cansa hablar de los medios. Son previsibles, nada de lo que dicen se diferencia de lo que dijeron antes tantas veces. Aun así, hay ciertas cuestiones que ponen su lógica de manifiesto. No está del todo claro el origen de lo que aconteció anoche  luego de la masiva marcha que pidió anoche por la aparición de Santiago Maldonado. Las interpretaciones se suceden: provocadores a sueldo o por vocación, gente de los servicios, grupos que sienten que ya la democracia no es salida y que hay que entrar en la confrontación directa,  o exaltados de los que nunca faltan.

Claro, pero uno ve la tele, con TN embarcado en la transmisión sin pausa de los disturbios (incluso dejando a la pobre de Canela sin su programa, el único dedicado a la cultura en la señal) mientras América Noticias volvía a emitir el noticiero en el que Eduardo Feinmann no paraba de decir que se quería instalar el odio en la gente (tal vez lo haya dicho de resentido ante la supuesta competencia). Clarín, como era de esperar, puso en primera plana el tema de los despelotes, mientras que La Nación en papel hablaba de masiva marcha antes de borrar la palabra “masiva” de la edición online.

Cuando se producen disturbios (palabra que se las trae) en una cancha de fútbol, la reacción unánime  del periodismo deportivo es hablar de un “grupo de inadaptados” o los violentos que nunca faltan. Algunos más enfáticos los califican de idiotas o de energúmenos. De todos modos, cualquiera sea la caracterización se los aísla del resto de los hinchas, que serían la “parte más sana del fútbol”.

Cuando el partido se juega en el terreno de la política, no se hacen salvedades. La violencia forma parte de la marcha. No por nada no se habla de los reclamos o del sentido de la convocatoria sino de las calles que serán cortadas a partir de determinada hora. Es un servicio de la sección de tránsito metropolitano.

De todos modos, lo cierto es que en canal 13 se ve a un policía golpeando a una manifestante que estaba sacando una foto con su celular y que hay periodistas presos. Hay un acto ya reflejo de la policía de aparecer en la foto como víctima apañada por la protección maternal de Bullrich. Un acto de defensa del patrimonio de todos. Extraña alquimia, la marcha fue política, la represión no. Este es el credo  que busca instalar el gobierno de Cambiemos. Solo los malos hacen política y hay que reprimirlos para resguardar aquellos tangibles (edificios públicos) y aquellos intangibles (el derecho a la propiedad y al libre tránsito) que están amenazados por la política.

Como sea, la batahola de los medios desplaza el eje de la discusión. Se habla –y uno mismo cae en eso- de los enfrentamientos y no de la enorme cantidad de gente que se reunió en todo el país a reclamar por Maldonado, de los piedrazos y balas de goma y no de lo que se dijo en cada uno de los actos.

La idea, casi desde el primer día, fue colocar al desaparecido en el lado oscuro de la violencia. Por eso la versión de que Santiago habría sido herido en medio de un asalto mapuche a una estancia de Benetton. Y esa versión regresa una y otra vez. Y que es la política (ya no de algún sector en particular, sino como práctica) la que está detrás de la violencia. Es la política la que impide que el oficialismo y sus seguidores no vivan como amenaza cualquier reclamo por Maldonado y que se sumen a él, como deberían hacer en lugar de seguir negando lo evidente o poniendo la desaparición de Maldonado en la balanza de la desaparición de Julio López para que el fiel se equilibre. Entonces los medios que se la pasan haciendo política dicen que no hablan de política sino de confrontaciones y de ciudadanos violentos que obligan a las fuerzas de seguridad a intervenir.

Pero, quieran o no, exigir la aparición con vida de Santiago Maldonado es política y de la buena. No por nada reclamos como ese permitieron que hoy vivamos en esa democracia que a algunos parece empezar a molestarle.