El mismo día en  que se difundían las durísimas condiciones impuestas por el FMI, el aumento explosivo del dólar o el inicio del mundial en Rusia, las mujeres argentinas le dieron un volantazo a la historia.

La historia es para adelante. Y la idea de que tiene la forma de una espiral irregular que se va “desenvolviendo” a sí misma parece hoy más elocuente. La imposibilidad de determinar cómo se resuelve cada soplo de la espiral no puede decidirse de antemano. Y cada tanto te da una sorpresa.

La media sanción de la ley Por el Derecho al Aborto Legal acaba de mostrarnos esos volantazos de la historia. Es algo muy fuerte porque este logro es obra, básicamente, de la acción colectiva de millones de mujeres distintas en edades, procedencia, nivel de educación, orientación sexual. Las mayores, por así decirlo, pusieron los cimientos y durante años construyeron empeñosamente posición, teoría, discurso, lucha.

Y “las pibas”, esas pibas jovencitas de todos los barrios y todos los colores de pelo son las que salen, en multitud, a ponerle el cuerpo. Porque de eso se trata: de adueñarnos del cuerpo que tenemos, decir cuándo sí y cuándo no. Y que ese ser “dueñas” sea legal.

Más tarde o más temprano, el proceso que va a llevar a la sanción de la Ley es inevitable. Como esa marea verde que vimos llenar las calles.

Las mujeres, a diferencia de los varones, estamos preparadas para otras cosas. Metidas en la casa criando chicos o, además del laburo doméstico, trabajando en alguna fábrica, laboratorio, aula, empresa… cuando las mujeres somos capaces de salirnos del modelito que nos lleva a competir entre nosotras y obedecer al varón (o al patriarcado en general), ahí se gesta algo nuevo. Las mujeres tenemos una capacidad bastante notable de acercarnos, de sentirnos “hermanas”. ¿Será la oxitocina o la cultura? ¿Importa?

El ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo es el más reciente y no hace falta hablar mucho del volantazo que le dieron a la historia.

Ahora somos las mujeres otra vez. Pero somos muchas. Estamos las más grandes y están las pibas, que, como aquellas pibas que nunca volvieron, saben lo que quieren y están dispuestas a sostener ese deseo.

Además de la alegría, las selfies, las caritas pintadas con verde fosforescente, los pañuelos y las mateadas, la mayoría de las pibas entiende bien qué se defiende y por qué. Por eso juntan listas de diputados que votaron a favor o en contra, quieren recopilar los discursos, no están dispuestas a perder ningún dato de la realidad.

Tienen familia, amigos, parejas, compañeros, colegas. La tienen clara y saben comunicarla. Algunos políticos cambiaron su voto escuchando a sus hijas, o sus nietas. Comprendieron que sería complicado darle la espalda a estas demandas colectivas. Algunos “se la sintieron”, como dicen los italianos. Otros, actuaron por cagazo o por oportunismo. No importa. Como en el fútbol, lo importante es el resultado.

El mismo día en  que se difundían las durísimas condiciones impuestas por el FMI, el aumento explosivo del dólar o el inicio del mundial en Rusia, estas pibas le dieron un volantazo a la historia. A la historia profunda, la que no se cuece en un hervor.