Una movilización multitudinaria que convocó a un amplio abanico de disconformes con el gobierno de Cambiemos pero que dejó un interrogante sobre la conducción de las luchas que se vienen. (Foto de portada: Sebastián Miquel).

El Negro a la CGT no vuelve más”; “A Hugo de Independiente no lo mueven”; “La CGT ya fue, se quiere dedicar a la política en el Rojo”. Hace pocos años, allegados al líder de Camioneros daban por terminada su intervención sindical y lo vinculaban más a la actividad partidaria en su club, Independiente de Avellaneda.

Sin embargo, y con bastante razón, muchos dudaban de que Moyano se corriera totalmente de la política, cuando durante el kirchnerismo hasta se lo mencionaba como un presidenciable.

Es verdad que el camionero se alejó de la CGT, y que desde entonces la central obrera se unificó y vive dando bandazos sin encontrar su verdadera identidad, incluido el vergonzoso abandono del acto en que las bases le reclamaban paro general, hace justo un año.

Por los motivos que fueran, apriete judicial incluido, el líder sindical volvió a calzarse el ropaje de conductor y se puso al frente de una protesta contra el gobierno nacional, al cual apoyaba hasta hace muy poco, después de haber abandonado el redil kirchnerista.

Como quedó demostrado ayer, su capacidad de daño sigue siendo fuerte. Si no, que lo digan Cristina Fernández y Daniel Scioli, que lo tuvieron en contra los últimos años de gestión de la Presidenta y durante la campaña presidencial de este último.

Ahora bien, ¿es Hugo Moyano el conductor que necesita el movimiento obrero? Está claro que es quien más prestigio tiene, al menos entre los popes del sindicalismo argentino. Fue claramente opositor al gobierno menemista, acompañó a Kirchner y Cristina y no dudó en enfrentar a la ex presidenta, a quien incluso le realizó paros generales, con la eliminación del impuesto a las ganancias como principal reclamo.

Pero este Moyano no es aquél. Si algo se vio en la gigantesca movilización que convocó, es que las bases sindicales están bastante lejos de sus dirigentes. Había enormes columnas de varios gremios, y por supuesto Camioneros convocó muchísima gente, pero de la movilización lo que controlaban era apenas unos metros alrededor del palco.

La otrora capacidad de organización de la CGT y del moyanismo dio paso a algo mucho más laxo, donde el control férreo solamente se ejerció en esos pocos metros cuadrados. Se aseguraron, de esa forma, que el reclamo de paro general no llegara ni hacia el palco ni hacia los medios televisivos que cubrían el acto.

Pero lo que se pudo ver es que mucha gente pidió por el paro, pero más que nada acicateados desde la izquierda. No parecía ser una consigna sentida por la mayoría de los participantes del acto. Primaba, sí, una profunda bronca contra el gobierno. Mauricio Macri fue el destinatario de casi todos los cánticos.

Un gigante dormido

Cada vez que se habla del movimiento obrero organizado, se le puede llamar el “gigante dormido”. Se sabe, la capacidad de movilización de los obreros argentinos puede ser muy grande y ha protagonizado grandes gestas a lo largo de su historia.

Hubo una importante columna de trabajadores del Hospital Posadas, que la semana pasada dieron surgimiento a un embrión de coordinadora de lucha, y que fueron acompañados por gran parte de los partidos de izquierda. También se vio una importante columna del Polo Obrero.

Es decir, cuando los trabajadores se mueven, esa movilización puede transformarse en una dinámica imparable. Eso lo saben el gobierno y también lo saben los dirigentes sindicales que son poco afectos a salir a la calle con grandes columnas de trabajadores.

Ahora sí, por los motivos conocidos, los trabajadores argentinos (principales afectados por el ajuste) han comenzado a resistir y a ponerse en marcha. Ayer quedó demostrado.

¿Y por qué, ante semejante demostración de fuerza, este cronista se atreve a señalar que Hugo Moyano no es el líder de la oposición política, aunque no puede descartar que lidere durante un tiempo la lucha sindical contra el gobierno de Mauricio Macri?

Lo que vimos en la 9 de Julio fue un absoluto desinterés por el discurso político de Moyano, cada sector gremial cantaba sus consignas, todas opositoras, pero pocos escucharon las palabras del camionero.

Daba la impresión, y tal vez así fue, de que el antiguo pope de la CGT hablaba para la televisión y para aquellos que fueron destinatarios indirectos de sus palabras.

No es Moyano el líder que espera y necesita la oposición. Es muy claro que está en una pelea personal, que la movilización fue para preservarse y demostrar que todavía puede causar mucho daño político; pero de ninguna manera parece ser el inicio de un plan de lucha hasta torcerle el brazo al Poder Ejecutivo.

Ese lugar de liderazgo sigue estando vacante, más allá de las bravuconadas lógicas de alguien que tiene el poder de Moyano. Pero es poco probable, más allá de sus palabras, que esté en su intención encabezar una lucha y una movilización que en dinámica apunte a terminar con las políticas económicas de Cambiemos.

Por eso no hubo anuncios de continuidad ni fechas de paro general ni nada que se la parezca. Quienes enfrenten el ajuste seguirán estando solos, no podrán depender de Moyano ni de los dirigentes de la CGT.

La retirada del líder camionero no fue la que hubiese ocurrido años atrás. Se fue por los vallados que estaban detrás del Ministerio de Desarrollo Social, en un auto negro con vidrios polarizados. Delante del rodado, unos veinte patovicas de seguridad garantizaban que el coche tuviera lugar para desplazarse y partiera raudo hacia otro lugar. Moyano ya había dicho lo suyo y había hablado con algunos periodistas. Cuando el auto se retiraba, dos personas alcanzaron a tocar el vidrio polarizado y gritaron “grande Hugo”.

Allá, en un kiosco, sonaba muy despacio la marcha peronista. Cuando Hugo del Carril terminó de cantar, unos veinte trabajadores aplaudieron. Cosas que pasan en una marcha.