Astudillo Castro lleva más tiempo desaparecido de lo que lo estuvo Santiago Maldonado. Pese a todos los indicios, una policía envalentonada por la cuarentena y, sobre todo, por el discurso militarista de Berni, no abandona su pacto mafioso de silencio.
La desaparición de Facundo Astudillo Castro, ese pibe cuyo rostro sacándose una selfie o en una murga parte el alma pensando qué habrá sido de él, no es un hecho aislado a nivel nacional si se piensa en lo cebadas que están las fuerzas de seguridad con la excusa de la pandemia y la cuarentena. Ahí está, sino, el crimen de Luis Espinoza.
A nivel provincial, es sintomático del funcionamiento de la Bonaerense y no parece ser un hecho aislado si se suma algo como el asesinato de Lucas Verón. No tengo ningún problema en decir que, si hay que rastrear el momento exacto en que la policía provincial más grande del país se sintió envalentonada fue con el discurso fascistoide de Sergio Berni en La Plata, que circuló en las redes como parte de la comunicación oficial del ministerio de Seguridad.
De ninguna manera hubo una orden explícita para que los oficiales apliquen la doctrina Chocobar, desde ya, si bien las diferencias conceptuales entre Berni y Patricia Bullrich son mínimas, por no decir inexistentes. Del mismo modo, sería intolerable que los oficiales se escuden en algo como la obediencia debida para justificarse. Pero hay una responsabilidad política cuando un ministro advierte a sus subordinados que “no hay lugar para los tibios”.
Astudillo Castro ya lleva más tiempo desaparecido que Santiago Maldonado. Un solo día en esa situación es inaceptable, dos meses y medio son una atrocidad. No alcanza con que se aparte a la Bonaerense de la investigación: estamos ante una omertá policial que se mantiene sólida respecto de qué pasó con ese pibe.
Berni pidió el 20 de marzo que no haya tibios, los oficiales que se llevaron a Facundo no muestran ser tibios en su silencio. El ministro puede alegar que cuando dijo lo que dijo no se refería a que había canilla libre para actuar como viene actuando la Bonaerense. No importa, porque, como mínimo, hay un problema de comunicación, y no puede haberlo en una estructura vertical. Hay una responsabilidad penal por lo que le pudo haber pasado a ese chico, y hay otra responsabilidad política. Nadie se hizo cargo, en ambas instancias, en el caso Maldonado. Haberle dado alas a Berni cuando decían que volvían mejores es algo que no se puede perdonar. Seguramente habrá tiempo para pedir explicaciones sobre su desempeño. Ahora urge que aparezca Facundo.
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