Desde Lombardía. Una crónica de la vida cotidiana en medio de la expansión de la pandemia de Covid-19 en el norte de Italia, el sistema de salud colapsado, las brigadas médicas internacionales  -entre ellas, la cubana – que se sumaron a la atención de los pacientes y la lenta reapertura de las actividades después del pico.

La Lombardía es la región más rica y más densamente poblada de Italia. Su presupuesto para la sanidad supera los 20 mil millones de dólares anuales. Desde los años 90 ha adoptado un sistema de distribución de recursos en el cual la Sanidad Pública y la Sanidad Privada compiten por los “clientes”, ya no más pacientes, que con la respectiva prescripción médica pueden elegir a cuál de los dos sistemas recurrir.

El político más representativo de la Reforma Sanitaria Lombarda fue el 4 veces gobernador (1995-2013), Roberto Formigoni, un cuadro de Comunión y Liberación, hoy privado de su libertad por una condena de 6 años por corrupción.

El sistema sanitario lombardo fue siempre considerado una “excelencia” por sus defensores, pero frente a la epidemia del Covid 19 demostró sus lados más débiles, como la falta de insumos, de prevención y de una correcta política para el territorio.

Aquí, algunas historias de lombardos que sufrieron la onda inesperada del Covid, tuvieron sus lutos, se adaptaron a la nueva situación y, en muchos casos, supieron reaccionar con espíritu creativo.

El drama

En Pontevico, en la provincia de Brescia, Germano , un herrero de tres generaciones ya jubilado, está trabajando en su renovado taller, ahora regenteado por sus hijos. “No puedo puedo entrar en casa, todo me la recuerda, acá me entretengo”. Se refiere a su mujer, Giulia. que tres meses atrás falleció  de Covid. El 15 de marzo, Giulia lloraba la muerte de su madre Silvana, también ella víctima fatal de la infección, y se lamentaba: “No se puede organizar un velorio, no se puede hacer un funeral decente. Un tratamiento así no se reserva ni siquiera a los perros”. Giulia, fiel cumplidora de las tradiciones familiares , sentía una gran pena por no poder despedir a su madre, como debía. Pero ella también estaba enferma, con fiebre y fuertes dificultades respiratorias y esa misma noche su marido Germano decidió llevarla al “Pronto Soccorso” de Manerbio. Fue la última vez que la vio. “Nadie la revisó, el médico de familia, seguiendo órdenes precisas de las autoridades sanitarias, atendía sólo por teléfono, y en los números a disposición para la emergencia Covid daban sólo indicaciones genéricas”. La situación de Giulia era grave, pocos días después fue transferida al Hospital de Desenzano e internada en terapia intensiva. Ya era tarde, el 23 falleció.

Como ella, otros 26 habitantes de Pontevico fueron víctimas fatales del virus y más de 40 internados entre un hogar de ancianos y una institución de cura de enfermas mentales fallecieron a causa directa o indirecta de la epidemia. En total, más del 1 por ciento de la población de Pontevico.

Los restos de Guilia hicieron un increíble viaje para su cremación de ida y vuelta hasta Roma y recién el 19 de mayo, casi dos meses después,  os familiares más íntimos pudieron despedirlos en la capilla familiar de Pontevico.

Las residencias geriátricas

Cuando estalló la crisis, la atención se concentró principalmente en los hospitales; allí llegaban los pacientes graves que superaban la disponibilidad de las camas en las salas de terapia intensiva y de medicina.

La emergencia, en el mes de marzo, se presentó en una magnitud nunca vista. Faltaba personal sanitario, médicos, enfermeros y experiencia en el tema, pero también dispositivos de seguridad. Inicialmente, el personal atendía a los pacientes sin los recaudos necesarios para su protección, a veces sin saber qué estaban delante de una infección de Covid. Contemporáneamente, el virus había ingresado en las residencias geriátricas. “Haber descuidado este sector de la población, extremadamente frágil fue un error de terribles consecuencias”, dice Mimmo Palmieri, secretario del Sindicato dei Pensionati Italiani, di Cremona. “Como medida preventiva, inmediatamente, las residencias fueron cerradas a las visitas de los parientes, pero faltó un “screening” masivo sobre el personal y sobre los pacientes, para elaborar una estrategia de contenimiento y de cura diferenciadas entre contagiados y no”.

En ese mes de marzo, los mismos problemas  ha debido afrontarlos, entre otros entes, la cooperativa social “Elefanti volanti”, de Brescia. Gisella Pricoco, su presidenta, relata que en el hogar de ancianos, donde la cooperativa alberga a 14 pacientes, “en dos días murieron dos personas y tuvimos que internar a otro” por Covid. “Las indicaciones decían que había que curar a los pacientes en la estructura residencial, en lo posible sin enviarlos al hospital, porque allí no había lugar. Controlábamos la saturación del oxigeno en la sangre, que la mayor parte de nuestros pacientes tenían apenas sobre 80 (no podíamos internarlos sobre 75), pero no conseguíamos oxígeno para suministrales. Tuvimos que recurrir al intendente de Brescia , quien a través de la Policia convocó a la Protección Civil, para finalmente llegar a obtener 3 garrafas”. Por su parte, también los operadores sufrieron las consecuencias de la infección, 3 de ellos se enfermaron inmediatamente.”

Lombardía, la más rica, la más golpeada

A inicios de julio, en Italia se registran 241 mil casos de personas infectadas por el Corona Virus, de los cuales 94.108 están en Lombardía. Los decesos por Covid de la región (16.171), llegan casi a la mitad de los muertos totales (34.818). Aún hoy, más de la mitad de los 200 contagiados y los 30/40 muertos diarios son lombardos. Sin dudas, la alta densidad de población, la contaminación atmosférica, la imposibilidad de una cuarentena total en zonas de gran producción industrial por presión de la poderosa “Confindustria” han contribuido a este fenómeno, pero no lo explican en su totalidad.

La pregunta surge espontánea, ¿por qué otras regiones con caracterísiticas semejantes y con una orientación política similar a la lombarda pudieron contener la epidemia, en modo más rápido y eficaz?. En eso, los analistas serios, como la periodista Milena Gabanelli coinciden, “por un lado, en esos lugares , hubo un foco de infección más pequeño que fue posible circunscribir rápidamente. Pero la diferencia fundamental estuvo en la política de seguir las huellas del contagio, para contenerlo y reducirlo que en Lombardía no se efectuó”. Esa y otras razones son explicadas a este cronista por un sindicalista de incógnito, de la ciudad de Crema, una de las más golpeadas por el virus, entre un pucho y un café, desde la pantalla de su portátil.

“Fue un desastre anunciado, resultado de una política sanitaria, donde en los últimos años sólo se ha pensado  en bajar los costos. La combinación de la reducción de los lugares de terapia intensiva, con el recorte del número de camas en los hospitales y el desmantelamiento de las políticas de prevención en el territorio, resultó explosiva. No había modo para detectar y contener la infección en el territorio y los lugares de atención en los hospitales se saturaron rápidamente”. “Los médicos de base, los centros de atención primaria, las salitas y en general la medicina del territorio fue y sigue siendo gradualmente despotenciada. Así sucedió que nadie pudo detectar el virus en su difusión inicial y cuando el diagnostico fue Covid, hasta ese momento los pacientes eran tratados por gripe o influencia, ya era tarde”. “Después, les tocó a los hospitales públicos responder a la emergencia, sin estar logísticamente preparados, sólo con la buena voluntad del personal sanitario que  fue a tratar a pacientes graves, que perdían rápidamente la vida , con instrumentos de protección inadecuados, con turnos masacrantes, sin antecedentes conocidos en el campo ”. En un sistema de “libre competencia entre la sanidad pública y la sanidad privada, como el lombardo, la consecuencia  “de esta grave crisis es que la primera ha debido ocupar la mayor parte de sus recursos para cubrir las necesidades provocadas por el Covid y la privada, no.  Ahora, la sanidad privada que ha podido dosificar sus esfuerzos , se encuentra mejor preparada para afrontar las etapas sucesivas”.

Los cubanos, salvadores de náufragos lombardos

La situación de emergencia, hizo activar respuestas novedosas, entre ellas el llamado de la Región a colaborar a médicos extranjeros especializados en el tema de las epidemias. Durante el mes de marzo, llegaron al norte de Italia distintas  delegaciones de profesionales, entre ellas  una ONG de evangelistas estadounidenses, otra de médicos y de militares rusos especializados en salud  además de algunos médicos y profesionales albaneses.

En la ciudad de Crema, provincia de Cremona, el 22 de marzo arribó la brigada sanitaria “Henry Reeve”, de Cuba, que durante 60 días colaboró con las autoridades sanitarias en la sala Covid del Hospital Mayor de esa ciudad y tuvieron en gestión un hospital de campo, levantado  en sus inmediaciones.

La delegación estaba formada por 36 médicos, de los cuales 23 especialistas en medicina general, 3 neumonólogos, 3 infectólogos, 3 especialistas en terapia intensiva y otros 3 en medicina de emergencia, 15 enfermeros y un coordinador logístico .Los profesionales cubanos demostraron tener, además de una especializada formación profesional en las enfermedades infecciosas (31 de sus médicos  habían ya participado en misiones de cura del ébola en Africa), un muy buen trato  con los pacientes. “Me parecía volver 30 años atrás”, dice a este cronista  Maurizio Bertolasso , un cremasco al que le tocó ser atendido por los profesionales caribeños. “La revisaciones eran regulares y exhaustivas, para hacerlas los médicos se tomaban el tiempo necesario, nos preguntaban sobre cada uno de nuestros síntomas , nos escuchaban atentamente, nos sentíamos tratados como  cuando nos examinaban  los viejos médicos de nuestros pueblos”. “ Había una atención especial a las personas, hasta cuando pasaban  nos buscaban la mirada  a través de las mascarillas y nos  saludaban ”.

La gratitud de la ciudad de 34 mil habitantes, se manifestó elocuentemente en las palabras de despedida de la Alcaldesa Stefania Bonaldi, el 22 de mayo:

“Eramos náufragos y ustedes nos dieron socorro, sin preguntarnos el nombre ni  la procedencia”.

Los servicios a las personas

“Inicialmente, frente a la epidemia, sentimos un gran estupor. Era una situación nueva, de fuerte impacto emotivo, para la que nadie estaba preparado. Una situación que imponía el aislamiento, que incidía fuertemente sobre las relaciones interpersonales. Estábamos delante de un hecho más grande que nosotros, necesitamos tiempo para reaccionar”, dice Gisella Pricoco de la cooperativa social  “Elefanti Volanti” que tiene en gestión diversos  servicios de asistencia a las personas que van desde la primera infancia hasta las edades avanzadas.

Los responsables, con sus equipos de trabajo tuvieron que adaptarse rápidamente a la nueva situación, creando soluciones alternativas , para poder seguir asistiendo a las personas en situación de aislamiento social. “El trabajo comportó un estudio permanente de las normativas gobernativas en continuo cambio para poder adaptar nuestra acción a ellas en forma activa”, explica Gisella.

Carla Ferrari Aggraddi, psiquiatra, psicoterapeuta, militante de todas las causas por los derechos civiles que se conozcan, entre ellas la de la ONG “Mediterránea”, que rescata migrantes en el mar, reaccionó rápidamente cuando Marco Fenaroli, asesor del Servicio Social de Brescia, la convocó a coordinar el grupo “Psicologi per il Welfare”. Dice Carla, “en poco tiempo, organizamos un servicio de ayuda gratuita telefónica  para quien, en condiciones de aislamiento, tuviera necesidad de hablar con un profesional de la salud mental. Hemos recibido centenares de llamadas y ayudado a personas que sentían las consecuencias de esta situación de soledad y aislamiento”.

La ayuda a quien estuvo en primera línea

Maria Angela Abrami, responsable de la Unidad Operativa de Psicología del Hospital Civil de Brescia, relata la esperienza del “pool” de 23 psicologos creado para asistir a los operadores sanitarios y a sus equipos profesionales de las salas Covid. “En la primera fase, la de mayor criticidad, el personal tuvo que cubrir turnos estresantes y llevar adelante una cantidad y un  ritmo de trabajo excepcionalmente intensos. Los operadores, enfermeros, asistentes y médicos involucrados sentían la responsabilidad de tener que salvar vidas humanas, en un cuadro con pocas referencias científicas y escasas experiencias clínicas precedentes. En esas circunstancias, no había mucho tiempo para que cada uno pensara en su propio malestar psicologico”. “Era tan fuerte la responsabilidad que muchos operadores sentían que, aún cuando se contagiaran, apenas  estaban  mejor pugnaban por  volver a su puesto de trabajo lo antes posible”.

La situación era inédita. “En las consultas , era evidente el sentido de impotencia de frente a una pandemia arrasadora. Emergían situaciones de angustia psiquica, miedos antes removidos que trajeron   a la luz fragilidades personológicas y otros aspectos  que iban más allá de la contingencia. Como contrapartida , fue emergiendo la necesidad extrema de crear  un espíritu de grupo, un sostén entre los propios compañeros de tareas, no sólo profesional si no también emotivo. Así el contexto del hospital se fue transformando en algo así como la propia casa, un nuevo lugar de referencia emotiva, ya que a menudo el personal tuvo que entrar en aislamiento porque trabajaba en las salas Covid”. “Eso significó una toma de distancia  a nivel familiar,  también porque cuando se retornaba a casa, se tenía miedo de contagiar a los seres afectivamente más cercanos”.  “Sin dudas que esta experiencia podrá tener dejar  repercusiones  más allá de la emergencia, por eso nos proponemos una continuidad asistencial, con el objetivo de dar estabilidad a este servicio”.

El grupo de amigos

“Era el año 1348, del nacimiento del Hijo de Dios, cuando en la ilustre Florencia, por nobleza superior a cualquier otra ciudad italiana, explotó la peste…”

Con estas palabras, Anna  comienza a leer su  escrito, una libre  adaptación del texto del escritor italiano Aldo Busi, traductor “sui generis” del  “Decamerón” de Bocaccio. Es el 19 de junio del 2020 y Anna, en Cellatica, en la “Franciacorta” bresciana,  lee delante a un público de amigos que por primera vez, después de más de tres meses de aislamiento, se pueden ver personalmente y disfrutar de un largo reencuentro con cena, canciones y sobre todo, textos por ellos escritos y compartidos.

La cita de la novela de Bocaccio  no es ociosa. Unas diez parejas,  amigos de Anna, sin propornérselo, de alguna manera reeditaron esa experiencia de la ficción del tardío medioevo.

Empezaron brindando por el cumpleaños de María, el 14 de marzo, y luego, con el auxilio de Marco, un informático de la Comuna de Brescia, pudieron conectarse en forma puntual y regular, por 4 horas durante catorce noches, hasta el 13 de junio.

¿Qué hicieron durante esas más de 50 horas, frente a sus pantallas, mirándose en cuadraditos que entraban en los mundos íntimos de las casas de cada uno? “Cenaron juntos”, brindaron por los cumpleaños, celebraron los aniversarios colectivos,  compartieron las propias angustias, los lutos y las noticias de fuentes propias, en charlas intensas, empáticas.

Claudio, profesor de historia y literatura en un liceo bresciano, relató que durante el primer encuentro con su hija, enfermera de la sala Covid en el Hospital Civil de Brescia, cuando sus padres le preguntaron por los primeros pacientes, por ella tratados en terapia intensiva, la respuesta fue seca : “Ellos murieron todos, papá, de esa primera tanda no se salvó ninguno”.

“En el grupo, durante la cuarentena, Anna y Giuliano, un obrero jubilado, perdieron a sus respectivas madres. Lorenzo, un médico veneto y Stefania, su esposa, a un cuñado y Mimmo, un empleado estatal napolitano, a su padre. Y otros miembros del grupo, parientes menos cercanos, amigos y conocidos. No faltó quien padeció la infección, pero la superó desde su propia casa.

También compartieron momentos lúdicos  de considerable creatividad, como la reproducción de fotografías de obras de arte promovida por el Getty Museum de Nueva York, después ampliada con otros temas como los personajes históricos, la liberación del nazi fascismo. Además de producir textos escritos por los participantes, leídos delante del riguroso silencio de los rostros cuadrados en la pantalla.

Desde el 3 de junio, quedaron abolidas las limitaciones para viajar de una Región a otra, dentro del territorio italiano. Los primeros que aprovecharon de esa apertura fueron Renato y Rossella, dos educadores profesionales, que desde Florencia mandaron fotos de Ariel, su cocker negro que corría libremente en una plaza.  “Quien pueda viajar, aproveche, nunca más  verán esta ciudad asi vacía”, comunicaron al grupo.

Este cronista, tomó por buena la invitación , pero prefirió visitar Venecia, para verla sin las Grandes Naves que la penetran  para descargar  en ella decenas de miles de personas.

La reapertura gradual: Venecia

Venecia, el 12 de junio, se presenta todavía con signos evidentes de los 3 meses de lock down vividos. En sus calles transitan pocos turistas, la mayor parte de los lujosos negocios de Puente del Rialto, permanecen cerrados, los museos se abren solo los fines de semana y requieren una reserva previa para entrar. Plaza San Marcos impresiona por el silencio que valoriza aún más su magnificencia, en los bares y restaurantes no suenan las tradicionales orquestas, resaltan las mesas vacías y el mozo que espera clientes que raramente se detienen.

En esos espacios insólitamente amplios al ojo humano, aparecen los carritos a tracción humana que transportan mercaderías a los pocos negocios abiertos. Sulla Riva degli Schiavonni,  los gondoleros tienen tiempo para sentarse y hablar entre ellos, sólo uno insiste, sin mucha convicción, en ofrecer un viaje a “buen precio” a los paseantes. En las calles internas,  la ciudad reaparece en su estructura medieval, sus plazas, como el “Campo dei Frari”, el “Campo S. Stin”, la “Corte Prima dei Milion”  , le dan respiro a sus trazados  y valorizan aún más sus canales  poco navegados y sus innumerables puentes .

El dialecto veneto sobresale entre los idiomas que se escuchan a los caminantes, como si la ciudad hubiera sido parcialmente recuperada  por sus habitantes.  Un cartel. en  un negocio cerrado en la calle “Fianco della Scuola”, preanuncia un futuro funesto  para las actividades comerciales: “sin ayuda nos morimos, si abrimos quebramos”. Mas allá, un afiche de un “Colettivo Universitario”, advierte : “Nosotros no pagaremos la emergencia”, a su lado otro grupo de ciudadanos llama a una cadena humana para el 13 de junio, en pos de una “Venecia fu-turistica”, “por la residencia, el ambiente, la vivibilidad de la ciudad”. “No a las Grandes Naves ”, protestan algunas banderas colgadas en la ventanas que bordean los canales, como en el “rio S. Pantalon”.

El gueto judío, el primero legalizado en  Europa en 1516, no es la excepción. En ese lugar,  antes de que los hebreos lo poblaran, funcionaban  las viejas fundiciones de hierro para cañones.  La leyenda señala que  un problema de pronunciación  transformó la palabra “Getto” (colada) en “guetto” y así nació la denominación de los lugares europeos de segregación.

El “Museo Ebraico di Venezia” todavía está cerrado. En un muro, en la plaza del “Ghetto Nuovo”, casi escondido aparece el listado de las víctimas del  exterminio nazi fascista. Fueron 254 los judíos deportados o arrestados de Venecia, de los cuales sobrevivieron sólo 8.

David, un judío rigurosamente vestido de negro, con las tradicionales trencitas que le caen al costado de su cara, en el Info Point “Midrash Leon da Modena”, devela los motivos de este aparente descuido. “El recordatorio está construido de ese modo para que el interesado tenga que descubrir los nombres, tenga que buscarlos.  Esos hechos hay que tratarlos con mucho pudor. El horror no tiene que ser motivo de fácil publicidad”.

David, con el infaltable barbijo, se revela un buen interlocutor que -desde una posición  hortodoxamente religiosa- manifiesta sus opiniones en contra de las grandes naves que llegan a la Laguna de Venecia con millares de turistas, como contra el nacionalismo belicista en general. Su conversación es agradable, paciente, didáctica. Reconoce el acento “argentino” del cronista , entonces menciona  los horrores de la última dictadura.

Los museos, al fin

Claudio y Laura, con su hija, el sábado 21 de junio van a visitar el “Palazzo Ducale” y la “Peggy Guggenheim Collezione” de Venecia.  No obstante haber comprado las entradas anticipadamente y  sido citados a un horario preciso, tuvieron que hacer una fila antes de entrar. Por ello, unos alemanes se quejan de la “desorganización latina”, mientras un empleado controla el número de presencias antes de permitir el ingreso en cada sala.

En el Palazzo Ducale, la posibilidad de observar casi en soledad la “Sala del Maggior Consiglio” , donde deliberaba la Asamblea de los Nobles, el máximo órgano político de la República de Venezia (Serenissima), hace resplandecer aún más el “Paradiso” de Jacopo Tintoretto y su bodega, la obra más grande jamás realizada en tela. En el “Guggenheim”, las obras cuidadosamente seleccionadas de la colección, brindan un panorama claro de la historia del arte del siglo pasado.  Laura queda extasiada delante del “Imperio de las Luces” de René Magritte, con su surrealista juego contemporáneo entre el día y la noche.

Por fin, también  Andrea, dirigente de la AFIP italiana, y Grazia, médica jubilada, pueden ir a visitar a sus hijas residentes en Lion y en París.

Otros miembros del grupo de amigos, se rencuentran con sus familiares, vuelven a la rutina del café matutino en el bar del pueblo. El ferroviario Andres y su mujer Lucía, profesora de italiano, pueden retornar a su casa de fin de semana en las colinas laciales. Para Marco, el tele trabajo desde su casa,  ahora se alterna con jornadas en su oficina, en la calle Lamarmora, en Brescia.

Renace el conflicto social

A fines de junio, en el centro de asistencia fiscal sindical, en Brescia, la actividad está al rojo vivo, se han perdido dos meses de trabajo por la cuarentena y el último plazo para presentar las declaraciones de réditos de sus clientes es el 30 de septiembre. Algunos operadores han sido golpeados por el virus, otros tienen parientes muertos y en la central sindical de la calle Folonari,  lamentan la muerte de  2 colaboradores.

Mientras siguen escrupolosamente su trabajo , con una precisión de cadena de producción, los empleados meten sus tristezas de lado y recogen, junto con los datos necesarios,   los humores de sus asistidos. “La gente tiene mucha bronca”, dice Elena, una dependiente. “Muchas familias han sido golpeadas, también económicamente”. Esos humores, que se suman al malestar profundo que subyacía en el país aún antes del estallido de la pandemia, empiezan a tomar forma concreta en las  crecientes manifestaciones de plaza que se expresan en importantes ciudades.

Durante la cuarentena, sólo algunos sindicatos de base se opusieron a la apertura de las fábricas en las zonas rojas del contagio. Las grandes centrales sindicales confederadas eligieron la estrategia de contratar las condiciones higiénico sanitarias de los lugares de trabajo. En algunos casos, como en la Lucchini di Brescia, cuando eso no fue posible, decretaron también el paro de actividades. En la gradual apertura de ahora, las manifestaciones siguen creciendo.

“Ayer éramos héroes, ahora volvimos a no ser nada”, gritan los enfermeros en las plazas de Torino y Milán, cuando después de los dos meses en que han recibido una “plus” de alrededor del 5 por ciento de su sueldo, vuelven a ser los “peores pagados de Europa”.

Del mismo modo reclaman  delante de los Tribunales de Bergamo  los familiares de los fallecidos por el virus,  por el derecho a ser informados sobre las decisiones que se tomaron en esos difíciles momentos. “Noi dennunciamo”, es el título del sitio en el cual se han agrupado para contar las tragedias vividas por  sus familiares y coordinar sus acciones, sus pedidos, sus denuncias. Dueños de restaurantes, maestros, trabajadores autónomos de distintas categorias hacen sentir su protesta reclamando por su situación ecónomica o por los vínculos exigidos  para el reinicio de sus actividades. Representantes de las Centrales Sindicales Confederadas manifiestan durante tres días delante del “Palazzo della Regione Lombardía” pidiendo un cambio de fondo en las políticas de salud y de prevención. Y todo parece indicar que estas protestas sean sólo una muestra de una situación económico social que durante el otoño difícilmente soportaría otra cuarentana , si ésta fuera necesaria por algún rebrote epidémico. No sólo esta posibilidad preocupa a los analistas, el 3 de julio el ISTAT, el instituto de estadísticas oficial, anuncia que un 12 por ciento de los empresarios expresan que reducirán su personal durante el otoño. Y que por primera vez, en los últimos decenios, los jóvenes actuales sufrirán una “movilidad social” negativa, es decir hacia abajo.

Un poco de sana locura

Sentado en un tapial de la vereda del “Vicolo della Stazione” de Brescia, con el barbijo en el mentón, comiendo tranquilamente una factura, Akim se muestra accesible al diálogo con el cronista. “Durante la cuarentena, en la calle estábamos sólo nosotros” cuenta. “La policía nos conoce, no nos molestaba”. Akim es un indocumentado africano que en sus 15 años de permanencia en este país ha aprendido a hablar un perfecto italiano. Desde este invierno,  duerme en una casa ocupada con otros “sin techo”. El hecho de no tener que hacerlo a “cielo abierto” lo ha tranquilizado un poco. Detrás de su simpática conversación, Akim esconde el tormento del sufrimiento psíquico que atribuye, según sus propias creencias, “a la asambleas de brujas que desde el Afríca se han transferido en Europa y han traído aquí el mal”. Como para curarse tendría que ir a su país a seguir los ritos tradicionales, Akim convive día por día con esta voces internas “de brujas” que lo acosan, mientras logra casi siempre encontrar un poco de caridad que lo ayuda a pasar cada día.

“¿En serio, no tuviste ningún problema con las autoridades?”, insiste el cronista. “Bueno, casi. Hace dos semanas me llevaron a la central para identificarme, eran dos policías jóvenes que no me conocían”. Dos policías que decidieron seguir el rígido protocolo de seguridad contra los inmigrantes del ex ministro Matteo Salvini. “Querían sacarme una foto y tomarme las huellas digitales y yo me negué”. “Les dije que yo la foto me la dejaba sacar sólo con la mascarilla puesta porque el lugar, la Central de Policía, no estaba desinfectado”. “Vinieron un par de jefes para asegurarme de que no había ningún problema, pero yo insistí: la norma ordena que hay que usar la mascarilla, así que yo no me la saco. Además ustedes no son doctores, para decirme si hay o no peligro de contagio ”.

Educado, pero firme en sus convicciones Akim no cedió. De nada sirvió que lo amenazaran con dejarlo a dormir en los calabozos. Mientras cuenta, Akim no deja de reírse, conciente de que ya fue fichado más de una vez y de que no tiene antecedentes por borrachera molesta ni por pequeños  delitos . Al final, llega un agente anunciando que “por suerte” han encontrado su ficha, que ya no tiene que sacarse la mascarilla, sólo dejar la huella digital de su pulgar. Akim se mira la mano y antes de aceptar , con la sonrisa en sus ojos, dice: “lástima que no tengo los guantes puestos” y, finalmente, pone el dedo.

Ahora, Akim está buscando a alguien dispuesto a hacerle un “contrato  de trabajo” (falso) para acceder a la moratoria que ha recientemente emitido el gobierno. Hasta ahora contactó sólo un compatriota dispuesto que, en cambio,  le pidió la inalcanzable suma de 3 mil euros . De todos modos, no se rinde aún.

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