“El punitivismo -como ilusión preventiva – y el populismo penal – como falacia de plebiscitar el tarifario del castigo – es una propaganda inútil para estúpidos. Muy exitosa en el corto plazo y de muy alto costo en materia de fracaso social”, sostiene el autor de esta columna.

El discurso punitivista, por debajo de sus escabrosas y a veces refinadas argumentaciones sociales, jurídicas y hasta filosóficas, está animado por una visión visceral única, una moral absoluta y casi siempre inconfesable: el reo, el penado, el sujeto del dispositivo penal, es un OTRO, un no humano; el punitivismo seminal estructura su discursividad – mucho más publicitaria que socialmente útil – sobre un núcleo no dicho, o dicho entre susurros, y es que el mejor delincuente es el #DelincuenteMuerto.

Las respuestas a este antiguo fetiche suelen ser inoperantes porque también son “morales”, voluntaristas, y los debates parecen – falazmente – enfrentar a los perdonadores contra los vengadores. Lo cual, lamentablemente, sigue obliterando las cuestiones de clase, de poder, de relación funcional entre los dispositivos de castigo y ciertos intereses culturales y materiales, y un sinfín de etcéteras.

Sin embargo, esto es solamente una introducción a otro asunto más subjetivo:

A veces pierdo tiempo en tratar de hacer cambiar de percepción a los CREYENTES del fetiche punitivo; ocasionalmente lo logro.

Pero lo que no puedo perdonarme a mí mismo es la suprema y pedante estupidez de discutir en facebook o twitter con los SACERDOTES del fetiche punitivo. A esos hay que bloquearlos.

O, si es posible, llevarlos a discutir a la academia. Ahí es donde se les caen las máscaras y se avergüenzan, o resultan aplastados. Es un hecho probado.

El punitivismo -como ilusión preventiva – y el populismo penal – como falacia de plebiscitar el tarifario del castigo – es una propaganda inútil para estúpidos. Muy exitosa en el corto plazo y de muy alto costo en materia de fracaso social.

Nunca diré que el mejor linchador es el #LinchadorMuerto.

Pero reclamaría una pena de aprendizaje, tareas comunitarias y prohibición de uso de redes sociales por un mínimo de seis meses para punitivistas reincidentes. Incluiría también la prohibición de conducir por igual período, dado que un vehículo es un arma.

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