El gobierno quedó golpeado tras el fracaso en la aprobación de la reforma previsional y lo sucedido en las calles. Su nueva debilidad sin embargo es relativa, depende de lo que suceda con la sociedad y la oposición. Foto de apertura Daniel Vides
Con suerte, en bajada y con viento de popa a favor, la conclusión –siempre provisoria- dice que tras el jueves de gases y de furia el Gobierno quedó dañado y que por una vez la oposición actuó unida y lúcida, incluyendo relativamente a la CGT, lo que no implica por ahora nada de nada de cara al futuro siquiera inmediato. El gobierno quedó dañado y debilitado. El papelón del estudio y presunto abandono de resolver todo mediante DNU es un dato papelonero al que volveremos cuando avance esta nota.
Estamos dando lo que pinta como “buena noticia” –que cruja alguna grieta en el oficialismo- con un doble cuidado: porque no se sabe cómo evolucionarán las heridas del oficialismo y porque esas heridas se producen a costa de otras mucho más profundas en el cuerpo social, ya sea en términos de empobrecimiento, pérdida de derechos o represión. Lo supimos desde el principio: no hay sorpresa sino desolación, la sociedad y la política (la política después) solo se iban a mover después de padecer. Primero hay que saber sufrir. Muertes ya se sucedieron, aunque no en los alrededores del Congreso sino en otras geografías.
Hay un modo de resumir lo sucedido el jueves y es hablando de una fotografía y de un titular periodístico. La foto circuló mucho en Facebook y es la del festejo plural/ opositor cuando se frenó la sesión en Diputados por la reforma previsional. El titular es de puño y letra de Joaquín Morales Solá, que nos tiene acostumbrados pero este fue increíble: “Violenta alianza entre kirchneristas, massistas y la izquierda”. Alcanza con eso y con la primera frase del texto: “Nunca, como ayer, Leopoldo Moreau fue tan parecido a Luis D’Elía”. Lo demás, en la nota, no importa nada.
Más interesante fue la foto. Esa en la que el Chivo Rossi se abraza más que conmovido con De Mendiguren, Felipe Solá charla atentamente con Del Caño y Axel Chhhiquito (por el modo en que lo interpelaba CFK) Kicillof aparece de sonriente joda con Facundo Moyano. Más cerca de la lente, Horacio Pietragalla también sonríe, y entendemos que eso fue antes del incidente horrible, cuando avanzó entre 20 gendarmes para salvar a una detenida –se dijo que era una chica en situación de calle- hasta que le tiraron gas pimienta a veinte centímetros de los ojos.
La foto del festejo opositor y las reacciones que esa foto generó en las redes sociales provocaron una sensación curiosa en el que escribe, algo que hacían mucho los pibes con los álbumes de figuritas de futbolistas. ¿Qué hacían los pibes con las figuritas? Armar seleccionados ideales pluripartidistas. Un suponer absurdo, en los 70: Merlo, Bochini, Alonso; Houseman, Luque y Bertoni, por decir algo. Ante esa foto, y frente a tanta angustia desatada por dos años de gobierno macrista, pareció que en las redes sociales se suspendió todo purismo, todo macartismo, y todos contentos de ver a Del Caño con Axel y a Felipe con Pietragalla. ¿Dónde estaba o está Massa? Lo ignoramos. Pero siempre sospechamos que en el massismo había tipos bastante mejores que él.
Ni qué decir del otro video viralizado en el que Myriam Bregman, trotskista de Vilcapugio y Ayohuma, asiste a la pobre diputada Mayra Mendoza y a Matías Rodríguez, ambos hechos percha por uniformados. Detalle no menor: el video se publicó incluso en el diario económico-conservador El Cronista con estos títulos y bajada:
“Gas pimienta en la cara de dos diputados y un legislador desmayado de un golpe. Mayra Mendoza debió ser asistida luego de que un policía le arrojase gas pimienta a escasos centímetros de su cara. Su par Matías Rodríguez perdió el conocimiento por un golpe de un gendarme”.
La Nación lo puso en otros términos que una serie de fotografías de Carlos Brigo desmienten: “Una de las diputadas agredidas fue Mayra Mendoza (FPV), quien en pleno cruce entre manifestantes y policías recibió una descarga de gas pimienta en la cara”. No, no fue “en pleno cruce” de nada sino a sangre fría y con toda la violencia interior que acumulan nuestros gendarmes, policías o prefectos. Fue bellísimo lo que dijo -se supone que ya serenado- por la noche, en Intratables, Eduardo Amadeo cuando le preguntaron por el asunto: “Me parece perfecto, ¿sabés por qué? Mayra Mendoza es una ciudadana que, igual que yo, es diputada porque la votó la gente. Eso no significa que pueda violar la ley”. ¿Qué ley violó la diputada? Lo ignorito.
Sobre la percepción de barbarie
La cuestión es que estas demostraciones de lo que entendemos por barbarie nos llevan a preguntar –una vez más- qué entiende nuestra sociedad por barbarie, o cuándo la barbarie aparece para otros como tal, o según a quién se aplique, o según quién la ejecute, o según quién la merezca.
Todo depende del cristal con que se mire, dice el dicho. Nosotros, el jueves, o más bien desde el inicio del gobierno macrista, vimos y vemos palos, furia, gases, muerte, cuerpos destrozados por balas de goma. Durante esta semana vimos, en relación con el súper-mega-operativo de seguridad montado por la cumbre de la OMC, una de las películas de Batman de la serie de Christopher Nolan. Y el jueves, amén de miles de gendarmes, policía, camiones hidrantes ultimísimo modelo, policía aeronáutica, tipos montados en motos, tipos disparando gases a lo pavo, tipos tirando gas pimienta como dementes, nosotros vimos también a cien metros del Congreso (caja de resonancia de la democracia, aprendimos a decir en 1983), nosotros vimos ese fortín metálico, esa construcción defensiva-ofensiva hecha con vallas de hierro dispuesta por las así llamadas fuerzas del orden. El resultado, un escenario apto para representar el perímetro erizado de algún emplazamiento humano entre hordas de Walking Dead.
Lo que nosotros, desde este lado, vimos como la verdadera violencia y barbarie (a obvio contrapelo de las declaraciones de Marcos Peña Braun) fue y es lo reflejado en las redes sociales (aquello que nosotros leemos y otros no). Las fotos de Carlos Brigo; los diez balazos en el cuerpo del fotógrafo de Página/12; Pablo Piovano; las otras fotos tomadas por el Socompa Alejandro Amdam: las que levanta con mucha inteligencia Cora Gamarnik; las de los compañeros de Cítrica, La Vaca y tantas webs como la nuestra.
Lágrimas en la tele
Pero hicimos también otro recorrido habitual para intentar palpar qué puede pasar con esa suerte de entelequia o enigma al que llamamos sociedad ante tanta violencia desatada –visto desde nuestro lado de la grieta- por las políticas macristas. Por engañoso que pueda ser el ejercicio, lo que uno hace para explorar qué puede pasar con la sociedad es practicar un largo zapping televisivo y ver si se registran modificaciones en el discurso promedio o el de rutina. ¿Qué dice el recorrido, velocísimo? Que Nelson Castro, ceño fruncido, encuentra errores en lo hecho por el Gobierno y dice que si Carrió rompe con el macrismo será como el Chacho Álvarez renunciando y que eso fue el fin de la Alianza y por lo tanto, etc. Uno ve en el zapping a los conductores de los horarios conservadores de C5N diciéndole a la cana que pare y lo mismo Antonio Fernández Llorente y lo mismo sucede en otros canales y algo parecido en versión populista-conservadora de Chiche Gelblung y lo mismo en versión populista-carnaval Mauro Viale. Sí, hay modificaciones en los discursos de rutina. Apelaciones al diciembre horrible que acabó con la Alianza y buena parte de nuestra calidad de vida y muchas muertes.
Hay una buena cantidad de periodistas electrónicos o gráficos descubriendo, caramba, pucha digo, con el diario del lunes, serios errores del Gobierno y demasiada represión. Que es un poco lo mismo que hablar del oportunismo de Carrió -la Gran Carrió- cuando le dijo a Patricia Bullrich que disimule un poco, que se ostente menos Gendarmería, que meta en todo caso cana de civil. Entonces uno se pregunta si el periodismo espeja el oportunismo de Carrió o la sociedad espeja el oportunismo tardío y el clasismo berreta y el individualismo de cierto periodismo populista-opositor. Uno se pregunta si se votó a Carrió porque en la vida se espeja o se es como Carrió.
Y ahora viene la gran incógnita. No tenemos la más puta idea acerca de si ante tanta violencia simbólica y pragmática el aproximado tercio de sociedad al que denominamos núcleo de votantes macrista duro queda pétreo o si todo ese tercio, de manera homogénea y parejita, comienza a dudar o si apoya espumando sangre por la boca los palos a los revoltosos. No, no lo sabemos. Tendemos a pensar que por ahora la mayoría de ellos permanecen duritos y tampoco tenemos idea de qué les pasa si por casualidad se cruzan con las declaraciones de Juan Carlos de Pablo o José Luis Espert acerca del riesgo de que la nueva deuda externa haga estallar a la economía y al país.
Como sea, caramba, tuvimos el jueves lo que parecía que no iba a suceder, el típico día argento veraniego de furia social, en el mes de los tradicionales quilombos, la espera temerosa por los quilombos, el miedo de que haya muertes en los quilombos.
San Fernando De la Rúa
Sí, fue un día muy relativamente delaruesco y veremos qué sucede la próxima semana, si el macrismo consigue juntar o no votos para aprobar la reforma jubilatoria, en un escenario en el cual hasta los medios hegemónicos, claro que sin hacer flamear primeras planas, aceptan que los jubilados pierden. Fue un relativo día delaruesco además en esas horas calientes en las que La Nación y Clarín informaron con títulos calcados que el Gobierno estudió mandar la reforma por DNU y que Macri “hablaría al país”. Luego dijeron que se enfriaba la idea. Luego dijeron que fue por el famoso tuit de Carrió y por la amenaza de paro anunciado por la CGT.
Volvemos entonces al primer párrafo de esta nota, a la parte del daño sufrido por el macrismo –en buena medida auto-infligido, pero es la única política o salida que conocen- y sobre todo a la del debilitamiento. Claro que no sabemos tampoco cuánta sociedad se enteró (o valoró) exactamente de los hechos sucedidos desde la bruta represión matinal y vespertina hasta la hora de la incertidumbre e inseguridad de la cúpula gubernamental a la hora de adoptar y sostener una decisión que sonó a locura, la de salir del laberinto mediante un DNU. Si el Gobierno de verdad arrugó por un tuit de Carrió, más la amenaza de paro, ese arrugue habla de una fiera combinación de desorientación política, autoritarismo y pusilanimidad. Recordemos que todavía esperamos respuesta al reiterado titular “Macri, conmovido, estudia grabar un mensaje al país”, por la tragedia del submarino.
Jorge Schussheim, en Facebook, mandó un posteo muy bueno sobre el arrugue oficial en forma de pregunta: “¿Cómo es que pasamos de tener un presidente macho alfa a uno renacuajo beta?”.
El miedo al estallido
Debilitado, Macri queda debilitado. Pero la debilidad se debe medir en contexto y según sea lo que pase con la sociedad y la oposición y con los grados de organización de ambos. La foto emotiva del festejo es por ahora poca cosa y mucho más relevantes son los temores de que las cosas se pongan peores, más violentas, más injustas, más autoritarias. La idea marciana de mandar la reforma por DNU habla de esa violencia y ese autoritarismo feroz, más allá del bruto problema de inconstitucionalidad. Pero hay más: hace tanto mal al mismo tiempo el macrismo que no nos da respiro ni posibilidad de verlo/ decirlo todo. Los jubilados no solo van a perder derechos adquiridos, guita y calidad de vida por la reforma previsional. Los jubilados venían perdiendo calidad de vida a lo pavo por la inflación que más los afecta, la de la canasta básica, por los tarifazos y por todos los medicamentos y tratamientos que el PAMI ya no ofrece de manera gratuita. “Cuatro mil pesos por mes de gasto en medicamentos contra siete mil de la mínima”, decía una jubilada en la calle, por la tele, el jueves, con la voz jodida por los gases.
Balance: ¿la “buena noticia” de un macrismo al fin crujiente? ¿La “buena noticia” de una oposición que al fin parece reaccionar, una foto? El que escribe no anda demasiado optimista y teme por el escenario tan temido, el de la economía reventando con millones adentro y humo y represión. El Gobierno no sabe, no maneja, no puede hacer otra cosa que ajuste como consecuencia de los daños generados por su ideología y por sus propias políticas económicas. Más deuda es más déficit fiscal que necesita paliarse con los recortes que sean. Es lo que ventila por lo nada bajo Luis Majul practicando a la vez la vocería pro tempore de Mauricio Macri y terrorismo periodístico. Macri, dice Majul, sostiene que si no se aprueba la reforma jubilatoria va a estallar la economía. Dicen Majul/Macri además que todo es por culpa del kirchnerismo por haber ampliado un modelo jubilatorio insostenible, inviable. Porque si las cosas ya venían complicadas para pagarles a los jubilados –dicen Macri/ Majul- peores se pusieron cuando el kirchnerismo incluyó a millones de nuevos jubilados en el sistema de seguridad social.
Dicen Majul/ Macri/ Majul que para colmo el kirchnerismo incluyó a esos nuevos jubilados mediante un adverbio terrible: “compulsivamente”.
Qué se puede esperar de gente así.