Cuerpos que se transformaron en crueles antorchas, víctimas de la violencia de género. Dos fotógrafos reunieron imágenes y testimonios para contar historias que nunca debieron haber ocurrido. Cuando la fotografía es una implacable arma de combate.
Durante 2016 y 2017, Sebastián Pani y Belén Grosso entrevistaron y fotografiaron a mujeres sobrevivientes y a los padres de algunas de las mujeres fallecidas a causa de quemaduras. Entre ellos a los padres de Wanda Taddei, caso ocurrido en 2010 y el primero en tener una fuerte repercusión mediática en la Argentina. Y un día el fuego resultó ganador de la convocatoria No Renunciaremos de TURMA en 2017, trabajo que se publicó en marzo de 2018. Los autores construyen un nuevo espacio para las voces de las víctimas con el objetivo de que su difusión genere conciencia sobre el tema y anime a otras mujeres que hoy son víctimas de violencia de género, a denunciar su situación.
Extracto del texto escrito por Selva Almada, a partir de los testimonios de las mujeres víctimas de violencia que integran la serie Quemadas:
Porque te cela. Porque te quiere. Porque no puede. Por los chicos. Por la casa. Por el trabajo. Los vecinos. La familia de él. La familia tuya. Porque es la última. Jura y jura por su vida. Por la de los hijos. La última. Fue un error. No sabe qué le pasó. Se puso loco. El vino. La droga. La presión del laburo. Vos. Vos lo ponés loco. Vos lo sacás de quicio. Te vas a ir. La próxima te vas. No te importa adónde pero te vas. Es la última. Otra no le dejás pasar. Cuando se repite, dejás pasar unos días. Salís de la casa. Vacilás pero caminás hasta la comisaría. Esta vez sí. Te armaste de valor. Esta vez sí. La última. A esta no se la perdonás. No se la dejás pasar. Pero cuando estás ahí: qué hacés ahí. Andate mejor. Date media vuelta y andate. No ves la piba esa toda moreteada. No ves cómo se le ríen las oficialas que le toman la denuncia. A qué venís. A que se te rían en la cara dos tipas que no sabés quiénes son. Que no saben quién sos. Mejor te volvés a la casa. Le vas a poner los puntos cuando vuelva. Esta fue la última vez. Lo repetís. Como cuando ibas a la escuela y repetías las tablas de multiplicar hasta que te entraban. La última vez. La última. Dice que sí. Te jura que sí. Porque te quiere. Porque no quiere vivir sin vos. No puede.Te jura que sí.
Vienen las fiestas de nuevo. Otra vez navidad. Otra vez año nuevo.
Ya no sabés cuántas fiestas. Cuántas veces perdonaste. Cuántas creíste.
Cuántas palizas. Cuánto hace que a tus semanas no las marca el almanaque,
Las marcan las palizas. Cuánto tiempo tarda en bajar un ojo en compota.
Cuánto en volver a la normalidad. Cuánto duele un hueso que se suelda solo
porque ni al hospital. Entonces las fiestas. Toda la familia de él. Música. Asado.
Vino. Litros y litros de vino que corre como la sangre de boca en boca.
Vos mirás callada. Llevás y traés fuentes. Cortás pan dulce. Servís ensalada de fruta.
Que todo salga bien. Que esté contento él y la familia. Que nada pudra la joda.
Pero es mucho vino. Mucho vino y mucha gente. Capaz para figurar, para
hacerse ver, para que la parentela vea lo machazo que es, te revolea un sopapo porque sí.
Nadie dice nada. Las mujeres miran para otro lado. Los hombres asienten.
Los nenes mejor se meten en la pelopincho y no salen de ahí.
Es como si un sopapo llamara a otro. No para. No le importan las visitas.
Ni que sea navidad o año nuevo. Ya no sabés qué festejan y qué importa si vos
total no podés festejar nada.
Y un día, el fuego.
Sentís el ardor frío del líquido en tu ropa, en tu cuerpo.
Y un día, el fuego.
Ves alucinada como el encendedor hace click.
Ves la llama pequeña y oscilante.
Y un día, el fuego.
Oís el sonido de la minúscula combustión
Que enseguida se hace incendio.
El terreno devastado sos vos. El terreno devastado sos vos.
El terreno devastado sos vos.
La llama.
Un instante.
Después la oscuridad.