El año pasado Martín Guzmán se reunió con los equipos del Instituto de Estudios y Formación Política del Partido Justicialista (Gestar) para analizar la coyuntura económica, las perspectivas y las condiciones para pensar en un desarrollo con inclusión. Aquí la charla completa, publicada por Gestar en esa ocasión, donde el designado ministro de Hacienda y Finanzas desarrolla su pensamiento.

Fue a mediados del año pasado cuando el ahora designado ministro de Economía, Martín Guzmán, se reunió con los equipos del Instituto de Estudios y Formación Política del Partido Justicialista (Gestar) para analizar la coyuntura económica, las perspectivas y las condiciones para pensar en un desarrollo económico con inclusión  De esa reunión participaron, entre otros, el director del Instituto, Diego Bossio, su director Ejecutivo, Mauricio Mazzón, Máximo Rodríguez, coordinador del foro, y los economistas Silvina Batakis, Sergio Chodos y Eric Calcagno, entre otros.

En esa oportunidad, y partiendo desde un análisis macro-económico, el hoy futuro ministro se refirió a las medidas adoptadas por Cambiemos y sus consecuencias sociales. Guzmán, ta entonces, sostenía que el ajuste y los efectos de la recesión lo pagarían los trabajadores. A su vez, se refirió a las condiciones necesarias para pensar en un esquema de desarrollo con inclusión social y apuntó tres pilares: la consistencia macro, el pleno empleo y el progreso tecnológico. “Sin esta estructura multidimensional no podremos tener una sintonía fina o una política estratégica”, explicó.

Aquí la charla completa publicada por Gestar en la ocasión.

-¿Como ves la política económica que está implementando el Gobierno Nacional?

Martín Guzmán: la devaluación llevada a cabo era un proceso inevitable. Las políticas macroeconómicas aplicadas durante los últimos cuatro años conducían inevitablemente a una crisis en la balanza de pagos. No hacer nada no era una opción. Lo relevante desde el análisis no es si estuvo bien o mal devaluar, sino como se hizo política macro para contener los efectos de la devaluación.

Y lamentablemente la salida del cepo cambiario no fue bien manejada por el gobierno. Lo que se enfrentaba en ese momento era una transición. Y el mercado no hace un gran trabajo en manejar transiciones, por lo que se necesita a un Estado capaz que ayude a coordinar. En este contexto, una buena coordinación implicaba que el traspaso de la devaluación a precios fuese el mínimo posible, circunscribiéndose a los bienes transables. O de forma equivalente, el objetivo debiera haber sido que la capacidad de compra de los trabajadores no cayese de forma significativa, tanto por temas distributivos per se, como por el efecto negativo sobre la actividad económica que ello tendría.

El actual gobierno se basó en una premisa para determinar el curso de acción de la política macro que implementaría: “No va a haber un traspaso grande de la devaluación a los precios”, y sostuvo que todo aquello que se puede comerciar internacionalmente ya reflejaba el valor del tipo de cambio blue, y que lo que no se comercia internacionalmente no sería afectado por la devaluación.

No fue así. Pareciese que hay una falta de entendimiento de cómo funciona la economía argentina. En nuestro país el dólar es una referencia para la fijación de precios. Cuando el dólar se dispara, tiende a subir el precio de todo, lo comerciable internacionalmente y lo no comerciable internacionalmente también. Fíjense que los precios subieron, los costos de lo que es importado también subieron, pero el salario no había subido antes de las paritarias. Entonces, los márgenes de ganancia por unidad vendida no cayeron. Subió el costo de insumos importados, pero no subieron los salarios hasta las paritarias. Entonces, todo el ajuste de precios relativos, que es la devaluación, lo pagó el trabajador asalariado. Eso generó una caída en la demanda en los sectores urbanos, que es lo que explica el menor nivel de actividad durante este año. El gobierno además sostenía que habría una expansión grande en el sector transable y una lluvia de inversiones, cosa que aún no sucedió.

-¿Qué podría haber hecho el gobierno para manejar la transición?

MG: Había dos instrumentos: política de ingresos y de precios. De lo primero se hizo un poco. De lo segundo no se hizo nada. En la Argentina hay cierto estigma con la política de precios, que es entendible porque un sector del gobierno anterior actuó como si se pudiese manejar una economía controlando los precios todo el tiempo. Eso no funciona, pero hay momentos, sobre todo en las transiciones, en que la política de precios ayuda a que la coordinación del mercado sea la más favorable para la mayoría de la sociedad, especialmente para los trabajadores, y para el funcionamiento de la economía en general.

Implementar una política de precios hubiera evitado que estos, luego de la devaluación, subiesen más allá que lo que corresponde al componente transable de la producción, y la caída del salario real habría sido más baja y entonces la recesión en el sector urbano hubiese sido menor.

-Aún con la gran devaluación, tampoco bajaron las importaciones ¿A qué se debe eso?

MG: En todo el mundo está ocurriendo que hay una mayor fragmentación productiva, con procesos de producción más complejos en los que el coeficiente de importaciones fue creciendo. Es difícil poder reducir el coeficiente de importaciones y mantenerse en la frontera productiva con los modos de producción actuales.

-¿Cómo se debería resolver entonces la restricción externa?

MG: Como no vamos a poder reducir el coeficiente de importaciones sobre generación de valor si queremos estar en la frontera, necesitamos poder exportar más valor para tener consistencia macroeconómica, para poder crecer sin tener crisis de balanza de pagos. Si no tenés una política clara de aumentar el valor agregado de las exportaciones, vas a alejarte de la frontera productiva. Hacia el futuro tenemos un desafío muy grande que es cómo aumentar la frontera productiva y a la vez cuidar el empleo. Eso es parte de lo que vamos a estar discutiendo acá como estrategia de desarrollo. Hoy, con las cadenas de producción global, que se están volviendo cada vez menos intensivas en trabajo, es un gran desafío el crecimiento de la producción de valor junto a la generación de empleo, y consecuentemente junto a una distribución del ingreso más equitativa.

-¿Qué balance hacés entonces de estos primeros meses de la política económica del Gobierno Nacional?

MG: El primer semestre muestra poca capacidad del gobierno para implementar políticas macro que corrijan desequilibrios heredados sin dañar al empleo y al poder adquisitivo de los trabajadores, sobre todo de los informales. El gobierno esperaba que llegara este segundo semestre con mejores condiciones y no ocurrió, porque lo que hubo fue una falta de comprensión de lo que es manejar la transición. Una creencia en que el mercado lo iba a hacer bien, y un desprecio del rol del Estado para ayudar al mercado, y así llegamos: el segundo semestre sigue siendo anémico. Recientemente desde el gobierno se ha declarado que se espera que el año próximo sea bueno. Pero queda por ver cómo administrarán la siguiente etapa de la transición. Lo que dan a entender es que no va a haber traspaso de las paritarias a los precios, y que entonces recuperaremos una situación de “equilibrio macroeconómico”. Si bien es cierto que la caída en las ventas hace que el sistema en algún momento vuelva a una situación “equilibrada”, hay que tener cuidado pues el equilibrio en esa concepción no está refiriéndose a equilibrio social. La caída en las ventas pone un límite a cuál es la respuesta que puedan dar de precios al aumento salarial, pero ese enfoque macro no es razonable: dejar que la recesión haga el trabajo de equilibrar al sistema no es lo deseable para la sociedad.

Y en cualquier caso, ese proceso lleva tiempo. Sigue habiendo espacio para aumentos de precios como respuesta a las paritarias. Si el gobierno no hace nada, es posible que eso ocurra, y que bajar la inflación se vuelva más difícil de lo que los funcionarios en posiciones clave del manejo de la economía argumentan.

En general, lo que veo es un esquema de políticas que busca dar certidumbre al capital, para que se dé el shock de confianza tan mentado que atraería inversiones, y se le está trasladando la incertidumbre al asalariado. Recientemente ha habido comentarios de que se intentaría cerrar paritarias usando como referencia a la inflación esperada. Eso es ridículo. Primero, ¿quién te garantiza que la inflación esperada coincida con la real? Hacer eso es, como decía, trasladarle la incertidumbre macro al trabajador. Segundo, ¿quién le va a pagar al trabajador la pérdida de poder adquisitivo resultante de la inflación pasada si su salario se actualiza solamente por la inflación esperada, y no por la que le “come” parte del salario durante este año? Un esquema así, de tanta incertidumbre para el trabajador o trabajadora, es un esquema en donde las condiciones para vivir tranquila o tranquilo y desarrollar las capacidades humanas en su plenitud están lejos de ser las adecuadas. Un política económica de esa naturaleza no conduce al desarrollo inclusivo.

-¿Cómo ves la política fiscal y monetaria en esta transición?

MG: Veo una situación fiscal más complicada que la que el Gobierno pronosticaba. Exactamente por esto de la recesión que duró más de lo que pensaban, lo que genera un escenario más negativo que el esperado sobre los ingresos fiscales.

Desde el lado de la política monetaria, se ha seguido una política de contracción monetaria con la idea subyacente de que el programa resultará suficiente para deshacer el proceso inflacionario. Pero reducir la inflación no será tan simple ni tan mecánico.

En principio, no es simple por las cuestiones de coordinación social que comentábamos antes, que el gobierno subestimó, que consistió en un alto traspaso de la devaluación a precios. Luego, hay una inconsistencia entre el programa monetario y lo que se manifiesta sobre cómo éste reducirá las expectativas inflacionarias de plazos más largos. Para poder hacer una política monetaria contractiva y que al mismo tiempo pueda contribuir al financiamiento de la política fiscal, el BCRA recurre a la emisión de LEBACS a tasas altas, que durante la mayor parte de este período estuvieron arriba del 30%. El tema es cómo se planea rescatar a esas letras. Si se planea hacerlo emitiendo pesos, entonces no veo por qué la política actual sería efectiva para disminuir de forma permanente las expectativas inflacionarias. Si se espera que el rescate de esas letras lo resuelva el Tesoro vía nuevo endeudamiento, entonces el efecto sobre las expectativas inflacionarias dependerá de cómo se perciba que se va a resolver ese desequilibrio. En este contexto, reducir las expectativas inflacionarias no es trivial.

De modo general, el Banco Central busca converger a un esquema de metas de inflación (o sea, la inflación como único objetivo de la política monetaria) con independencia del Banco Central. Es un camino peligroso, que ha generado grandes problemas en varios de los países que lo implementaron. Abocar la política monetaria solamente a contener la inflación puede conducir a políticas contractivas que resulten en altos niveles de desempleo. El presidente del BCRA recientemente en una conferencia en la UNLP citaba a Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo) como el héroe de los bancos centrales, como el modelo a seguir. Como si los problemas de la economía se resolvieran simplemente con un banco central independiente que genere credibilidad en que hará todo lo que sea necesario en todo momento y circunstancia para contener la inflación. Lo curioso es que a Europa no le va demasiado bien, por decirlo de un modo suave. Las políticas del Banco Central Europeo son una de las causas del desastre macroeconómico que está experimentando Europa. A Estados Unidos, sin irle tan bien le ha ido mejor que a Europa. Pero en Estados Unidos el mandato de la Reserva Federal no es enfocarse en la estabilidad de precios como único objetivo, sino que también tiene como objetivo el nivel de actividad económica.

A mí me preocupa la inflación, y efectivamente pienso que tiene que ser un objetivo de la política macro. Pero no el único. Lo que se necesita no es un régimen de metas de inflación, sino una estrategia macro integral que lidie con la inflación, dándole importancia fundamental al empleo, con la política monetaria como un instrumento más de la estrategia macro integral, que debe actuar en coordinación con las otras políticas.

Otro problema del esquema actual de la política macro es el riesgo a caer en la apreciación real. Y la apreciación real empieza a lastimar a una parte de tu economía que es fundamental en la estructura demográfica Argentina. Este esquema macro empieza a dañar al desarrollo. Y acá nos queda empezar a discutir cuál es el esquema de desarrollo que, dada la estructura demográfica, social y económica argentina puede ser viable, en el sentido de generar dinamismo e inclusión.

Hacia una Agenda del Desarrollo

-¿Cuál sería la agenda del desarrollo hoy para nuestro país?

Martín Guzmán: Cuando pensamos en desarrollo, lo primero es una elección política: definir cuáles van a ser nuestros objetivos. Nosotros queremos que el desarrollo sea inclusivo. Entonces, dado que estamos de acuerdo en eso, tenemos tres condiciones para una estrategia de desarrollo. La primera es que sea consistente desde el punto de vista macro; no se puede tener una estrategia de desarrollo sostenible y efectiva si se tienen crisis de balanza de pagos recurrentes, el famoso stop and go. La segunda es que la estructura productiva genere pleno empleo. Y la estructura productiva que genere pleno empleo va a depender de cómo es la estructura demográfica. Si tenés mucha gente sin entrenamiento específico, necesitarás una estructura productiva que cree empleo para ese grupo. Y la tercera es que genere cambio tecnológico: si no generás progreso tecnológico, la economía se termina estancando cuando tus recursos ya están siendo plenamente utilizados. Tenés que tener esas tres cosas. Y acá me parece esencial el tema de definir qué mensaje construimos. En Argentina veo un vacío desde los partidos políticos en cuanto a lo que es un mensaje del desarrollo dinámico e inclusivo que funcione en el mundo actual. La visión del actual gobierno no nos va a conducir a este tipo de desarrollo. Y durante los últimos años del kirchnerismo se transmitió un mensaje que tampoco se basa en un entendimiento correcto de estos procesos en el mundo actual. ¿Por qué digo esto? Lo que se sostenía es que la industrialización es el camino al desarrollo. Y es mucho más complicado que eso. La Argentina no puede de ningún modo prescindir de la industria, es fundamental para generar empleo dada la estructura demográfica que tenemos. Pero no va a haber manera de que podamos competir en el mundo con la industria que crea empleo no calificado en las condiciones del mundo actual. La industrialización es un mecanismo de defensa, pero no es lo que nos va a dar progreso tecnológico. Hay que entender que la necesitamos profundamente, pero no creer que va a resolver todos los problemas del desarrollo en nuestro país.

-Entonces, ¿no alcanza con el desarrollo industrial?

MG: Ya no. El mundo hoy es muy diferente al mundo en el que se desarrollaron países como Corea o Taiwán. Acabamos de definir tres condiciones, recordémoslas porque son clave: consistencia macro, pleno empleo y cambio tecnológico. Cuando Corea se desarrolló, con el mismo sector vos podías tener las 3 cosas. Un país podía producir manufacturas y exportarlas al mundo y eso te garantizaba la consistencia macro. Te generaban divisas. Eran intensivas en trabajo, de modo que te generaban empleo. Y, a la vez, tenían complementariedades con otros sectores, derrames y cercanías que se ataban en la cadena productiva a cosas de mayor valor agregado, o sea, te generaban cambio tecnológico. Algunos ejemplos: en 1964 en Corea se desarrolla una planta de cemento que requería las mismas capacidades de organización que una empresa como Hyundai Motors, que emerge tres años después. Lo mismo pasa con POSCO, que se vuelve un gigante de la siderurgia, y que estimula a muchas industrias. Corea, que producía principalmente arroz, luego de este proceso termina transitando desde la producción de manufacturas a exportar microchips. Claro que en esos casos el Estado tuvo un rol activo. Tanto en Corea como en Taiwán se logró pasar de ratios de inversión sobre producto de 10% en 1950 a 30% en 1980. La inversión pública y las políticas de crédito fueron fundamentales. La inversión privada también creció, ya que en este esquema aumentó su rentabilidad. Hubo una política industrial muy activa. El caso de POSCO es un ejemplo notable de política industrial. En los 70, el gobierno coreano consideró que la siderurgia tenía un rol fundamental en este proceso, y solicitó al Banco Mundial un préstamo orientado a construir una planta. El Banco Mundial se lo denegó, argumentando que Corea no tenía ventaja comparativa en acero. Pero el gobierno lo hizo igual, y generó las condiciones para aprender a producir. Unos años después, POSCO ya era el productor más eficiente de acero del mundo, y le proveía trituradoras y acero a empresas coreanas a precios por debajo de los precios internacionales. Entre 1977 y 1984, el contenido local de la producción de POSCO creció de 44% a 75%.

Todo esto nos enseña sobre el rol en general que puede jugar el Estado para encaminar procesos de desarrollo. Pero la forma que esos procesos tomen, para ser viable, hoy en día debe ser distinta. El mundo cambió. Estamos viviendo una revolución digital que está modificando los modos de producción, y ya no es posible tener industrias competitivas que sean intensivas en trabajo de poco entrenamiento, del que la Argentina tiene mucho. Esto es un problema que se le presenta no solo a nuestro país. Hay muchos que enfrentan el desafío de desarrollarse en un mundo en el que es más difícil competir internacionalmente generando empleo no calificado. Les doy un ejemplo: Adidas anunció que empezará a trasladar fábricas de China a Alemania, la primera en 2017 se radicará en Baviera. Resulta que ya se pueden producir zapatillas sin usar a una sola persona, ni siquiera para coserlas. Todo lo pueden hacer robots o máquinas. ¿Creen que una industria intensiva en empleo va a poder competir con la industria que usa robots alemanes? No va a haber chance de esto.

Pero insisto, no quiere decir que tengamos que dejar de proteger a la industria. Si se hace eso, se genera un problema de desempleo fenomenal. Por tanto, Va a ser necesario mantener a la industria, produciendo cosas que solo se venderán en mercados locales o regionales gracias a cierta protección y acuerdos, pero aceptando que necesitamos buscar otras formas de generar cambio tecnológico. Y ahí hay que mirar cuáles son los espacios que nos da el mundo hoy en día, dentro de este fenómeno de revolución tecnológica que estamos viviendo.

-¿Hay esquemas de desarrollo posibles sin acceso a los mercados internacionales?

MG: Una estrategia de transformación productiva requiere de insumos que no tenés, que necesitás importar. Y para poder importar más, vas a necesitar poder exportar más. Corea es otro buen ejemplo: para poder estar en la frontera productiva necesitaba un aumento del coeficiente de importaciones. ¿Lo hizo endeudándose? No. Lo logró porque aumentaron las exportaciones. Lo que tiene Corea es que mantiene la balanza comercial en equilibrio, mientras importaba mucho más. Pasan de un ratio exportaciones sobre el PBI de casi 0% en los 50 a arriba del 30% en los 80. Lo mismo ocurrió con Taiwan, que pasa de 10% a más de 40% en el mismo período.

-¿Que enseñanzas tiene esto para la Argentina?

MG: Veamos la situación hoy en Argentina: ¿Qué sector te genera divisas? Principalmente la soja. Te genera divisas, pero no te genera empleo en sectores fundamentales de nuestra estructura demográfica, como los conurbanos. Por más dinámico que el sector se pueda volver, no habrá manera de que te resuelva el problema del empleo. Por supuesto que es un sector que querés tener, pero de ninguna manera te va a resolver el problema del desarrollo.

¿Qué sector te genera empleo? Bueno, depende de qué parte de la estructura demográfica estés viendo. Para los sectores no calificados, tenés industria y servicios. Buena parte del empleo no calificado que genera el sector servicios es derivado de la demanda de los asalariados de la industria. Pero esos sectores no van a ser los que te generen el cambio tecnológico, y además son consumidores más que generadores de divisas.

O sea que la estrategia de desarrollo de la Argentina necesita de múltiples sectores.

-Sin embargo, el Gobierno Nacional dice que se puede prescindir de la industria y generar empleo con el sector servicios. ¿Qué pensás de esas afirmaciones?

MG: No estoy de acuerdo. Creo que es una lectura miope de dos fenómenos: primero, que el sector servicios es un generador de empleo importante en la Argentina hoy. Segundo, que en el mundo desarrollado está habiendo una destrucción de empleo industrial y cierta creación de empleo en sectores de servicios, que ni siquiera compensa la destrucción de empleo en el otro sector. Conectemos esos dos fenómenos a esta idea que mencionan, y veamos en donde residen las falacias de ese razonamiento lineal.

Primero, que en la Argentina buena parte del empleo no calificado resida en el sector servicios es un fenómeno de lo que los economistas llamamos “equilibrio general”. Lo que quiere decir en este contexto es que ese nivel de empleo en el sector servicios tiene que ver con la existencia de la actividad industrial, y que si no hubiese actividad industrial destruirías empleo en el sector servicios. No se puede tomar el empleo en el sector sevicios como dado, como si las cosas fuesen iguales si no se hubiese producido la reindustrialización que se dio durante los primeros años del kirchnerismo.

Veámoslo de esta manera: cada barrio es como una pequeña economía que está abierta al mundo donde el mundo es el país. En cada barrio, la demanda por servicios es la consecuencia de que hay un asalariado en el sector industrial que va y compra en el kiosco y el kiosquero le compra al panadero, etc. Y cada una de esas pequeñas economías tienen relaciones comerciales con las demás. O sea, hay un multiplicador derivado del empleo en el sector industrial. En los noventa, hubo un proceso de desindustrialización, y esto afectó negativamente a la demanda por servicios.

Segundo, el hecho de que en el mundo desarrollado se está destruyendo empleo industrial y creándose empleo en el sector servicios no es una extrapolación que tenga sentido para la economía argentina. Hay que mirar con cuidado lo que pasa en el mundo. Por ejemplo, muchos miran a Australia como un ejemplo a seguir, que por su estructura demográfica puede satisfacer la condición de pleno empleo prescindiendo de la industrialización, a partir de una demanda de servicios derivada de los ingresos por la venta de recursos naturales, que valga la aclaración, se da así porque la renta que proviene de los recursos naturales se reparte más entre la sociedad. Pero es una comparación que no tiene ningún sentido. Australia es mucho más rica que nosotros en recursos naturales. El país exporta principalmente commodities, y el valor de las exportaciones per cápita es de U$S 10.000 por año, cuando para nosotros es de U$S 1500. Son 22 millones de personas y nosotros somos 40 millones, y tenemos un montón de trabajo no entrenado. Las diferencias son profundas en otros ejemplos que también se usan, como Chile, o mismo Estados Unidos, que aún con sus enormes diferencias también está teniendo un problema enorme con la transición de una sociedad basada en manufacturas a otra con mayor prevalencia de servicios.

Nosotros, como sociedad, con las políticas de liberalización comercial del Consenso de Washington creamos un problema de exclusión enorme que tenemos que resolver. Y va a salir caro resolverlo, pero si queremos una sociedad en la que podamos convivir bien, en la que todos estén incluidos, no va a quedar otra que pagar el costo. Los sectores en donde haya empleo taylorista intensivo no van a competir con el mundo, y nos cuesta recursos mantenerlos, pero es fundamental tenerlos si queremos resolver ese problema dinámicamente. Vas a producir cosas que sería más barato importar de Bangladesh, pero le vas a dar trabajo a gente que de otro modo no lo tendría, y vas a generar condiciones para que las hijas e hijos y nietas y nietos de esos hogares vivan en un ambiente en el que tengan muchas más chances de desarrollar sus capacidades humanas en plenitud. Lo veo como un impuesto que como sociedad tenemos que pagar para resolver la tragedia social que nos dejaron períodos como la última dictadura y los noventa. Para que la sociedad argentina tenga una estructura social más sana este elemento de redistribución vía creación de empleo no competitivo es necesario.

Y claro que las políticas de inclusión también requieren la profundización de políticas de vivienda, más inversión en educación, en salud, todos temas que precisan un continuo replanteamiento de cómo se asigna el presupuesto con el que contamos. Hablar de meritocracia en un mundo en el que las condiciones iniciales son tan distintas es un sin sentido, una obscenidad.

-¿Cuál es entonces un esquema factible para las condiciones que enfrenta la Argentina?

MG: Lo que necesitamos es una estrategia de desarrollo, que en esta estructura socio demográfica tiene que ser multidimensional, no se puede atender a un solo sector. Lo que yo veo acá es que tenemos que hacer un trabajo profundo, es como que tenemos una grilla: A, B, C, consistencia macro, pleno empleo y cambio tecnológico, y de cada actividad, cada sector, decir que me está dando A, B, C y que me está quitando, y poder así desarrollar un sistema que cierre. Por lo tanto, un ejercicio que vamos a tener que hacer es pensar bien cómo afectar a los incentivos para promover sectores que te ayuden a encaminarte en un sendero sostenible de desarrollo inclusivo y dinámico. Generar cambio tecnológico será uno de los grandes desafíos en este esquema.

Hoy en día, cuando mirás los grandes avances en el mundo en el contexto de esto que se llama la revolución digital, ves que se concentran en biotecnología, nanotecnología, tecnologías de manufacturas como la robótica y los procesos de automatización, tecnologías de información, y algunas otras. Tenemos entonces que ver en donde podemos encontrar oportunidades en este nuevo orden. Y se me ocurre que nuestra biología nos puede dar una oportunidad. El Estado argentino en la última década ha hecho mucho por el desarrollo de la biotecnología, y sigue habiendo mucho por hacer. Esto requiere de más gasto en investigación y desarrollo en ciencia. El agro tiene por definición un rol importante en este proceso. Es un sector dinámico, en donde considerando esta evolución de las tecnologías globales hay espacio para más ganancias de productividad. Pero ahí se nos presenta el desafío de siempre: ¿cómo hacer para distribuir la mayor renta entre toda la sociedad? Si el Estado ayuda a que los sectores intensivos en biología se vuelvan más productivos, la ganancia que ello implique hay que repartirla. Si no, el esquema no anda.

En este esquema se presentan disyuntivas. No hay infinitos recursos para políticas productivas, y ya concluimos que nuestra estrategia tiene que ser multisectorial para ser inclusiva y dinámica. Así que habrá situaciones en las cuales gastar un peso más en fomentar la producción de los sectores más dinámicos no justifique gastar un peso menos en sectores sin dinamismo pero que generen más empleo para quienes viven en situaciones más vulnerables. Necesitamos dinamismo, necesitamos hacer uso de las oportunidades que los modos de producción actuales y los cambios tecnológicos nos presentan, pero para que el sendero sea inclusivo habrá ocasiones en las que será necesario sacrificar parte de los potenciales aumentos de productividad.

Y nos queda el elemento de qué tipo de integración internacional en lo comercial y lo financiero debe acompañar a este proceso, un tema grande que requiere una entrevista entera para tratarlo con el detalle que merece. Pero de forma general, hay que integrarse no exponiéndose a marcos que dañen nuestra autonomía y nuestras posibilidades. Integrarse financieramente endeudándose bajo los marcos de la legislación de Nueva York, escrita por buitres y para buitres, no le hace bien al desarrollo. Integrarse comercialmente en un marco como el TPP, escrito en negociaciones secretas y con enorme influencia de corporaciones multinacionales, tampoco es sano. La integración es fundamental, pero hay que hacerla de una forma que respete nuestra soberanía.

El último gobierno de CFK

-Al 2015 llegamos con algunos desequilibrios estructurales importantes, que se vieron reflejados en la caída de las reservas internacionales desde el 2011. ¿Cuál es tu evaluación de la fuga de divisas y de esta nueva versión de la restricción externa que tuvimos desde el 2011 en adelante?

Martín Guzmán: Ha habido errores de política macroeconómica. En el gobierno de Néstor Kirchner se puso a la economía en un sendero de desarrollo que podía ser dinámico e inclusivo, y las políticas de los últimos años del kirchnerismo descarrilaron a la economía de ese sendero, le quitaron las condiciones necesarias para poder continuarlo.

Vamos por partes. En el 2003 había una situación en la que el problema macro era de escasez de demanda, un problema de demanda efectiva, con alto desempleo, y subutilización del capital. Lo que ahí necesitabas era política fuerte de demanda, política keynesiana clásica. Hubo un proceso de reestructuración de deuda que considero muy exitoso, que dio los recursos para poder tener una política de demanda agregada expansiva que ayudó mucho a la gran recuperación que vivió la Argentina, en un contexto de condiciones externas favorables, cierto, pero que en modo alguno explican por sí solas la fenomenal recuperación. Además se implementó una política de tipos de cambio reales efectivos, en la que las retenciones fueron un elemento importante, que permitió capturar buena parte de la renta del agro y usarla en políticas públicas de las que necesitábamos, y que generó las condiciones de competitividad para la reindustrialización, lo cual fue un motor adicional para la creación de empleo. Lo que tuviste fue casi un esquema de libro de texto progresista de cómo recuperarte.

Pero después van cambiando las condiciones, te vas quedando con menos capacidad ociosa y lo que se requiere es mover la oferta y la demanda al mismo tiempo. El mercado interno es necesario, no hay duda, pero acá lo que te decían es que si vos expandís la demanda siempre, eso te va a generar una mayor escala, te va a generar una mayor productividad futura que te va a permitir pagar la demanda. O sea, si gastás X vas a generar una oferta X, de modo que nunca tenés problemas de consistencia macro, ni siquiera tenés restricciones de presupuesto con esa lógica. Pero si eso fuera cierto siempre directamente hagamos X igual a infinito y no sé para qué estamos discutiendo acá, se acabó el problema del desarrollo. No tiene sentido, la verdad es que la realidad es mucho más complicada. En China, cuando se hace el plan quinquenal, se discute de una forma muy precisa. Ellos entienden que la demanda es importante, pero también entienden que no van generar oferta expandiendo la demanda de cualquier cosa; lo que sostienen es que si tienen un determinado sector, que tiene ciertos costos fijos y que para que pueda emerger tiene que haber una demanda lo suficientemente grande focalizada en ese sector, entonces se usarán las herramientas fiscales adecuadas para canalizar la demanda de la sociedad hacia ese sector y no a cualquiera.

Por tanto, si se empuja la demanda sobre sectores en los cuales no se generan las condiciones para que la capacidad de oferta responda se termina generando presiones sobre los precios si no se puede traer de afuera o sobre la balanza comercial de otro modo. Ahora, cuando hay presiones sobre los precios por haber hecho esto, se abre una caja de pandora, donde la inflación empieza a ser determinada por cosas que van más allá de la demanda y la oferta, lo cual se generó por seguir esa política. Todo se hace más difícil.

Como hablábamos al principio de esta charla, los precios van cambiando y lo que estás teniendo entonces es una apreciación real por una parte y obviamente que si la gente ve que el dólar se puede disparar comprará dólares, tenés cada vez más caída de reservas, que es lo que nosotros tuvimos en la Argentina. Fijate además que cuando tenés apreciación real quiere decir que no podés explicar la inflación solamente por su componente importado, porque eso entra en contradicción con la apreciación real, que quiere decir que los precios de tu canasta de consumo crecen más rápido que los precios de lo que es importable o exportable.

Y la apreciación real te genera problemas, daña a un pilar de tu estrategia de desarrollo inclusivo, que es la posibilidad de ciertos sectores sensibles al tipo de cambio real de continuar su expansión. De hecho, te detiene el proceso de reindustrialización. Las dificultades para mantener las propuestas de desarrollo inclusivo se produjeron por tu política macroeconómica y la fuga de capitales también es alentada por ese esquema. Escuché de cierto prócer una anécdota del fútbol que ilustra este punto. Una vieja gloria de Brasil, Garrincha, contaba que el técnico le decía: ahora vamos hacer esta jugada, éste la tira para acá, éste la tira para el medio, éste va para el otro lado, viene este y hace un gol; el jugador le dice, bueno excelente, pero ¿si los rivales no quieren? La moraleja es que vos no podés hacer cualquier cosa esperando que los rivales no jueguen.

Tenés además el problema de un mundo que se estanca y a Brasil en recesión, que importa y mucho, pero de ningún modo alcanza con las malas condiciones internacionales para explicar los desequilibrios generados, como dicen quienes manejaron la economía en esos años. Hay una falta de autocrítica total por parte de ese grupo. Y creo que el peronismo necesita embarcarse en un proceso de autocrítica profunda, que es lo que veo que está ocurriendo en esta mesa y me alegra porque es necesario para reencauzarse sobre la noción de desarrollo modernizada que hemos discutido en esta charla, que es lo que el país necesita y no hay partido político que en este momento se lo ofrezca.

-¿Y la economía política?

MG: Las retenciones móviles creo que nos enseñan bastante. En teoría son correctas, es una regla que te dice que cuando el precio de la soja es más alto sacas más, lo que querés es extraer la renta. Pero desde el punto de vista político anunciarlo de la forma en que se hizo, lógicamente iba a crear un problema. Para cierto rango de precios había tasas marginales del 90%. Lo que dijeron fue lo siguiente, si el precio de la soja en algún momento está lo suficientemente alto, el Estado se queda casi con todo. ¿Pero para que anunciar algo así, plantear un escenario que no tenía casi ninguna chance de producirse? ¿Para qué salir a gritar acá mando yo, en relación a cosas que difícilmente van a pasar? Es crear un conflicto innecesario. De última, si los precios se disparan a niveles impensados, volvés a subir las retenciones y listo. Sin dudas que en la Argentina extraer la renta es difícil, y en los doce años de kirchnerismo hubo mucho bueno en este sentido, que ayudó a hacer políticas de Estado deseables. Pero la economía política se podría haber jugado mejor.

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