Agarrate: un marxista duro que cuestiona a las “izquierdas fucsias” por su sucio liberalismo individualista en temas ligados a la afectividad, el sexo, la familia, la perspectiva de género. Y que rompe cuando se trata de saber qué es de izquierda o de derecha en estas lides. Con ustedes, el autor de “El nuevo orden erótico. Elogio del amor y de la familia”.
El filósofo italiano Diego Fusaro había dado ya muchas muestras de ser un pensador a contracorriente dentro de la izquierda, pero podría decirse que su nuevo libro, El nuevo orden erótico (El Viejo Topo), es su afirmación de disidencia más formidable. Fusaro no sólo describe las claves de ‘desregulación’ sentimental y afectiva que marcan a nuestra sociedad desde los años sesenta, sino que las interpreta como un ‘neoliberalismo de las costumbres’ que sirve a los intereses de la fase actual capitalista. Y, desde ahí, arremete contra la izquierda dominante, la izquierda fucsia, por ser la avanzadilla ideológica de este movimiento y cómplice de los procesos de destrucción social que provoca.
En lo que Fusaro se revela marxista ortodoxo es en su convicción de que tales problemas sólo se resolverán con la destrucción del capitalismo –no concibe la posibilidad de nuevas modulaciones– aunque vuelve a resultar provocador cuando alienta a superar el marco de la división izquierda/derecha en busca de nuevas formas de pensar los conflictos en los que estamos inmersos.
–Su libro es original por muchos motivos. El primero de ellos: siendo usted marxista, se desmarca de forma radical de lo que es el discurso dominante en la izquierda sobre sexualidad, identidad y afectividad. ¿Cómo llegó a esa posición personal?
–No creo que sea una posición personal, porque si lo fuera sería poco interesante. Creo que es una posición filosófica basada en fundamentos sólidos. La paradoja de la izquierda fucsia y neoliberal de hoy radica en el hecho de que ha aceptado plenamente el mercado y el clasismo que lo acompaña, y también las consecuencias dañinas del mercado. Aceptó la desregulación económica y la desregulación antropológica, la precariedad laboral y el precariado sentimental.
–¿Qué es el nuevo orden erótico al que se refiere su libro?
–El nuevo orden erótico no es más que liberalismo aplicado a la esfera sentimental, la fluidificación y precarización del amor acorde con la fase flexible de acumulación capitalista. Si la izquierda deja de interesarse por Marx, hay que dejar de interesarse por la izquierda y seguir con Marx.
–Usted denomina, provocadoramente, neolibertinaje al discurso de la izquierda actual, y lo considera de naturaleza neoliberal e individualista.
–La izquierda fucsia y neoliberal representa la traición completa a Marx y a Gramsci, así como a la clase obrera. Comparte la perspectiva neoliberal, según la cual la sociedad es una serie de átomos que deben realizarse de acuerdo con sus caprichos individuales. En el terreno de los sentimientos, esto se desarrolla como un nuevo orden erótico de soledades que buscan el goce usando al otro como herramienta. El libertino utiliza al otro para disfrutar sin límites y ve en la familia al enemigo principal porque la familia regula el amor. De un modo análogo a como el liberal usa al otro para obtener ganancias ilimitadas y ve al estado como el principal enemigo porque el estado regula la economía.
–La segunda sorpresa, no menos radical, es su defensa del amor desinteresado y comprometido.
–El amor es una fuerza revolucionaria y podríamos decir que anticapitalista por definición. Amar significa querer la plenitud del ser del otro, sin compensación, sin interés egoísta, sin interés personal. Volo ut sis, quiero que seas: ésta es la fórmula del amor según Agustín de Hipona. En el amor de una madre por un hijo, o de un padre por una madre, hay un amor desinteresado que vuelca la lógica mercantil que hoy pretende ser la única válida en todos los ámbitos. El turbocapitalismo sin fronteras reduce la sociedad a un mercado global: no acepta padres y madres, ciudadanos y ciudadanas, quiere ver siempre, y en todas partes, consumidores desarraigados que se relacionan entre sí según la lógica del do ut des, doy para que des, del mercado.
–El amor ha sido visto siempre, y todavía hoy, como lo único que puede salvarnos de la tragedia de vivir, pero ahora está también bajo sospecha.
–El amor es una fuerza vivificante, porque nos permite completarnos gracias al otro, alcanzar una plenitud para ser superiores a través de la síntesis dual con el ser amado. Entre otras cosas, también nos muestra cómo la antropología neoliberal es falsa: el amor revela cuán incompletos somos en nuestra individualidad pues para realizarnos necesitamos una relación vital con el otro. Es por eso que hoy el capital no quiere amor, sino solo disfrute, que es más bien una forma de individualismo egoísta.
–Es especialmente lúcida su idea de que el amor ha sido reducido al placer, al plusgoce, y con ello se ha convertido en mercancía.
–Por supuesto, el amor tiene que ver con el disfrute, pero no se reduce al disfrute. La sociedad neoliberal separa totalmente el amor del goce y sólo permite que sobreviva el segundo. ‘Debes gozar’, el imperativo del Marqués de Sade, se convierte en el imperativo categórico de la civilización neoliberal. El amor es incompatible con el capital, mientras que el goce lo expresa plenamente. El goce y el consumismo se influyen dialécticamente: el libertino y Don Juan son consumidores eróticos, que ven al otro solo como un instrumento y que siempre buscan nuevos placeres según la lógica que Hegel habría llamado el “infinito del mal”.
¡Que viva el matrimonio!
–Otra sorpresa es su apología del matrimonio como institución sólida a defender, en tiempos de promoción del poliamor.
–En Italia y en Francia en los años 30, 40 y 50 del siglo XX había carteles del Partido Comunista que decían “vota comunista, defiende a la familia”. Después de todo, el proletariado era la clase basada en la descendencia. Hoy la izquierda neoliberal fucsia, complementaria de la derecha neoliberal azulada, se opone al matrimonio al igual que se opone al Estado, viendo en ambos límites con respecto a la desregulación económica y antropológica propia del capital.
–¿Y por qué es importante defender el matrimonio?
–El matrimonio representa el corazón de la vida familiar ética, el amor que se transforma en un proyecto estable y que, al engendrar hijos, se estructura en una nueva vida. El hecho de que la izquierda se ría del matrimonio revela la pequeñez de la propia izquierda, que se ha convertido en un baluarte del nihilismo relativista de la civilización del capital y se ha convertido aún más en el tonto útil de los jefes sin fronteras. Todo lo que quieren los amos de la derecha del dinero, los tontos útiles de la izquierda fucsia lo defienden.
–¿Por qué querría la derecha del dinero debilitar a la familia?
–La derecha del dinero quiere individuos sin familia, es decir, sin ataduras éticas, y la izquierda fucsia de las costumbres dice que la familia es homofóbica y represiva y que debe ser superada. Pero es que la derecha del dinero quiere la economía sin la soberanía democrática del Estado, y la izquierda fucsia dice que debemos vencer al Estado porque es naturalmente fascista. Y así hasta el infinito.
Da risa, pero al mismo tiempo pena, ver a jóvenes precarios y explotados que nunca podrán formar una familia y que salen a las calles a manifestarse contra la familia, revelando así su total subordinación al proyecto capitalista.
–Deduzco que no considera que la izquierda dominante actual sea la verdadera izquierda.
–Por supuesto que no. La verdadera izquierda era la de la hoz roja y el martillo de Marx, Gramsci y Lenin. Me identifico con aquello porque se basaba en la lucha por la emancipación de la sociedad y contra el imperialismo. La nueva izquierda, la izquierda simplemente representa la evaporación de la izquierda hacia el neoliberalismo.
Esta es la razón por la cual la izquierda no puede ser la solución hoy, sino que es una parte integral del problema. Hoy no se trata de refundar la izquierda, se trata de ir más allá de la derecha y la izquierda para fundar una nueva geografía de la política y un nuevo proyecto de emancipación socialista que lleve adelante el discurso de Marx y Gramsci en el contexto cambiante de la globalización neoliberal. Derecha e izquierda son hoy sólo los mayordomos del capital. Hoy en España el mayordomo lleva delantal fucsia, mientras en Italia es azul. Pero absolutamente nada cambia para los de abajo, es decir, para las clases trabajadoras y las clases medias. Por eso necesitamos fundar una política de abajo y para abajo, para el pueblo y los trabajadores.
–La izquierda realmente existente interpreta ese neolibertinaje como la máxima expresión de la libertad, y como una conquista. Usted lo ve como una trampa y un problema.
–El neolibertinismo, que es el neoliberalismo aplicado a la erótica, no representa la libertad sino el triunfo del capricho individualista del consumo: el capricho individual es la forma más baja de libertad, como ya dijo Hegel. La verdadera libertad se da en una sociedad de individuos igualmente libres que se relacionan en solidaridad y comunidad. La monadología neoliberal defendida tanto por la derecha como por la izquierda nos presenta en cambio un agregado de átomos que se relacionan entre sí de acuerdo con la lógica del beneficio económico y erótico. Como nos enseña la historia de Don Juan estudiada por Kierkegaard, Don Juan se cree libre cuando en realidad es una contradicción viviente porque busca algo nuevo que es siempre lo mismo, y está atrapado en esta mecánica de goce continuo que nunca puede encontrar la paz. Por tanto, en mi opinión, es preferible la vida ética del padre de familia estudiada por Kierkegaard, que estabiliza su propia vida en el amor y hace una elección estructurada y planificada: la precariedad, el precariado, nos obliga a vivir como Don Juan sin estabilidad en ningún ámbito, ni siquiera el sentimental.
–Llama también la atención su contundente crítica al transgenerismo, que, como sabrá, ha dividido al movimiento feminista en España, con una parte que se opone a la Ley de Autodeterminación de Género que acaba de aprobarse.
–Es significativa la exaltación mediática permanente de las personas transgénero en la sociedad de mercado: el capitalismo no tolera la existencia de reglas y normas fijas, ni siquiera las naturales, porque su esencia hoy es la desregulación. El capitalismo de hoy ya no es autoritario, sino anárquico y de consumo liberalizado, como Pasolini ya había comprendido. El transgénero es celebrado como la quintaesencia del individuo anarquista que rompe todas las fronteras y que también representa la esencia de un capitalismo sin fronteras.
Además, representa la esencia de un individuo unisex que, como un superhombre, tiene una voluntad ilimitada de poder y que decide todo soberanamente, sin tener que respetar tabúes, leyes, límites ni fundamentos. La idea de que el individuo pueda decidir su propio sexo es un simple disparate, ya que el sexo nos es asignado por la naturaleza, incluso antes de que nazcamos, a través de los cromosomas. La violencia contra la naturaleza y el ser como tal representan la esencia de la visión capitalista de que todo está disponible para la voluntad tecno capitalista de poder.
–Llega a decir que el trans es la figura que mejor define el marco ideológico del capitalismo actual. ¿Sería una de las razones por las que está siendo tan apoyada y promocionada?
–Sí, precisamente por eso lo transgénero se convierte en objeto de permanente celebración mediática: mientras que el padre de familia o la madre de familia son burlados por la sociedad del espectáculo y presentados como modelos anticuados y ridículos, el transgénero es presentado como la vanguardia de la sociedad libre de individuos progresistas que han traspasado todas las fronteras y que ya no tienen leyes de la naturaleza a las que referirse. Se presenta el movimiento trans como revolucionario simplemente porque sirve a la lógica del turbocapitalismo.
–En su libro distingue dos momentos en el desarrollo del capitalismo en relación con el asunto de la sexualidad y la familia.
–Sí, mi libro distingue dos momentos fundamentales: el capitalismo en la modernidad se basa en la familia y el estado nacional soberano, pero el turbocapitalismo desde los años sesenta tiene como objetivo superar tanto a la familia como al estado nacional soberano para producir un modelo de turbocapitalismo anarquista basado en el ius sive potentia, el derecho como poder, a escala planetaria. Ya no necesita la familia, ni el Estado y todo lo que Hegel llamó las raíces éticas, porque reduce el mundo entero a un mercado, a un ‘espacio abierto’ de libre circulación de mercancías y personas mercantilizadas, el condominio exclusivo de la clase plutocrática internacional sin fronteras.
–Pero, en última instancia, todo es una deriva del hecho de que somos la primera civilización estrictamente materialista de la historia…
–Ciertamente nos hemos convertido en una civilización de puro materialismo ateo y cínico. La cantante Madonna cantó ‘I am a material girl/ in a material world’ (soy una chica material en un mundo material), describiendo así perfectamente la esencia del materialismo capitalista.
–Adam Smith reconocía que el capitalismo es un sistema ciego, sin moral, y por eso era importante que la sociedad tuviera convicciones morales y religiosas firmes que hicieran de freno.
–En Adam Smith ya encontramos plenamente lo que, en mi opinión, es el error del pensamiento conservador de derecha contemporáneo, y que podemos ver, por ejemplo, en un pensador interesante como Roger Scruton. El pensamiento conservador quiere defender tradiciones, identidades y culturas: y estoy totalmente de acuerdo con ello. Sin embargo, acepta el libre mercado, que es precisamente lo que causa la destrucción de la identidad de las tradiciones y culturas. En otras palabras, el pensamiento conservador de la derecha combate los efectos y cultiva las causas. La única manera de ser verdaderamente conservador es luchar contra el libre mercado. Por esa razón, hoy debemos ser revolucionarios en las ideas políticas y económicas y conservadores en los valores éticos y morales. Más allá de la derecha y la izquierda, o si lo prefiere, tanto de derecha como de izquierda, tomando lo mejor de cada una y descartando lo peor.
El hermano cristiano no competía
–¿En qué medida el derrumbe de la Cristiandad (entendida como cosmovisión dominante en Occidente) ha contribuido a la deriva en la que nos encontramos?
–Reflexioné sobre el cristianismo en mi último libro, titulado El fin del cristianismo. La muerte de Dios en el tiempo del mercado global y el Papa Francisco. Mi tesis básica es que la sociedad del capitalismo global o turbocapitalismo ya no necesita la religión de la trascendencia y debe descartarla como un elemento perturbador para su reproducción. En la modernidad, el poder capitalista ha utilizado el cristianismo para legitimarse de varias maneras. Hoy el capitalismo se basa en el nihilismo relativista y, por lo tanto, debe matar a todas las figuras de lo sagrado y lo trascendente.
El cristianismo nos enseña que el otro es un hermano porque, como nosotros, es una criatura de Dios, nos enseña que el templo es sagrado porque no está a la venta, nos enseña que Dios da leyes que los hombres deben respetar, nos enseña que somos seres comunitarios hechos para la fraternidad. Para el discurso neoliberal nada debe ser sagrado porque todo debe estar a la venta, el otro no es un hermano sino un competidor, la sociedad no existe, sino que solo existen los individuos, la hermandad es una ficción porque en realidad hay competencia. Es por eso que hoy no estamos en una guerra de religión, sino que estamos en una guerra contra la religión librada por el nihilismo capitalista contra la religión de trascendencia, que en Europa es el cristianismo.
–¿Qué papel cree que puede jugar la religión en el escenario actual, en el que incluso un papel como Benedicto XVI auguraba que la Iglesia Católica volvería a ser pequeña?
–En mi opinión, la Iglesia Católica se enfrenta ahora a una encrucijada fundamental: la neoiglesia postcristiana de Bergoglio representa la evaporación del cristianismo, o si se prefiere, la disolución del cristianismo en la civilización relativista del consumo, ya que en Bergoglio ya no hay ninguna referencia a la trascendencia y lo Divino, sino que solo existe el discurso único de la globalización capitalista. La alternativa es la iglesia de Ratzinger, el pequeño remanente que quiere agradar a Dios y no al mundo y que, por lo tanto, éste es el punto fundamental, entra en conflicto con el mundo, se encuentra en oposición y se ve obligado a luchar contra un mundo nihilista que ya no quiere el cristianismo. El verdadero cristiano de hoy debe oponerse al capitalismo y al nihilismo, o no ser ya cristiano, como ocurre con gran parte del cristianismo que sigue a Bergoglio hacia el precipicio del nihilismo relativista. Este es el tema fundamental que desarrollé en mi libro, El fin del cristianismo.
Mayo del 68 fue un movimiento capitalista de emancipación, no un movimiento de emancipación del capitalismo
–En varias ocasiones ha hablado de la necesidad de acabar con la economía de mercado y apostar por el socialismo, pero los resultados del socialismo real no han sido demasiado satisfactorios, y los ejemplos actuales (Cuba, Venezuela…) resultan muy poco estimulantes, para empezar por su falta de respeto de la libertad y los derechos humanos.
–El hecho de que las curas para la enfermedad del capitalismo no hayan sido del todo satisfactorias no debería impedirnos intentar de nuevo curar el capitalismo. Al igual que el hecho de que los tratamientos contra el cáncer a veces no tengan buenos efectos no debería impedirnos buscar nuevos tratamientos. Usted menciona Cuba y Venezuela, ciertamente no estados perfectos y en gran medida perfectibles: pero el hecho de que no sean perfectos no puede usarse como argumento para justificar la sociedad de mercado, o los gobiernos occidentales en general, serviles como están al imperialismo estadounidense y la cosificación capitalista. Al menos Cuba y Venezuela son estados soberanos, mientras que los estados europeos son ahora colonias de Washington, simplemente obedeciendo como esclavos las órdenes del imperialismo estadounidense.
–Usted parece prestar insuficiente atención a las causas culturales, e ideológicas, que pueden estar detrás de la mutación del modelo de economía de mercado. Estoy pensando en la revolución cultural, que coloca al deseo del individuo en el centro; la cultura juvenil y antiautoritaria que surge en torno al rock; la revolución sexual auspiciada por el invento de la píldora; y la gran explosión de Mayo del 68.
–En mi opinión, Mayo del 68 fue un movimiento capitalista de emancipación, no un movimiento de emancipación del capitalismo: el capitalismo estaba pasando de la fase autoritaria burguesa a la fase hedonista del libre consumo y la liberalización individualista de las costumbres y el consumo. El 68 propone un modelo de liberación que coincidía con el nuevo espíritu del capitalismo: prohibido prohibir, disfrutemos ilimitadamente, todo y ya. Son los mismos lemas de la sociedad de mercado contemporánea. 68 representa el año en que no se golpea al capitalismo, sino a la burguesía como clase con su conciencia infeliz potencialmente anticapitalista, y con su propio panteón de valores no mercantilizables y puntos sólidos incompatibles con un capitalismo de libre consumo indiferenciado.
Nuevos mapas para la transformación
–Dadas las fuertes raíces que soportan esta ideología neolibertina y su utilidad para el sistema actual ¿Cómo ve el futuro? ¿Hay motivos para la esperanza?
–Para impugnar la globalización capitalista primero debemos pensar de otra manera, como dice el título de mi libro Pensar diferente. No creo que la salvación venga ni de la derecha ni de la izquierda. La única salvación consistirá en ir más allá para proponer nuevos mapas filosóficos y políticos. Su estructura fundamental se basa en la dicotomía arriba y abajo: derecha e izquierda representan el interés de lo de arriba frente a lo de abajo, escenificando una alternancia sin alternativa en la que el camarero azulado y el fucsia se alternan para llevar a cabo las órdenes impuestas desde arriba por la plutocracia neoliberal.
Gramsci diría que hay que ir al pueblo, es decir, mirar desde abajo y hacia abajo. Hoy debemos ser revolucionarios en economía y política y conservadores en ética y valores. Las dos categorías políticas fundamentales deben ser soberanía y pueblo. Pero la soberanía del Pueblo existe en el Estado, así que para que exista la soberanía del Pueblo debe existir la soberanía del Estado. Esta es la razón por la cual los amos liberales han estado deconstruyendo la soberanía popular durante años deconstruyendo la soberanía de los estados nacionales. Y esto es para que los lugares de decisión soberana pasen de los parlamentos nacionales a organismos supranacionales como el BCE o el Fondo Monetario Internacional.
–¿O la Unión Europea?
–La Unión Europea representa un ejemplo de libro de esta supranacionalización mediante la cual se quita la soberanía del Estado nación para eliminar la soberanía del pueblo en el Estado nación. Por esta razón, como también dice Manolo Monereo, la lucha de clases en Europa hoy es ante todo una lucha contra la Unión Europea y sus instituciones neoliberales. El proyecto es ambicioso y solo estamos al principio.
–Esa lucha ¿pasa por el desmantelamiento de la Unión Europea o por su reforma?
–Mi posición respecto a la Unión Europea la he dejado escrita en mi libro Europa y el capitalismo. Allí sostengo que debemos abandonar la Unión Europea y la eurozona lo antes posible. Cuando un rinoceronte comienza a correr y se prepara para cargar, lo único inteligente que se puede hacer es apartarse de su camino, en este caso salir de la Unión Europea lo antes posible, antes de verse abrumado y seguir el camino de la desventurada Grecia. La Unión Europea es un proyecto de simple dominación del capital financiero contra las clases medias y trabajadoras, el triunfo del capitalismo financiero. La Unión Europea niega la idea de Europa. Cualquiera que ame la historia y la civilización europeas debe oponerse a la Unión Europea y a su destrucción de identidad y derechos.
FUENTE: vozpópuli, a través de El Viejo Topo.