Los trabajadores aceiteros dieron pelea contra la tercerización y lograron que todos estén bajo convenio.

 

El secretario general de la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines de la República Argentina, Daniel Yofra, encabeza uno de los gremios donde no hay tercerizados. Es el resultado de una pelea sistemática que comenzaron hace años para tener a todos los trabajadores de su gremio bajo el convenio que corresponde. “El convenio laboral nuestro tiene un artículo que nunca se modificó. Ahí se impide el trabajo habitual y normal por personal contratista. Utilizamos esa herramienta”, dice Yofra durante una entrevista con Socompa.

Lo que ocurre con los aceiteros es una rareza en el mundo laboral, donde las empresas le sacan el jugo a la Ley de Contrato de Trabajo que la última dictadura cívico-militar recortó y modificó. Uno de los artículos que cambió con el golpe de Estado es el que limitaba la tercerización laboral. Según esa norma sólo era posible la tercerización si los trabajadores eran encuadrados bajo el mismo convenio que los efectivos y en casos en los que la tarea no fuera la principal de la empresa que hacía la contratación. La modificación quitó las limitaciones y permitió la tercerización para cualquier cosa.

El fin de los aceiteros tercerizados comenzó en la cerealera Louis Dreyfus, que procesa 12 mil toneladas de soja por día y es la quinta compañía exportadora que opera en la Argentina. Yofra entró a la empresa en 1992. En ese momento todos estaban bajo el convenio de Comercio. Un año más tarde se había convertido en delegado y unos meses después fue uno de los primeros 16 trabajadores -de un total de 120 empleados- que fueron pasados al convenio de Aceiteros. El resto eran todos contratados.

-¿Cuando ustedes pasaron a convenio, en 1993, empezó el reclamo por terminar con la tercerización?

-No. En ese momento nosotros ni hablábamos de tercerizados. Teníamos otras peleas con la empresa. No nos daban de comer cuando nos quedábamos horas extras y teníamos que pelear eso. Eran peleas tontas pero Dreyfus no las quería ceder. Para nosotros, los contratistas no existían. No los veíamos como trabajadores.

-¿Y cómo los veían?
-Veíamos que Dreyfus llevaba un grupo de trabajadores que hoy pertenecían a una empresa y mañana a otra. Incluso venían sin herramientas ni elementos de seguridad. Recuerdo que nos pedían a nosotros los elementos de seguridad o la ropa que estaba vieja y no usábamos. Estaban totalmente desprotegidos. No sé cómo no veíamos que los teníamos que defender.

-¿Cuándo empezaron a pensar en los tercerizados como trabajadores como ustedes?
-Después del 2001 o 2002. Nueve años después de que elegimos delegado por primera vez. Pero cuando en 2004 firmamos el convenio por empresa en Dreyfus y dimos el salto salarial, los contratados empezaron a acercarse. Recuerdo que uno de ellos decía que parecían gatos porque comían todos los días hígado, porque era lo más barato.

-¿Quiénes fueron los que se acercaron primero?
-Los de limpieza, que estaban en el gremio de Carga y Descarga, que eran los que menos cobraban.

Un sistema perverso

La clave de la tercerización reside en la posibilidad de que los empleadores ubiquen a los trabajadores contratados bajo cualquier convenio. “Todos somos empleados de comercio hasta que se demuestre lo contrario”, dice Yofra y se ríe. La frase remite a uno de los convenios colectivos de trabajo con los salarios más bajos y sin los beneficios de otros convenios, que tienen una mirada más protectora del trabajador, acorde a la función que cumple.
Eso explica la muerte de Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, que fue asesinado durante una protesta gremial por la incorporación de los tercerizados. Los asesinos habían sido enviados desde la conducción de la Unión Ferroviaria porque José Pedraza y Juan Carlos Fernández -condenados junto a otros por el crimen- se oponían la regularización de la relación laboral: ellos tenían una empresa tercerizada que prestaba servicios para los ferrocarriles.

Un análisis salarial elaborado por el Centro de Estudios de Trabajo y Desarrollo de la Universidad Nacional de San Martín demuestra que los sueldos de los trabajadores tercerizados son hasta un 62 por ciento inferiores a los que recibirían si trabajaran directamente para la empresa principal. Esa diferencia se produce por el mal encuadramiento y genera, por ejemplo, que un empleado de una distribuidora de gas, que arregla un caño, cobre como empleado administrativo y trabaje sin las garantías laborales que rigen en el convenio que le corresponde.

El trabajo, que se realizó tomando información oficial surgida del Sistema Integrado Provisional Argentino (SIPA) y analizó los salarios de 259 empresas, demostró que las diferencias salariales -que van del 34 al 62 por ciento- se reproducen en los cinco sectores que estudió: telecomunicaciones, televisión, electricidad, gas y siderurgia. Pero, además, las empresas se benefician de la división que generan entre los trabajadores de planta y los tercerizados.

-¿Los trabajadores de planta acompañaron esa pelea por la regularización de los tercerizados?
-Las diferencias entre los trabajadores están en todos lados. Sobre todo cuando hay diferencias salariales. Hubo resistencia y descreimiento de que podíamos formar un buen grupo dentro de Dreyfus. Había rechazo de los operarios hacia los empleados contratistas a la hora de compartir las cuestiones domésticas de la empresa.

-¿Cómo se resolvió eso?
-Una cosa que empezamos a plantear fue ponerse en el lugar del otro ¿qué pasaría si nosotros fuéramos contratistas? Entonces empezamos a pelearla.

-¿Cómo fue la discusión con la empresa?
-Nuestro convenio laboral tiene un artículo que impide el trabajo habitual y normal por personal contratista. Utilizamos esa herramienta para hacerla aplicar. Eso lo pudimos implementar cuando fuimos creciendo como sindicato y tuvimos más fuerza. Eso empezó a resolverse en 2008.