Solo en la Argentina se celebrará un evento como el que tendrá lugar mañana en el Museo Roca de Buenos Aires. Viajes en el tiempo, abducciones, mitos del Uritorco y hasta una traducción del Martín Fierro a un idioma extraterrestre serán los temas a debatir.

Alejandro Agostinelli es periodista especializado en un tema con el que rellenaría sus bolsillos de verdes billetes si su enfoque fuera el de Fabio Zerpa. Ahora, después de ocho años de reclusión tras su libro “Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina” (Sudamericana, 2009), ha decidido apostar por una nueva aventura: reunir a un grupo de académicos con diferentes niveles de compromiso hacia la temática para conversar sobre historia, cultura, religión y evidencias sobre el fenómeno ovni, una polémica que comenzó en 1947 a partir de la observación de Kenneth Arnold, un piloto que vio nueve objetos con forma de bumerangs sobre el monte Rainier, estado de Washington, hace justo 70 años.

He aquí la primera curiosidad del asunto. Por años se creyó que Arnold acuñó la expresión “platillos voladores”. De hecho, al otro día los diarios dijeron que Arnold había visto platillos. Pero todo fue un accidente lingüístico: el piloto explicó que “volaban como si lanzaras un platillo sobre el agua” y los redactores del diario East Oregonian, Nolan Skiff y Bill Bequette, malinterpretaron la metáfora y en sus notas publicaron que los objetos observados por el piloto tenían “forma de platillo”. Y eso, platillos voladores, fue lo que la gente empezó a ver. Como si la realidad se hubiese acomodado al error de un periodista.

Hernán Comastri halló cartas con propuestas de tecnologías insólitas enviadas al gobierno.

 

Cada vez que los ovnis cumplen años en una fecha redonda los ufólogos organizan algo, congresos, noches de observaciones o grandes shows. Esta vez parece distinto. “Nunca se ha celebrado un evento así en la Argentina”, dice Agostinelli, y habrá que ir para saber si creerle o no.

La jornada “A 70 años de los Platillos Voladores: Ciencia, Mito y Ficción” ocurrirá el sábado 24 de Junio desde las 9 hasta las 20:30 hs en el Museo Roca, Vicente López 2220, Buenos Aires. La organizadora que lo impulsa, Eventos Anómalos, consiguió el apoyo del Programa Patrimonio y Creencias del Instituto de Investigaciones Históricas Museo Roca y el colorido auspicio de Galería del Asombro de San Telmo, la marca gourmet San Giorgio, la productora Humano Films, la representación argentina de la organización internacional escéptica CFI y Factor 302.4 (el blog de Agostinelli), donde los interesados pueden acceder a toda la información sobre el evento.

-¿Qué clase de encuentro es éste?  ¿Un encuentro sobre ovnis sin ufólogos, ex ufólogos o de científicos hablando sobre los ufólogos?

Este será un encuentro de divulgación científica. Se me ocurrió organizar este Primer Encuentro Cercano para que científicos sociales, un astrofísico que escribió un gran ensayo de divulgación sobre la naturaleza del tiempo, especialistas en comics, expertos en identificación de fenómenos aéreos no convencionales y psicólogos se reunieran a presentar trabajos y debatir con el público más allá de los clisé ufológicos que caracteriza este tipo de eventos. Digamos que no hay ufólogos, bueno, sí, algunos hay, como Diego Viegas, que es antropólogo, o Néstor Berlanda, psiquiatra, ambos de la Universidad Nacional de Rosario, pero hoy han renovado su mirada y ya no son ufólogos clásicos. Ellos desarrollarán algunos de los aspectos más curiosos del encuentro cercano que protagonizó un gauchito en la provincia de Santa Fe, en 1978, caso que dio lugar a la filmación de una película dirigida por Alan Stivelman, “Humano II: El llamado guaraní”, todavía sin fecha de estreno pero de la que el sábado adelantaremos imágenes exclusivas.

Otros conferencistas son académicos interesados en la divulgación que abordaron aspectos colaterales del tema cuando trabajaron para su tesis doctoral, tal el caso de Hernán Comastri, el doctor en Antropología Alejandro Otamendi, Juan Manuel Corbetta, investigador del Museo Roca que ha estudiado como pocos la evolución del Espiritismo, y el de tres profesores de Historia, Fernando Soto Roland, gran conocedor de la historia del cerro Uritorco, Jonathan Muñoz, quien analizará el rol de los alienígenas en la cultura del animé y Boris Matías Grinchpun, historiador especializado en temas de la derecha cultural que hablará sobre ovnis y nazismo.

Cada uno abordará la mitología alienígena a partir de sus propias investigaciones y son, a mi modo de ver, las personas que nos pueden ayudar a entender los cómo y los por qué. ¿Cómo fue la transición de ese espiritista que canalizaba la voz de los muertos y terminó captando mensajes de seres de otros mundos? ¿Tiene algún mérito científico la hipótesis de que los ovnis vienen del futuro? ¿Los argentinos estábamos papando moscas cuando, entre fines del Siglo XIX y principios del siglo XX, H.G. Wells, Schiaparelli o Burroughs consideraban obvia la existencia de vida inteligente en Marte? ¿Había autores locales que explotaban la idea de las visitas alienígenas? Quizá no son las preguntas más populares. Pero existen muchos lugares donde ir a buscar respuestas que confirmen tus creencias. Yo no podría haber organizado un evento así.

-¿Por qué?

Porque ya hay muchos y no es lo que me parece valioso reforzar. Para refuerzos doctrinarios están los medios, algunos canales de cable y las redes sociales, que frivolizan al extremo una cuestión que también merece ser tratada con mente abierta, claro, pero también con seriedad y espíritu crítico. Los consumidores culturales aficionados al misterio no les va a llamar la atención un evento como el nuestro, aunque sus creencias son nuestro eje, o uno de ellos muy importante. Esa subcultura es parte de la realidad que nos interesa comprender. De hecho, es la parte más visible del paisaje social del fenómeno, muy ligada a la industria del entretenimiento. Quizá el programa más representativo del sector es el que se toma en serio Alienígenas Ancestrales de History Channel, por ejemplo.

– Considerás que sería más convocante un evento que confirme las creencias populares.

Naturalmente. Ahora es fácil conocer gente. Si chusmeás, perdón, pero sigo prefiriendo esa palabra a stalkear, si chusmeás los muros de Facebook sobre extraterrestres que tienen cientos de miles de seguidores, encontrás personas que cultivan cierto perfil galáctico, que miran todo lo que pasa a su alrededor con ojos conspiranoicos o que manifiestan creencias extrañas para cualquiera que no es del palo, llámense terraplanistas, buscadores de chemtrails, mutilaciones de ganado, helicópteros negros o tecnologías que controlan el clima. Ninguna de estas categorías es peyorativa. Quiero decir que esas preocupaciones tienen sus propios espacios. Los estudiosos de noticias o afirmaciones extraordinarias no tienen muchos sitios donde presentar sus trabajos o ideas sobre extravagancias sociales o curiosidades científicas relacionadas con el imaginario ovni, por ejemplo. Mi parte fue reunirlos y ahora tratar de convocar a un público dispuesto a escuchar diversas voces. Esta no será una jornada de escépticos gruñones riéndose de tal o cual superchería. Tampoco llamé a nadie por creer o no en tal o cual cosa. Los invité porque son los especialistas más preparados en las temáticas que abordaremos.  Será una jornada para escuchar a los que tienen algo que aportar y para debatir con respeto y alegría.

– Durante el encuentro un historiador hablará de la presencia de los platillos en el primer gobierno peronista, o la traducción del Martín Fierro a una presunta lengua alienígena, tema que ya abordaste en tu libro Invasores. ¿Qué más podés adelantar?

La primera cuestión surge a partir de una tesis doctoral del historiador Hernán Comastri. En su conferencia va a mostrar cartas que le enviaba la gente a Perón a fines de 1951, cuando el gobierno convocó a proyectos, ideas y reclamos para incluir en el Segundo Plan Quinquenal. La respuesta a ese llamado se desbordó y el gobierno llegó a recibir, hasta 1955, más de veinte mil cartas. Hernán separó unas 500 dedicadas a temas científicos, y entre ellas encontró varias sobre la tecnología atribuida a los platillos voladores o ideas para hacer viajes interplanetarios. No solo leyó las propuestas, también indagó la imaginación científica de la época confrontando lo que publicaban sobre el tema los medios y así saber dónde estaban parados los autores de esas cartas. Las ideas tecnológicas estaban impregnadas por las fantasías que disparaban estos artefactos.

En Invasores cuento un poco la historia de Eustaquio Zagorski, el contactado que tradujo el Martín Fierro al varkulets, un idioma que aprendió de su madre nacida en Ganímedes, por sugerencia del padre jesuita Benito Segundo Reyna. Por intermedio de mi viejo, que era íntimo amigo del hermano del entonces cardenal Jorge Bergoglio, accedí a los archivos del Colegio Del Salvador. En una biblioteca encontré dos sobres con su ficha personal, cartas y recortes que habían pertenecido a Reyna. Eso por un lado. Por el otro, en estos últimos meses surgieron dos novedades, una, que apareció el ejemplar de Reyna del Martín Fierro, que vamos a mostrar, y otra que descubrí una pequeña pepita de oro que me permitió vincular a Zagorski con Francisco García, otro contactado que, en 1973, anunció, en un programa que conducían Victor Sueiro y José De Zer, que iban a descender sobre la laguna de Chascomús cincuenta naves marcianas. El conflicto en ese cruce entre el solitario Zagorski y el audaz García provocó, con una ayudita de la tele, una de las mayores peregrinaciones platillistas de las que tengamos memoria.

– También habrá un representante militar de la Comisión de Estudios de Fenómenos Aeroespaciales de la Fuerza Aérea (CEFAe). ¿Lo conocés?

Conozco a Rubén Lianza desde 1986, cuando él era un joven oficial de la Fuerza Aérea y yo era un periodista también joven y fumador que, como De Zer, se quedaba sin aire tratando de avanzar entre arboledas y espartillos a través de la Sierra del Pajarillo para llegar a una famosa “mancha” que la municipalidad de Capilla del Monte había asociado con el descenso de un plato volador. Como Rubén había tomado fotos cenitales desde un Pucará pudimos trazar el único mapa que se hizo de ese sector calcinado de la ladera. Allí recolectamos muestras y descubrimos que las plantas no habían sido quemadas de arriba hacia abajo, como cuenta la leyenda, sino que la circulación del calor había sido lateral. Bueno, la cosa es que simpatizamos enseguida. Cuando Facebook nos volvió a reunir, me habló de que a lo mejor ingresaba en la CEFAe. Fue un alivio, porque antes que llegara Lianza esa Comisión era algo incomprensible. El director era un oficial de buena voluntad pero que no sabía qué hacer y lo que es peor, rodeado de personas que no tenían idea de cómo estudiar los casos porque eran ufólogos muy poco interesados en encontrar las causas de los avistamientos. Lianza, en cambio, tiene una gran preparación científica para ese puesto. Es una persona capacitada para identificar ovnis. Eso, y comunicar al público el resultado de sus investigaciones, es su trabajo. Y lo hace con extraordinaria eficacia, sin forzar la información y una notable apertura a propuestas de otros investigadores. Naturalmente, el trabajo de Lianza decepciona a muchos ufólogos, pero no a las personas que reciben una explicación satisfactoria de esa experiencia que tanto les impactó. Lianza es un apasionado, un gran conversador, todo lo contrario del estereotipo del funcionario hermético. Lógicamente, hay ufólogos con una voluntad tan intensa de creer que les ofende una visión crítica del asunto.

– Vos llevás muchos años trabajando en este campo. ¿Cómo juega en esto tu propia oscilación entre la fascinación y el escepticismo?

El escepticismo, si no es radical, te permite ver con claridad donde otros estilos de pensamiento te tratan de confundir. Mi fascinación por las historias o los perfiles humanos sobre los que escribo seguiría intacta sin escepticismo, pero para eso debería escribir ficción. Soy periodista y a muy pocos les interesa defender el escepticismo en temas donde abunda la oferta que te aferra a ilusiones trascendentales, como las visitas alienígenas o la existencia de vida en el Más allá. Si el periodista se queda a mitad de camino, si no es preciso o es perezoso, si sacrifica la honestidad tentado por el sensacionalismo, renuncia a un compromiso con sus contemporáneos y con el futuro. Un alto porcentaje de la Historia que se escribe es posible gracias a las citas periodísticas.

-¿Existe la fascinación por el escepticismo?

Es fascinante, claro. El escepticismo tiene mala prensa porque suele estar mal definido. Una historia real de marcianos infiltrados en un piringundín de Almagro puede ser maravillosa, pero en un punto vamos a tratar de determinar si lo que están contando es verdad o no, si es posible o no. Acá veo otra prioridad, más urgente que la mía por contar historias reales sobre lo paranormal, que es una prioridad educativa. El nuevo gurú tecnocrático, Alejandro Rozitchner, habla mucho del entusiasmo, bueno: recuperémoslo, recuperemos el entusiasmo por difundir el pensamiento crítico. Es obvio que para este gobierno no es una prioridad, pero si no ponemos nuestras pasiones al servicio de diseminar ciertas capacidades para distinguir lo verdadero de lo falso, estamos fritos.

– En una entrevista hace poco le dijiste a Javier Aguirre: “Mulder aprovecha el escepticismo de Dana para ser mejor investigador”, pero él te había preguntado a cuál de los dos protagonistas de The X-Files preferías. Entre la fascinación y el escepticismo con ganas de creer, ¿dónde te ubicás?

Es que me suena a falso dilema. Si bien ambos son personajes bastante estables, la credulidad de Mulder no siempre es extrema y el escepticismo de Dana Scully ha llegado a niveles de necedad. Es un rasgo poco habitual y, lastimosamente, no ha cundido el ejemplo. Poca gente está dispuesta a luchar contra sus sesgos, mucho menos si está convencida de que estamos bajo amenaza de reptilianos o del Grupo Bilderberg. Algunos sostienen que plantear críticas a teorías de la conspiración te vuelve traidor a la Humanidad o un irresponsable que “le hace el juego” al enemigo, no sé si el concepto te resulta familiar. De modo inverso, hay falsos escépticos que rechazan a priori, sin analizar ciertas afirmaciones.

Scully no es una representante muy feliz del escepticismo. El escepticismo no tiene nada que ver con decir todo el tiempo “No”, con poner palos en la rueda o encapricharse ante los argumentos del otro. Ese escepticismo es falso. El escepticismo científico examina la veracidad de las afirmaciones y mantiene el veredicto en suspenso, solo se rinde ante las evidencias. Si finalmente demuestra que lo extraordinario es real porque sus afirmaciones son verificables, el escepticismo debe ceder porque logró lo que buscaba: la confirmación de que tal o cual proposición es cierta. Esa es la gracia de haber aprendido algo nuevo. Mulder varias veces ofrece evidencias de los casos raros que investiga. Del Sindicato, de las abducciones a humanos y de cosas más increíbles. En muchas ocasiones Scully las vio y miró al costado, mostrándose cerrada y sin imaginación o temerosa a revisar su opinión. Y no, así no funciona. No podés seguir siendo escéptico si un médium dice cosas imposibles que solo sabía tu padre muerto, te abdujeron los grises o creés que tu adn es extraterrestre y lo tenés que diluir en una vacuna, tipo homeopatía, para salvar a la humanidad. Pese a todo, creo que la influencia cultural de The X-Files fue benéfica porque incorporó el escepticismo, hasta entonces ausente en este tipo de series, y reivindicó el escepticismo femenino como una cualidad complementaria de los estereotipos que habitualmente se le asignan a la mujer.

– ¿Qué esperás con más ganas del encuentro?

Que los asistentes salgan felices por haber aprendido un montón de cosas que desconocían y sepan que asistieron a un evento sobre temas fronterizos sin que nadie les haya querido vender un buzón. Las conferencias las darán doctores en antropología, historia y filosofía, un par de amigos y yo seremos casi infiltrados. La conferencia sobre el viaje en el tiempo no la dará un ufólogo, la dará el astrofísico relativista Gustavo Romero, uno de los científicos argentinos más reconocidos en el mundo. Yo algo sé sobre las conexiones entre literatura, creencias y ciencia ficción, pero para qué improvisar si está Carlos Abraham, Licenciado en Letras experto en fantástico y ciencia ficción que hablará sobre los “humanoides literarios” en los albores del género en la Argentina. Habrá muchas charlas prometedoras, como las mesas redondas sobre Abducciones y el Uritorco, o los extraterrestres de Oesterheld, que dará Felipe Ávila, un guionista que estudió todas las marcianadas de nuestro genial novelista gráfico.

Eventos Anómalos (organización)

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