¿Lo que se publique en los diarios, portales y redes construye algún tipo de retrato colectivo de Hebe de Bonafini? ¿La “sociedad” –ese misterio- piensa o siente como los medios y los portales? ¿Los posteos sí trazan ese retrato? Más que seguramente no. Si lo fuera, ese retrato se parecería un poco al Guernica de Picasso. Lo que se pretende hacer en esta recopilación de textos, en cuanto a los medios, es, además del homenaje, reflejar ese Guernica (Selección de textos: Eduardo Blaustein).

 

Tuit de Alberto Fernández.

Con la partida de Hebe de Bonafini perdimos una luchadora incansable. “Reclamando verdad y justicia junto a las Madres y Abuelas, enfrentó a los genocidas cuando el sentido común colectivo iba en otra dirección. Con enorme cariño y sincero pesar, la despido. Hasta siempre Hebe.

Comunicado/ tuit de respuesta de las Madres. Es el tercer título en importancia de La Nación en la mañana de este lunes:
Señor Presidente no se perdió nada, el legado de las Madres vive en el pueblo. Relacionar la lucha de nuestra Presidenta con otra organización es un insulto. Por suerte Hebe hizo público todo lo que pensaba de usted.

Mariano de Vedia. La Nación.

A lo largo de los últimos 45 años, la dirigente de las Madres de Plaza de Mayo no ahorró esfuerzos para seleccionar enemigos. Desde los presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem hasta Juan Pablo II y el cardenal Jorge Bergoglio –a pesar de que en 2016 tendió puentes para que el papa Francisco la recibiera en el Vaticano-, siempre apuntó a lo más alto a la hora de entablar polémicas y levantar el dedo acusador. Periodistas y jueces fueron también su blanco, como quedó reflejado con la parodia de los tribunales populares contra figuras representativas de los medios de comunicación y la Justicia que impulsó durante el período kirchnerista. Ese afán por la Justicia, sin embargo, no llegó al extremo de allanarse para rendir cuentas del desvío millonario de fondos en la causa del programa Sueños Compartidos, que involucró a las Madres de Plaza de Mayo en la construcción de viviendas. Quedó en la nebulosa el manejo de $756 millones en ese emprendimiento que realizó junto a Sergio Shocklender, de quien más tarde intentó despegarse.

La Política Online.

De un barrio obrero de Ensenada, Hebe nunca renegó de su condición de ama de casa y recordó que su politización fue abrupta luego de la desaparición de su hijo. Desde entonces, caminó por el sendero de la izquierda, reivindicó al “Che” Guevara y Fidel Castro y calificó a su organización como “política y en búsqueda de la liberación”. Con 93 años, la histórica presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo construyó un liderazgo tan potente como controvertido. Su lucha contra la dictadura conmovió al mundo y junto a Estela de Carlotto se convirtieron en un símbolo.

Pero Hebe marcó una diferencia con sus compañeras de ruta. Con su estilo rupturista, rechazó recibir reparaciones económicas del Estado y generó una grieta con Abuelas y Madres Línea Fundadora. Ella decidió no limitarse a la búsqueda de los nietos y a los juicios contra los militares y decidió “continuar el proyecto de sus hijos”. En eso se enmarcó la creación de la Universidad Madres de Plaza de Mayo que ahora se volvió un instituto que será absorbido por el misterio de Justicia y Derechos Humanos.
Con la lucha contra la dictadura, Hebe se volvió en una referente de izquierda. Miró con recelo a Néstor Kirchner hasta que se convirtió en una exponente del kirchenerismo. Abrazada por Cristina y la militancia, Hebe nunca le escapó al debate público ni a la confrontación. Clarín, Mauricio Macri, la Justicia y hasta el propio Alberto Fernández, fueron destinos de sus declaraciones viscerales y sin filtro. Una exponente de la historia reciente en un presente de grieta y divisiones.

Facundo Chaves. Infobae.

La muerte de Hebe de Bonafini expuso como tantas veces la peor cara de la grieta en la que se encuentra empantanada la política argentina. Sin lugar para grises, ni siquiera Alberto Fernández terminó bien parado, pese a que declaró tres días de duelo nacional. Y una ministra del gobierno porteño, una de las pocas voces que de la oposición que expresaron sus condolencias, fue castigada con dureza sobre todo por los propios en las redes sociales.

Ni Macri, ni el propio Larreta, como así tampoco Patricia Bullrich o María Eugenia Vidal, por el PRO -todos candidatos o presidenciables- emitieron ninguna declaración, aunque la mayoría de ellos se mostró activo en las redes publicando mensajes por otros temas. Tampoco hubo de Elisa Carrió, ni por el radicalismo del presidente y gobernador Gerardo Morales, Facundo Manes, Alfredo Cornejo u otras autoridades o referentes importantes del partido.
En todos los casos, predominó la indiferencia, el silencio.
(La referencia a “una ministra del gobierno porteño” es para María Migliore, ministra de Desarrollo Humano y Hábitat, quien tuiteó esto: “Hebe fue símbolo de lucha impulsando una agenda de justicia y DDHH en Argentina. Un grupo de Madres que con valentía le hicieron frente al momento más oscuro de nuestra historia. Esa trayectoria es más grande que cualquier diferencia política. Me quedo con eso”.

Nora Veiras. Página/12.

Hebe aprendía con voracidad. Contaba que sus hijos le repetían que tenía que leer todo el diario, enterarse de lo que sucedía. Eso hacía todo el tiempo. Estaba atenta a todo. Desde siempre, miraba más allá. Cuando recién las Madres empezaban a organizarse, contaba que “vinieron una vez unos padres a decirme que querían hacer un equipo de fútbol y llamarlo Derechos Humanos. Les dije “¿Pero ustedes son o se hacen? Si pierden van a decir que pierden los derechos humanos. No lo podía creer. No lo hicieron”.
Sus convicciones pocas veces admitían matices. Cometió errores que impactaron en su lucha y sus enemigos aprovecharon. Se recompuso y no dio tregua.

A los 93 años Hebe se ganó la eternidad. Presente siempre.

Luciana Bertoia. Página/12.

Hebe se sentía más cómoda definiendo a las Madres como una organización política que como un organismo de derechos humanos. Su sector dejó de llevar los nombres de los hijos en los pañuelos y ya no portaban la foto de cada uno de sus desaparecidos: se socializó la maternidad. Todos y todas eran sus hijos. Tampoco aceptaban las exhumaciones de los cuerpos, que reclamaba el resto del movimiento de derechos humanos. “El revolucionario nunca muere”, dice en Ni el flaco perdón de Dios, de Juan Gelman y Mara La Madrid.

En una entrevista que hizo con la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM), le preguntaron cómo quería ser recordada. “Que la gente sepa que no soy la mujer maravilla”, respondió. Pretendía que supieran que era una mujer común que salió a la calle a buscar a sus hijos, que se convirtió en una referente política amada por muchos y despreciada por algunos y que, en ese camino, se convirtió en la madre de los 30.000. “El día que me muera no tienen que llorar”, dice en otra entrevista difundida por la Asociación Madres de Plaza de Mayo. “Tienen que bailar, cantar, hacer la fiesta en la Plaza porque hice lo que quise, dije lo que quise y peleé con todo”.
Sebastián Lacunza. “La Madre maradoneana”. Eldiario.AR.

De todos los abordajes posibles de la figura de Hebe de Bonafini, uno prevalece sobre cualquier otro. Fue una Madre luchadora por Memoria, Verdad y Justicia durante 45 años. Cuando el terrorismo de Estado arrebató a dos de sus hijos, Jorge y Raúl, Hebe transformó el dolor en coraje para dar pelea junto a sus compañeras, contra viento y marea. El camino transitado inscribe a la Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo en la página más digna de la historia argentina.

Hebe fue una persona pública con sus preferencias políticas. Sentó postura sobre casi todo y casi todos. También fue autora de frases chocantes y actitudes arbitrarias. Su perfil, en un punto, se encuentra con el de Diego Maradona, fallecido hace casi dos años. A Diego, como a Hebe, dos figuras ecuménicas, se les pueden discutir con legitimidad palabras, compañías y comportamientos, pero nadie podrá endilgarles que anduvieron por la vida tratando de congraciar a los poderosos, pese a que habrían obtenido inmensos beneficios en caso de hacerlo. Dos personalidades que eligieron, por lo general, el lugar inconveniente. Nunca se sintieron cómodos ni fueron cómodos para el resto al calor del poder real.

Miguel Wiñazki. Clarín.

Yo vi a Hebe de Bonafini, quien falleció este domingo a los 93 años, cruzando entre palazos de los policías montados, que le pegaban y que la insultaban. Le pegaban horriblemente desde sus caballos, y la vi a a ella, gritar “Vamos carajo”, y atravesarlos, romper esa barrera de palazos inconcebibles pero reales, y llegar a Plaza de Mayo y plantarse el pañuelo en la cabeza y encabezar la ronda contra todas las aberraciones y contra el bestialismo que no la detuvo.

Pero, todos lo sabemos, aquella bravura giró y viró hacia una dramaturgia que nos hace llorar: esa macabra sumisión a la política más rapaz, ese delirante regocijo que explicó ante la muerte de miles de personas en el ataque a las Torres Gemelas, esa complicidad e incluso, su coparticipación tan desdichada en la misma corrupción.

Renegando de la democracia, hay que decirlo, duele expresarlo, representó esa dualidad en una misma persona, heroína de corazón tan valiente como nadie, Madre horadada por la mayor de las tragedias que una madre puede atravesar, se volvió contra sí misma. Lo escribo con respeto, o tal vez con la ligereza de quien juzga a una persona muerta sin terminar de comprender los arduos meandros de la condición humana, que en una misma vida conjuga lo mejor y lo peor.

Celeste del Bianco. Eldiario.AR.

Hebe de Bonafini era las lentejas con chocolate, guisos y locros. Era cocina, en un programa de televisión o de radio, en una olla popular o preparando sándwiches de salame para los viajes con las Madres. En la comida, el cuidado y la alegría. Hebe de Bonafini era disonante. Sus puteadas y reacciones la diferenciaban del estereotipo de referente de derechos humanos. “Lo dije antes y lo voy a decir de nuevo: Macri es un reverendo hijo de mil putas”, repitió varias veces.

Hebe de Bonafini incomodaba. Con sus acciones y discursos tensaba la cuerda de los propios y los exponía. “Los hospitales dan vergüenza, las escuelas dan vergüenza, no paga lo que tiene que pagar. Si se recorre la Provincia se ve que es un desastre; pintó todo de color naranja y regaló gorritas, regaló ojotas y toallitas en las playas. Él cree que porque pintó carteles en la autopista va a ganar. Que diga qué hizo y qué va a hacer”, dijo alguna vez sobre el entonces gobernador kirchnerista Daniel Scioli. O como en enero de 2022, cuando escribió una carta abierta para rechazar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: “Quiero pedirles perdón, perdón de rodillas, porque a pesar de nuestro intenso trabajo de 45 años de lucha, de todas nuestras marchas (casi 3000), no logramos no pagar la deuda externa, que no es nuestra”.

Aillin Bullentini. La Letra P.

Desde que se reunieron en un colectivo, las presentaciones de habeas corpus, los reclamos, las averiguaciones, las manifestaciones de las Madres en busca de sus hijos e hijas dejaron de ser individuales para convertirse en colectivas. “Socializar la maternidad es una lucha de amor”, repetía como mantra y, en más de una oportunidad, señalaba: “El hijo no es de uno, es del mundo”. “Para mí, la maternidad es un don preciado y agradezco haber tenido tres maravillosos hijos. Luego, parimos 30 mil y después, millones: somos Madres de todo el que lucha por el otro”, escribió para la compilación No nos han vencido (Marea, 2021), que reunió textos sobre los 45 años del golpe de Estado de 1976.

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HASTA SIEMPRE (1928-2022)
Hice lo que el dolor me obligó a hacer
En un país herido en la memoria.
Busqué respuestas y encontré en la lucha
El pañuelo invencible de las Madres.

Mis diferencias con Hebe. Por Presbítero Dr. Eduardo de La Serna.

Como ante la muerte de Hebe de Bonafini parece que hay que destacar las diferencias, quiero señalar las mías:

+ Hebe era mujer, yo no:
+ Hebe era madre, yo no;
+ Hebe tenía dos hijos desaparecidos, yo no;
+ Hebe era miembro de las Madres de Plaza de Mayo, yo no;
+ Hebe tenía casi 94 años, yo no;
+ Hebe vivía en La Plata, yo no;
+ Hebe es una bandera, yo no…

Estas son algunas de las cosas que me diferencian de Hebe, pero después, compartíamos un camino, una lucha por la verdad, una búsqueda incesante por la justicia, una denodada militancia por hacer memoria. Ella grande, yo no… pero el camino es el mismo.
Los caminos tienen necesidad de señales, indicadores, guías porque, en ocasiones, es fácil perderse. Con Hebe teníamos un faro luminoso, y ese faro sigue encendido. En los caminos suele haber, más en tiempos confusos, cantos de sirenas o voces de mentiras; los mismos que

Hebe, con su claridad molesta y estruendosa supo y sabía señalar. No dejes de molestarnos, Hebe; no dejes de sacudirnos la modorra; no dejes de poner nombre y apellido a la mentira y los mentirosos, a la mediocridad y los mediocres. Tendremos que aprender a escucharte de otra manera, pero ¿callarte? Eso, ¡ni la muerte!
#HastaSiempreHebe…

Reposteado por unos cuantos.

En Hebe teníamos un símbolo viviente de esa resistencia, de esa ética de la perseverancia. Y hoy su muerte nos deja desconsolados. Pero sabiendo que hay ahí una ética ante la que debemos responder nosotrxs también, perserverando en ella. Dándole lugar en nosotros, para que sigan perseverando desde ahí Hebe y las Madres, ahora contra otras crueldades, que son también las mismas. Sabemos, como decía Benjamin, que ante los triunfos de los fascismos nadie está a salvo, ni siquiera los muertos. Pero también contamos ahora con esta ética de la perseverancia, que Hebe y otras Madres nos enseñaron. No vamos a encontrar consuelo, sino a resistir.
Cristián Sucksdorf

Adentro de la comisaria estábamos varixs compañerxs detenidxs y golpeadxs en un escrache. En la puerta Hebe bancándonos. Alguien dijo “A Hebe se la despide con gracias y sin peros”, al final no era inmortal, solo infinita.

Hugo Saidón.

Yo no tenía todavía 20 años cuando conocí a Hebe en la catedral de Neuquén. Sentada seria al lado de la sonrisa gardeliana de Don Jaime de Nevares. Con el tiempo supe que había estado frente a un ícono completo del desgarro y la gracia del tiempo de la Patria que me había tocado. Más tarde, también, que era una de las formas en que esa misma Patria, pero también algo de lo universal tocaba mi vida, en la inmediatez del traje simple del cura y el batón florido de señora de la señora.

Cuando me agota la espectacularización creciente de la política, especialmente cuando es la nuestra, vuelvo a esa imagen austera pero feliz, sin ocultamiento de los dolores, sin ideas opresivas de éxito y rendimiento.

De Hebe, me queda la fuerza rara de la rabia cuando encarna una herida, los modos al mismo tiempo fulgurantes, silentes y estrepitosos con los que una verdad irrumpe en una biografía.

Hoy cuando supe de su muerte, lo primero que me vino a la mente es eso que no entiendo y -no sé cómo- creo: que se encontraría con los suyos, con su corazón de madre intacto debajo del pañuelo.

Agradezco haber nacido en el tiempo de su ejemplo difícil y hermoso.

Néstor Borri.

No le voy a faltar el respeto a la memoria de Hebe simulando haber coincidido siempre con sus posicionamientos, y reducir su partida a una cuestión sentimental. Mucho menos medir su estatura.

Porque Hebe no era infalible ni decía exabruptos polémicos, pero siempre habló desde un único lugar, y eso es una virtud extremadamente rara. Podías no coincidir con ella, pero te forzaba a pensar el lugar desde el cual hablaba o señalaba.

Y ese lugar es un punto fijo, un centro desde el cual medir cualquier opción o posicionamiento, y no tiene otro nombre que el valor moral de la política. Solo las madres tienen ese lugar como propio y lo ganaron a fuerza de dolor, coraje, coherencia y lucha.

Por eso todos somos hijos de las Madres, todos somos mejores por ellas. Y Hebe es su mejor símbolo. El dolor que causa su partida nos deja huérfanos de un modo íntimo y compartido con lo mejor que tiene esta sociedad.
Ella forma parte del mundo que amo.

Miguel Gaya

Ya todo el mundo aquí (el mundo de gente de bien) rindió su homenaje a Hebe y de diversas maneras. Yo sólo quiero apuntar una sola cosa: agradezco profundamente (a ¿mis padres? ¿mi recorrido estudiantil, laboral? ¿mis amigos, la gente que sin ser amigos me rodeó? ¿mi propia decisión, mi raciocinio, mi humanidad…? Nunca lo sé con precisión) no ser un pedazo de estiércol pútrido que celebra su muerte ni un potus insípido y triste que nunca tiene algo que decir cuando se trata de derechos humanos y quienes levantan esas banderas.
Patricia Iovine.