Con su renunciamiento a toda candidatura CFK evita no solo una eventual derrota electoral que la destierre. Conserva y consolida su liderazgo. Con el problema grave de un peronismo que se empeña en seguir siendo invertebrado y miope y el de una sociedad sufriente y huérfana. Los abismos que se abren son puro mérito de un fallo judicial oscuro, que CFK sabía que iba a producirse.
La condena del Tribunal Oral Federal 2 a CFK amenaza –el poder siempre amenaza- con poner al país ante escenarios de abismos y vértigos, particularmente al peronismo. Pueden ser abismos sucesivos, complementarios, convergentes. De alguna manera el fallo crea un desierto, el de un país sin peronismo, o más ajustadamente, el de un eventual gobierno de derecha bien dura y sin oposición o con una oposición inútil y decapitada. Los peronistas, o al menos una parte del electorado, quedan borrados del mapa.
Inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos significa, dicho sin el encanto republicano de la fórmula, proscripción perpetua para quien actualmente es la única líder política del peronismo que dice algo y que congrega más. De una proscripción histórica, la que duró 18 años contados desde el golpe de la Libertadora, nació la tragedia en 1976.
Anticipándose con la firmeza de un Otamendi en la Selección, gracias al mensaje que dio desde su despacho en el Senado, CFK consiguió en parte dar un golpe político de primer orden, seguir en el centro del tablero, quizá y con suerte sembrar dudas sobre la consistencia del fallo y sobre los rasgos más fuertes de lo que llamó mafia y Estado paralelo. Esa “batalla cultural” de desenmascaramiento, desde hace añares, viene más bien perdidosa.
Cristina lo hizo, sí, consolidar su centralidad política, sin que podamos saber cuán huérfana sigue una sociedad padeciente, que vive tiempos oscuros y malaria, muy alejada de la clase política y, según las encuestas, literalmente, triste y resignada.
El final de su mensaje de tiempos calmos y otros vertiginosos tuvo el dramatismo sumado de sucesivas actuaciones de Nuria Espert, María Rosa Gallo y Cipe Lincovsky recitando el exhausto poema mal atribuido a Brecht (“Primero se llevaron a los judíos, pero a mí no me importó porque yo no lo era…”). Encaró, increpó y dijo con furia “señor Magnetto”. Confesó al fin que a Néstor Kirchner el señor Magnetto le “arrancó” la odiosa fusión de Cablevisión y Multicanal al final de su mandato (“Yo no estuve de acuerdo, pero él era el Presidente”). Dijo en perfecto castizo barrial que ciertos tipos son “una basura”. Y casi que gritó en la cumbre de su propia emoción (“disculpen la vehemencia”) el anuncio que enmudeció al peronismo: “No voy a ser candidata a nada, no quiero fueros”.
¿No lo sabía?
Se hace muy difícil creer que el buen cerebrito de CFK no haya previsto las consecuencias personales, políticas e institucionales de un fallo que –como ella misma dijo- estaba escrito hace añares. Meticulosamente construido en los medios desde hace añares y con Página/12 y algunos espacios de C5N haciendo de despacho anexo de abogados defensores, deconstruyendo los fundamentos del fallo que sus majestades decidieron dar a conocer… en marzo. Ellos son muy de tomarse ferias, vacaciones y no pagar Ganancias.
Cristina enmudeció y -por ahora- paralizó al peronismo. Solo ella, solita con su alma y sus rumiaciones, su sufrimiento personal y sus contradicciones, es capaz de hacer eso una y otra vez.
Si antes había amagado con presentarse a la presidencia, ahora dejó a todo el peronismo en estado de vacío y espera. Si antes el medio anuncio de candidatearse solo fue un amague, medio mundo se comió ese amague sin saber las razones de la movida. Si se especuló con que se presentara en provincia como candidata a senadora para arrastrar votos y defender el distrito que gobierna uno de los pocos dirigentes presentables y potentes que tiene el peronismo, Axel Kicillof, ahora agarrate, mamita.
CFK conocía cuál iba ser el fallo de modo que no pudo sufrir algún tipo de desengaño, sí sufrimiento personal. Si la Cristina cerebral ganó a la Cristina emocional (suele ser así), entonces es posible pensar que tenía tomada la decisión de no presentarse “a nada” mucho antes del fallo hecho de agujeros, imprecisiones y épica. Si lo sabía, ¿por qué anunció su candidatura? ¿Por qué anunció su descandidatura ayer? Para crear un efecto político… en alguna medida arduo de decodificar.
En algún momento de la intervención de ayer el que escribe pensó: zas, ganó la Cristina emocional, se le soltó la cadena. Es muy difícil que haya sido así. Es demasiado inteligente, demasiado astuta Cristina para que haya cometido ese desborde. Una interpretación posible, entonces, es la de una apuesta para seguir conservando centralidad, para volver a endurecerse, para despertar al gigante miope e invertebrado del que hablaba Cooke, para despertar a dirigentes, militantes, a aquellos que en su momento la votaron en masa y luego dejaron de hacerlo. Quién sabe, pura especulación, acaso espere un operativo clamor, una vasta movilización ciudadana y peronista. El fallo no tiene aplicación inmediata. Ella podría ser candidata, ella sigue siendo vicepresidenta.
La ilusión del levantamiento popular
Aquí entra a tallar el wishful thinking, el pensamiento/deseo, la ilusión de militantes y simpatizantes y periodistas del palo. De conductores periodísticos como los de C5N que ayer a la noche afirmaban que, a los autores ideológicos del fallo, al poder, a la derecha dura y oscura, les saldrá el tiro por la culata. Es posible, no es posible. Por ahora se salieron con la suya. ¿Quiénes son más? ¿Los que festejaron el fallo o los que dijeron a las cámaras de Crónica TV que estaban tristes? ¿Está el peronismo, CFK, de conducir esa tristeza a algo mejor y constructivo?
En cuanto al fallo y sus festejantes, por alguna razón misteriosa se viene a la cabeza uno de los cuentos más célebres de Horacio Quiroga, La gallina degollada. La dictadura de la corrección política, que se superpone de manera esquizoide con los discursos del odio, hoy prohibiría que algún escritor produjera un cuento semejante, en el que cuatro hermanos que otrora se llamaban “mogólicos” (en rigor, idiotas por meningitis) asesinan sin mayor conciencia a una dulce niña, Bertita.
Los autores e instigadores del fallo contra CFK, los viajeros VIP a lago Escondido, los Magnetto, los Macri, los Caputo y Bullrich y tantos otros se aparecen –solo en la imaginación desatada del que escribe- a esos seres ciegos y crueles que retrató Quiroga, claro que sin la coartada o el perdón de una meningitis grave o el síndrome de Down. Son crueles, crueles como niños crueles, que no ven más allá de su propia excitación odiante, su goce perverso, su fiesta, sus fotos estúpidas intercambiadas por celulares. El país les importa tres belines. ¿Cuándo se jodió la Argentina?, preguntaría el viejo Vargas Llosa. Con ellos.
El peronismo queda virtualmente huérfano de candidatos y, para peor, ante una elección jodidísima. El acuerdo de los llamados analistas políticos es que Sergio Massa solo podría serlo sí le gana por varios puntos a la inflación y si normaliza a la economía. Aquello que Martín Guzmán llamaba tranquilizar la economía, lo que la propia CFK torpedeó. Tiembla la provincia de Buenos Aires, tan horriblemente gobernada por María Eugenia Vidal. No saldrá Cristina a defender la provincia si efectivamente no se presenta a nada. Puede reemplazarla como candidato Máximo Kirchner. En la cerrazón y escasez de los nombres puede leerse una de las claves del abismo peronista, el de antes, y el que acaba de abrirse.
Con su renunciamiento –que algunos comparan con alguna aceleración al de Evita- Cristina no solo esquiva una eventual derrota electoral que la destierre. Ahora sigue siendo la Jefa, con lo que tiene eso de bueno, con lo que tiene de malo, y con una sociedad que no sabemos si lo mira por TV o prefiere el Mundial.