El diario Sur fue el gran intento de la izquierda por tener un medio masivo propio. Nació, creció y se cerró en la Argentina de la híper, bajo el auspicio del Partido Comunista, sin por eso ser un órgano de propaganda. Le tocó vivir la caída del Muro, anticipó el último alzamiento carapintada y cobijó a varias grandes firmas.  Daniel Vilá, uno de los responsables de la sección Política de Sur, contó en un libro la historia de uno de los medios más singulares desde el retorno de la democracia.

En la historia de los medios en la Argentina, decir Sur remite a la revista que fundara Victoria Ocampo y fuera un faro cultural durante décadas. Sin embargo, casi sesenta años después de lo que fue un producto de la oligarquía ilustrada, vio la luz otra publicación llamada Sur, en forma de diario, y que se plantó con un discurso de izquierda. En rigor, el nombre era Nuevo Sur (en la portada el “Nuevo” aparecía bien chiquito), porque la marca Sur era de la revista de Ocampo, al estilo de Noticias (en chiquito: “sobre todo lo que pasa en el mundo”), el diario de los Montoneros, que igualmente sorteó así una cuestión de copyright.

Entre el 13 de abril de 1989 y el 28 de diciembre de 1990, los lectores se encontraron con lo que en la jerga se conoció como “el diario del PC”. Es que el Partido Comunista Argentino apostó por un medio que no fuera un simple vocero, sino que aglutinara distintas voces de izquierda. Su director fue Eduardo Luis Duhalde aunque, en la diaria, quien ponía el hombro era el secretario de redacción, Isidoro Gilbert, histórico corresponsal de la agencia soviética Tass. Un diario que sorteó la provisión de Papel Prensa gracias a bobinas que llegaban donadas desde Alemania Oriental. Entre otros, por la redacción de Bartolomé Mitre y Esmeralda, pasaron Hernán López Echagüe, Ricardo Ragendorfer, Marta Dillon, Juan Salinas, Fabián Polosecki, Carlos Polimeni, Stella Calloni, Marcelo Figueras y Daniel Vilá, el subjefe de Política, que recreó los veinte meses de su historia en Diario Sur: Ideas, información y compromiso político, editado por el Centro Cultural de la Cooperación. Vilá charlo largo y tendido sobre el libro; las fotos, y algunas apostillas, las aportó Alejandro Amdan, quien además de colaborar con Socompa fue jefe de Fotografía de Sur.

 

-¿Cómo surgió el libro?

-El CCC me convocó hace dos años y en 2017 pudo concretarse el proyecto. Yo no quería que fuese un trabajo académico ni nostálgico. Terminó siendo un mix, con voces de los trabajadores y la contextualización de la época. Pude acceder a la colección completa del diario, que está en el CCC, y eso ayudó mucho, en especial para hacer un anexo con una antología de notas publicadas.

-¿Cómo llegaste al diario?

-Entré al mes que Sur salió a la calle, cuando cerró El Periodista de Buenos Aires. El proyecto fue siendo pensado druante los dos años previos antes de ponerlo en marcha. Había dos posturas: hacer un diario como Crónica, con turf, deportes y policiales aparte de política; y quienes pensaban que se podía hacer un diario grande para competir con Clarín. Armaron un barquito muy sobrecargado, como el Granma. Llegó la híper y ahí pasamos a tener conflictos sindicales cada mes.

(Antes de seguir, conviene precisar algunos hechos que marcaron la etapa de Sur, algunos de los cuales fueron definitorios para su existencia: copamiento de La Tablada, hiperinflación y caída de Alfonsín, plan Bunge y Born, rebrote hiperinflacionario con Menem, crisis total en pleno proceso privatizador, indultos, alzamiento carapintada de Seineldín, nueva tanda de indultos. Eso a nivel nacional. En el mundo caía la dictadura de Stroessner en Paraguay, Pinochet iniciaba su retirada del poder en Chile, Violeta Chamorro derrotaba a los sandinistas nicaragüenses, crecía el Frente Amplio en Uruguay –lo cual dio pie a una tapa histórica de Sur, de la que ya se hablará-, Estados Unidos invadía Panamá y ocurría el hecho que afectó al diario en forma directa: la caída del Muro de Berlín.)

-Cuando se habla de Sur, siempre sale el tema del financiamiento del PC.

– El partido tuvo la idea. Desconozco la cuestión financiera. Patricio Echegaray fue la cabeza pero nunca quisieron que el diario fuera un vocero de ellos. Venían del famoso XVI Congreso, cuando los tipos de la Fede, con Echegaray a la cabeza, reemplazaron a la guardia vieja en la conducción partidaria. El diario fue una isla libertaria, con gente de distintas tradiciones. Tenías comunistas, pero también había trotskistas y peronistas revolucionarios. Había mucha libertad. En Gremiales la mayoría apoyaba a Ubaldini, yo pude hacer una columna crítica del secretario general de la CGT y después me respondieron con otra columna. Y así hubo otros casos, como Polimeni criticando a los Redondos, por ejemplo, al que luego le contestaron. Por ahí un espejo era Il Manifesto de Roma, un diario comunista no ligado al PC italiano. Incluso pude hablar con Maurizio Matteuzzi, su director.

-¿Cómo se proveían de papel?

-Oficialmente el papel era una donación de los sindicatos de Alemania del Este. Al momento de la caída del muro, en noviembre de 1989, había bobinas, y todavía quedaba papel hasta un año después, cuando el cierre.

-¿Cuánto llegó a vender?

-Estuvo en el orden de los 15 mil ejemplares. Nunca me quedó claro cuántos ejemplares se imprimían. Los lectores fueron muy fieles. Lo leían comunistas, trotskistas, socialistas, peronistas de izquierda, gente del MAS, de Izquierda Unida…

-¿Cómo recordás la cobertura de la caída del Muro en Sur?

Fue impresionante. Desde lo ideológico era algo que nos perjudicaba. Pero desde lo periodístico la cobertura fue impecable, con una neutralidad enorme. No sólo levantamos lo que decían Tass o Prensa Latina para armar las notas. Y no solamente fue muy buena esa cobertura. A los dos meses, Stella Calloni se mandó una cobertura impresionante desde Panamá, cuando Bush padre invadió el país para ir a buscarlo a Noriega. En Deportes, se cubrió de gran manera el Mundial del Italia.

-¿Había presencia del PC en la redacción?

No. Echegaray debe haber ido dos veces, a lo sumo. Lo ví más veces a Altamira de visita. Tampoco había bajada de línea, eso está claro. Sí me acuerdo una vez que Gilbert pidió acomodar una columna de Echegaray y era a página completa. En ningún lado una columna es así.

-Durante la existencia de Sur, y en especial en los primeros meses, se planteó cierta rivalidad con Página/12, como que ambos competían en el mismo espectro, ¿cómo lo vivían?

-En verdad, Sur fue pensado antes que Página/12, que se orientó al lector progresista. Nosotros armamos un diario de izquierda, muy amplio, y con sentido popular, por eso las carreras y los deportes, con gente como Jorge Búsico o Ariel Scher, algo que Página/12 no tenía. Lanata cuando podía nos pegaba. No así Pasquini Durán, que incluso vino a la presentación. No peleábamos por el mismo lector, además teníamos un suplemento cultural como “Las palabras y las cosas”, que dirigía Rodolfo Mattarollo, donde colaboraban seguido David Viñas y Horacio González.

-También tuvieron firmas que hoy nadie pensaría en un diario de izquierda.

-Así es. Estaba Marcelo Birmajer, que se decía trotskista y era bastante engreído. Alfredo Leuco colaboró con una nota sobre los veinte años del Cordobazo. Y en “El Tajo”, el suplemento juvenil que editaba Polimeni, estaba Marcelo Panozzo, hoy funcionario macrista.

-¿El diario llegó a tener un estilo definido en esos veinte meses de vida?

-Creo que no, porque le faltó tiempo. Un día titulábamos como Clarín y otro como Página/12. Había muchas discusiones. Cuando se planteaba el sumario, había no menos de doce personas discutiendo, un aquelarre.

-¿Estaba todo un poco anarquizado?

Sí, podría decirse eso. Así fue como se dio el episodio de la tapa sobre las elecciones en Uruguay. Pasó a los cuatro días que salió el diario. Los uruguayos votaron para decidir si se apoyaba una ley para hacer caducar la acción judicial sobre los militares por los crímenes de la dictadura. El Sí a la ley ganó a nivel general, pero el No se impuso en Montevideo. Sur puso grande en tapa: “Montevideo le dijo No a los militares”. La volanta, en cuerpo más pequeño, decía: “Los cómputos nacionales favorecieron al Sí”. Un delirio que llevaba a la confusión, porque la realidad era que había ganado el Sí a la ley de impunidad. Dentro del diario hubo quienes bancaron eso, porque daba la sensación de ironía, de que había un núcleo que rechazaba la impunidad, en fin.

-Hablemos del tema publicidad.

-Imposible. No había un mango, ni para Sur ni para nadie, por el contexto. Pero en nuestro caso se agravaba más porque parecía un lastre pautar en un diario de izquierda. Y eso que podíamos publicar cosas que otros no.

-¿Por ejemplo?

-En Sur se filtró la fecha del último alzamiento carapintada. Y el dato me lo pasaron a mí. Solía venir gente a la redacción a traer información, en un diario que siempre se manejó con muy buenas fuentes. Un día, a fines de noviembre del 90, cuando ya entrábamos en el último mes de vida del diario, apareció un tipo que dijo ser coronel y me dijo que el lunes siguiente había una movida de Seineldín. Consulté, porque podía ser pescado podrido, y de arriba me dijeron que pusiera tres renglones. Yo hacía el panorama de los domingos, y el 2 de diciembre consigné que al día siguiente podía llegar a haber alguna reacción carapintada. El lunes 3 se levantó Seineldín.

-¿Llegó a haber un pico de ventas?

-Sí, con una tapa que fue famosa, que nos enorgulleció. Marcelo Ranea, uno de los fotógrafos, estaba con su esposa en la puerta del Hospital Rivadavia y vio que enfrente entraba Massera a un departamento de la Avenida Las Heras. Hablamos de junio del 89, Sur llevaba dos meses en la calle y Massera todavía no había sido indultado. O sea que tendría que haber estado en el penal de Magdalena. Ranea pidió un equipo, se quedó esperando, a las dos horas lo vio salir y le sacó las fotos, cuando subía al auto para volverse a la cárcel. Fue un notón, vendió muchísimo. Lamentablemente, nuestra euforia respecto de que podía ser el inicio de una buena venta diaria no tuvo correlato. Otra tapa muy similar fue una de Rico, titulada “Rico Tipo”, donde se lo veía con otros carapintadas en una confitería, cuando debía estar en Campo de Mayo. También me acuerdo de la tapa sobre la cobertura que hicimos de la marcha contra el indulto, en noviembre del 89.

-Justamente, el diario deja de salir el día que Menem anuncia la segunda tanda de indultos, la que benefició a los comandantes y a Firmenich. O sea que se perdieron de cubrir eso.

-Sí, salió en tapa el título “La firma de la vergüenza”, anticipando que en cualquier momento se consumaba eso, aunque no sabíamos si sería ese mismo día. Y al lado, la carta de despedida de Gilbert. (Isidoro Gilbert anunció desde la portada, bajo el título “Última edición”, el fin del diario que utilizaba como lema en la tapa “La voz de la vereda del pueblo”. El autor de El oro de Moscú escribió lo siguiente: “Ésta es la última edición de Sur. Es un golpe muy duro para quienes confiaron en el valor de una publicación de izquierda y pluralista que pudiera constituirse en la voz de la vereda del pueblo. Las razones son económicas: víctimas del ajuste, sin publicidad y frente a un mercado deprimido y supercompetitivo, Sur no ha podido quebrar esos obstáculos. Seguramente un análisis más profundo revelará otras razones de esta frustración. Es un golpe para la izquierda en su conjunto, para la lucha del pueblo y para los trabajadores de este medio que pierden una fuente de trabajo y protestan por ello”).

¿Cómo fue el final?

–Muy triste. Se veía venir, aunque no sabíamos que podía ser justo ese fin de año. Igual el último mes fue muy duro, el diario casi lo hacíamos entre cinco personas. Muchos ya estaban a la búsqueda de otro trabajo. El cierre fue un poco lumpen, con gente que se llevaba las máquinas de escribir, hoy eso muchos lo pintan como algo divertido y no lo fue.

-¿Cómo recordás el clima general?

Había muy buenos periodistas, hubo buenas coberturas, todo muy libertario. Tipos como Salinas, que mandaban la nota sobre el juicio por La Tablada bien sobre el cierre, o Ragendorfer. El Turco Amdan un día fue a sacar fotos de un motín en Villa Devoto, los presos lo vieron y le preguntaron de dónde era. Cuando les dijo que era de Sur, le gritaron “¡Mandale saludos al Patán!”. Eran todos amigos y fuentes de él. Y la presencia femenina anticipó algunas discusiones de hoy. La cobertura del juicio a Monzón, por ejemplo, con las compañeras que no querían que se hablase del gran campeón que había sido, sino del tipo que mató a la mujer. Estaba Marta Dillon en la redacción, que hoy es una referente en temas de género, y cuando alguien armó la encuesta de cuál era la mujer más linda de Sur, ellas plantearon un concurso al revés, para que los tipos entendiésemos la burrada que se había armado.

-¿El final fue por lo económico?

-Sin dudas. El PC no quiso poner más plata pero porque el contexto era de ahogo total. Sur apareció justo cuando no debió haber surgido, en plena crisis hiperinflacionaria, y encima con la caída del socialismo en Europa del Este.

-Es contradictorio, porque un diario que reivindicaba la utopía salió a dar esa batalla en plena debacle de la utopía, algo así como la Armada Brancaleone.

-Sí. Pero estaba bueno ser Brancaleone.