Apelan a las mismas excusas de siempre y a la crisis, pero nadie recibió tanta pauta oficial del macrismo. Y armaron un operativo, con policías del Gobierno de la Ciudad y personal de seguridad porque viven a los trabajadores como enemigos y así los tratan.
El Grupo recibió 388 millones de pesos por pauta en 2018. Desde la llegada de Macri a la presidencia embolsó más de 1.400 millones, solo por partidas del Gobierno Nacional. Ningún otro grupo mediático en la Argentina recibió tanto. Sobre la calle Tacuarí recibe también la generosa donación de un vallado de unos cien metros (¿gentileza del Gobierno de la Ciudad, de la Policía Metropolitana?) y el aporte de cincuenta uniformados, un micro, una unidad de traslado y dos patrulleros.
“Nos tratan como delincuentes”, explica Bruno. Otros cincuenta y cinco delincuentes como él acaban de ser despedidos. A todos los recibe un custodio de seguridad privada, detrás de un doble enrejado, con una lista y un auricular conectado al resto de la tropa.
“Nos tratan como perros”, amplía Rubén, reportero gráfico, con más de dos décadas en el diario y flamante desocupado.
El martes le pidieron a Guillermo que trabajara el viernes, que faltaba gente para cubrir los partidos. Y de paso se ganaría unos pesos por el feriado. El miércoles, tras 39 años en la empresa, le dijeron al periodista que “no estaba en la nómina”.
Waldemar estaba de licencia por paternidad. El martes nació su hijo. El miércoles fue despedido.
“Me llamaron en diciembre para que agarre el retiro voluntario, me mostraron una lista llena de nombres”, cuenta Diego. “Me dijeron que estaban avisando a algunos pero que a Pablo no le iban a decir nada por su tema de salud”, agrega. Diego rechazó la oferta. Ahora no lo dejan pasar. A Pablo tampoco, y eso que sufrió un ACV el año pasado que lo dejó al borde de la muerte.
Colegas de Eduardo en la redacción opinan de él: “Una gran persona, de las pocas que hay en esta profesión”, “Uno de mis maestros durante mi paso por el diario”, “se encargó siempre de que, cuando éramos pasantes, no nos faltara nada; muchos de mis compañeros de esta camada le debemos su don de gente”. El periodista pregunta al patovica por él. Que no, le dicen.
Hay alboroto en el sitio donde se elabora la agenda de contenidos que luego replicará todos los actores del discurso único en variados canales, diarios y radios. Pero no hay cámaras de noticieros, ni móviles de la TV abierta cubriendo los despidos. Conservan el ejercicio del periodismo decente los medios autogestionados, comunitarios y alternativos y los trabajadores de la TV Pública.
Los afortunados que quedaron en planta realizaron una asamblea en la redacción y fueron valientes y comprometidos con los despedidos: decretaron un cese de tareas y salieron a la calle a apoyar a los nombres de la lista del custodio. La comisión Interna del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, SiPreBA, exigió que se convoque a una mesa de negociación y que la policía se retire del lugar.
La semana pasada, la empresa también cubrió de rejas muchas de las puertas de vidrio del interior del edificio y colocó detrás de ellas hombres de seguridad privada. Tenían todo planeado. Y eso que, –cuentan los delegados del SiPreBA- también hace siete días los jefes de Clarín reunieron a todo el personal para anunciar el rediseño de la redacción para “acelerar la transformación digital”. Comunicaron que algunos empleados deberían trabajar una hora más por jornada porque “sobraba trabajo”. Para la empresa, lo que en verdad sobraba era gente.
El diario Tiempo Argentino presentó en el Congreso de la Nación el primer relevamiento de medios del país. El exhaustivo análisis da cuenta, entre otros valiosos datos, que Clarín es el segundo grupo que más despidió trabajadores de prensa en la Argentina: 385 en el diario y en la planta gráfica AGR, 158 en la Agencia DyN y 19 en ARTEAR (Canal 13 y TN).
Todo se argumenta bajo el ardid de “las nuevas tecnologías” y el “cambio de hábitos del público”. Sin embargo, no hay nada más antiguo y vigente que el derecho a la información. Ni hay cambio más anti democrático y perverso que el que impone Clarín: un periodismo sin periodistas.
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