Una reflexión sobre la cobertura mediática de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, a veinte años de la Masacre de Avellaneda.
L raíz del 20° aniversario de la Masacre de Avellaneda se recuerda a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, dos jóvenes piqueteros que fueron asesinados por la policía bonaerense por defender el derecho al trabajo. Pero, no sólo el Estado a través de su brazo armado –la policía y las fuerzas armadas- viola los derechos humanos, también las grandes empresas de comunicación lo hacen cuando en nombre de practicar un periodismo independiente terminan desinformando a la ciudadanía.
Recordemos aquel titular de Clarín publicado al otro día de los sucesos: “La crisis produjo dos nuevas muertes”, haciéndose eco de la voz del gobierno nacional que sostenía que dos facciones piqueteras que atacaban con piedras y palos a los funcionarios del orden se habían terminado agrediendo mutuamente. Si no hubiera sido porque tres fotoperiodistas, desempeñando holgadamente sus funciones, lograron captar escenas de lo sucedido no se hubiera podido llegar a la verdad de los hechos transparentando el accionar de la policía.
Sergio Kowalewski, fotógrafo independiente, su colega del diario Clarín José ‘Pepe’ Mateo y Mariano Espinosa de la agencia Infosic registraron con sus cámaras la secuencia del asesinato de Santillán en la estación de trenes de Avellaneda. Kowaleski entregó sus fotos a la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, CORREPI, y ésta las llevó al diario Página/12 para poner en evidencia que la versión oficial –según la cual esas muertes habían sido el resultado de un enfrentamiento entre grupos piqueteros antagónicos- era una infamia. El diario Clarín tenía una secuencia similar, registrada por Mateos, que salió publicada recién dos días después.
De esta forma Página/12 no sólo daba un paso gigantesco en honor a la verdad; sino que ponía en jaque la idea de que las muertes de los piqueteros eran atribuibles a la crisis. Tan grosera fue la desinformación que se llegó a hacer un documental de 85 minutos dirigido por Patricio Escobar y Damián Finuarb que llevó el irónico título de La crisis produjo dos nuevas muertes donde se ponía en evidencia la tendenciosa manipulación informativa.
Clarín tenía la secuencia de las fotos la misma noche de la masacre. ¿Por qué no se adelantó a Página/12 y sacó provecho de lo que en la jerga periodística se denomina primicia informativa?
Damián Loreti en su texto Derecho a la información sostiene que la libertad de prensa ha devenido en un derecho que termina protegiendo a la empresa informativa para ganar dinero informando. La libertad de prensa –como cualquier otro derecho- ampara pero no obliga, de allí que si el ejercicio de informar resultara perjudicial para la empresa bien podría devenir en el derecho de silenciar esa información. En el caso que analizamos no fueron sólo intereses comerciales los que llevaron a desinformar; sino, la conveniencia de acompañar ideológicamente a las políticas oficiales.
En este punto podríamos afirmar que la libertad de prensa lesiona seriamente el derecho a la información, esto es la prerrogativa de la ciudadanía a estar informada con la verdad. Se produce un conflicto de intereses entre el periodismo entendido como empresa privada o como bien de la sociedad en su conjunto. El paso del tiempo no parece producir mella en el conflicto que se reedita cuando Alberto Fernández en una entrevista que le concede a Tiempo Argentino en 2019 sostiene que “los medios de comunicación en la sociedad moderna son un negocio” a lo cual Graciana Peñafort –que había participado activamente en la elaboración de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual– le respondió vía twitter que “la comunicación no es un negocio ya que es la piedra angular de todas las libertades y un derecho humano fundamental”.
Recordamos que el viernes 28 de junio de 2002 Página/12 titulaba a doble página: “Yo vi cómo lo mataban” donde la periodista Adriana Meyer entrevistaba a Sergio Kowalewski, el fotógrafo se convertía en un testigo clave para el esclarecimiento de lo sucedido. En este punto cobra importancia la forma como el medio titula e informa sobre lo sucedido en la Masacre de Avellaneda ya que está produciendo una autorregulación periodística, una crítica a la forma como Clarín está desinformando, una manera de informar acerca de cómo se informa.
Resulta llamativo lo poco que se menciona y/o se analiza este concepto en los medios masivos de comunicación. La autorregulación periodística supone un importante desplazamiento del ajuste normativo del funcionamiento de los medios desde el Estado y/o el mercado hacia la sociedad civil en su conjunto y a la regulación que toda la ciudadanía podría producir ejerciendo su libertad de informar amparada en el derecho a la información.
Para terminar, unas palabras sobre el accionar de los fotoperiodistas ya que ellos fueron conscientes de lo que habían visto y fotografiado con lo que estaban leyendo en los titulares de los principales medios. Ellos, a pesar de depender de los editores para los cuales trabajan, fueron conscientes de su independencia en el desempeño de sus funciones profesionales. Amparados en la cláusula de conciencia –que para el periodista forma parte de su prerrogativa de comunicar información- contribuyen en el ejercicio básico de un aspecto fundamental del Estado democrático, que es la pluralidad de opiniones.
La libertad de expresión en una democracia con una estructura social tan desigual es un derecho relativo. Para que la ciudadanía pueda tomar una activa participación civil tiene que tener la posibilidad de expresarse, pero para expresarse tiene que poder acceder al derecho a publicar. La información tiene que organizarse a través de los periodistas profesionales que se han especializado en el arte, la ciencia y el oficio de comunicar, amparándose en la cláusula de conciencia, para no ser meros portavoces de lo que sus editores, productores y/o directores les demandan comunicar. Pero, hoy la información también depende de los ciudadanos que amparados en el derecho a la información deben ejercer no sólo el control de los medios a través de la autorregulación; sino que deben poner en práctica la posibilidad de comunicar.-
Héctor O. Becerra es psicoanalista y escritor.
Su último libro es El paciente sin inconsciente.
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