La supuesta Télam que mantienen Lombardi, Pousá y compañía funciona –es un decir- en Tecnópolis rodeada de seguridad. Mientras tanto, los periodistas de la agencia exigen ser escuchados y que se reincorpore a los trabajadores, de acuerdo a lo decidido por la justicia. Y fueron hasta el CCK para que se oigan esos reclamos que el oficialismo se empeña ningunear.

En estos tiempos, Argentina se volvió una crónica desde afuera, un país que acumula afueras.

Desde afuera los desocupados, desde afuera los del bolsillo anémico, desde afuera los chicos sin vacunas y los jubilados sin remedios, desde afuera los maestros perseguidos y maltratados, desde afuera los trabajadores de TELAM despedidos y desde afuera, también, los periodistas que quieren entrar al Centro Cultural Kirchner a reportar la ocupación del edifico de los que reclaman por la situación en la agencia oficial.  “No se puede entrar”, dice el custodio del CCK  a los que quieren ingresar a ver qué pasa adentro.

Adentro, unos cien trabajadores recorren los pasillos con carteles y haciendo sonar sirenas. En un cesto de basura, la foto de Hernán Lombardi y la leyenda “Vaciador, reincorporación ya”. La seguridad privada que sigue a los manifestantes a cada paso, desde lejos.

La actividad había nacido como una marcha hacia Tecnópolis. Allí se montó una agencia paralela, que el Directorio promocionó como “símbolo de que se superó el temor al hostigamiento sindical y que predomina la firme decisión de defender una empresa estratégica del Estado con la mejor arma posible: la información fidedigna y descontaminada”. Los trabajadores se enteraron de que el predio estaba militarizado, con una nutrida guardia de policía y gendarmería. “Queríamos solicitar a las autoridades una mesa de diálogo, de acuerdo a los fallos judiciales que nos favorecen y ordenan la marcha atrás con los despidos; vimos que podíamos caer en una provocación y decidimos partir al CCK”, explica Esteban, uno de los que se quedó sin su puesto y ahora espera fuera del centro cultural.

Alicia es otra de las quedaron expulsadas de TELAM. Rescata la unidad entre los que quedaron en la agencia y los despedidos e insiste con un pedido que, cada vez más, se parece a una plegaria: “Queremos que nos escuchen, queremos que nos reciban”. Muestra en su celular capturas de pantalla de la “Nueva TELAM” o, como prefieren llamar los despedidos, la “TELAM trucha”. Si el Directorio promete información fidedigna y descontaminada, ofrece en realidad otra cosa. Se pueden observar notas copiadas a otras agencias o medios privados (con algunos párrafos textuales), reportes tardíos (el cable con el partido de Boca y Cruzeiro se publicó ocho horas después de que terminara el encuentro) y un vaciamiento informativo insólito para un medio que se precie de su eficacia (hubo 13 horas en que no se actualizó noticia alguna).

Mientras los trabajadores continúan con su paseo dentro del edificio, llegan unos 20 efectivos de Infantería. Con sus cascos y escudos, se ponen firmes frente a la puerta pero, ellos sí, del lado de adentro. (Repienso el inicio de este texto: Argentina es un país que acumula afueras, pero con muchos policías adentro)

“¡Lombardi! ¿Y lo de “todas las voces”?”, grita uno de los manifestantes. Le pregunta bien puede caberle también, a los diarios Clarín y La Nación. En sus ediciones de hoy dieron cuenta del lanzamiento de la “nueva” TELAM sin apartarse ni una línea del discurso oficial. El medio de los Mitre fue más lejos: acusó al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) de ser una alianza entre “La Cámpora” y el troskismo.

El paro está cerca de cumplir los tres meses. La respuesta del Directorio apunta a insistir en la precarización (la “nueva” TELAM” se redacta, mayoritariamente, en forma remota, con los trabajadores en sus domicilios), la multi tarea y el ataque ideológico como únicos argumentos. La Justicia y el (ex) ministerio de Trabajo comprobaron que en los dos edificios de la agencia no hay impedimento alguno para el desarrollo de las actividades ni “copamiento” sindical. Y, sin embargo, como en el micro cuento de Monterroso, cada vez que un trabajador se despierta la Policía sigue allí. Ahora son las motos de la Metropolitana que hacen tronar sus escapes, cerca de las siete de la tarde. La medida en el CCK llega a su fin.  La pelea de los trabajadores, no.

 

Este es el documento de la comisión interna:

Los trabajadores de la Agencia Nacional de Noticias Télam acaban de iniciar la ocupación pacífica de las instalaciones del Centro Cultural Kirchner (CCK) en reclamo de una solución de fondo para el conflicto con el despido de 357 empleados. Ante la fuga de los funcionarios del Directorio integrado por Rodolfo Pousá, Ricardo Carpena y Pablo Ciarliero, ausentes en los edificios de Télam desde hace 87 días, los trabajadores decidimos hacernos presentes ante el secretario del Sistema Federal de Contenidos y Medios Públicos, Hernán Lombardi.

Después de dos meses y medio de negociaciones frustradas por la intransigencia patronal, los funcionarios resolvieron ayer poner al aire un portal clandestino, que opera desde las instalaciones del predio de Tecnópolis, donde, escondidos y lejos de la realidad, un puñado de jefes periodísticos producen una réplica trucha del potente servicio de noticias público. Para muestra basta un botón: lejos del funcionamiento de una agencia de noticias, el portal amateur de Pousá y Carpena solo funciona entre las 10 y las 18, dañando el prestigio de nuestra agencia.

El argumento esgrimido por la empresa es el supuesto peligro que corre la integridad de los funcionarios que desde hace tres meses no pisan la agencia pública de noticias. Nada más lejos de la realidad. Hace ya más de un mes, el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi y el secretario de Trabajo Jorge Triaca ratificaron que los edificios de Télam no están ocupados, están acéfalos y son el escenario de un conflicto gremial.

Reclamamos la apertura de una mesa negociación formal en la que intervenga el Ministerio de Trabajo y en la que se negocie de manera certera una solución al conflicto y llamamos a las organizaciones sindicales, sociales y políticas a acompañar esta acción.