Periodista con amplia experiencia en la cobertura de todo tipo de catástrofes naturales y todo tipo de siniestros, Sibila Camps acaba de publicar “Periodismo sobre desastres”, un manual imprescindible para los del oficio y también para saber cómo informan los medios.
Un terremoto, una inundación, un huracán, un atentado terrorista, un incendio de bosques, una epidemia no son sólo el hecho puntual en sí –con su cantidad de víctimas y sus daños materiales – sino que desde el momento mismo en que ocurren tienen consecuencias sociales, políticas, económicas, culturales y de todo tipo que se extienden en el tiempo, tanto durante la crisis como después. El periodismo, al informar sobre estos desastres, no es un transmisor inocuo de datos sino que interviene e incide en muchos de estos aspectos. Socompa entrevistó a Sibila Camps, periodista con una vasta experiencia en la cobertura de estos hechos, que acaba de publicar Periodismo sobre desastres (Eudeba), donde aborda todos los costados del tratamiento de la noticia y brinda una guía de acción indispensable no solamente para los periodistas que cubren catástrofes sino también para quienes se informan a través de ellos.
-¿Qué te llevó a escribir sobre cómo cubrir periodísticamente los desastres?
– Pensé en escribirlo al darme cuenta de que eran coberturas muy complejas y que las resolvía muy fácilmente. Entonces empecé a pensar cómo las resolvía y me dí cuenta de que había adquirido una metodología. Fue desde ese punto de vista que lo tomé, porque en general son coberturas muy arduas, caóticas. Por ejemplo, cuando había un gran terremoto o la caída de un avión terminaba con un pilón de a veces 30 o 40 centímetros de cables arriba del escritorio y sin embargo a las 10 de la noche a más tardar tenía una doble página lista, con todo resuelto. Entonces dije, bueno, cómo lo hice. Y en la redacción me preguntaban lo mismo. La respuesta fue este libro.
-Claro, pero antes que eso, ¿qué te llevó, de alguna manera, a convertirte en una experta en cubrir este tipo de hechos?
-Recuerdo que uno de mis jefes me preguntaba por qué me gustaba tanto cubrir desastres y emergencias. No se lo dije en ese momento, pero uno de los motivos era y es que a río revuelto, ganancia de pescadores. Lo que me gusta a mí de la cobertura de desastres y emergencias es justamente lo multidisciplinario, es decir: hay que trabajar geografía, política, producción, economía, cultura, salud, salud mental. Trabajás muchas veces también con lo judicial y, obviamente con lo social. Y además implica, sobre todo cuando una está en el lugar, un contacto humano, conocés gente muy diferente permanentemente. Eso a mí me fascina: poder abarcar en un hecho, en un solo hecho, una cantidad de aspectos tan amplia. En medio de ese caos una pude tomar distintos ángulos que impliquen también un cuestionamiento de cosas que son previas y que han facilitado el desastre o que han hecho que el desastre o la tragedia sean más graves.
-Una cosa es cubrir en el lugar y otra desde la redacción. En este último caso, ¿el caos propio del desastre o la catástrofe no se traslada también a tu escritorio? ¿Qué es lo primero que hacés? ¿Seleccionas el material y evaluás la confiabilidad de las fuentes?
-Exacto. Yo planteo que hay que ver la cobertura del desastre o de la emergencia como un proceso. No empezás con las consecuencias, empezás con la descripción del hecho, con la atención a las víctimas, a las personas afectadas. Es decir, tenés todo un proceso. Ese es el primer elemento que hay que ver…
Primero hay que encontrar los cables o las notas básicas, que reúnen la mejor información, por lo menos en el momento en el cual uno aborda la cobertura. A veces son noticias muy escuetas, muy breves, porque son del primer momento y tienen información incompleta o errónea o imprecisa. Entonces, a partir del hecho de tomar uno, dos o tres cables, y también notas, sobre todo si fueron publicadas en medios del lugar, que reúnen más o menos la información básica, una puede marcar cuáles son los puntos sobre que hay que abundar la información y partir de ahí seleccionar las fuentes.
-En el momento mismo que un desastre se transforma en noticia, el periodismo pasa a ser un factor más. Es decir, no sólo informa sino que influye, y eso puede ser positivo o negativo…
-Ese es uno de los motivos por los cuales reedité este libro y además lo amplié y lo completé, especialmente hablando sobre los mitos de los desastres. Es decir, el desconocimiento sobre la cobertura de los desastres y de las emergencias hace que los y las periodistas metan la pata.
-¿Cómo?
-Por ejemplo, cuando dicen que se necesitan determinadas cosas que en realidad no hacen falta y eso implica poner presión a las autoridades para dar respuestas a la sociedad, respuestas que son absolutamente innecesarias y que obligan a derivar dinero, recursos, a actividades o gastos que son innecesarios en lugar de ponerlos donde sí hace falta…
-¿Por ejemplo?
-Recuerdo el un caso de una ciudad de Santa Fe, hace unos años, cuando hubo una gran sequía en el Chaco. Una nena de esa ciudad santafesina, de apenas once años, empezó en su escuela toda una campaña para juntar botellitas de agua. Todos sus compañeritos y otras personas llevaban botellitas de agua al colegio para después llevarlas al Chaco. Y los medios se fascinaron con eso e hicieron notas gráficas, en la radio y en la televisión. Todo sobre la nena y su campaña… y las botellitas seguían llegando y llegando. La cuestión era que salía mucho más caro el flete que las botellitas. Y además lo que se busca en ese tipo de situaciones es en todo caso aportar dinero para poder movilizar el comercio en el lugar, que se resiente mucho.
-Muy poco racional y, además, ineficaz…
-Sí, pero además hay otras cuestiones que hay que tener en cuenta y para eso hay que saberlas. Las personas que viven una situación de desastre están conmocionadas, shockeadas, y eso las puede llevar a pensar o decir cosas que no son exactamente como las ven o como las cuentan. Entonces hay que tener muchísimo cuidado en eso. Por ejemplo, una persona que perdió todo en una inundación siempre va a pensar que lo que le dieron es poco, y si le dieron poco es porque los demás se lo afanaron. Por el otro lado, casi siempre, como lo que les pasó es terrible, creen que su caso es el peor. Por eso hay que saber cómo abordarlas y también evaluar lo que dicen, porque pueden tener una apreciación equivocada de la situación general al estar tan centradas en lo suyo. Es muy difícil, hay que conocer muy a fondo todo este tipo de cuestiones para saber cómo trabajarlas y cómo acercarse también sin hacer daño.
-Una cosa es la cobertura global, desde la redacción, y otra cosa es cuando un cronista está en el lugar. ¿Cómo hay que articularlas?
-El cronista necesita un apuntalamiento desde la redacción o desde la producción, si hablamos de radio o de televisión. El problema está en que a menudo quienes están a cargo de la edición o de la producción no tienen la experiencia en este tipo de situaciones y por lo tanto muchas veces piden notas o que se haga foco en cuestiones que no son las importantes. Ese es el problema, y por eso yo dedico una parte importante del libro justamente a las tareas del editor o de quien está a cargo de manejar la cobertura desde el lugar central, porque hace falta también tener determinadas condiciones y, por supuesto, conocer de qué se trata.
-En cuanto al lugar que se les da a las catástrofes en los medios, hay una suerte de fórmula que se repite en las redacciones que sostiene que importan más diez muertos a la vuelta de la esquina que un millón en un lugar remoto. Desde tu punto de vista, ¿eso es tan así?
-Sí, es lógico. Es imposible que no sea así, porque también nos pasa a nosotros. Cualquier ser humano se conmueve más con lo que le pasa a alguien allegado que a un extraño. Es normal, tiene que ver con una cuestión de empatía y de cercanía también, forma parte de una norma elemental del periodismo. Y hay otras cuestiones, que tienen que ver con las características de cada lugar. Por ejemplo, nosotros, en Buenos Aires le daríamos muy poca extensión a un choque con cuatro muertos en la ciudad. En cambio, si ese choque ocurre en un pueblo chico, seguramente va a tener una cobertura mucho mayor. Digamos, la equivalente a la que nosotros le daríamos en Buenos Aires al vuelco de un micro con 15 ó 20 muertos. Es inevitable.
-La primera edición de “Periodismo sobre desastres” es de 1999. Esta es una versión ampliada, donde incorporaste aspectos que en aquel momento casi no influían, como las nuevas tecnologías, o no se tenían casi en cuenta, como las cuestiones de género. ¿Por qué es importante una perspectiva de género en la cobertura de catástrofes o emergencias?
-A fines de los 90 yo no era consciente de eso. Lo empecé a desarrollar a partir de 2008, cuando empecé a trabajar en forma consciente los temas de género y sobre todo de violencia contra las mujeres. Anteriormente no lo había tenido en cuenta; es un trabajo que una va haciendo interiormente y que además es un camino de vida. Una vez que ves las cosas de esa manera ya no las podés abordar los hechos sin esa perspectiva.
-Dame un ejemplo…
-Tiene que ver con que en general las mujeres son las que suelen reaccionar más rápidamente ante situaciones de desastre. Yo recuerdo la inundación de Santa Fe del año 2003, recuerdo haber estado en uno de los lugares que se habían armado como centro de evacuados, que era la escuela normal, un edificio muy grande, de una manzana. Ahí las mujeres estaban activas, cuidando chicos, haciendo cosas, tratando de seguir adelante, y los hombres que había estaban prácticamente catatónicos, no los veías hacer nada. En los desastres, las mujeres actúan fundamentalmente porque tienen hijos, y en las tareas de cuidado suelen ser las más activas. Ahora, ¿qué pasa, cuando hay que empezar a sacrificar cosas porque se perdió mucho y no hay posibilidad de recuperarlo? Son las mujeres las que van cediendo más, las que ceden antes, las que pierden más, las que no pueden recuperar… Por ejemplo, no pueden volver a estudiar, resignan actividades que estaban haciendo que tienen que ver con lo personal, resignan también la alimentación para que no les falte a los chicos o a las personas ancianas. Resignan muchísimas cosas. Si no se tiene en cuenta esto, se piensa que la situación es generalizada y no es así.
-La catástrofe lleva de alguna manera a la agudización de la situación de la mujer en la sociedad…
-Claro, agudiza las desigualdades, exactamente.
-Otro tema que incorporaste es el de las redes sociales.¿Cuánto aportan para favorecer la gestión de la crisis y cuánto a la confusión general?
-Bueno, es difícil de medir y depende del país. Por ejemplo, Argentina es un país que no tiene prácticamente gestión de riesgo. Gestionar el riesgo significa tener en cuenta qué hechos pueden ocurrir en una ciudad, en una región, en una provincia o en un barrio; cuáles son las vulnerabilidades y cómo reducirlas al mínimo. Con esa evaluación, hau que tener algún plan por si hay una contingencia y llevarlo adelante con la comunidad. Eso es la gestión de riesgo. La gestión de riesgo incluye lo que es la comunicación de riesgo, que no es lo mismo que la cobertura periodística. Es decir implica cómo debe el Estado comunicar a los distintos sectores de la población. Tiene que comunicarle a las personas qué es lo que está ocurriendo, qué es lo que deben hacer, cómo deben prepararse y reaccionar, qué es lo que no va a ocurrir, etcétera. Entonces, si la comunicación de riesgo, la comunicación del desastre, está bien armada, las redes sociales son utilísimas. Con buena información oficial que después la comunidad misma puede multiplicar por las redes. Desde ese punto de vista, siempre y cuando las autoridades sean creíbles, las redes son una herramienta formidable.
-Siempre y cuando, entonces, haya una buena gestión comunicacional desde el Estado. ¿Y si no la hay?
-Si hay una ausencia de las autoridades en la comunicación oficial, o si la comunicación oficial es incompleta para la población, entonces obviamente ese espacio va a ser ocupado desde otro lugar, por usuarios de redes sociales que quizás no tengan los conocimientos necesarios, o quizás sean malintencionados, y entonces con intención o por ignorancia pueden hacer muchísimo daño.
Sibila Camps presentará “Periodismo sobre desastres” el 11 de agosto en la Feria del Libro de Tandil.