Marcelo Zlotowiagzda murió ayer. Un periodista riguroso, querido y respetado por sus colegas, aún en las diferencias, por su manera virtuosa de ejercer el oficio y su capacidad de escucha y diálogo. Una despedida que duele.
Un recuerdo de la prehistoria y una muestra al fin y al cabo inocente de lo vivillos y lo cínicos que podemos ser los periodistas, incluyendo progres y combativos. A Zloto lo conocí en el arranque de la experiencia de la cooperativa de periodistas (y fotógrafos y algún otro) que salvó a la revista mensual El Porteño de la muerte decretada por Gabriel Levinas. Entiendo que Marcelo venía ya de colaborar con Eduardo Aliverti en la radio Belgrano (Belgrado) de entonces. Una primera noticia en desarrollo que publicó Página ayer, cuando se supo de la muerte de Zloto, decía que fue al revés. Que pasó de El Porteño a Belgrano. Yo creo que no fue así. Como fuera, Zloto se había interesado en participar de nuestra alegre agitación de periodistas alternativos con rancho propio, sin patrones. Y trajo creo que como primera colaboración una nota sobre una cooperativa de… paralíticos. En aquel entonces no se decía capacidades diferentes o alguna de esas fórmulas.
La nota era medio ploma. Los que estábamos a cargo de la edición nos miramos y reimos y nos preguntamos si publicarla o no y cómo titularla, porque no era fácil. Salió el chiste fácil: “Una cooperativa que camina”. Todos teníamos veintipico. Ese es mi primer recuerdo de Zloto haciendo mucha fuerza -mi memoria no es buena- para pasar directamente a Zloto en Página/12 y luego en el suplemento Cash. Por alguna cuestión prodigiosa (o por razones nada paranormales), entre el paso de Julio Nudler, el de Marcelo y el de Alfredo Zaiat, la sección de Economía fue una escuela maravillosa y renovadora de periodismo económico. Eso es así hasta hoy y creo a la distancia que Zloto nunca abandonó el ideario de esa sección, y el suyo, a favor de una sociedad más igualitaria.
Los recuerdos viejos se me confunden y mezclan. Me enteré ayer por un posteo de Pablo Alabarces que en la facu Zloto había sido militante de no sé qué agrupación. Cuándo no, entre los miembros fundadores de Página (vos no, Lanata). Caramba, ex militante y ex El Porteño como lo había sido Rolando Graña, otro ex Página inicial, colega porteñazo inclasificable, hoy resistido por la progresía y el kirchnerismo, pero dueño de una verba y una velocidad mental envidiables. Esto último es innecesario pero pinta un poco lo que era el clima del diario: periodistas con muy malos antecedentes prontuariales y ganas de comprometerse. Las evoluciones posteriores son otra cosa.
Ayer, un posteo
No sé cómo continuar esta nota, nacida de un posteo en caliente y que intenta ser texto periodístico ahora a pedido del compañero socompero Daniel Cecchini. Voy a retomar por el posteo, enganchándolo directamente aquí. Va completo y luego vemos
Me acaban de decir que falleció Marcelo Zlotowiagzda, Zloto. Unos cuantos sabían que estaba enfermo. Me da mucha, mucha pena. Improviso. Le tenía mucho respeto a Zloto y bastante cariño. Tengo que decir que el cariño creció al saber de su enfermedad. Es más: creció porque en los últimos meses, y mientras se notaba su deterioro físico, un tipo como él, que era muy mesurado, contenido, enigmático para mí, se fue mostrando más y más emocional. Se emocionó en el espacio que le dedicó en su programa a las cronistas villeras, se mostró cariñoso, afectuoso con sus colaboradores, con gestos que yo al menos no le conocí, por supuesto que sin conocerlo mucho. Sí lo conocí en términos de años: hacia 1984 u 85, cuando desde radio Belgrano comenzó a laburar e integró la cooperativa que salvó la revista El Porteño. Luego varios años en Página y en la muy opinable revista 21. En Página, Zloto, siendo un periodista ya destacado, se mostraba solidario y activo en las asambleas, colaboraba con los números que debía hacer la comisión interna. Era un muchacho guapo, inteligente, muy buen deportista, con algo de chico 10. No lo conocí bien realmente, no voy a sanatear. Creo que era un buen tipo y -repito- un muy buen periodista. Por favor sean respetuosos con este posteo los que igualan a todos los periodistas que fueron críticos con el kirchnerismo. Tengan en cuenta como dato que no es casual que Claudio Martínez, otro buen tipo, haya sido el productor del programa en C5N.
Alcancé a mandarle hace unos días a Marcelo un mail cariñoso y engañoso sin aludir a su enfermedad porque no daba y nuestra relación era de afecto y encuentros más que esporádicos, no de intimidad. Busqué la excusa de felicitarlo y decirle alguna cosita como fuera. Marcelo contestó bonito, súper breve, supongo que bajoneado.
A ver muchaches si lo podemos recordar incluso con admiración: un tipo que siguió laburando hasta el final, poniendo la mejor sonrisa posible (que le salía torcida), pidiendo un impuesto a los más ricos, valorando lo que le quedaba de vida, supongo, o no sabiendo si iba a salir o no.
A mí ese esfuerzo final me parece súper recontra admirable.
Espero no haber sido cursi y -de nuevo- pido respeto por Marcelo y por este posteo.
Reprise
Ese fue mi posteo y mayor se hizo mi tristeza, con algún llantito, a medida que se sumaban comentarios de ex compañeros de laburo con Zloto. La tristeza en conjugación con el tiempo hace maniobras ilegales, raras. Porque sucede que desde el principio hubo en Página mucha muerte (Lía Levit, Soriano, Briante, Gelman y otros; luego Salvador Benesdra, Claudio Uriarte). Eran muertes que sucedían a las otras muertes de los 70, las de los recordatorios de los desaparecidos en el diario. En parte es por eso la tristeza (y porque creí que iba a zafar de la muerte, Marcelo). Pero por supuesto también por un tipo respetado y querido, al que uno hubiera querido ver y disfrutar con el nuevo gobierno, no muerto con la sórdida agonía de Macri.
Ahora quiero decir que, como tantos, aprendí bocha de economía con Zloto, tal como me pasó con Nudler o Zaiat. Marcelo no escribía lujoso. Era de una escritura rigurosa, clara, didáctica, consistente, nunca florida ni canchera. Como no le faltaba sentido del humor, aunque creo que era más de festejar chistes que de hacerlos, un día hizo algo excepcional para lo que eran sus notas. No sé si fue Guido Di Tella durante el inicio del menemismo el que habló de la necesidad de establecer “un dólar recontra alto”. Entonces Zloto escribió una contratapa muy pero muy ingeniosa y divertida sobre el asunto del dólar recontra alto.
Algunos por ahí dicen que Zloto era un progre liberal, o un liberal progre. Puede que lo fuera políticamente -lo dudo- o en el ejercicio de la profesión -ahí sí, quizá, por pluralista y respetuoso-. Pero liberal en lo económico, lo dudo mucho. Siempre planteó la necesidad de un Estado fuerte e interventor. Pedía un sistema impositivo progresivo y redistribuidor de la riqueza. Recuerdo viejas notas que tomaban el ejemplo de Francia, en donde se prohibe que las cadenas de supermercados compitan con lo que nosotros llamamos almacenes dentro de los tejidos urbanos, en los barrios de las ciudades. Le decía al establishment liberal que no existe un capitalismo virtuoso en abstracto al que apelar con gestos magníficos sino muchos capitalismos distintos en el mundo, muy distintos.
Escribo y no puedo quitarme de la cabeza los comentarios desdeñosos sobre Zloto hechos en Facebook, comentarios cuadrados, a lo largo de estos últimos años. Que pueden explicarse quizá por el paso de Zloto, junto con Ernesto Tenembaum, por TN. Sin embargo, ese programa fue casi un lujito que se dio el sistema Clarín hasta que rajaron a ambos. Recuerdo perfectamente que el comportamiento de Zloto en ese programa no era el del salvajismo promedio del sistema Clarín sino lo típico en Marcelo: racionalidad, argumentación, serenidad, incluyendo un trato muy respetuoso y cercano cuando en el programa caían integrantes de Carta Abierta.
Será porque me afectan demasiado esas mezquindades políticas (o más bien humanas) que me sorprendió y mucho el impacto que tuvo la noticia de la muerte de Zloto en la única red que uso, Facebook, y parece que lo mismo sucedió en Twitter, con colegas de muchos palos que lo querían bien. Muchos posteantes de los mundos kirchneristas -no pocos de los cuales lo criticaron por “equilibrado”, por su paso por TN, por tibio o por “funcional a la derecha- confesaron que ante la noticia de su muerte descubrieron perplejos no solo que lo respetaban como periodista sino que… al final lo querían.
Supe de la noticia no por el anuncio del Gato Sylvestre (justo lo había dejado de ver) sino desde una voz entristecida que me llamó por el celu. Inmediatamente sentí, aun más triste, la necesidad de homenajearlo en FB, que es para mí –digámoslo– un espacio de terapia o de contención con demasiada (¿?) frecuencia. Sorpresa apenas posteé: fueron cayendo los likes, los emoticones de tristeza, los corazoncitos y los compartidos a lo pavo. A medida que aparecieron en los comentarios ex compañeros de laburo con los que trabajamos con Zloto, más tristeza. Estoy escribiendo a las seis de la mañana porque la notebook, a la que suelo dejar encendida, no sé cómo se puso a bramar la señal de C5N y ya no pude dormir. Voy a Face ahora mismo y me encuentro con algo que nunca me pasó pese a ser adicto al Face: 874 vistos (o como se llame la suma de los putos emoticoncitos) a esta hora, 127 compartidos (7.55 AM, terminada la nota son 933 “reaccionaron”, 133 compartidos. Nunca me pasó, por algo será).
¿Pero cómo? ¿No era que Berco es un trosco, Tenembaum un pelotudo y Zloto un ex cómplice de Magnetto? Parece que no, y no porque otra vez “la muerte embellezca”. Esta vez la muerte, la noticia de una muerte, hizo alguna oscura justicia y puso las cosas en su lugar: Zloto era un tipo respetado y más que a menudo querido.
¿Por qué la tristeza en Facebook, el mismo puto día en que murió un nabo como Cacho Castaña, con sus correspondientes y espantosas coberturas mediáticas? Porque era joven, se dijo. Sí. Porque era buen periodista, sí. Porque “yo muchas veces discrepaba con él pero…,” sí.
Pero hay otra explicación nada reveladora, evidente, que habla de Zloto como una clave de nuestra biografía colectiva desde 1983. De radio Belgrano con el alfoninismo a C5N con eclipse macrista. Mucha historia personal nuestra -esperanzas, alegrías, primaveras democráticas, fracasos horribles de nuestra democracia- encarnada en el Zloto de la gráfica, el Zloto de la tele con Lanata, el Zloto de cantidad de programas de radio, el Zloto de C5N. Esa pelea periodística de Zloto por una democracia más igualitaria es la nuestra también, y lo mismo sucede con su búsqueda de elevar el debate periodístico invitando a académicos o tipos capos; abriendo el juego y democratizando a través de las cronistas de La Garganta; siendo siempre humilde (escuchante, sería una mejor palabra) ante el saber del otro, caso Álvarez Agis estos últimos meses.
A propósito de Lanata, dos anécdotas. Cuando de puro ingenuo yo creía todavía que Lanata no era tan turro, un día le dije a Zloto que me parecía que el tipo era generoso con su equipo en la tele, como que le daba espacio. “¡¡¿¿Generoso??!!”, me dijo Zloto, bien irónico. Entonces me contó del día en que él, Marcelo, llevó al estudio de la tele a un invitado importante, cómo fue que le hizo un par de preguntas y cómo inmediatamente después Lanata le saltó a la yugular: acá el que hace las preguntas, el protagonista, soy yo.
La segunda anécdota me deja en la incertidumbre. Un día Zloto me invitó a su programa de radio para que hablara del libro que escribí sobre Lanata. Siempre buenas preguntas. Pero el guacho, aunque cariñoso, permanecía como siempre, distante, sin opinar sobre Lanata siendo que él lo conoció mejor que yo. ¿Por qué calla?, me pregunté y me pregunto, sin saber las respuesta.
Despedidas
Alfredo Zaiat, otro referente para mí en periodismo económico, alguna vez, de muy tiernito, fue Alfredito, o Arbolito para la redacción, ya que se dedicaba al principio a los temas financieros, nunca al estilo Ámbito.Al igual que Marcelo, Alredo era un gran jugador de tenis y de paddle (el saque venenoso de Zloto en el paddle me volvía loco). En su nota de despedida a Zloto en Página de hoy, Zaiat cuenta que Marcelo arrancaba la jornada de laburo con dos cafecitos simultáneos y un pucho, cosa que me sorprendió. Porque mi recuerdo del Zloto de los 80 es el de ese chico 10 sanote, guapo (el más lindo de la redacción según votación realizada por las compañeras del diario vaya a saber en qué año), deportista, casi un atleta merecedor de toda mi envidia masculina. Dice Alfredo que lo leía a Marcelo desde sus notas en El Periodista. Que la relación de amistad nacida en el diario duró hasta ayer, que algunas de sus propuestas impositivas para que los ricos pongan la tarasca llegó a oídos de Alberto Fernández (AF le dedicó un tuit muy emocionado a Zloto) y que acaso la idea se incorpore al plan del gobierno que viene de alguna forma.
Mirando de todo un poco tras saber de la muerte de Marcelo también leí por ahí que en su último y muy reciente cumpleaños pidió que no le reglaran nada, pero sí guita para algún emprendimiento de La Garganta Poderosa.
En la otra breve y preciosa despedida en Página que debe haber escrito a los pedos, José Natanson cuenta algo de ese cumpleaños, del rigor de Zloto, de su solidaridad con los laburantes de los medios, de su capacidad “para manejar el ego” tanto como de su racionalidad, de esa distancia tan suya que sin embargo festejaba el ingenio, los chistes, el sentido del humor. Hasta que en la nota asoman juntos el cáncer, el cumpleaños final y acaso el propio llanto impotente de José. La nota cierra así: “¿Te divertiste?”, me preguntó. “No”, le respondí. Se río y me agarró, dos fríos medio borrachos abrazándonos en la madrugada”.
La muerte genera tristeza pero bronca también. De modo que ahora vengan de a uno a repetir qué pelotudo que es este Natanson que dijo que el macrismo era una derecha moderna democrática. Sí, la pifió en esa definición, y supongo que no debe pensar hoy del mismo modo. Un modo de hablar bien de Zloto, o de nutrirse de él, es homenajear su capacidad de escucha y de diálogo. De hacer dialogar inteligencias. De eso necesitamos mucho desde siempre. Y más lo necesitaremos en los tiempos que vienen.
Chau, Marcelo. Como en tantísimos casos, con tanta gente, con tantos periodistas (pienso en Pasquini Durán) o con los propios viejos, llego tarde. Me hubiera gustado conocerte mejor, y enriquecerme del mismo modo.
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