La movida se cocinó a fuego lento. En los tiempos propios de Socompa. La propuesta: analizar qué significa hacer periodismo en el escenario actual. También, y sobre todo, escuchar a los lectores. Un ejercicio saludable. Aquí, algunos apuntes sueltos de una juntada que promete repetirse con un temario que no tendrá restricciones.

Y se armó el debate. El primero de los muchos que se vienen. Fue en el Centro Cultural Padre Mugica, en el barrio de San Telmo. Allí se fueron arrimando el miércoles a la tardecita los socompas, esa amplia comunidad de periodistas y lectores que se comenzó a cocinar no sin cierta complicidad de pareceres y preocupaciones hace ya más de dos años. La idea: debatir qué significa hacer periodismo de frontera en los tiempos que corren. Nada fáciles por cierto.

En el transcurso de la charla, que tuvo a Roly Villani como coordinador y a Marcos Mayer y Daniel Cecchini como introductores, quedaron planteadas muchas cuestiones. Algunas tan viejas como el periodismo mismo. Otras, propias de los tiempos que corren. Muchas puntas para pensar y repensar los márgenes de acción en lo que se mueve el periodista, su relación con el poder político y económico, cómo posicionarse desde la línea editorial de cara al desmantelamiento del Estado, el rol de los medios alternativos… y así un largo y motivador etcétera.

Tampoco estuvo ausente un breve repaso por la historia de Socompa, una realidad que nació de la convocatoria de Eduardo Blaustein y que tiene para sus hacedores, tras discusiones y propuestas varias, un único denominar común: saber qué medio no queremos construir. Una no-definición que se verificó fructífera y que en la práctica dejó a cronistas, editores, fotógrafos y colaboradores amplios grados de libertad. Una libertad de acción que apunta, como destacó Villani, “a estallar los formatos tradicionales para intentar reflejar el estallido de un Estado que aunque deficiente había sido hasta el momento existente”.

¿Se trata entonces de hacer periodismo militante? Villani, Mayer y Cecchini coincidieron en destacar en que no hay periodista que no milite alguna idea. Se sabe: la objetividad no existe. El recorte está siempre presente. Valía la pena recordarlo. Una conclusión imprescindible que despabiló a más de un lector despistado. Ya nadie muerde el anzuelo. “El punto es explicitar desde dónde se enuncia, desde qué lugar se escribe. Se trata, en definitiva, de algo tan sencillo como de ser honesto con uno mismo y con los lectores”, propuso Cecchini.

Menudo tema que los propiciadores de la frecuentada grieta buscan enmascarar desde los medios hegemónicos. Algunos para apuntalar un proyecto neoliberal. Otros para imponer la no menos mentada “realidad”.

“Hay quienes buscan en el pasado los orígenes de los males actuales. Otros, desde el periodismo opositor, se regodean con la víctima de sus críticas. Me preocupa el efecto de esta situación”, señaló Mayer. Quedó claro que no todo es blanco o negro. “La grieta es una construcción simbólica que sirve a objetivos electorales por un lado y a encubrir la contradicción de fondo que hay en toda sociedad, entre obreros y patrones, ricos y pobres”, apuntó Cecchini. Hacia esa zona compleja se adentró Mayer cuando destacó que aún en los medios hegemónicos se suelen colar posturas disonantes. No muchas, pero sí algunas. Una invitación a cuestionar la comodidad de una lectura que nos confirma nuestras opiniones.

El desmantelamiento de las empresas periodísticas tradicionales fue otro de los ejes de la discusión. La lectura de Cecchini subrayó que, excluyendo los años de la última dictadura, se trata del peor momento de la historia para el periodismo. “La censura, brutal y homicida de la dictadura, se da hoy por otros instrumentos. No hay censura directa, pero sí asfixia económica. La publicidad de las empresas está con los grandes medios de comunicación. Son actores que en muchos casos hacen negocios a la sombra del poder”, planteó Cecchini. A esa altura de la charla, las intervenciones, por esas dinámicas propias de los debates, puso sobre la mesa un tema picante: la ética de los periodistas.

¿Puede un periodista trabajar en un medio cuya línea editorial va en contra de sus convicciones? “Sería como culpar de represores a los obreros de la Ford por haber construido el Falcon”, terció Cecchini. “Somos laburantes y como cualquier laburante tenemos que parar la olla. No siempre tenemos la suerte de trabajar en un medio que coincide con nuestra visión. Siempre hay presiones y debemos convivir con ellas”, lo siguió Villani. La respuesta pareció dejar conformes a algunos de los asistieron. No tanto a otros, que levantaron posturas más intransigentes.

La juntada dejó muchos más temas. Algunos de manera difusa, otros no tanto. En definitiva no era el objetivo arribar a conclusiones, ni plantear hipótesis propias de la academia. Muchos menos saturar a quienes se acercaron con las cuitas propias del oficio. Se impuso, como era previsible, el lenguaje y los modos de las redacciones. Esos espacios cada vez menos frecuentes y que Socompa, a su manera, con limitaciones y aciertos, procura conservar.

Una tenida, grata por cierto, que se cerró con una invitación. La hizo Víctor Ducrot, anfitrión y maestro de ceremonia. Sí, habrá nuevas socompeadas que prometen cerrarse con los deliciosos platos de El Pejerrey Empedernido. Obvio, no todo es debate y trabajo. Tal vez sean en el Centro Cultural Padre Mugica. Tal vez, no. En cualquier caso, ya les avisaremos dónde para seguir charlando y  debatiendo sobre otras cuestiones. Será hasta la vista.

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