El blindaje mediático del macrismo ha mostrado en estos años su brutal eficacia. Y no solo ganó por eso. Del otro lado -aunque haya mucho más – apenas se muestran narcisismos y conveniencias pseudoresistentes que terminan siendo funcionales.
Nosotros hemos demostrado que se puede convivir con medios totalmente opositores como hemos tenido nosotros con C5N y Página 12 y no sé cuántos más”, dijo hace unos días Mauricio Macri en una complaciente entrevista para CCN en español.
La frase del presidente -que en este caso no puede adjudicarse a su espontánea estupidez sino a otra cosa – desató la esperada y funcional ola de indignaciones.
Las respuestas de esa in-dig-na-ción -para decirlo con el silabeo de Gustavo Sylvestre en el horario central de la noche de C5N – vinieron por el lado de esos hechos que parecen notorios para todos pero que en realidad solo conocen unos pocos y, encima, esos pocos son los del palo indignado y no se entera nadie más: que los dueños de C5N están presos cuando otros en iguales condiciones de empresariado delincuencial no lo están; que a Roberto Navarro lo echaron del canal por presiones del gobierno; que por aprietes muy parecidos – pero sin cárcel gracias a un pedido expreso que Horacio Rodríguez Larreta le hizo a Macri – el patrón peronista de Página/12, Víctor Santa María, rajó a Horacio Verbitsky.
Llamativamente en esta cosa in-dig-na-da por las declaraciones de Macri, nadie se detuvo en los “y no sé cuántos más” medios opositores que existen. No se habló de El Cohete a la Luna, ni de Socompa – con perdón editorial por lo autorreferencial en este sitio -, ni de Anfibia, ni Tiempo Argentino, ni de tantos, tantísimos más.
Porque – y lamentablemente para uno y otro lado – lo que importa es la grieta, una grieta periodística que reproduce la supuesta grieta política y social.
Vamos: que de un lado están Lanata, los Leuco, el sargento Feinman, Luis Majul, el hijo bobo de Miguel Wiñaski, mientras que del otro se yerguen enormes héroes de la libertad de expresión como el silabero del lugar común y el profeta de los editoriales interminables por radio y televisión.
Ahí los tenés: River vs. Boca, Boca vs. River, el clásico nacional y los demás son de palo. Amores y odios acríticos donde lo único forcluido es pensar.
“Periodismo de guerra”, como lo llamó un editor de Clarín, de uno y otro lado.
Claro que no son delcañísticamente lo mismo. Unos hacen operaciones político-periodístico-judiciales; los otros solo se indignan, pero tratan de mostrar una realidad que se les escapa pero que sostienen – cuando su narcisismo se los permite – con el trabajo de periodistas de verdad.
Los “periodistas del régimen” editorializan sin tapujos, entrevistan funcionalmente, aprietan, tergiversan. Del otro lado se podría hacer otra cosa incluso en los espacios de los “pontífices de la resistencia”, porque hay con qué.
Por ejemplo: Víctor Hugo Morales tiene en su programa a Gabriel Morini, pero cuando éste, con buena información, intenta desarrollar algo, el pontífice lo interrumpe para reafirmar su propia posición, que en general no tiene nada que ver con lo que Morini está diciendo sino con su obsesión por Magnetto y/o algunos jueces por los que cultiva una personal inquina.
Por ejemplo (again): Sylvestre necesita apoyarse en profesionales realmente capaces y bien informados como Irina Hauser, Juan Amorín o Pedro Brieger, y lo sabe; pero apenas dicen algo que sería bueno desarrollar los interrumpe para continuar con su propio stand up supuestamente periodístico.
Los “periodistas del régimen” cumplen su función sin molestias de otro tipo, como conseguir guita, porque eso ya está; en cambio, del otro supuesto lado, Sylvestre tiene que tirarle constantes centros de gol a Rodríguez Larreta o callar sobre las barbaridades de Vidal porque de ahí viene la guita.
Si se sale del microclima politizado que consume periodismo, el resto lee poco, escucha bastante radio y vive colgado de la televisión. Ahí es donde se juega esa grieta, que excluye – de uno y otro lado – la posibilidad de informar cómo se debe. Es decir: para que sirva, para que cambie algo.
Del lado A de este disco rayado no se ocupará lo poco que queda de estas líneas. En Socompa se ha escrito mucho sobre Leucos, Lanatas, Majules, Feinmans y otros bichos de esa especie.
Lo que supuestamente se le opone a ese lado A es el lado B, pero no es en realidad tan así, porque, como todo lado B, cumple su función: la de habilitar, la de validar, la de darle entidad a la declaración de Macri, el Lado A. Y, de paso, obturar otras maneras de ejercer el periodismo, como la de informar bien en lugar de editorializar todo al pedo, por ejemplo.
Porque de uno y otro lado: los editoriales han desplazado a la información, hasta ahogarla.
(Hubo un tiempo que fue hermoso, cuando las editoriales eran breves y sólo decían desde dónde se estaba informando).
En ese sentido, del lado de la grieta que declamen que se sitúan – unos y otros – son igualmente cómplices de un crimen: el asesinato del periodismo.
Y será un crimen perfecto, porque nadie va a dar información sobre los hechos.
PD: de la patética solicitada #SantoroEsPeriodismo y de sus patéticos firmantes aquí no se comentó ni comentará nada.
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