Cuando, bien entrada la madrugada del lunes, los detenidos durante el show represivo montado por el gobierno al terminar la marcha por Santiago Maldonado fueron liberados la encontraron esperándolos por si necesitaban algo.

Alguna vez contó que antes del golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976, angustiada por su seguridad, le había pedido a su hijo Carlos Gustavo que tuviera cuidado, que no se mostrara mucho en las manifestaciones, que no se pusiera adelante, en la primera fila. Y también contó la respuesta que le dio Carlos Gustavo.

Yo no te voy a prometer eso mamá, porque vos querés que vaya el hijo de otra madre. No voy yo y va otro y es lo mismo, le dijo.

Gustavo, como lo llamaban todos, era estudiante de Ciencias Económicas y militante de Montoneros. Tenía 24 años, estaba casado con Ana Cernadas y tenía un hijo, Damián, de dos años, cuando fue secuestrado el 15 de abril de 1977 cerca de la estación de trenes de Castelar.

Desde entonces está desaparecido y no hay registro de su paso por ningún centro clandestino de detención.

Desde entonces, Nora no ha parado de buscarlo un solo día. Fue una de las primeras “locas” que empezó a dar vueltas y vueltas por la Plaza de Mayo exigiendo una aparición con vida que con los años se transformó en una lucha sin descanso por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Hace ya cuarenta años de eso y Nora siempre está. No sólo en las marchas de las Madres sino en cualquier lugar donde haya un reclamo porque se está cometiendo una injusticia. Se la ve junto a los trabajadores despedidos, los indígenas desplazados de sus tierras ancestrales, los marginados, los desposeídos. Entonces, su cuerpo menudo alcanza la estatura de un gigante.

La madrugada del lunes, cuando se anunció que iban a liberar a los detenidos del show represivo montado por el gobierno nacional después de la marcha por la aparición con vida de Santiago Maldonado, Nora, con sus 87 años, fue de las primeras en llegar a la puerta de la Superintendencia de Investigaciones Federales, en Villa Lugano. Se quedó ahí hasta que salió el último, bien entrada la madrugada.

Tenés que ir a descansar, Norita, le dijeron.

No, imaginate… a la mayoría habrá venido la familia a buscarlo. Pero si alguno sale y está solo tenemos que ver a la casa de qué compañero se puede ir, porque mira si está sin llaves, sin documentos… Yo me quiero quedar hasta que salgan para saber que todos van a dormir en una cama después de todo esto, contestó.

Y se quedó ahí, como siempre, en la primera fila, como su hijo Gustavo.