El hiperkinético de la señal televisiva -maestro en lo que hace- representa con rasgos propios la degradación del periodismo. No importa mucho su ideología, los hay parecidos del otro lado presunto. La macana es lo mal que le hace a nuestro sistema cardíaco-social.

A la lata, al latero / a la hija del chocolatero.

Alalá, alalí, /al Pelado me lo dejan a mí.

(Ronda infantil tradicional. El autor de lo que sigue no recuerda si la versión -las hay infinitas- es de la infancia en su barrio o de Carlitos Balá)

El Pelado de Crónica TV -bestia ascendente en 2019- se mueve en el estudio como un gorila cocainómano sin pelos. Es violento, acelerado. Gesticula un montón, como desesperado por abrazarse a un racimo de bananas.

El Pelado se mueve como un gorila entre las lianas, aunque los gorilas de verdad no viajan en lianas, sí Tarzán. Gusta mucho de ponerse como en diagonal o de chanfle a la cámara y cruzar los brazos, que lucen poderosos.

Gusta de ostentar los brazos, el Pelado. Los brazos son peludos. Suele bravuconear con camisa o camiseta ceñida y hacer que se arremanga para mostrar los tubos. Tanto se envició con ese gesto que un día lo ví intentando arremangarse la manga corta de su camisa. Debe haberse sentido frustrado. La camisa de manga corta no se arremanga.

El Pelado -que medio comenzó haciendo periodismo deportivo y es hincha de Estudiantes- es, se dijo, de pararse ante la cámara medio que en diagonal y también de agitar, aspaventar y desplegar mucho manos y brazos, casi un molino de viento en Castilla la Vieja. Aspaventar viene de aspas.

El Pelado -su mandíbula es mussoliniana- es de interpelar tanto a la cámara como a los fantasmas de quienes estén en el estudio. Como si esos fantasmas -que son unas voces, en general sin cara- fueran una tribuna llena, la muchachada del café, su ancla y caja de resonancia para dar con la complicidad de un pueblo, al que apunta con cierta perspicacia.

También, el Pelado, es de ajustarse permanentemente los auriculares en los oídos, haciéndose el nervioso y muy preocupado. Y de nuevo muy nervioso. Es de fruncir las cejas mientras habla o no con un entrevistado. De tomarse de pronto el mentón insigne -todo lo contrario a lo simiesco- al estilo Pensador de Rodin. El Pelado pone la palma o las palmas de frente y también las dirige a cámara y a los muchachos del café. Con las palmas bien abiertas, girando o no sobre sí mismo. obliga a callar a sus compañeros. A los compañeros los usa.

Lo estoy escuchando ahora mismo y tiene un tono similar al de Hugo Moyano más joven, o al de su hijo Pablo. Se come alguna ese y eso no importa. Sí importa que imposte, que fuerce el tono popular. ¿Qué hasé, boludo? ¿Cómo andá’? ¿Todo joya? Para ganarse a la tribuna, al pueblo televisivo y al rating.

A menudo se pega el Pelado contra la pantalla del estudio en la que se ve un video o una gráfica. Permanece ratos largos de espaldas a la cámara -práctica herética, él es bien conciente de la herejía-, medio doblado en dos, como si quisiera meterse dentro de la pantalla arremetiendo como un toro. Parece querer trepar a esa pantalla con sus agites de mono araña.

Interrumpe cada minuto al compañero de estudio con quien dialogue. Más bien finge interrumpir y prepotear, pero como sea interrumpe y violenta. Crea conflicto, arte sublime del periodismo intoxicante. Apretado contra la pantalla, a veces parece que el Pelado se moviera dentro de una jaula hecha con dos vidrios antibala, como si el estudio no tuviera profundidad.

Acelerame las agujas

El Pelado tiene clones. Como solo paso fugazmente por Crónica TV no sé si son uno, dos o tres, sumando a la muchachada que cubre los fines de semana, pero son muy parecidos al Pelado, que es el campeón de todos. Mi sensación es que los coachean para que gestualicen como gestualizan, y violenten como violentan (los pronosticadores de TV hace años fueron coacheados para sobreactuar la temperatura y la rotación de los vientos). El Pelado y sus clones aceleran con el celular en la mano -como si el celular fuera un oráculo universal que hay que consultar a cada segundo-, corriendo de uno a otro lado del estudio, o firmes como rulo de estatua.

Lo del celular es los estudios de la tele es pandemia. Los tienen a mano y bien visibles muchos periodistas, de todo pelaje, a uno y otro lado de la grieta, si es que hay que seguir usando el término grieta. Hace mil años, cuando el ascenso del rock nacional había modos hippies -reducidos a pocas gentes- de decir ciertas cosas. Para pedir fuego o un pucho se decía “Acelerame el cáncer”. Para preguntar la hora era “Acelerame (o tirame) las agujas”. Los celulares de los periodistas en TV tienen una app que se llama Me Llegan Todas las Verdades Corriendo. Los celulares generan un súper poder: aceleran el tiempo, o no te dan tiempo de nada. Cuando los periodistas de TV hurgan y agitan los celulares, muy cancheros, es como que saltan en el tiempo porque te lo anticipan todo, sin permitirte no solo tomarte tu tiempo, tranquilo, reposado, sino que te hacen saltar y te arrojan minutos, horas, días y semanas hacia adelante, hacia un futuro en general tenso, preocupante y oprobioso. El Pelado es de esos que te aceleran, te apuran, te estresan. Y no te hagas el que necesitás tiempo para pensar, no compliques las cosas.

Hubo una vez que vi a uno de los clones del Pelado gritarle repetidamente al celular para decirle a un televidente que lo que le dijo se lo dijera en la cara (Feimann style). Vení, pelotudo, a ver si me lo decís en la cara, más o menos vociferaba. Eso viene de la Escuela de Putear al Oyente que inauguró Baby Etchecopar hace años. Trato de entender a la humanidad en formato audiencia pero jamás podré entender por qué les gusta a las personas ser puteadas y humilladas, de qué adicción rara o patología hablamos. Entiendo que ciertas audiencias son reaccionarias, homofóbicas, discriminadoras, odiadoras, algo animalescas, con perdón de todo bicho que camine. No entiendo el goce de escuchar a un tipo que putea y prepotea a su propia audiencia y a vos mismo. O quizá lo entiendo, pero me deprime intentar desplegar alguna explicación.

La prepotencia humillatoria es un comportamiento extendido en el periodismo. Belleza.

Aceleración, brutalidad, prepotencia. No me canso de reiterar que el efecto más nocivo de los medios trasciende largamente lo político e ideológico. Los medios/ el periodismo dominante literalmente nos aceleran feo, nos hacen saltar la taquicardia, nos violentan, nos intoxican, nos angustian. Literalmente nos enferman individual y socialmente.

Eso incluye al Pelado de Crónica, que es solo un ejemplar magnífico de todas estas cosas.

Macrismo antes de Macri

No conozco en absoluto al Pelado ni a su historia periodística o ideológica. Solo lo veo haciendo zapping, es para mí un objeto desagradable de estudio y fugaz. Soporto lo que puedo, toco y me rajo. Para engalanar esta nota algo debí leer y escuchar sobre él. El Pelado aparentemente fue más bien macrista. Mucho mejor dicho y por intuición o experiencia de vida: el Pelado es un individuo macrista antes de Macri, si bien es típico típico target del discurso macrista -luego reproductor de ideología- de la cultura macrista, o de la ausencia de afectividad macrista, la escasa empatía con el otro (que deriva en empatía fingida), mal social antes que político. Anticipamos y retomaremos muy brevemente: en esta nota la ideología presunta del Pelado importa (casi) un cazzo o pepino. Importan los modos de hacer (va un carraspeo y sepan disculpar) “periodismo”.

Este es un link de un episodio acontecido en diciembre de 2017. Día en el que el Pelado discute con el dirigente villero Pitu Salvatierra.

No es necesario que clickeen en el link. Abreviamos: dice en ese episodio el Pelado que Macri es un dirigente del siglo XXI y CFK del siglo XX. Que Cristina encarna el pasado y que Macri aspira mejor en materia de comunicación y por eso “no da cadenas”. Dice que si en ocho años de gobierno CFK no vio que su círculo íntimo “se llevaba hasta el agua de los floreros” o era “tarambana o era cómplice”. Dice luego el Pelado que en las buenas sociedades (“en la Argentina no”) se aplaudiría que un policía “le meta un palazo en la cabeza” a tipos como aquel que un día tiró -en una marcha- un petardo en modo mortero. El Pelado parece ser un reaccionario e individualista de manual, particularmente intenso. Dijimos: su ideología, en esta nota, interesa poco. Importa un modo de ejecer el periodismo, el de los gritos, las indignaciones, las gesticulaciones espontáneas calculadas. El Pelado grita, insulta y buchonea a los que no cumplen con la cuarentena -“Acá tenés a otro boludo, otro estúpido, pasame el documento”- como pueden hacerlo hacerlo progres y puros en pantalla. El Pelado cumple como ninguno con otra de las grandes artes del periodismo: hacer de la nada una nota de media hora o más en vivo. Noble tradición de antigua data en la que uno puede hacer entrar a un José de Zer o a Telenoche según cuando. Ahora mismo, lo estoy  viendo, lo está haciendo el Pelado, diciendo “esto lo está viendo todo el país”. O sea: yo (periodista) soy el centro del país. Eso de ser el centro de todas las cosas es un tercer arte sagrado del periodismo. Quien lo consigue asciende al Valhalla y saluda a Thor.

Otro link posterior, levantado de Revolución Popular, sitio que aporta cosas pero -como tantos otros- es un tanto violento y sectario. El zócalo habla del día en el que “El Pelado se dio vuelta como una media y destrozó a Macri”. El link corresponde a los días posteriores al último resultado electoral:

Ahí se lo ve al Pelado ostentando antebrazos -camisa ceñida arremangada-, ampuloso, híper gestualizando, reloj de muñeca importante, siempre aseverativo, bajando línea, el ceño fruncido del matón que se baja del auto para encararte mal: ¿qué te pasa, pelotudo? Te voy a cagar a patadas, gil de cuarta.

Dice la cuenta de Twitter del Pelado que jugó al fútbol, que alguna vez hizo triatlón y rugby. Ah, rugby. Ustedes dirán: bueno, no todos los rugbiers… Ah, no sé, viejo. Asumo ahora la personalidad del Pelado: jugó al rugby, cerrá el orto.

Cambio de línea

¿Por qué el Pelado tuvo relativo éxito en Crónica y es alguien de quien se habla? Porque sabe hacerse notar, porque engancha, porque entretiene. Hay (cierta porción de) gente que se divierte con el Pelado, diga lo que diga. El Pelado es risa o enojo fácil, complicidad en el tono y en lo grotesco, lo violento, la ficción de la indignación. En un comentario de YouTube alguien dice muy divertido: “Es el Pelado de Brazzers”, aludiendo a algún calvo del sitio porno llamado Brazzers. Unos lo putean, otros lo bancan. La cosa es conocida: el Pelado consigue el efecto Tribuna Caliente.

Hubo un tiempo reciente, sobre todo mientras estuvo Rosario Lufrano al frente de su programa nocturno, en que me interesó y hasta gratificó la existencia de Crónica TV. Tiempo en que se hizo -según la franja horaria- buen periodismo, políticamente antimacrista, pero sin gritos, ni solemnidad, con un discurso abierto y de buena llegada. Todavía hay buenos periodistas en Crónica TV. Hubo ese tiempo mejor, más o menos hacia el final del ciclo macrista, en que escribí con cierta esperanza que en caso de que Alberto Fernández ganara las elecciones podría ocurrir un fenómeno virtuoso nacido de la confluencia entre el tono sereno del candidato y de dos señales amigas: Crónica y C5N. C5N viene virando al oficialismo gritón según de qué segmentos horarios hablemos. Felizmente permanecen Bercovich, Guarino, Noe Barral Grigera y otras muchas gentes lindas, suaves, inteligentes. En Crónica -Grupo Olmos, gente pesada en el negocio de la salud y los medios- parece producirse un viraje más raro. Una suerte de reencarrilamiento y continuidad con la vieja tradición del diario, fenómeno nervioso que va más allá de lo político, acaso con los botines de punta de cara a la guerra por el rating.

Lo político puro en Crónica últimamente tiende a disolverse en lo mediático-popular, o a confundirse, o a no sé qué. En espacios como el del Pelado y sus clones emerge una suerte de brutalidad permanente que tiene algo de la leyenda del viejo diario Crónica de Héctor García (sin su gracia relativa), con la revista Así y con la historia fecunda de las placas rojas ingeniosas. La cosa bruta nos trae de nuevo, para que las reexaminemos, antiguas taxonomías y denominaciones: sensacionalismo, amarillismo, impacto. ¿Suena viejo y perimido?

El tiempo hace cosas raras con lo que fue: así como la moda de lo weird hizo un rescate de la figura de la muy sosa -pero incitante y fructífera- Isabel Sarli, del mismo modo hoy nos reimos y hasta festejamos la vieja tradición popular de Crónica (diario o TV). Sin recordar que así como el diario alguna vez estuvo relativamente firme junto al pueblo (sería por target y olfato, no por ideología), del mismo modo Así o el viejo diario hablaban de los homosexuales en términos de hienas. Ni que hablar del regocijo con el morbo, el crimen, la tragedia o la muerte y llamar “macacos” a los brasileños. Podía ser pacato, elitista y conservador entonces -de los 60 a los 80- criticar al viejo Crónica, como lo puede ser hoy. Diario leído en los trenes y bondis venidos del conurba, por albañiles, sindicalistas y burreros. ¿Diario peronista? Mi viejo gorila de izquierda y elitista -su rasgo feo- despreciaba a los muchachos que iban con el Crónica enrrollado, venidos de Carupá en el tren. Es cómico realmente que sintiera como una herejía enrrollar un diario, que entonces tenía algo de sagrado. A la vez, mucho periodista progre o zurdo -me incluyo, solo que impotente para hacerlo- alguna vez soñó con hacer un Crónica de izquierda. Algo que acaso sea un oxímoron pero que también fue Noticias, el interesantísimo diario de Montoneros.

Linda discusión pero me fui a la mierda. Decíamos que hace un tiempo pintaba interesante pelear la hegemonía mediática con Crónica TV y C5N, algo que hoy se diluye o parece degradarse, por razones distintas y fragmentadas, no estrictamente políticas.

El Pelado de Crónica atraviesa y no atraviesa esta parte de la discusión. Viene y va en el desconcierto general, aquello que escapa a la posibilidad de pensarse despacito. Pero pertenece, el Pelado, definitivamente, al mundo de los vértigos, los reduccionismos, las solemnidades falsas, el desprecio, la chatura, la chantada y los gritos simbólicos y no simbólicos que (los socompafílicos) no queremos: ni los de TN, ni los de América, ni los del Gato Sylvestre (al que vemos, siempre lo aclaramos), ni de los nuevos muchachos de Crónica TV, la camada del Pelado y sus clones.

El Pelado, con astucia, haciendo carrera en pos de ser referente mediático popular, elige autodenominarse el Pelado de Crónica, así se presenta. Su nombre real es Esteban Trebucq.

Se encuentra en Google que Trebucq es un apellido de presunto origen vasco francés y que significa originalmente “pedazo de jamón que se pone en la sopa bearnesa”. El bearnés es una variante del misterioso euskera, al sur de Francia. Originalmente la sopa, casi guiso, bearnesa se hacía en base a habas, porotos, mucho repollo y verdura. Ahora se le tira un cacho de Pelado.

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