La oscilante relación entre el Reino Unido y la Unión Europea entró este año en una nueva etapa. La ruptura es total y augura una profunda transformación política, económica y social para ambas partes. Un informe de la Fundación Embajada Abierta* pone en perspectiva el proceso y brinda datos para pensar las consecuencias del divorcio.
Las últimas semanas de 2020 fueron una síntesis del complicado divorcio que cerró el círculo abierto hace 45 años por otro referéndum, el de 1975, que había avalado el ingreso del Reino Unido a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) gestionado en 1973 por los conservadores y confirmado después por los laboristas.
El Brexit quedó finalmente sellado con un Acuerdo de Salida, pactado días antes del final del Periodo de Transición, que caducaba el 31 de diciembre pasado y sujeto ahora a la ratificación por parte de los 27 estados que siguen en la Unión Europea (UE) y el Parlamento británico. El primer ministro conservador Boris Johnson, fiel expresión de los nacionalismos en auge, desanda así el camino iniciado por su predecesor laborista Harold Wilson en 1975, cuando los británicos aprobaron con el 67,5 por ciento de los votos “entrar a Europa”.
Hoy, Johnson cumple su promesa de recuperar para el Reino Unido “el control sobre sus leyes y su destino”, con un Brexit pactado, pero en una variante dura. La UE, en tanto, se asegura un marco legal para la primera deserción de la historia del bloque, aunque deja en suspenso un acuerdo por el sector financiero, que representa entre el 7 y el 12 por ciento del PIB británico – según los servicios que se incluyan -. Sector que, además, genera entre uno y dos millones de empleos directos en el Reino Unido y 80 mil millones de euros de recaudación. Ahora, la city británica competirá con plazas como Dublín o Frankfurt.
A continuación, un repaso del proceso que llevó a la ruptura definitiva del Reino Unido – sexta potencia económica mundial – con el bloque de países europeos, cuyo histórico proyecto común la mantiene pese a todo como el tercer poder global más relevante, detrás del tándem China-Estados Unidos.
¿Cómo nació el Brexit?
Presionado por los sectores anti europeístas del Partido Conservador desde la crisis económica global de 2008, el primer ministro David Cameron se comprometió en 2015 a convocar a un referéndum sobre la salida de la UE si ganaba las elecciones de mayo de ese año y a respetar su resultado. En un recordado discurso previo, de enero de 2013, Cameron había postulado: “El interés nacional del Reino Unido está mejor cubierto en una Unión Europea flexible, adaptable y abierta, y esa Unión Europea es mejor con el Reino Unido dentro”.
¿Cómo se gestó la unión entre Londres y Bruselas?
La Comunidad Económica Europea, embrión de la actual UE, nació en 1957 con el Tratado de Roma que creó el mercado común, al que el Reino Unido trató de incorporarse con posterioridad en 1963 y 1967, pero sin éxito por la negativa de entonces líder francés, el presidente Charles De Gaulle. Por fin, la CEE integró al Reino Unido en 1973 y el ingreso fue aprobado en un primer referéndum en 1975.
¿Qué ventajas extras obtuvo Londres?
El Reino Unido siempre buscó maximizar su autonomía dentro de las instituciones comunitarias. El movimiento brexiteer tiene sus antecedentes más inmediatos en las minorías conservadoras que exigían una ruptura con el bloque europeo desde las épocas de la premier Margaret Thatcher, cuya influencia determinó que el Reino Unido siguiera dentro de la UE, pero sin adoptar el euro (1999).
En sus negociaciones, Thatcher obtuvo en 1984 lo que se conoció como “el cheque británico”, una compensación por las subvenciones agrícolas a países como Alemania y Francia. “I want my money back” fue la frase con la que popularizó esa demanda. Londres obtenía así cada año unos 3 mil millones de euros en concepto de reembolso por una parte de su contribución al presupuesto de la UE.
El PIB por habitante del Reino Unido desde su adhesión al bloque comunitario (1973) hasta hoy se ha duplicado. Además, supo convertirse en el corazón financiero de la Unión Europea, totalizando más de un tercio del mercado de capitales del bloque – superior a la suma de Francia y Alemania combinadas -.
¿Qué otros modelos aceptó la UE?
El más ilustrativo es el de Noruega, que rechazó incorporarse al bloque comunitario en dos referéndums (1972 y 1994), en ambas ocasiones por poco margen. En los años ochenta, los miembros del Área Europea de Libre Comercio o EFTA – Finlandia, Suecia, Austria, Suiza, Islandia y la propia Noruega – negociaron con la Comunidad Europea la creación en 1992 del Área Económica Europea (EEE), un gran mercado único.
Algunos fundadores del EFTA se hicieron luego miembros plenos de la UE – como Portugal y el Reino Unido en una primera instancia; y Austria, Finlandia y Suecia más tarde -. Sin embargo, Noruega votó en el referéndum de 1995 seguir afuera. Como parte de la EEE, Oslo no participa en la toma de decisiones de Bruselas, pero cumple con sus resoluciones – incorporó tres cuartas partes de sus leyes -, tiene acceso al mercado único y se garantiza la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales.
¿Cómo fue el referéndum británico de 2016?
Los resultados finales de la consulta del 23 de junio de 2016, con una participación récord del 72 por ciento del electorado, arrojaron un triunfo del “NO” a la permanencia en la Unión Europea con el 51,9 por ciento, contra el 48,1 por ciento que votó por el “SÍ”. En Inglaterra y Gales, donde ganó el “NO” – con 53 y 52,5 por ciento, respectivamente – hubo con un fuerte contraste entre las zonas rurales y urbanas: las ciudades de Londres, Liverpool y Manchester votaron a favor de seguir en la UE. También se impuso el “SÍ” en Escocia (62%) e Irlanda del Norte (55,8%), un dato muy relevante este último, considerando que la situación de la frontera con la República de Irlanda se convertiría en un obstáculo mayor para un Acuerdo de Salida.
¿Cuáles fueron los argumentos?
Quienes están a favor de abandonar la UE argumentan que el bloque se transformó notablemente en las últimas cuatro décadas en sus dimensiones y en el alcance de su burocracia, lo que afectó la influencia y la soberanía británicas, tanto política – cuestiones migratorias – como económica – regulaciones administrativas y acuerdos de comercio extra zona -. Quienes desean permanecer dicen que una potencia de segundo orden como el Reino Unido necesita ser parte de un bloque más grande de países de mentalidad similar para tener influencia real y seguridad en el mundo, y que abandonar la UE sería muy costoso.
¿Cómo llegó Boris Johnson al poder?
Las tres votaciones de su propuesta de acuerdo que la primera ministra Theresa May – sucesora de David Cameron – perdió en el Parlamento británico determinaron su renuncia en 2019. La UE aceptó una nueva prórroga para negociar la salida. Esa prórroga permitió al Reino Unido participar de las elecciones europeas de mayo, en las que el recién formado Partido del Brexit, liderado por el veterano independentista Nigel Farage, triunfó con el 30,5 por ciento de los votos sobre los liberal-demócratas (21,9%), los laboristas (15,2%), los ecologistas (12%) y los conservadores de May (9%). Sumando a todos los partidos, las fuerzas pro Brexit superaron el 40 por ciento. El 23 de julio de 2019, al cabo de un proceso electoral interno del Partido Conservador, la fuerza mayoritaria del Parlamento con derecho a gobernar, el exalcalde londinense Boris Johnson, un fervoroso defensor del Brexit, se convirtió en primer ministro.
¿Cuándo salió oficialmente el Reino Unido de la UE?
En octubre de 2019, Londres y la UE alcanzaron un nuevo Acuerdo de Brexit. Tras marchas y contramarchas, en las que Johnson perdió varias votaciones y hasta expulsó a una veintena de legisladores de su partido, el primer ministro confirmó su mandato en elecciones generales y, enseguida, el Parlamento británico aprobó en diciembre de 2019 el Acuerdo de Brexit con la UE por 358 a favor y 234 en contra. La ley autorizó la salida británica a partir del 31 de enero de 2020, aunque extendió el plazo máximo de una transición hasta el 31 de diciembre pasado para poder negociar un acuerdo de libre comercio que rigiera las relaciones desde el 1 de enero de este año. Una forma de impedir el caos de una ruptura brutal.
¿Por qué Irlanda fue el primer gran obstáculo?
Un Brexit duro volvería a dejarla separada por una frontera física de la República Irlanda – parte de la UE -, lo que pondría en riesgo los Acuerdos de Paz del Viernes Santo (1998) que alientan la integración de todos los habitantes de la isla. Finalmente, Londres y Bruselas acordaron la implementación del Protocolo de Irlanda del Norte que mantiene abierta la frontera entre Irlanda y el Ulster con puestos de control, puntos de entrada específicos para animales, plantas, medicamentos, carnes refrigeradas y productos alimenticios.
¿Qué demoró finalmente un acuerdo?
Hubo dos grandes diferencias: la recuperación de la soberanía británica sobre sus recursos pesqueros – que representan apenas 0,1 por ciento de su PIB, pero que son explotados mayormente por países como Francia y Bélgica – y un acceso a los mercados sin aranceles ni cuotas, pero con estándares en el marco de una futura competencia comercial con una potencia de 66,5 millones de habitantes y que además es un gran centro financiero mundial. Londres pretendía acceso exclusivo a la zona de 6 a 12 millas náuticas de la costa británica, cerrar eventualmente el ingreso a flotas comunitarias sin un preaviso de tres meses y repatriar el valor del 60 por ciento de la captura actual de la UE en sus aguas – unos 740 millones de dólares -. Bruselas ofrecía compensar no más de 18 por ciento.
¿Cómo se salvó el acuerdo?
El acuerdo impuso una transición de cinco años y medio para los pesqueros europeos y un recorte del 25 por ciento de sus capturas. Después, negociaciones anuales. A partir de 2021, el Reino Unido abandonará también la Política Pesquera Común (PPC), que permite a los países de la UE tener acceso total a las aguas de los demás miembros. La captura de las flotas de la UE en aguas británicas representa 740 millones de dólares al año, pero la británica en aguas comunitarias sólo 120 millones. La economía pesquera de varios países – en especial de Francia, España, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca e Irlanda – depende del acceso a caladeros y puertos del Reino Unido.
La UE exigía, además, garantías jurídicas de que Londres mantendría los estándares ambientales, sociales y laborales del bloque en su comercio, y que los adecuaría ante cada cambio para evitar una competencia desleal en el acceso al mercado único de los 27 países comunitarios, también temerosos de los futuros subsidios estatales británicos a sus productos.
Londres trató de imponer por ley su facultad de establecer los estándares en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte – su “mercado interno” – para alentar el intercambio comercial dentro del Reino Unido, pero ello violaba el Acuerdo del Brexit de 2019. Por fin, derogó sus facultades para favorecer las negociaciones sobre la futura gobernabilidad de un acuerdo bilateral.
El acuerdo introduce una “cláusula de no regresión” por la cual ambas partes se comprometen a no rebajar sus actuales estándares sociales, laborales y medioambientales, así como a mantener bajo control los subsidios públicos. Añade además una “cláusula de evolución”: si el Reino Unido ignora mejoras normativas de la UE, Bruselas podrá restringir el acceso de productos británicos a su mercado.
Desde ahora, se reintroducen los controles aduaneros, sanitarios y fitosanitarios, además de otras trabas burocráticas. El Reino Unido es el segundo mercado exportador para los 27 países comunitario, sólo por detrás de Estados Unidos. Para los británicos, Washington es su principal socio comercial. El acuerdo no abarca los servicios financieros, particularmente importantes para la city londinense, la más importante de Europa, que pierde su condición europea.
¿Qué negoció Londres sin la UE?
El Reino Unido y Japón firmaron en 2020 un acuerdo de comercial bilateral. El primer gran tratado de este tipo posbrexit para Londres. Abarca finanzas y nuevas tecnologías. También las industrias alimentaria, textil y automotriz. En esencia reproduce en gran parte el acuerdo ya existente entre la UE y Japón. El comercio entre ambos partes alcanzó los 39 mil millones de dólares en 2019 – un 2 por ciento del total del comercio exterior británico -. Londres y la UE comerciaron ese mismo año, antes del Brexit, 877 mil millones de dólares.
¿Qué consecuencias económicas puede tener el Brexit?
El Reino Unido es la sexta economía mundial, pero el 65 por ciento de su comercio se vincula con la UE, su principal socio, y del que ha sacado ventaja de sus más de 70 acuerdos comerciales como bloque. Le envía el 45 por ciento de sus exportaciones. El comercio bilateral ascendió en 2019 a unos 525 mil millones de euros, casi la mitad del total del volumen del comercio de bienes del Reino Unido. Siete de los diez principales socios comerciales británicos son comunitarios, un lista que encabeza Estados Unidos.
El propio Tesoro británico estimó antes del referéndum que una salida de la UE contraería el PIB británico entre un 3,6 y un 6 por ciento. Bruselas, en tanto, estimó que la afectación para el PIB comunitario sería de entre el 0,2 y el 0,5 por ciento. El contexto de la pandemia ha relativizado esos pronósticos, pero para peor.
Si bien el Reino Unido se ahorraría de aportar anualmente a la UE el 0,25 por ciento de su PIB – unos 5 mil millones de euros -, además de imponer sus leyes migratorias, los compromisos previos de aportes asumidos legalmente con Bruselas obligarían a Londres a desembolsar hasta 100 mil millones de euros, o al menos a deberlos.
¿Qué pasa con el Espacio Schengen?
El Brexit supone automáticamente el fin del libre movimiento de personas entre el territorio británico y el bloque comunitario. Según el acuerdo de 2019, los ciudadanos europeos consiguieron el derecho a quedarse en suelo británico si llegaban antes del 31 de diciembre de 2020. Londres aplicará un sistema migratorio por puntos, en el que los ciudadanos comunitarios ya no tendrán prioridad respecto a los del resto del mundo, aunque para estadías de menos de 90 días no se necesitará visado.
*Fundación Embajada Abierta es un centro de relaciones internacionales y políticas públicas creado en 2014 y presido por Jorge Arguello, actual embajador argentino en los Estados Unidos.
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