Guido Puletti era argentino, fue detenido desaparecido y se exilio en Italia. Fue militante del PO y de Rifondazione Comunista. El 29 de mayo de 1993 murió fusilado por una “unidad especial” del Ejército de Bosnia, cuando iba en búsqueda de su última crónica.
Suponiendo que se pueda sentir algo, ¿qué sentiré cuando una bala me atravesará el cráneo. ¿Una explosión y después nada más? ¿O una quemazón insoportable y la sangre que sale borbotando? Escucho el repetido e inconfundible ruido metálico: la bala está en la recámara”. Guido Puletti describe así la pesadilla vivida durante su detención y torturas en un campo clandestino no identificado de la ciudad de Buenos Aires, en setiembre del 1977. El artículo forma parte de una serie de colaboraciones publicadas en noviembre del 1982 en el diario local Brescia Oggi, de la homónima ciudad del norte de Italia, donde Guido estaba iniciando su carrera periodística.
Deportista, poeta, militante “chupado” por Suárez Mason. ¿Quién era este periodista argentino que en poco más de una década logró colaborar en importantes medios de prensa italianos como las agencias Ansa, Nea, Quotidiani Associati, las revistas Mondo Economico, Il Monto Fortune , Espansione, periódicos como Epoca, Panorama, Geodes, Rinascita, y los cotidianos Brescia Oggi, Bergamo Oggi, Mondo Ticino y Liberazione?
Quien escribe, recién llegado de la Argentina, conoció a Guido en su casa de Brescia en una fría noche de abril del 1989. Sin prejuicios, Guido escuchaba la descripción de los problemas que afrontaba la frágil democracia argentina. Preciso en sus observaciones. No bastaba mucho para entender que se estaba frente a una persona debidamente actualizada. Atento, conciso, pertinente, no eran evidentes en él vestigios de esa nostalgia típica de otros exiliados que habían decidido no retornar a la patria, anclados a un pasado idealizado. Austero en sus costumbres alimentarias, abstemio, Guido no dejaba de concurrir a los asados “argentinos”, donde se sumaba a cuanto picado de fútbol se estuviera por armar. Fútbol y política, dos pasiones nacionales que lo identificaban, aunque él prefería citar a Borges cuando decía que ser argentino era algo que “ninguno podía definir”.
Nacer y crecer en Argentina
Hijo de un italiano y de una mendocina, Guido nace en Buenos Aires. Vive en la zona de Vicente López, cursa estudios en la escuela bilingüe Florida School. Gran lector de los clásicos de filosofía y de literatura desde temprana edad, no sólo es un aplicado estudiante, también un disciplinado atleta que corre y gana carreras de cien metros para River y juega al fútbol donde puede. Ya en su adolescencia, se suma al trabajo voluntario organizado por la Juventud Peronista con obreros agrícolas en Salta. Más adelante, su formación política privilegiará los textos marxistas y se acercará al grupo de los “Socialistas Puros” y a Política Obrera.
En 1973 empieza a trabajar en el Ministerio de Bienestar Social y a participar en las actividades sindicales en ATE, ya como parte de la célula de trabajadores estatales del PO. De todas maneras, como millones de argentinos, el 20 de junio se suma a la imponente manifestación de Ezeiza, con otros compañeros de su partido. Conmovido por la muerte de un amigo caído bajo la balas de la derecha peronista, escribe una poesía titulada: “Breve homenaje a un compañero asesinado” donde se pregunta: “¿quién abarcará tus sueños,/ compañero,/ quién, si recién abrías tus manos adolescentes, /gastadas de buscar claridad/…quién abarcará tus sueños,/compañero/si te han asesinado?”. En esa época la Editorial Gente de Buenos Aires publica su libro de poesías, Itinerarios.
Chupadero y exilio
Casado, con dos hijos, la dictadura lo encuentra todavía como empleado en el Ministerio, hasta que el 20 de septiembre del 1977 un grupo de tareas dependientes de Pajarito Suárez Mason lo secuestra, lo lleva a un campo de detención y lo tortura salvajemente. “Te venimos a buscar, montonero hijo de puta”, dicen los patoteros que no tienen oídos para las aclaraciones de su esposa, relativas a las actividades “no foquistas” como las llamaba su partido. Suficientemente consciente de lo que estaba sucediendo, Guido intuye que no existen muchas posibilidades de un tratamiento diferenciado. “Sé muy bien lo que me espera en estas situaciones. Si no me matan enseguida, la tortura. Y después, casi siempre la muerte…”. Y Guido relata su experiencia en el campo. “Grito, grito, grito. Pero el dolor no disminuye. Como si me quemara todo, como si me rompieran en mil pedazos”. “Es inútil decir lo que se sufre aquí. O cómo somos degradados. La pesadilla de la tortura nos asalta. Cada tanto alguno de nosotros desaparece, vuelve a la “parrilla” o será asesinado y basta. Se sabe, la vida acá vale lo mismo que una bala”. De hecho ése es el título del artículo, publicado en Brescia Oggi: “Donde la tortura es el pan de cada día, la vida de un hombre vale el costo de una bala”, en el cual encuadra su experiencia personal como parte de la política represiva de la dictadura y sus “crímenes de Lesa Humanidad”.
Después de algunas semanas, lo dejan en libertad y con la ayuda del Consulado Italiano, a su decir, puede “huir de este país que se asemeja cada vez más a un infierno”. Arriba a Roma el 2 de noviembre de 1977. “El nuevo continente, con sus tragedias y masacres, a mi pesar tan habituales, queda de la otra parte del Océano”.
Después de haber colaborado por más de un año en París con un centro de estudios troskistas (CERMTRI), se radica definitivamente en Brescia, donde consigue traducir al italiano sus poesías del exilio parisino. Algunas de esas poesías y otros textos serán publicados por l’ Arcilettore Edizioni, en una recopilación de Cinzia Garolla, su última compañera (Il tempo cattivo de la storia. Maggio 2003). “Por qué abjurar del otoño sobre el amor”, se pregunta en esos versos. “Todavía me obstino/en reconstruir la continuidad de la ternura/ la hojarasca de los cuerpos/ cuando se van o vuelven del amor/… En octubre del 1981, empieza a publicar en el diario local “Brescia Oggi” comentarios de libros de autores latinoamericanos como Cortázar, Onetti, Cabrera Infante y de europeos como Elías Canetti y Alfred Döblin. Inicia así su profesión de periodista.
El cronista
En sus primeros artículos evidencia la situación explosiva que están creando las deudas externas de los países en vías de desarrollo, sobre todo en América Latina y en África. “¿Cómo pagar los 330 mil millones (en Latinoamérica) de dólares de la Deuda Externa global si las exportaciones totales no superan los 100 millones?”(“Una pampa de pagarés marchitos”. La Astrolabio, n 19).
Y Guido viaja desde Retiro a La Paz, en el “Tren de los Andes”. Escribe una extensa crónica donde describe las geografías humanas, históricas y sociales de esos miles de kilómetros. O se detiene en Buenos Aires a analizar las dificultades de la transición democrática, de los militares a Alfonsín y de éste a Menem, en un cuadro no exento de consideraciones económicas que anticipan las consecuencias de las políticas neoliberales en acto, privatizaciones comprendidas.
Se afianza como un experto en política internacional, en temas de economía, relaciones Sur-Norte del Mundo, pero sobre todo como un reportero que no escatima esfuerzos para contar mediante completos reportajes la vida, las pasiones y la guerra en distintas zonas del mundo. Sus artículos, crónicas, análisis y reportajes se publican en importantes medios de Italia y de otros países. Pasa ocho meses en Nueva York donde trabaja como redactor de Il Progresso italoamericano, viaja a Madagascar, al desierto del Sahara, Bélgica, Portugal. Escribe crónicas y reportajes de momentos históricos, como el ingreso de Portugal en la CEE, la “Revolución de Terciopelo” en Praga o la reunificación alemana y también un extenso y pormenorizado análisis de la situación de los niños en el Mundo (“Pequeñas historias de ordinaria, adulta locura”) para la prestigiosa revista Geodes. El conflicto armado en Centroamérica, la transición post pinochetista en Chile, las huelgas de Solidaridad en Polonia, el protagonismo de las mujeres del desierto en la guerra del Sahara Occidental, la crisis de los agricultores de Iowa y de Nord Dakota a los que los bancos les rematan las tierras, la secular historia de Geel, la pequeña ciudad belga que desde siglos mantiene la tradición de adoptar en las familias de su comunidad a personas con problemas de salud mental, serán algunos de los temas abordados.
Como buen reportero, estudia, se informa, analiza antes de dirigirse personalmente a establecer contacto con los protagonistas de sus notas. Sus reportajes periodísticos contienen un bagaje completo de conocimientos históricos, culturales, literarios y políticos que acompañan sus relatos, entrevistas y comentarios. La descripción del paisaje sirve como marco situacional, en un escenario donde el narrador difícilmente aparece en primera persona, sino cuando resulta imprescindible. Su presencia se intuye en las respuestas de los entrevistados, ya que “preguntarse por los demás es preguntarse por sí mismo” (Brescia, 1982), en la arena y en el sol del desierto, “un globo ardiente y una luz casi líquida que aplasta el paisaje”(Sahara Occidental, 1988), en el peso del cuerpo del soldado “apoyado sobre su Kalashnikov”, (Bosnia, 1993) en las sensaciones que produce el fragor de las batallas, “una bala trazadora perfora la cúpula negra del cielo, mientras veloces sombras se mueven entre las cáscaras vacías de los edificios. Y después se desencadena la ya conocida música: repiqueteo de fusiles AK, rumor de morteros, truenos de cañones de 105 milímetros” (Sarajevo, diciembre 1992).
Tango, fútbol, migraciones
Tampoco es ajeno a argumentos tan sentidos por sus compatriotas, como el tango, las migraciones, el exilio y el fútbol. En ellos une el rigor de los datos históricos y de actualidad político sociales a pequeñas perlitas casi literarias. “La mujer en su ambigüedad más inquietante, la fascinación y el misterio del otro, la experiencia de la diversidad se insinúan en el ritmo provocativo del baile”, tratando de racionalizar los encuentros recurrentes entre los europeos y el tango.
Cuando trata el exilio incluye las reflexiones del psicoanalista León Grinberg, entre otros. “El exilio implica necesariamente una incursión en lo desconocido” provocando en muchos casos “dudas, ansiedad, depresión” y “extrema angustia”. A su vez, denuncia las incongruencias del Derecho de Asilo en los países europeos, tan liberales en sus enunciaciones legislativas como restrictivas en sus aplicaciones administrativas.
La corriente inmigratoria creciente en la ciudad de Brescia, le sirve para describir el fenómeno en términos de incorporación de mano de obra, tanto como para señalar los sentimientos “racistas” emergentes. Del mismo modo, explica cómo el triunfo de Alemania en el Mundial de Fútbol de 1990, es utilizado para reforzar mediáticamente el creciente poderío del país germano en vías de su reunificación. “Es la celebración del triunfo de los poderosos”.
El militante, el corresponsal
Hacia fines de la década del 80, los cambios producidos por el derrumbe de los países del socialismo real lo llevan a ocuparse de ellos con especial atención. Viaja a Berlín, Praga, Budapest, Hungría.
En los últimos años de su vida, Guido retoma la actividad política. “El mundo está cambiando”, dice a quien escribe cuando Nelson Mandela desde la TV saluda con el puño en alto en su primer día de libertad. Adhiere al partido “Democrazia Proletaria” que un tiempo después se fusiona en “Rifondazione Comunista”. Colabora con Liberazione, órgano nacional del partido.
Guido militante es respetuosamente aguerrido, formado, seguro de sí mismo, no exento de un cierto carisma emanado de su solidez intelectual. Y también un protagonista que no esconde el cuerpo a la participación activa, codo a codo en la primera fila con los jóvenes de los Centros Sociales, acompañando a las Madres de Plaza de Mayo en sus actividades locales cuando éstas viajan a Brescia.
Con ese espíritu de militante político recuperado pero también de estudioso atento a la realidad que cambia y con el deseo -la obligación- de ver, escuchar y narrar in situ sus propios reportajes, Guido Puletti incursiona en las entrañas mismas de la guerra de los Balcanes.
Desde julio de 1991 hasta mayo del 1993 Puletti cubre servicios en Croacia, Serbia, Bosnia. A fines del 1992 participa en la Caravana de los 500, organizada por la organización humanitaria “Beati i Costruttori di Pace”, que llega hasta la ciudad de Sarajevo, asediada y diezmada por tropas militares serbias.
Desde marzo a mayo del 1993, viaja al menos en tres oportunidades a Bosnia Herzegovina . A fines de ese mes, junto a un reportero gráfico se suma a un grupo de tres voluntarios que parte desde Brescia, hacia la ciudad de Davidovici, en la Bosnia Central. En la llamada “Ruta de los Diamantes”, entre Gornji Vakuf y Novi Travnik el grupo es interceptado por una patrulla de soldados bosnios a las órdenes del comandante del Tercer Batallón del Ejèrcito, Hanefija Prjic, de sobrenombre “Paraga”. Los voluntarios son llevados a una mina abandonada. Guido recomienda a sus compañeros “no hablar demasiado”. Inicialmente el grupo no opone ninguna resistencia. Guido tal vez intuye cuál es el peligro.
“Escucho el repetido e inconfundible ruido metálico: la bala está en la recámara”, había escrito, pero entonces se trataba “sólo” de un siniestro simulacro de sus torturadores. Esta vez, las balas parten y Guido Puletti, Fabio Moreni caen heridos mortalmente en el lugar, Sergio Lana muere decenas de metros más adelante.
Dos personas del grupo, Agostino Zanotti y Cristian Penocchio, el fotógrafo que acompaña a Guido, logran huir entre los disparos y salvar sus vidas. Serán ellos los testigos principales en los juicios que, muchos años más tarde, condenarán al comandante Paraga. Los mandantes y las causas de ese ataque quedan todavía sin dilucidarse. Extrañamente los legajos adolecen de importantes documentos y de pruebas imprescindibles, como los proyectiles extraídos durante las autopsias. Las documentadas solicitudes de la Asociación Guido Puletti de Brescia para que se profundizara la investigación y se determinasen las distintas responsabilidades hasta llegar a sus “mandantes” no han encontrado eco en las autoridades.
Los últimos reportajes
“Entre las ofensivas y contraofensivas que dejan atrás interminables filas de muertos, heridos y caravanas de prófugos aterrorizados es difícil distinguir los verdugos de sus víctimas. Entre la localidad de Bratunac, controlada por los serbios y de Srebrenica, en manos de los croatas, por ejemplo. hay menos de 600 metros: hace meses que se combaten con una ferocidad increíble, hasta con armas blancas porque faltan municiones. Y ése es solamente uno de los tantos puntos de la inextricable geografía de la guerra”… “Es como si una divinidad enloquecida hubiera transportado con una infernal máquina del tiempo la entera zona en el Medioevo más oscuro” (Mondo Economico, 16 de enero de 1993).
Guido había entrado en el corazón de los conflictos balcánicos, descrito sus escenarios, dado voz a los distintos protagonistas, recuperando los mejores deseos de esos pueblos, aun en su período más oscuro. Para hacerlo había utilizado el recurso de la palabra escrita, el “reportaje” periodístico en su más plena expresión profesional. Sus contenidos analíticos no dejan lugar a interpretaciones ambiguas, no justifican concesiones nacionalistas ni filo religiosas de ningún tipo. Es más, si necesariamente hubiera tenido que tomar parte por alguien, Guido Puletti habría citado nuevamente al escritor yugoslavo Danilo Kis en su novela Clexidra: “En esta tierra desolada tendría que haber un imperativo moral: encontrarse entre los perseguidos y no entre los perseguidores”.