Rogelio García Lupo fue uno de los grandes periodistas argentinos que hizo escuela. Compañero de Jorge Masetti y de Rodolfo Walsh en Prensa Latina, conoció la Cuba de los primeros tiempos revolucionarios como pocos. En esta entrevista de 2007, realizada por Pablo Chacón, que recuperamos en Socompa, hace una extraña afirmación sobre Perón y el Che.
Rogelio García Lupo fue uno de los primeros miembros del staff de la agencia de noticias cubana Prensa Latina. Hace unos días recibió de manos de Gabriel García Márquez un premio en honor a su trayectoria, cincuenta y tres años de producción periodística de gran calidad. Es un investigador obsesivo y un admirador de la mejor prosa. Es capaz de distinguir una aguja en un pajar de información. Jamás renegó de cierto nacionalismo, pero escorado a la izquierda. Su par en la profesión, si es que hay alguno de su nivel en el análisis de la materia periodística, fue Rodolfo Walsh.
Escribió en Noticias Gráficas, Qué, Usted, Prensa Latina, Primera Plana, El Periodista, en el diario de la CGT de los Argentinos y en el semanario uruguayo Marcha. También es autor, entre otros libros, de La rebelión de los generales, Lanusse, general de ganadería y Generales, Mercenarios y Monopolios, Historia de una mala relación y Ultimas noticias de Perón y su tiempo.
-¿Cuándo conoció a Guevara?
-Conocí al Che en La Habana. En un momento muy particular. Quizás en el mejor momento de la revolución, antes de la alianza con los soviéticos, cuando era todo más libertario. El que ya lo conocía antes que yo era mi amigo Jorge Ricardo Masetti, que había entrevistado a Fidel (Castro) para una radio y quedó hechizado con Guevara. Finalmente, los barbudos toman el poder y lo invitan a fundar y hacerse cargo de la agencia de noticias Prensa Latina, y ahí es cuando llego yo a La Habana, invitado por Massetti, que había convocado a sus amigos, Rodolfo Walsh, (Gabriel) García Márquez, Carlos Aguirre… Eso fue en el 59. Trabajé en Cuba hasta el 60, fines de los 60. Vivíamos en un piso 22, con Walsh. Lo conocí la primera noche que estuve en ese país, por intermedio de Carlos Infante, entonces director de Radio Rivadavia. El horario era disparatado. Eran más de las dos de la mañana, pero en ese momento, en Cuba, todo era disparatado. Y nosotros éramos jóvenes y revoltosos.
-¿Jóvenes y revoltosos?
-Imagínese… Yo había estado preso durante el segundo gobierno de (Juan Domingo) Perón por oponerme a la venta o, mejor dicho, a la privatización de ciertos segmentos de la empresa petrolera argentina, YPF. Estuve en la cárcel de Devoto. Después me opuse también a la política de (Arturo) Frondizi respecto del petróleo, porque contradecía todo lo que había escrito en un libro espectacular publicado antes de ganar las elecciones. Era joven y revoltoso, pero tenía convicciones. Pero volviendo a su pregunta, sí, conocí a Guevara esa misma noche. Infante era el hermano de Tita Infante, muy amiga del Che, de la infancia del Che, compañera de facultad también. Infante le había llevado no sé qué cantidad de yerba. El Che estaba desesperado por la yerba para el mate, así que no esperó nada y nos mandó llamar para cenar.
-Y usted estuvo en Prensa Latina hasta fines del 60.
-Exacto. Después seguí ligado a la agencia, pero como corresponsal en Venezuela, en Perú, en Buenos Aires… Pero hay que mensurar la velocidad de los hechos. Estoy hablando de 1960. Siete años antes, Ernesto Guevara, que todavía no era el Che, hace su viaje por América Latina y asiste a la revolución minera que promueve Jaime Paz Estenssoro en Bolivia, incluida una reforma agraria. En ese momento, acaso por un antiperonismo inercial que viene de familia, no se da cuenta que lo que está sucediendo es un cataclismo. Es como si le faltaran instrumentos teóricos. Pero claro, algo empieza a cambiar, sobre todo cuando tiene que escaparse de Guatemala un año después. Empieza a crecer un vago antiimperialismo que luego sí es alimentado y teorizado por su enorme capacidad de estudio y asimilación, aunque siempre rechazará el populismo. Para Guevara, todo lo que oliera a populismo estaba a medio camino. Siempre es todo o nada. El peronismo es un populismo. Tenía prejuicios contra los sindicatos, se sabe.
-Usted vuelve a verlo en la conferencia de Punta del Este, en 1961, ¿no?
-Efectivamente, nos reencontramos, conversamos, nos encontramos con Julia Constenla, José Luis Mangieri, Jacobo Timerman. Recuerdo que todo estaba lleno de servicios, espías, agentes de seguridad camuflados, norteamericanos, cubanos, rusos, mujeres que querían conocer al Che… Era un infierno. Eso es inmediatamente después de Bahía de los Cochinos. Guevara recibe dos invitaciones, entonces, para hablar con el enviado de (John) Kennedy, Richard Goodwin, y otra del propio Frondizi, por vía del diputado Jorge Carretoni, un hombre de la UCRI muy cercano al presidente argentino, que con la venia de la CIA, lo invita a Buenos Aires, con la intención de proponerse como mediador. Frondizi sabía que Guevara no estaba nada convencido de la dependencia que la isla empieza a establecer con los soviéticos, y también que jamás diría eso en público. Lo que no sospechaba, y lo que no sospechaba nadie, era que en su cabeza ya estaba madurando la exportación de la revolución a la Argentina, que estaba buscando gente para eso. Entretanto, escuchamos su discurso contra la Alianza para el Progreso, impecable, y después de diez días desapareció. Se produce el encuentro con Frondizi, muy amable, y las desavenencias no son tan graves como explícitas. En ese contexto es que -según la biografía del Che de (Mario) Pacho O’Donnell- el brigadier Luis Rojas Silveira habría dado la orden de asesinar a Guevara en Buenos Aires, operación abortada porque los encargados de ejecutarla no se animan. Rojas Silveira es el encargado, años después, de repatriar el cadáver de Eva Perón, pero sobre ese intento de asesinato del Che, no sé más que eso.
-O’Donnell dice que lo escuchó de boca de Rojas Silveira (que ya falleció). Rosendo Fraga (hijo) dice que ignora la cuestión, y que le suena completamente disparatada.
-Está bien. Puede ignorarla, le podrá parecer disparatada, pero lo que no puede ignorar es que seis meses después de recibir a Guevara, a Frondizi le dan un golpe de Estado, y que Rosendo Fraga (padre) era el jefe del Ejército. Es cierto que Fraga se opone a ese golpe, no sé cuánto, pero se opone.
-Volviendo a Guevara, ¿cómo entender su inmolación en Bolivia?
-No hay que entenderlo como una inmolación. Siempre pensó que el foco argentino (el de Masetti en Salta) podía prosperar y que desde ahí se podía avanzar en Argentina. Yo creo que él hace una pésima lectura de las condiciones sociopolíticas bolivianas. No es tan fácil decir que la culpa del fracaso de la expedición en Bolivia la tuvo su impericia, su aventurerismo, su desesperación… Masetti se equivoca, y mucho, en activar un foco cuando en ese momento hay un gobierno constitucional (el de Artuto Illia) -con el peronismo proscrito, cierto, pero constitucional al fin- y con el que los soviéticos están haciendo muy buenos negocios. La política de Moscú para esta zona, en ese momento, es no alentar insurgencias. Eso es tan así que todos los partidos comunistas del continente, y en particular el boliviano, retacean su apoyo, y al líder sindical, Lechín, que se entrevista con Castro de manera clandestina, y que pretende entrevistarse con Guevara y disuadirlo, el ejército boliviano y los rangers norteamericanos no lo dejan pasar, no dejan que entre a la selva. Ese es un punto. El otro es que el Che no quiere entender que el campesinado boliviano, después de una reforma agraria y el acceso a la propiedad, no quiere saber nada ni del Hombre Nuevo ni de ninguna revolución. Imagínese en la Argentina (pero ese es otro tema). En definitiva, no había condiciones y eso se lo dice a Guevara el mismo Perón. Perón, en Madrid, le dice que no entre en Bolivia, y que de ninguna manera puede asegurar un apoyo orgánico del justicialismo. Que podrá haber casos sueltos, que él no se opone, pero que no puede garantizarle un apoyo orgánico del movimiento y vuelve a decirle que no vaya, que lo van a matar. Guevara pensaba que seguía hablando con ese Perón imaginario que le vende en La Habana John William Cooke. Pero creo que en ese momento el general proscripto hace lo que tiene que hacer, y Guevara no lo escucha y se manda igual. En fin, los resultados ya los conocemos.
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