Una sociedad que no entiende el sentido de las tomas de los colegios, un funcionamiento de la política que no lleva a ninguna parte, una economía que vive del endeudamiento y un peronismo en crisis. Este es el panorama que desarma con toda lucidez Alejandro Horowicz quien, pese a todo, no cree que todo esté perdido.
Autor de dos libros clave para entender la historia de la Argentina reciente, Las dictaduras argentinas y Los cuatro peronismos, Alejandro Horowicz analiza el panorama frente a las elecciones del 22 de octubre y la reacción del gobierno ante la desaparición de Santiago Maldonado. “Hoy gobiernan los poderes fácticos: los partidos políticos son cajitas manejadas para hacer marketing”, sostiene y agrega que “la agenda pública es una cáscara vacía”. También lanza sus críticas a una oposición “que no hace oposición” y asegura que el peronismo está “tupacamerizado” por los gobernadores. También pone el foco sobre la estratificación etaria de la sociedad argentina: “Los puentes etarios están quebrados y eso es un logro de la última dictadura”.
-¿Cuál es su opinión sobre la reacción del gobierno ante la desaparición de Santiago Maldonado? ¿Por qué luego se buscó instalar nuevamente el relato de la Gendarmería, afirmando que Maldonado no estuvo donde sí estuvo?
-En principio, hay dos modos de mirar este problema. Uno es que estamos frente a un gobierno al que de ninguna manera le interesa proteger los derechos humanos y, por tanto, protege los intereses de los terratenientes que saquean a los pueblos mapuches. Esto coincide con una situación particular de la ley de tierras que muestra hasta qué punto la situación general de los pueblos originarios es absolutamente precaria y hasta confeccionada de tal manera que basta cualquier embestida conservadora para que ese contexto vuelva a ser absolutamente terrible. No se trata de ignorar que todo esto es cierto, pero me parece una lectura política poco atenta a ciertos detalles. El primer detalle evidente es que, cuando este gobierno asumió, a la misma ministra de Seguridad (Patricia Bullrich), la bailaron con tres hombres a los que fugaron de una prisión de la provincia de Buenos Aires y los pasearon por media Argentina dejando en evidencia que el gobierno no gobernaba ni una calesita. Frente a esto, me parece a mí, este gobierno, más que gobernar las fuerzas de seguridad y el aparato represivo, es gobernado por ese aparato represivo y por hombres y mujeres que lo único que saben hacer es básicamente marketing. Eso consiste en transformar lo que otros hacen en un discurso público en sintonía con lo hecho, hasta que ese discurso se derrumba y viene el próximo discurso que ajusta en función de lo nuevo, total -para la tribuna para la que este gobierno juega y frente a la que está razonablemente posicionado- ese caudal electoral es suficiente. Pero sobre todo es suficiente porque hay una oposición complaciente, que en el Congreso no solo se pliega a las exigencias centrales de este gobierno, sino que a través de un hombre como (Miguel Ángel) Pichetto, hace saber que se trata de la gobernabilidad de la Argentina. Entonces: no creo que el gobierno gobierne la Gendarmería ni que la ministra sea una ministra, no creo que esto no sea más que un discurso vacuo y vacío sobre cosas que de ninguna manera manejan.
-¿Por qué no se habla de que, detrás de la desaparición de Santiago Maldonado, está la lucha por la tierra y una política de Estado que favorece a las industrias extractivas?
-No digo que el gobierno no sea responsable de lo que está sucediendo. De ninguna manera. Pero digo que el gobierno no gobierna. No estoy diciendo que el problema del extractivismo o del monocultivo sojero sean problemas recientes, ni que sean problemas que origina este gobierno. De ningún modo. Pero al mismo tiempo la situación catastrófica en la que está el campo argentino es evidente para cualquiera que no sea ciego. Sobre 30 millones de hectáreas cultivables, 8,5 millones están bajo las aguas. Y las otras tienen tan baja capacidad de absorción que en cualquier momento pasan a estar en una situación parecida. Las hectáreas que valían entre 17 mil y 20 mil dólares en la pampa húmeda, en estas condiciones valen tres mil. Así que estamos ante una catástrofe que va mucho más allá de la coyuntura y sobre la que nadie dice absolutamente nada. El hecho de que los partidos políticos no son más que cajitas manejadas para hacer marketing es ya un dato instalado en toda la sociedad. Salvo pequeños grupos de izquierda, el temario de la agenda pública no es un temario.
-¿Qué es entonces?
-Es una cáscara vacía. Un sector muy importante de la población siente una angustia terrible si debe enfrentar cualquier clase de conflicto. Y con tal de eludir el conflicto está dispuesto a no enterarse de nada.
-¿Por qué?
-Porque el conflicto en la Argentina equivale a desaparición, tortura y muerte. Es mentar a Santiago Maldonado. Aquí vemos de nuevo por qué ese fantasma es tan potente y por qué una desaparición asume el carácter catastrófico que tiene, porque es la punta por la cual emerge la agenda pública. La otra no es una agenda pública: es una sumatoria de agendas privadas. Son negocios particulares, con los que gana o pierde una clase u otras de CEOs. Estamos hablando de un mundo muy chiquitito, de un mundo de monedas, pesos y centavos. De un mundo que, realmente, es más aburrido que chupar clavos.
-Dice que el gobierno no gobierna. ¿Quién gobierna entonces?
-Los poderes fácticos.
-¿Qué quiénes son hoy?
Los poderes fácticos son los CEOs reales de las empresas, la Gendarmería, lo que queda de la policía. Los poderes fácticos son aquellas fuerzas que todavía -a pesar del grado de descomposición que sufre la sociedad argentina- logran enhebrar el piolín y hacer alguna de todas estas cosas.
-¿Ahí también incluye a los medios?
-Los medios juegan su papel en la desaparición de la agenda pública. Pero la crisis ha llegado hasta ellos de un modo terrible, nadie sabe quién va a sobrevivir. Hace un par de años, los medios eran aquellos que subsidiaba el gobierno anterior. Ahora queda claro que los medios no son un negocio ni siquiera para el New York Times. Simplemente, las redes sociales -que saquean a los medios y a los periodistas- muestran cómo, a costo cero, se puede obtener toda la información que se quiera. Si alguien no está informado, es porque decide no estarlo. Entonces, aquí vemos la paradoja completa: todo es posible de ser conocido y a nadie le interesa conocerlo. Son muy pocos a los que les interesa.
–En su libro Las dictaduras argentinas sostiene que vastas mayorías silenciosas apoyaron no sólo el golpe sino que mantuvieron ese apoyo durante todos los años del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”. ¿Dónde está hoy esa vasta mayoría?
-Si uno mira la estructura de los votos, encuentra exactamente esa mayoría. Este gobierno es muy fuerte electoralmente –porque en realidad es un gobierno debilísimo- en los mayores de 50 años. Y más fuerte aún, en los mayores de 60 años. En una sociedad que se avejenta, está claro que ese peso etario pasa a ser cuantitativamente muy importante. Al mismo tiempo, se trata de de gente que tiene cierto poder de caja. En los más jóvenes esta situación se modifica abruptamente. Lo que piensa la sociedad hasta los 25 años es una cosa; lo que piensa entre los 25 y los 45, es una segunda cosa; y lo que piensa después de los 45, es una tercera. Este tipo de estratificación es terrible. Esos puentes entre los distintos grupos etarios están fuertemente quebrados. Y eso es lo que logró el Proceso, porque quebró las relaciones etarias. La legión de desaparecidos estaba ubicada en un segmento de edad muy determinado, y se rompieron las relaciones en una y otra dirección, porque estaba muy claro que se trató de un filicidio gigantesco. No hay una sola familia de las clases altas, de los apellidos ilustres de la historia política argentina, que no tenga entre sus miembros un desaparecido.
-¿Hay que empezar a hablar de una victoria de la dictadura en lo simbólico, porque siempre se sostuvo que había sufrido una derrota en el plano cultural?
-Las derrotas culturales son derrotas y victorias dinámicas, no estáticas. No estamos hablando de conquistar una cordillera, de ninguna manera. El segundo error es que una explicación que no suponga, al mismo tiempo, un cambio en las condiciones de existencia, termina por no ser siquiera una buena explicación. Porque un buen argumento primero se escucha; después se escucha, pero menos; y finalmente, cuando el cabo primero González los saca corriendo a los del argumento, se acabó ese argumento.
-Nombró a Pichetto, que fue el jefe del bloque de senadores del Frente para la Victoria…
-Lo que queda claro, en estas condiciones electorales, es que el peronismo no tiene ninguna dirección nacional. Ni buena ni mala: ninguna. Cristina es, en el mejor de los casos, una importante dirigente de la provincia de Buenos Aires. Nada más.
-¿Y el resto?
-Está tupacamerizado por gobernadores a los que, igual que a cualquier intendente, se los gobierna pisándoles la caja. Y esto no es un invento del gobierno de Mauricio Macri.
-Usted habla de la pérdida de autonomía de la política. ¿Por dónde pasa la posibilidad de recuperar esa autonomía? ¿En qué actores o movimientos?
-Para retomar la autonomía de la política hay que tener un proyecto con alguna dirección.
-¿Y ve algún germen, algún brote verde?
-El germen más significativo son las mujeres. Es el segmento más vivo de la sociedad argentina.
-¿Y qué espera de estas elecciones?
-Nada. Son una victoria automática del gobierno. No tiene ninguna posibilidad de ser derrotado por nadie, porque nadie se propone derrotarlo. El gobierno tiene, además de su propio caudal, una cantera a la que puede recurrir para colectar votos. En la provincia de Buenos Aires es, claramente, Massa. Entonces el gobierno crece en la reducción de lo que tiene Massa. Y Cristina llega a su propio techo, sumando, en el mejor de los casos, dos o tres puntos más de lo que pueda sacar entre los electores del ex ministro díscolo (N.R.: Florencio Randazzo). Ahora, el hecho de que toda la política sea un acto electoral es sencillamente alucinante. Ni el liberalismo más retrógrado planteaba que la política era eso.
-En 2011 se hablaba de Cristina y los siete enanitos. ¿Se puede volver a dar un escenario en el que el macrismo se enfrente a una oposición híper fragmentada?
-¿Massa es un opositor? ¿Los gobernadores peronistas son opositores? ¿Cuál es la oposición? En todo caso estamos hablando de que no son de la misma tienda electoral, pero no son opositores.
-Volvemos a un punto, entonces: la existencia de verdaderas políticas de Estado en la Argentina, apoyadas por buena parte del arco político, como el extractivismo.
-Claro, porque conviene pensar lo siguiente: en 1995 se dedicaban a la soja 5 millones de hectáreas y hoy son casi 20 millones. La situación de la tierra en 1995 era una; hoy es otra. Acá ha colapsado la pampa húmeda y la famosa renta diferencial, o no existe, o está a punto de extinguirse.
-¿Qué espera del peronismo en estos años que siguen?
-Lo que parece haberse recompuesto es el proceso de descomposición del cuarto peronismo a la luz del sol.
-¿Qué significa eso?
-La Argentina, hace ya unos cuantos años, tiene un bloque de clases dominante que no es una clase dirigente, que no se propone llevar a la sociedad hacia ninguna parte, que básicamente sigue haciendo caja. Por eso digo que la política se ha vuelto la continuación de los negocios por otros medios, porque el cortoplacismo es absoluto. Uno no ve un bloque de clase dominante que “protege” a su gobierno. De ninguna manera. Uno ve un bloque de clase dominante que “extrae” de este gobierno lo mismo que se va a proponer extraer de cualquier otro. De modo que no tiene ninguna amabilidad con este gobierno. Cuando uno mira el intento del gobierno por enhebrar alguna política que funcione, descubre que, en todo caso, se encuentra el rebote técnico de haber llegado al piso de una crisis que no tiene piso; pero que está amparado por medios que actúan como si esto fuera un gran suceso, como si el aumento de un consumo deprimidísimo fuera un aumento verdadero, mientras queda muy claro que la cadena comercial ha tenido un retroceso fenomenal que se nota en todos los supermercados. Ante la rentabilidad financiera para aquellos que puedan acceder a este tipo de actividad, es evidente que avanzamos en una dirección que sólo puede sostenerse con creciente endeudamiento público. Mientras el endeudamiento sea posible, funciona. Cuando el endeudamiento deja de ser posible, el gobierno pasa a tener su hora señalada.
-¿En cuánto influye en este escenario el contexto internacional?
-El contexto internacional no es particularmente favorable. Estamos viendo un fenómeno de crecimiento muy muy pequeño en toda Europa, después de muchos años de un decrecimiento muy sostenido. Y ese crecimiento se hace a caballo de una reducción general del costo laboral. Ahora bien, el único país del mundo que sigue creciendo a tasas chinas es China. Alemania no se detiene, y los Estados Unidos logran más o menos empardar la sota. Pero no estamos viendo ningún ciclo de expansión importante ni mucho menos. Al mismo tiempo, el deterioro de los términos locales es manifiesto.
-Habló de una estratificación etaria del voto. ¿Eso implica cierta esperanza en los más jóvenes?
-Cuando uno mira la importancia de los muy jóvenes, con esta cantidad de tomas de colegios secundarios en la Capital Federal, se observa una comprensión muy aguda por parte de estos jóvenes. Pero esa comprensión se da de bruces con la incomprensión general que ni siquiera logra entender por qué estos jóvenes hacen lo que hacen.