Una voz inconfundible, creador de temas que ya son clásicos de la música argentina y un tipo entrañable. En esta entrevista, el Flaco Spinetta habla de la muerte, del amor y la fugacidad de los tiempos felices y se da una vuelta por el rock nacional.
Luis Alberto Spinetta estaba viviendo solo en su estudio, La Diosa Salvaje, después de una mediática separación con Carolina Peleritti, y accedió a hablar conmigo, que era apenas una estudiante de dudoso talento, y –para mi asombro– lo hizo con mayor facilidad y franqueza frente a cualquier otro periodista. Empieza diciendo: “Para continuar se necesita que todos nazcan y mueran, nazcan y mueran”.
-¿Cómo es eso?
-Es un latir, entonces al latir, hay evidentemente un desenvolvimiento y una contracción. Los astrónomos dicen que supuestamente, la galaxia se encogería en un inmenso agujero negro para volver a explotar hacia fuera. No sé si el nacer y el morir son movimientos paralelos. Describir la vida sería como describir un mosquito intentando volar como un jet.
-¿Te da miedo la muerte?
-Digamos… no hay miedo, no debería existir el miedo al observar ese confinamiento de nuestra alma en sí. Deberíamos aceptarlo y comprenderlo.
-¿Qué es la música?
La música pertenece a una naturaleza aérea, no puede ser confinada a los pensamientos ni a la retórica. Tiene un código. En Occidente ese código es muy estricto, suena bien o suena mal, es evidente. Cuando se hace silencio, la música está igual, aunque nosotros no la escuchemos. Por lo tanto, no es algo que podamos administrar como la palabra. La palabra tiene signos, la música tiene moléculas de aire que hacen vibrar los tímpanos. Teniendo en cuenta que los latidos de nuestro propio cuerpo ya son música, que el sonido de las ramas al vibrar fueron música… La música existió antes de que el hombre organizara la materia sonora y va a existir aunque no haya instrumentos. Entonces, es una de las pocas cosas que no podemos usar para destruir. Pienso, igual, que la mala música enferma a la gente y la destruye, y ése es un proceso muy lento y muy difícil de comprobar. Es cierto que la buena música eleva el espíritu: Cuanto mejor escrita esté, más feliz es el alma. Quizá yo pueda ayudar a la gente y curarla con la música. Es una buena meta, pero es un poco utópica.
-¿Qué diferencias encuentras entre hoy y la época de tus inicios en el rock?
-Bueno, hay conjuntos que directamente tiraron la toalla y se mandan con cumbia, ska, todo mezclado y son una porquería, suenan mal y el mensaje no tiene fuerza. Yo los veo muy débiles. Hay otros que hacen bien las cosas, pero en general, tendría que generarse algo de menos banalidad adentro de uno para meterse en un estado creativo que no tenga fronteras y al que no le importe la difusión, MTV, ni un carajo. Pero, si ves que se venden 800 mil discos de cumbia y cinco de rock, bueno, te quieres cortar las pelotas, muchachita.
-¿Por qué crees que pasa eso?
-Es que no hay cultura, fracasó el proyecto educativo, fracasó el de salud ni hablar del proyecto económico. En breves palabras, la tendencia es que todo se reviente, que uno se reviente… Que la música sea reventada y que las personas sean reventadas sociales
-¿Te quedaste sin fe?
¡No, tengo fe! Tengo fe en la humanidad ante todo, en las personas, tengo fe en el amor, en todo lo que adoro, en las violas, en mi música, nietos, hijos, padres, en los seres queridos, ¿entiendes? Tengo una gran fe. Quisiera contagiarla, eso es todo, contagiarle a la gente más fe, que la gente se mire para ser solidaria y no para tenerse miedo. Ahora pasa un muchacho mal vestidito y crees que te va a robar. Típico, es una escalada de miedo de la cual no te puedes eludir, entonces algo siempre está minando la tranquilidad. Me genera mucha bronca la injusticia, la cana, la puta que lo tiró. De nuevo vuelve a ser aquel aparato siniestro que comete unos crímenes horribles cuando asesinan pendejas, las violan. No es que quiera que todo el mundo se dé la mano, sino que la gente realmente se ponga las pilas para laburar, que venga un gobierno que te quite la guita, lo que sea, pero que la ponga donde la tiene que poner. Salud y educación, cabeza nueva, jóvenes que sean jueces con la cabeza incorruptible, sanos. Sanos espiritualmente.
-¿Cuál fue el primer recital que te voló la cabeza?
-El primer show que me impactó muchísimo fue el de Los Gatos en el teatro Payró en 1969. Yo era chiquito. Me volví loco, me volví loco. Cuando vi lo bien que sonaban y lo bien que cantaba Litto [Nebbia] y cómo estaban armados los temas… Más ganas me daba de volverme a mi casa y componer y todo, para poder hacer algo mejor.
-¿Eres feliz?
-En sí la felicidad no ha sido un objetivo en mi vida, aunque es el más importante de toda nuestra vida. No he sido feliz por ningún motivo en sí. Mi preocupación excede las felicidades, aún en los momentos en que me pudiera ver de la manera más feliz. Realmente en ese aspecto soy muy obsesivo, hay un fuego que me carcome, que me aqueja desde que nací y que se va a terminar cuando esté en el ataúd, evidentemente. Todo eso tiene que ver con la lírica y el tipo de música que haces, la fuerza y el hígado que le metes a todos esos dolores, esas preocupaciones, la injusticia, la miseria humana, todo eso que toda la vida te dejó loco, siempre volando en un helicóptero sin poder tocar el piso. A mí me tuvo toda la vida así y me va a seguir teniendo. También se sufre. No pretendo ningún tipo de compensación ni nada, algún día voy a dejar de romper las pelotas y punto.
-¿Estás enamorado?
-No.
-¿Te pone mal?
No, peor es desenamorarse que no estar enamorado.
-Desenamorarse a la fuerza.
-Sí, a veces uno debe amputarse los amores irrealizables, a propósito, para hacerse bien o te mueres. “I don’t want to die”. No de eso. Igualmente creo que si no me enamoro pronto voy a perecer, pero no importa. Es una idea romántica, no me des bola.
-No, explícame…
Pienso que si no me enamorara pronto perecería, no sé por qué. Toda la vida estuve enamorado de una mujer y luego de otra y de otra. Es la primera vez en mi vida que vivo solo y que no tengo mujer, y me preocupa también. Con el auto de mierda que tengo, sin china y sin flete…
-Has mencionado que te gustan las mujeres y los autos, ¿y la música?
-Después viene eso. Es como que el amor es lo más importante, la mujer. Sin flete y sin china no eres nadie, ¿entiendes? Como dice Martín Fierro: “Sin flete y sin china no vas a ningún lado”, en primer lugar. Después, las violas son como la herramienta. Obviamente que amo mis guitarras, son como mis manos, mejores que las mías, pero instrumentos son para crear la música. Estoy fascinado con la música, pero fascinado como si fuera por una obsesión de mi existencia.
-Una fascinación que lleva toda tu vida.
-Ok, pero estamos hablando de los deseos de una manera mucho más pragmática. Es decir, la música es un aprendizaje de toda la vida, y los instrumentos para tocarla son para lograr la música. En cambio, el auto no es un instrumento para un objetivo. Bueno, para un corredor de carrera el auto es la herramienta para ganar. Para mí, el auto representa un objeto de placer. Vino de ser una alfombra mágica y se constituyó en algo más perecedero y ridículo, mucho menos elegante. Creo que manejar es casi menos elegante que caminar y correr. Pero eso no es todo.
-¿Qué más?
Sin amor un hombre es un tarado. Igual es una parte medio cursi. Si no se tratara de las historias que yo albergo respecto de mi último amor [Carolina Peleritti] y todo eso, no sería cursi lo que hablamos. Pero, tratándose de lo que es y cómo yo lo siento, me resulta algo difícil de hablar. Creo igual que estar enamorado es el clima más perfecto de la naturaleza humana. El amor cura todas las heridas de la vida. No siempre se puede mantener.
-¿Qué te pasa cuando escuchas tus canciones?
-No me pasa nada. Soy híper-serrucho con mi propio trabajo. Se sufre porque, viste, a veces no canto bien. Fumo mucho y tengo la voz requemada, igual canto lo mejor que puedo.
-¿Hace mucho que fumas?
-Sí. Paré un año y medio, otra vez seis meses. Hace como 39 años que fumo.
–¿Qué es lo más preciado que te dio la música?
La gente me ama mucho. Es lo más grande que siento. Más que el aplauso y que el “Oh, maestro”, es el cariño al personaje, la confianza que me tienen por ser como soy y me hago responsable oyendo a mi amigo que dice…
[En ese momento cerró los ojos y cantó, entonando de tal modo que parecía que iba a despegar. Era el verso de “Hermano perro”, de Almendra] “Oh estaré siempre aquí/ y aquí moriré oyendo a mi amigo/ oyendo a mi amigo/ oyendo a mi amigo, que dice:/ tira, tira, tira, hermano perro”.
-¿Sabes que eres uno de los músicos más influyentes del rock en la Argentina?
-Pienso que mi música suena tan bien como la de muchos y no hay ninguna cosa en especial, honestamente.