Madre de la Plaza de las incansables, a los 88 años Nora Cortiñas sigue acompañando a todos los que pelean contra la injusticia. Sabe que son tiempos difíciles, lo que ella define como una “dictadura económica y social” y no está dispuesta a bajar los brazos mientras junta sus papeles para armar su archivo de la memoria.
La ciudad es una olla a presión. Para las tres de la tarde de este lunes, Nora Cortiñas ya estuvo acompañando a los trabajadores despedidos del INTI, volvió a Castelar, donde vive, hizo un trámite, fue a su casa a apagar el ventilador que dejó encendido desde la mañana temprano cuando salió, y viajó de nuevo al centro porteño, a la oficina de Madres de Plaza de Mayo línea Fundadora. Subte, colectivo, tren. El 22 de marzo cumple 88 años. Intentar ubicarla es armar, a la vez, un mapa del conflicto social en Argentina. Un día está con los trabajadores despedidos en Canal 7, otro día acompaña a los despedidos del Hospital Posadas, una tarde está en Mar del Plata, en la marcha en repudio a la domiciliaria para Etchecolatz. Y hablamos sólo de enero, claro. Porque antes estuvo acompañando a los detenidos durante la represión de diciembre de 2017, y antes junto a Sergio Maldonado, pidiendo por Santiago, y antes, y antes, y antes. Desde el apoyo a las madres de Ituzaingó contra las fumigaciones, o el pedido de libertad y absolución para Higui, hasta el acompañamiento a los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en México. No por nada en las redes circula una imagen con una leyenda: “Comparta esta Norita de la suerte”, que la muestra a ella en una moto, sonriente. Ella no ve quiénes la comparten. No repara en las redes. Ella corre.
“Ayer estuve en El Palomar, por el aeródromo que están haciendo –cuenta-. Desde ese lugar, que era un aeropuerto militar, hacían los vuelos de la muerte. Es un sitio de la Memoria. Ahora quieren hacerlo comercial y trastornan además el medio ambiente de la zona, que no está preparada para vuelos comerciales. Y por modificarlo ya se perdieron huellas, señas de los lugares en los que se torturaba. El Gobierno avasalla los derechos de una población, borra las huellas de un sitio de la memoria, inscripto como tal… y hay un colegio donde termina la pista, van a estropear la audición de los niños. Ayer estuve. Salieron todos los vecinos”
-¿Cómo te organizás para acompañar todas esas luchas?
-Me da la salud y es el compromiso que yo tomé hace 41 años, cuando se llevaron a Gustavo. No es obligación, es un compromiso visceral. Es político, pero además tiene todas las implicancias de lo que significa la desaparición de un hijo. Es el compromiso de recoger las banderas de lucha.
-¿Identificáis el momento en el que ampliaste la lucha, fuiste más allá de la búsqueda de memoria, verdad y justicia y levantaste más banderas?
-Fue espontáneo y circunstancial. Las Madres, a medida que fuimos juntándonos y yendo a actos de memoria, encontramos actos que también hacían los docentes, donde recordaban además a los compañeros desaparecidos. Eso se fue haciendo cada vez más intenso. Era la carpa por la educación, la carpa por la salud, las caminatas por la vivienda… nos fuimos acoplando a esos requerimientos de la justicia social. Después, cada madre siguió eligiendo lo que más quería. A veces hemos ido cuatro, cinco a todas las marchas. Con el tiempo se fue eligiendo, no por discriminación, a veces según donde se hacían las marchas. No tenemos una fecha en la que empezamos a ir a la carpa blanca. Te vas arrimando. Te llaman….
-Ahora el conflicto social no da tregua: despidos, represión ¿Cómo lo viviste durante el kirchnerismo?
-La actividad es la misma porque yo no hice partidismo. Hubo también conflictos laborales. Ahora, que estoy preparando mi archivito, que busco papeles, encuentro en el 2009, una declaración del Hospital Posadas, por ejemplo, denunciando persecución hacia quienes luchaban por pedir el pase a planta porque estaban todos los trabajadores marcados. Cuando hablan del kirchnerismo como lo puro, lo excelente, no era así, había luchas. Algunos organismos, adentro, los que tomaron el partidismo, no se daban cuenta de que estaban fagocitando que siguieran conflictos que ahora se mantienen: el pase a planta, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores… Esto viene de antes, no es nuevo para mí, que no paré nunca, porque los conflictos fueron parte de mi lucha de todos los días. Acompañamos en juicios a los trabajadores de la construcción, que con la presencia de las Madres cambiaron de carátula. Una marcha con una represión brutal, cuando un grupo de barras bravas rompió la puerta de la Legislatura y luego le echaron la culpa a los vendedores ambulantes que pasaban por ahí. Esa vez fuimos tres Madres y nos sentamos esperando que nos atendiera la jueza que, cuando se asomó, cambió la carátula. Saben que las Madres no vamos a acompañar malandrines. Acompañamos a trabajadores, como ahora, con el 14 y el 18 de diciembre pasado.
-¿Para vos la represión de esos dos días de diciembre marcó un antes y un después?
-Me hizo acordar a la Dictadura. La policía no pierde las mañas. Ahora están más desatados. En la época del kirchnerismo había una orden de no reprimir, aunque según en dónde. Pero ahora hay una orden de reprimir todo. El otro día un grupo de trabajadores del INTI sólo movió la puerta para que pasaran los trabajadores y les tiraron gases. Si seguía la resistencia, les tiraban balas.
-¿Y para vos la sociedad acompaña o repudia?
-Ahora brotó todo lo fascista que hay en este pueblo, pero ¿por qué? Por los discursos desde el Presidente para abajo, de todos los funcionarios. El discurso fascista hace que la gente escuche sólo lo último: que son terroristas, que está bien que repriman… todo eso va a parar al pueblo y el pueblo escucha y repite… en la época de nuestros hijos era: “Son subversivos”, “si se lo llevaron por algo será”… ahora llegan a descalificar a los organismos de derechos humanos, ahora a los militares le dan la domiciliaria
-¿Les sorprendió que le dieran la domiciliaria para Etchecolatz?
-Ellos querrían hace rato parar los juicios y darles la libertad. Empiezan con la domiciliaria. No nos sorprende el gesto fascista de un gobierno, pero creíamos que estábamos encaminados para toda la verdad y toda la justicia. La verdad no la tenemos porque se tienen que abrir los archivos y de la justicia tenemos los juicios, con testigos de lujo, que dan su testimonio delante de los genocidas, que no se olvidaron de sus compañeros que quedaron soterrados en ese infierno de los campos de concentración, hay abogados, fiscales y jueces que quieren hacer justicia, pero bueno, siempre hay algunos casos que patinan… En el caso Etchecolatz, los propios vecinos no lo quieren. Se organizaron para repudiarlo. No va a ser fácil.
-En Mar del Plata repudian esa domiciliaria, en Azul acompañaron a los trabajadores despedidos de Fabricaciones Familiares, son gestos que van en sentido contrario al fascismo creciente…¿Vos sos optimista al ver eso?
-El gobierno tiene medios afines. Hay un periodismo facho, y el que dice la verdad y es militante no tiene la posibilidad económica, les echaron a la mitad de la gente… hay menos posibilidades de que se trasmita la verdad y lo que pasa. Tenemos radios comunitarias, pero no hay presupuesto. Estamos en disminución de posibilidades, pero el boca a boca es fuerte. La gente está disconforme. Aunque ya hay represión para los que critican, esto es como un comienzo de lo que fue el terrorismo de Estado.
-Muchos dicen que se viven momentos similares a los de la dictadura ¿A vos qué te parece?
-Ahora no hay una dictadura militar. Ahora hay una dictadura económica y civil pero se corren riesgos. Hay un odio en este gobierno por la gente, una revancha día a día, sacando todo lo que andaba bien y era bueno. Echaron gente especializada que no se puede remplazar, en el Posadas, en el INTI, en el INTA, en el Senasa. No hay reemplazante posible porque es gente que se preparó durante quince, veinte años. Hay un ánimo de revancha de todo lo que es del anterior gobierno sin pensar que inclusive hay cosas que vienen de antes. Para ellos todo está mal, nada sirve pero la imagen del Gobierno se va deteriorando hacia el exterior y para el interior también, porque la gente que lo votó se va dando cuenta, porque él no dijo que iba a vaciar el país. Tuvimos años y años de lucha para salir de los bretes de la dictadura militar cívico eclesiástica y económica y cuando íbamos saliendo, encaminándonos por algunas leyes bien hechas, algunos avances, ahora esta revancha destroza todo. Para implementar a fondo este programa económico la protesta va a ser muy grande y la represión también. Lo que pasó en el 18 de diciembre yo no creí que lo iba a ver… Pero no les va a ser fácil porque hay un pueblo que está decidido.
-De hecho, el mismo 18, cuando se salió a la calle, se sabía lo que había pasado el 14, la represión feroz, pero se salió igual…
-Sí, la gente sabía. En cada protesta es lo mismo. En el Posadas eran centenares de gendarmes armados preparados a tirar. En el Inti son centenares de policías con equipos de guerra, pero yo creo que va a haber resistencia, el pueblo no se va a quedar calladito ni de brazos caídos. Esto se va a poner muy feo. No sé hasta cuándo van a seguir. Están echando gente todos los días y como el gobierno echa y como aparentemente no es responsable, los privados hacen lo mismo y echan y que la gente se arregle…
-El feminista es un movimiento que crece, en especial en los últimos años ¿Cómo es tu experiencia como feminista?
-Yo me crié en un hogar patriarcal, machista. Mi papá, mi marido… bueno, no diría machista, diría conservadores de tradiciones un poco patriarcales. Al salir a la calle, la lucha que tuvimos que hacer las Madres fue muy fuerte, inclusive más de lo que habían hecho los grupos feministas, porque lo que fue la represión, la desaparición de personas, el terrorismo de Estado, cambió todo y también las familias. Las que salimos a la calle fuimos las madres, por decisión propia. Cuando Azucena Villaflor decide que vamos a ir las madres, no dice “todos”, dice “las madres”. Eso marcó un camino. Ahí se empezó a hacer este movimiento único. Mujeres feministas que han salido a reclamar sus derechos hay en todos los países. Madres, el título, pone un código. Una volvía a su casa con el cambio. Salías a la calle y emprendías una lucha que hasta ese momento no estaba. En muchas casas costó mucho. En mi casa también.
-¿A vos te costó?
-No me costó la transformación, pero sí a mi marido, que estaba acostumbrado a otra historia. A mí me costó la pelea. No fue fácil.
-Hoy hablabas de tu archivo ¿Qué tiene?
-Papeles, cartas que recibí, reportajes, foros a los que asistí, viajes, todo estaba mezclado en bolsas y ahora van a venir unas pibas archivistas para ir viendo, porque está todo amontonadito. Yo el otro día decía: “¿Y si tiro todo?” pero de repente yo quería tirar un volantito y ellas me decían: “No, no, esto no”. Va a salir algo. No sé qué. Va a salir que hay una cantidad de viajes, de asistencias, de cosas que no tenía registradas
-¿No anotaste nunca? ¿No llevabas diario?
-No. Es que se corría mucho. Durante los años de la dictadura teníamos entrevistas con políticos, y salíamos y no anotábamos nada. Como nos seguían, no llevábamos papeles. Teníamos miedo de registrar. Hay madres que sí lo hicieron. Y hay gente que ha registrado alrededor mío, que me dice: “Nora, tengo cuando fuiste a tal lado, a tal otro”. Ahora está todo en cajas, sacudí todo, está sin tierra. Hay que buscar. Ahí está mi vida.