Cuando se creó la Metropolitana medio mundo se preguntó cuánto tardaría en ser… la Bonaerense, u otras parecidas. Estos tres micro relatos dan una idea de cómo aprenden los uniformados a cascar a unos y liberar a otros.

Como la educación de las personas, la educación de las instituciones -es decir, de sus integrantes en tanto que pertenezcan a ellas- sigue programas formales pero también, sobre todo, se plasma en experiencias decisivas, fulgurantes. Es el caso de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, creada en 2009 como Policía Metropolitana. Al haberse construido desde cero, quedaba planteada la pregunta de si habría de ser distinta de las policías existentes -la Federal, la Bonaerense…-, o, en términos escépticos, cuánto iba a tardar en parecerse a las policías existentes. Bien: podemos afirmar que el 10 de agosto de 2022 la Policía de la Ciudad completó su educación.

Una de estas experiencias tuvo lugar en 2016, cuando la Metropolitana se unificó con la Policía Federal que operaba en la Ciudad de Buenos Aires, para integrar la Policía de la Ciudad. Poco después se instauraron los turnos de servicio rotativos, como ya venía siendo en la Federal y en otras instituciones de seguridad, y eso alteró profundamente la vida de muchos agentes. Está comprobado que, en cualquier actividad, los turnos de trabajo rotativos crean disturbios en el ciclo de sueño y vigilia; en los policías, sumados a las largas jornadas de trabajo extra por insuficiencia de los salarios básicos, afectan la capacidad de respuesta incrementando los riesgos de arbitrariedades o gatillo fácil. Desde la perspectiva de la educación institucional, cuando los turnos son fijos, como los tenía la Metropolitana, la persona tiene en su vida un espacio propio, libre de la institución. Los turnos rotativos tienden a que la persona esté toda ella, en cualquier momento, entregada a la institución.

Una segunda experiencia educativa tuvo lugar el 18 de diciembre de 2017, cuando participantes en una movilización callejera lanzaron piedras y bengalas durante horas contra policías que cumplieron la orden de soportar de pie, sólo protegidos por sus escudos; varios de ellos fueron heridos. (Los manifestantes desconocían o desestimaron el poema de Pier Paolo Pasolini “Il PCI ai giovani”, sobre los estudiantes y la policía, cuya traducción al español puede leerse en https://www.sinpermiso.info/textos/el-pci-a-los-jovenes-del-68) Esa experiencia les enseñó a los policías de la Ciudad que sólo en su institución pueden confiar, y les marcó un enemigo estratégico del que quizás un día -aunque nadie volviera a tirar piedras- se vengarán gravemente.

Y la más reciente experiencia educativa, que viene a establecer definitivamente el perfil de la Policía de la Ciudad, se ha producido el 10 de agosto de 2022. Se estaba desarrollando una manifestación masiva y pacífica, de personas pobremente vestidas, en la avenida 9 de Julio; la Policía de la Ciudad había cortado el tránsito pero un automovilista, muy bien vestido, pretendió irrumpir con su vehículo entre los manifestantes. Los agentes intentaron disuadirlo, pero él se resistió y trató de avanzar. El comisario a cargo del operativo consultó al fiscal de la Unidad de Flagrancia, quien dispuso la detención del automovilista por resistencia a la autoridad, y el comisario cumplió. Pero poco después el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, canceló la medida y pasó a disponibilidad al comisario. “El chico detenido ya está libre”, celebró después el funcionario refiriéndose al automovilista bien vestido.

Ahora la Policía de la Ciudad ya lo sabe todo: especialmente, a quiénes no le está permitido detener y quiénes debe permitir que sean, literalmente, atropellados.