El periodista Ernesto Valverde acaba de publicar “Corro 105: RODEADOS”, donde plasma su investigación sobre la caída de María Victoria Walsh y el resto de la Secretaría Política Nacional de Montoneros. En Socompa publicamos una pequeña reseña y la introducción del libro.
El 29 de septiembre de 1976, luego de recibir la información a través del ”Nabo”Barreiro -desde Córdoba- una indagación bajo tortura, el General Roualdes cerca y ataca la casa de Villa Luro, ubicada en calle Corro 105.
En ella además de una insospechable y amplia familia de cobertura, la de Lucy Mainer y sus hijos, funcionaba una casa operativa de Alberto Molinas, donde se reunía la Secretaría Política Nacional de Montoneros.
Sus cinco miembros Ignacio Bertrán, Viki Walsh, Ismael Salame, Tito Molinas y José Coronel, resisten desde adentro luego de evacuar a una niña.
Dos caen en combate luego de lograr salir, un tercero igualmente muere cubriéndolos.
Al agotar las municiones, José Coronel sube a la terraza donde muere; lo mismo hace Viki Walsh quien les grita a los soldados:
”Viva la Patria” y se pega un tiro en la boca.
La carta de Rodolfo Walsh a su hija, imagina un monologo de ella en esa terraza, tal vez dictado por el dolor, tal vez por el intento de dar testimonio de la heroicidad militante: ”’Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. No es totalmente consistente con los hechos, aunque sí en forma absoluta con el espíritu de resistencia a la dictadura de los cinco, que él compartía y que lo llevo meses después a la muerte.
Ernesto Valverde en una investigación minuciosa de varios años, reconstruye desde la infancia y adolescencia la vida personal y política de los cinco caídos.
No los coloca en el bronce, los humaniza, relata paso a paso su incipiente politización en los 60, sus contradicciones y dudas frente a la lucha armada, la vocación religiosa de alguno, y el creciente compromiso político que termina con su militancia en Montoneros.
Entre las muchas consecuencias de lo sucedido en Corro 105, aparece luego de largos años de paralización, la detención de 10 de los represores que perpetraron el ataque, y la posible elevación a juicio de la causa.
El tiempo dirá si esta vez por fin se hará justicia.
INTRODUCCIÓN
Gracias a las “escuchas” que había realizado sobre el teléfono de la casa de Corro 105, Héctor Vergez, sabía que la mañana del miércoles 29 de setiembre de 1976 se realizaría una reunión “importante” de Montoneros, encabezada por Tito Molinas.
También sabían quiénes eran las personas que vivían o por lo menos, que en los últimos días habían frecuentado la casa ubicada en la esquina de Corro y Yerbal.
La operación que se inició bajo el mando del Tercer Cuerpo de Ejército encabezado por el general Luciano Benjamín Menéndez, pasó ahora al Primer Cuerpo del Ejército. Vergez, que era el Jefe del Batallón 601 hizo la inteligencia, pero ese miércoles 29 por la mañana, el que estaría al mando de la acción militar sería otro.
Roberto Leopoldo Roualdes a principio de 1976 revistaba en el Comando Especial Ejército en la provincia de Entre Ríos. El golpe de estado, Roualdes lo encabezo en la pequeña ciudad de Victoria, habitada por 20 mil personas.
Inmediatamente después del golpe, fue ascendido a Coronel, y trasladado a la Capital.
Tenía un excelente vínculo con el General Suarez Mason, que era Jefe del Primer Cuerpo del Ejército. El 21 de junio de 1976 por resolución del Comandante General del Ejército pasó al Comando del Primer Cuerpo de Ejército, específicamente al Comando Subzona Capital Federal.
Tenía 48 años. Estaba casado con Gladys Alicia Ogan, una uruguaya un año mayor. De la pequeña ciudad de Victoria pasaron a un piso en La Pampa 2670 en el barrio de Belgrano de la Capital Federal.
El GADA 101 era el Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 101 del Ejército Argentino y está ubicado en un gigantesco predio en Carlos Pellegrini 4000, Ciudadela, Provincia de Buenos Aires. En el año 76 ese era uno de los núcleos donde se hacia la conscripción, por lo que contaba con cientos y cientos de soldados. También fue Centro Clandestino de Detención.
La noche del martes 28 al miércoles 29 de setiembre, cuando faltaba para que amanezca, y aun con algo de lluvia, salieron del GADA 101 varios camiones. Algunos llevaban pertrechos militares, otros soldados.
Más de doscientos hombres viajando por el empedrado empapado de las calles de Buenos Aires en camiones de un verde oscuro y lúgubre, cubiertos con lonas más apagadas aun.
El viaje era corto: apenas 5 kilómetros por la avenida Juan B. Justo.
El destino: las inmediaciones de la casa de Corro 105.
Eran las 4 de la madrugada y la orden era esperar.
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