Fue abusada de niña con la complicidad de su propia madre. Una vida quebrada que encontró en la lucha contra el patriarcado una forma de empezar a reconstruirse.

Me llamo Cecilia Fernández, Gato, tengo 29 años y vivo sola en Longchamps, en una casa que me prestan.

En dos semanas me encuentro con mi madre. Hace 8 años que no la veo. Mi madre es psicóloga. Solicité asesoramiento de una abogada compañera, una militante, Chiqui, que hablará conmigo antes del encuentro. Mi madre y mi progenitor se separaron cuando yo tenía 10 años, pero cuando vivíamos en la misma casa, era una tortura cenar juntos. Los dos se llevaban muy mal y ella le pegaba a él. A mí me daba miedo, asco, odio. Y cuando yo misma me rasguñaba o vomitaba ella me decía que yo tenía reacciones locas. Mi madre siempre supo todo y fue su encubridora.

Por las dudas yo esperé a los 21 para irme, pero siempre viví en la violencia, tenía alucinaciones, cucarachas que me trepaban por las piernas, prendía la luz y no había nada, igual me dormía, toda encogida. Y ataques de pánico tenía, le contaba a mi madre, pero ella me decía que eran fantasías histéricas. Desde que me fui eso se pasó, pero igual tengo insomnio y los ataques de pánico siguen. Mi madre intuyó que me iba, y justo antes me dijo que sabía que mi progenitor se acostaba al lado mío y me manoseaba. Pero del abuso anal no sabe, cuando yo tenía unos cuatro años, con penetración de los dedos, eso no lo sabe. A mí me daba mucho miedo y me confundía. Recuerdo que tenía una muñeca y que mi abuela me vio jugar, yo le decía que a la muñeca le entraban bichos por el culo, y que no podía gritar porque tenía la boca tapada.

En dos semanas, cuando mi madre y yo nos encontremos después de ocho años, quiero decirle todo y que vea que no estoy postrada. Hace un año yo no tenía un mango, pesaba 36 kilos, sólo tenía un laburo de mierda en un restorán. Le mandé un mail y ella me ayudó sin vernos, unos 4 mil pesos me pasaba, migajas, cómo vivo con eso. Ella tiene plata, a mi hermano Agus lo ayuda bien, él mismo me contó que lo tiene sobornado para que no me ayude. Agus se lo acepta, pero yo no, no le voy a dejar pasar que me arregle con un vuelto. Cuando la vea quiero decirle: no te hagás más la boluda, no te pedí nacer, hacete cargo, pero no creo mucho que me ayude. Antes Agus me defendía, es 4 años mayor y estudia artes marciales desde los 6, es muy bueno, un día a mi padre lo sacó a trompadas a la calle porque se me tiraba encima. Pero ahora Agus no se acuerda de eso.

Cuando yo tenía 6 años mi madre me llevó a una psicóloga, la mujer sacó el tema con mucha violencia, me jodió y yo no quise volver. A los 13 me llevó a otra y seguí con ella hasta los 21, pero mi madre insistía en una sesión con mi padre y la psicóloga no quiso.

Entonces no le pagó más y tuve que dejar.

Entre los 10 y los 15 no vi a mi padre, pero mi madre nos obligó a encontrarnos. Mi hermano la enfrentó y le dijo, “es tu hija, cómo podés.” Después hubo otro encuentro y él me abrazó y sentí que me apretaba contra él. Ahí me dijo “qué chata sos”. Lo empujé, pero Agustín ya no le dio importancia, y ahora está muy pegado a mi madre, incluso la defiende.

Cuando me fui de mi casa no había nadie. Agarré mi PC, la gata, mi ropa, libros y me fui, mi madre me dijo después que le cerraba el corazón, que a Agus también pero que a él podía ir y patearle la puerta. Y mi padre me llamaba todo el tiempo y me dejaba mensajes tipo ex pareja. Le conté a mi madre, pero ni me escuchó.

Yo ando con problemas psicológicos, sin plata, apenas me pagan por mis dibujos y diseños, por las historietas, pero nunca dudé de irme, y no tuve más alucinaciones. Los ataques de pánico siguen, pero antes era peor porque vomitaba. Todavía peleo mucho con la vida y con la muerte. Tuve intentos de suicidio, una vez me corté, y el año pasado tuve dos episodios de sobredosis.

Pero hoy estoy comprometida con las otras mujeres y está claro que los femicidios son una reacción machista del sistema patriarcal, los hombres viven las marchas como un desafío, el mensaje es ‘quedensé en el molde porque esto se les va a poner feo si empiezan a hablar, y las vamos a matar’.

 Este texto forma parte del libro colectivo ¿Por qué llora esa mujer?

 

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