El 8 de octubre de 1974 la CNU secuestró y fusiló por la espalda a Rodolfo Achem, dirigente de la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata (ATULP), y a Carlos Miguel, dirigente de la Juventud Peronista. Fue el primer paso del proyecto para instaurar el terrorismo de Estado previo al golpe en la Universidad Nacional de La Plata.
Son poco más de las siete y media de la mañana cuando un compañero les avisa que llegó el auto que los tiene que llevar a Buenos Aires. El Turco Rodolfo Achem y el Gordo Carlos Miguel apuran los últimos mates de la rueda que vienen compartiendo desde hace un rato en la sede de la Asociación de Trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata (ATULP), en 44 entre 9 y 10. Ninguno de los dos ha dormido bien en las camas improvisadas en una de las oficinas del gremio, pero no había más remedio. El clima político del país, de la ciudad y de la Universidad se viene enrareciendo desde hace rato, la avanzada de los fachos -apuntalada desde el gobierno nacional de Isabel Perón y el provincial de Calabró— ya es desembozada, y tanto el Turco como el Gordo cargan sobre sus espaldas una colección de amenazas.
Ese 8 de octubre de 1974 se cumplen siete años de la captura de Ernesto Guevara en la sierra boliviana, antes de ser asesinado en La Higuera. También sería un nuevo cumpleaños de Juan Domingo Perón si no fuera porque hace tres meses que Perón está muerto. Achem y Miguel -fundadores de la Federación Universitaria para la Revolución Nacional (FURN), una agrupación donde también había dado sus primeros pasos militantes un joven estudiante de Derecho venido desde Santa Cruz llamado Néstor Kirchner— tienen presente la carga simbólica de los aniversarios, pero sus preocupaciones son más inmediatas esa mañana: van a participar de una reunión en la Federación Universitaria de Buenos Aires. El temario previsto es variado, pero en el| fondo se trata de una sola cosa: coordinar con representantes de otras universidades la resistencia contra la política represiva y oscurantista que impulsa el ministro de Educación de Isabel, Oscar Ivanissevich. j
Por eso, mientras se preparan para salir de la sede de ATULP, el Turco y el Gordo no piensan en esos dos aniversarios. Tampoco saben, todavía, que el 8 de octubre se transformará también en el aniversario de sus muertes.
Militantes y diligentes
Rodolfo Francisco Achem tiene 33 años y es sanjuanino que llegó a La Plata para estudiar Derecho. En octubre de 197 le faltan muy pocas materias para terminar la carrera. Pero en su horizonte, desde hace tiempo, hay proyectos mucho más importantes que ese título universitario. Identificado con el peronismo, se incorporó a la Juventud Peronista junto con todos sus compañeros de la FURN. Además de ser ut de los principales dirigentes de ATULP, el gremio de los no docentes de la Universidad de La Plata, conducido por la izquierda peronista, desde el 30 de mayo de 1973 ocupa el estratégico cargo de secretario administrativo la Universidad.
Carlos Alberto Miguel, de 31 años, es médico veterinario y, como Achem, notorio dirigente de la Juventud Peronista platense. Pocos días después de que Héctor Cámpora asumiera la presidencia de la República se hizo cargo de la Secretaria Asuntos Académicos de su Facultad hasta que, el 30 de marzo 1974, fue convencido para dirigir el Departamento Central de Planificación de la Universidad.
El Turco y el Gordo se conocen bien y se aprecian más. Su amistad se fue construyendo al calor de la lucha política. Juntos participaron en la elaboración de los documentos Bases para la Nueva Universidad y La participación de los Trabajadores en la Conducción de la Universidad, que había establecido los lineamientos básicos del proyecto de Universidad Nacional Popular puesto en marcha en mayo de 1973 y cuyos logros ahora pretende destruir la derecha. “Este proyecto planteaba, entre otras cosas, la modificación sustancial de la orientación de las carreras, para que dejaran de servir a las grandes empresas y centros imperiales para servir a la Nación. Se ponía la capacidad técnica y humana que la Universidad tenía, al servicio de los organismos del Estado, a través de convenios de asistencia recíproca para la elaboración y ejecución de proyectos científicos y tecnológicos”, destacaría, muchos años después, el documento fundacional de la Cátedra Pensamiento Nacional y Popular de la UNLP, que lleva los nombres de Achem y Miguel. Ese es el proyecto que el Turco y el Gordo siguen defendiendo cuando suben al auto que ha ido a buscarlos a la sede de ATULP la mañana del 8 de octubre de 1974.
Es también por su amistad con Rodolfo Achem que Carlos Miguel se sube al auto para compartir el viaje a Buenos Aires. En un principio, quien debía asistir a la reunión en la FUBA junto con el Turco era otro integrante de la comisión directiva de ATULP, Héctor Pettirossi. La preparación de un inminente viaje a Cuba lo había obligado a cambiar los planes. Fue entonces cuando el Gordo le dijo a Achem:
-No vas a ir solo, Turco. Yo te acompaño.
Amenazas de la CNU y la Triple A
No hay un solo policía uniformado en las inmediaciones de la sede de ATULP, en 44 entre 9 y 10, que no tiene custodia. Y los que no son policías no prestan atención a la presencia de tres autos sin patentes estacionados en diferentes lugares de la cuadra. Tampoco los descubren Achem y Miguel cuando el vehículo al que suben arranca y emprende la marcha por 44 en dirección a la avenida 13, para salir de La Plata rumbo a la Capital Federal.
Es un descuido para dos personas que han sido amenazadas de muerte. Tanto el Turco como el Gordo vienen recibiendo desde hace tiempo llamadas silenciosas o insultantes en sus casas. El leit motiv del otro lado del teléfono es el verbo “matar”. La Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), coordinada -entre otros sectores- por el de José López Rega, los ha incluido en una lista de condenados a muerte, en la que también figura el rector normalizador de la Universidad, Francisco Camperchioli Masciotra.
Al Turco, incluso, tres integrantes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) lo han amenazado en la cara diez días antes, durante una asamblea en la galería del segundo piso del Rectorado de la Universidad, delante de decenas de personas.
“Los veo como si fuera hoy. Era un día lluvioso y el Turco estaba hablando delante del micrófono. Éramos muchos, un montón, los que estábamos ahí. Los tres tenían impermeables largos y se fueron acercando de a poquito, entre la gente, hasta llegar cerca de donde estaba el Turco, que seguía hablando. Yo vi a tres, pero seguro que eran más. Y entonces gritaron: ‘¡Turco, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor!’. Estaban tan cerca del micrófono y del Turco que el grito salió por los parlantes. Fue una provocación, entre toda la gente. Le gritaron al Turco y se fueron yendo despacito. Cuando algunos compañeros trataron de pararlos, les mostraron los fierros que llevaban debajo de los impermeables. Bajaron por las escaleras y se fueron, con total impunidad. Los tres que yo reconocí son Pipi Pomares, el Misto Fernández Supera y Gastón Ponce Varela”, relato Raquel La China Barreto, uno de los pocos sobrevivientes de aquella dirección de ATULP.
A pesar de las amenazas, Rodolfo Achem no había querido irse, como propuso parte de la dirección después de lo ocurrido en el Rectorado. Los primeros días de octubre, el gremio había convocado a una asamblea en el Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ciencia Exactas de la Universidad, para decidir si el Turco debía quedarse o irse del país. La presidió el secretario general de ATULP, Ernesto Semilla Ramírez, y también habían participado representantes de la Asociación Peronistas de Docentes Universitarios de La Plata (APDUL), que trabajaba de manera coordinada con el gremio no docente. Antes del comienzo de la asamblea, el Turco llamó aparte a la China Barreto.
-Negra, vos votá para que me quede- le pidió.
-¡Turco, yo no puedo votar eso. Te tenés que ir!
-Vos votá para que me quede, porque igual no me voy a ir.
La China Barreto votó lo que el Turco le había pedido y todavía hoy se siente culpable, aunque la asamblea había resuelto por amplia mayoría que Achem se tenía que ir. Fue, de todos modos, una votación inútil: la mañana del 8 de octubre de 1974, sin hacer caso de la resolución de sus compañeros, Rodolfo Achem sigue en La Plata y acaba de abordar junto a Carlos Miguel un auto con la intención de ir a Buenos Aires para participar de una reunión en la FUBA.
“Todos tiros por la espalda”
Sobre la avenida 44, a la altura de la calle 12 -apenas a dos cuadras de la sede de ATULP-, uno de los autos sin patente encierra al que lleva a Achem y Miguel. Otro de los vehículos se le clava atrás, para que no pueda retroceder. El grupo de tareas actúa rápido, con total impunidad, en pleno centro platense y sin ningún policía a la vista. Los bajan del auto a empujones y culatazos, los palpan de armas, los separan y los suben en vehículos diferentes. Los dos primeros autos -con un secuestrado a bordo de cada uno- salen disparados por 44, mientras el tercero les cubre la retirada. A esa hora y en ese lugar, la existencia de una zona liberada por la policía es evidente.
La noticia del secuestro tomó estado público en pocos minutos y conmocionó a la ciudad. “Yo me enteré a eso de las ocho y media, cuando me llamaron para avisarme. Estaba en Ingeniería, porque era directora de Personal. Me metí en el baño de hombres a llorar. Era como la crónica de una muerte anunciada”, dirá muchos años después la China Barreto a los autores de esta investigación.
De inmediato, la comisión directiva de ATULP decidió, en una reunión de emergencia, la suspensión de todas las actividades en toda la Universidad “hasta que aparezcan los compañeros raptados”.
Apenas dos horas después, recibieron la noticia de que los cadáveres acribillados de Achem y Miguel habían aparecido en Sarandí. “Aproximadamente a las 10.30 se tuvo conocimiento en forma oficial del hallazgo de dos cadáveres en la zona costera de Sarandí, con varios impactos en distintas partes del cuerpo y las manos atadas a la espalda. Por la descripción que formularon los efectivos policiales de la seccional cuarta que concurrieron de inmediato al lugar se tuvo la presunción de que podría tratase de las dos personas secuestradas en nuestra ciudad -relataría el matutino El Día del 9 de octubre-. Oficialmente se confirmó que ambos cuerpos presentaban más de 50 disparos.”
El secretario general de ATULP, Ernesto Semilla Ramírez, acompañado por Raquel Barreto y otros compañeros de la comisión directiva reconocieron los cuerpos en la comisaría cuarta de Sarandí, una seccional que sería emblemática del accionar de la CNU. Lo primero que notaron fue que Achem y Miguel habían sido fusilados por la espalda. La China se descargó a los gritos con el comisario.
-¡Hijos de puta, ustedes matan siempre por la espalda!
-¡Para, China, pará- trató de calmarla Ramírez, inútilmente.
La investigación de la Bonaerense no avanzó un solo paso. “La policía inició las averiguaciones del caso para dar con los responsables de los asesinatos, pero hasta el momento las investigaciones efectuadas no habían arrojado resultado positivo”, informó el diario El Día del 9 de octubre. Treinta y siete años después, la frase puede ser reproducida sin necesidad de cambiarle una coma.
La patota de la CNU platense comandada por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio acababa de inaugurar un modus operandi que se volvería habitual. Durante los meses siguientes, hasta el día de su muerte a manos de Montoneros, Gastón Ponce Varela contaría una y otra vez cómo se habían cargado a “esos zurdos de mierda”.
‘‘El hijo de puta se jactaba de guardar como souvenir la alianza de casamiento de Achem”, relató a los autores de esta investigación Marcelo Ponce, primo de ese integrante de la patota de la CNU, aunque ubicado en las antípodas políticas. Esta afirmación fue confirmada por otra fuente a los autores de esta investigación.
Y después, la intervención
Rodolfo Francisco Achem y Carlos Alberto Miguel fueron velados en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, desde donde una multitud acompañó sus restos hasta el cementerio de la ciudad, en una larga y tensa marcha bajo la amenazante presencia de las fuerzas de asalto de la Policía Bonaerense.
Sus asesinatos formaron parte de un plan orquestado desde los gobiernos nacional y provincial para destruir a la conducción de ATULP —acérrima opositora de la gestión de Victorio Calabró en la provincia y del proyecto oscurantista del ministro de Educación de la Nación, Oscar Ivanissevich- e intervenir una Universidad que resistía al proyecto represivo y retrógrado de la derecha peronista en el poder.
A principios de noviembre, la Bonaerense reprimió de manera brutal una manifestación estudiantil, docente y no docente en apoyo al rector. La mayoría de los manifestantes -entre ellos un estudiante herido por una granada de gas lacrimógeno que le fue disparada deliberadamente a la cabeza- quedó encerrada en el rectorado de la Universidad durante horas, mientras desde el exterior la policía amenazaba con entrar.
Poco después se consumó la intervención ultraderechista, que borró de un plumazo el proyecto de Universidad Nacional y Popular que se había puesto en marcha el 25 de mayo de 1973. En uno de sus primeros discursos, el interventor nombrado por Ivanissevich, el fascista Pedro Arrighi, denunció a sus predecesores de haber dirigido “inteligentemente una ingeniosa penetración marxista” en la Universidad. Al mismo tiempo, los grupos de tareas de la Concentración Nacional Universitaria se trasformaron en fuerzas de ocupación en todas las facultades y los tres colegios universitarios.
El 6 de marzo de 1975, al atardecer, un grupo de tareas de la CNU encabezado por Héctor Darío Alessandro y Carlos Ernesto Castillo llegó en varios automóviles a la sede de ATULP y ocupó las instalaciones para consumar la intervención del gremio. Destruyeron todo lo que encontraron, e incluso levantaron todos los pisos de pinotea con la excusa de “buscar armas escondidas”. Quienes en realidad estaban armados eran los integrantes de la patota, que entraron al edificio apuntando a los presentes con escopetas Itaka y pistolas .45 y 9 milímetros. Además de a Castillo y Alessandro, varios testigos reconocieron entre los ocupantes armados a Gastón Ponce Varela, Gustavo Fernández Supera, Juan José Pomares, Carlos Chiarizzia, Néstor Causa, Antonio Agustín Jesús, Ricardo Calvo, Ricardo Walsh y Eduardo de Urraza.
La Universidad Nacional de La Plata se había transformado en un escenario privilegiado del terrorismo estatal.
(Nota de los autores: Este texto pertenece a “La CNU. El terrorismo de Estado antes del golpe”, que contiene la investigación que realizamos sobre el accionar de la CNU platense. Los crímenes de Achem y Miguel siguen impunes. Uno de sus asesinos, Carlos Ernesto Castillo, fue condenado a prisión perpetua por otros crímenes cometidos por ese grupo de tareas parapolicial. Los demás integrantes de la CNU siguen en libertad).
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