Se animaron a romper con el mandato familiar de silencio y pudieron ir asumiendo, aun  con angustias y conflictos, el saber que sus padres estuvieron involucrados en delitos de lesa humanidad. Este sábado se reúnen para intercambiar experiencias, un encuentro del que participará Alejandra Senft, hija de un militar nazi.

Son en su mayoría mujeres, entre los 40 y algo y los 60 años. Vivieron parte de sus vidas en ámbitos militares y policiales, aislados de los “civiles” y sujetas a códigos inviolables. Pasaron años escuchando discursos contra los “zurdos” y la necesidad de combatirlos hasta la muerte. Las madres apañaban a sus maridos, a quienes les resultaba engorroso explicar de qué trabajaban. Acallaban preguntas con gestos huraños. Pero el muro de silencio cayó cuando muchos de ellos  fueron presos, juzgados y comenzaron a ser llamados genocidas. Desde hace un tiempo un grupo de hijxs rompieron los mandatos marciales y crearon la agrupación Hijxs Desobedientes. Este fin de semana se darán a conocer públicamente  en el Primer Encuentro Internacional de Historias Desobedientes.

A Analía Kalinek (39) la vida le cambió por completo el 31 de agosto de 2005, a sus  26 años y un amor total por su padre, Eduardo Emilio Kalinek.

“Hola, bueno… no te asustes, pero papá está preso…”, le dijo su madre por teléfono. Han pasado 13 años desde ese día. Su padre está condenado a cadena perpetua por su actuación durante la dictadura militar en el Circuito ABO integrado por los campos de tortura y exterminio Atlético, Banco y Olimpo.

Analía nació en 1979 y hasta 2005 nunca había vinculado el accionar de su padre, miembro de la Policía Federal, a la represión durante la dictadura.

“Los elementos que tenía como para poder conectarlo eran nulos, yo crecí en años de impunidad, estos temas no se abordaban y en nuestros círculos sociales menos todavía, así que fue un baldazo de agua fría y una incertidumbre total, fue no entender nada”, relata.

En un primer momento ella reprodujo el discurso que imperaba en su familia y el resto de su entorno, y que consistía en que todo lo que decían sobre el represor eran mentiras de “los zurdos” que habían llegado al poder y eran parte de un gobierno “revanchista”.

Pero ese discurso no resultaba ya convincente y Analía comenzó a investigar qué pasaba cuando ella nació, en plena dictadura. Poco a poco se fue derrumbando  lo que su familia sostenía y comenzó a abrirse una grieta profunda que la distanció del núcleo en el que nació.

“Mi papá era de la Policía Federal, actualmente tiene 67 años, es joven ahora y lo era hace 40 años, y bueno ahí empezó mi búsqueda personal, el tratar de entender, el dolor de enfrentarme con la verdad cuando pude leer la causa, los testimonios… Y me encontré con que ese papá que tanto quería y en el que tanto creía, tenía esta otra faceta totalmente oculta para su familia. A partir de ahí fue alejarme ideológicamente de él que sigue reivindicando lo que hizo. Cree que lo que hizo está bien y el distanciamiento para mí es desde ese punto… Porque una no puede manejar lo afectivo y yo siento que a mi papá lo sigo queriendo, que fue un buen padre, pero no puedo dejar de disociar esta cuestión también social, decir que lo que hizo estuvo mal, para mí que soy su hija y para cualquiera…” relata.

“No estamos en soledad…”

Analía es visceral, su palabra fluye con energía y sus gestos subrayan su dolor y la convicción sobre lo que dice y hace tras haber conocido la verdad. Cuando eso se develó, “surgió mi compromiso de trabajar por la Memoria, la Verdad y la Justicia para que jamás pueda volver a ocurrir algo así”, afirma.

Buscó contactarse con otras personas que estuvieran atravesando circunstancias parecidas y se encontró con Liliana Furió en mayo de 2016.

“Todo empezó a partir de que testimonié para un libro cuando  nos conocimos con Liliana, otra hija de genocida. O sea, estoy hablando desde 2005 a 2008 donde yo lo interpelo a mi papá y de ahí a 2016… En el medio hubo terapia, crisis familiares, distanciamientos de mis padres, de mis hermanas, mis hijos alejados de sus abuelos, de sus primos, mis padres de sus nietos… fue un grupo familiar que estalló”, recuerda.

En 2017 Analía y Liliana fueron por primera vez a Plaza de Mayo el 24 de marzo y, el 10 de mayo a la Plaza de los Pañuelos Blancos, en el barrio de Saavedra. Pocos días más tarde se publicó la nota de Mariana Dopazo, ex hija de Miguel Etchecolaz que cambió su apellido en rechazo al del genocida.

Fue entonces que se dieron cuenta de que no estaban en soledad y que eran varixs lxs hijxs de genocidas que rechazaban lo actuado por sus padres. Poco después se encontraron con Bibiana Reibaldi, hija del genocida Julio Juan Felipe Reibaldi, oficial del Ejército que se desempeñaba en el edificio del Batallón 601, en Callao y Viamonte, central de los servicios de Inteligencia.

¿De qué se trata tu trabajo, papá?

Bibiana tiene 62 años, su recorrido en búsqueda de la verdad fue largo y dice que no es fácil resumirlo. Su padre era oficial del Ejército, de Inteligencia. Habitaba el edificio del Batallón 601 de Viamonte y Callao, un lugar siniestro que emanaba horror para quienes sabían que ahí estaban muchos de los torturadores que secuestraban, desaparecían y destrozaban a hombres, mujeres e incluso a niños en los campos clandestinos.

“Mi recorrido es mucho más largo que el de Analía y es difícil resumirlo, pero lo que puedo contar es que mi padre siempre estuvo en el edificio de Viamonte y Callao, se retiró en el ’70 y ese mismo año se separó de mi madre… En aquellos tiempos eso era un deshonor hacia la esposa, pero en el ’72 el deshonor quedó a un costado y volvió como personal civil de Inteligencia al mismo lugar. Básicamente a eso se dedicó hasta entrado el ’86”, relata esta mujer de mirada dulce y voz firme.

Actualmente en lo que era el edificio del Batallón 601 funciona la Universidad del Salvador. Bibiana cuenta que se apena y enoja cuando pasa por ahí ya que se recibió de licenciada en Psicopedagogía en la sede central y asegura que ver que ahora funciona en Callao y Viamonte “me rebela, porque en los años en los que yo estudié la decana de Psicopedagogía y los demás profesores eran gente realmente extraordinaria con una mente muy abierta, nada que ver con lo que hay ahora. En ese entonces en Teología teníamos a una monja laica consagrada, muy avanzada, que decía que no podía creer que en el Salvador estuviéramos sus alumnas junto a las Madres de Plaza de Mayo rezando el rosario… Y hoy paso por ahí y se me estruja el estómago.”

– ¿Qué recordás del tiempo en el que tu papá estaba en actividad en el Batallón 601 e incluso antes, en tu infancia?

– La relación con mi papá fue compleja, contradictoria, muy difícil…Yo cargué toda la vida con mucha vergüenza… Tengo un hermano del primer matrimonio con mi mamá y tres hermanos del segundo matrimonio de él. A partir del ’72, cuando él volvió como personal civil a Viamonte y Callao, ya había muchas cosas que no me gustaban, pero todavía no tenía la dimensión de lo que estaba ocurriendo. Por ejemplo la formación de la Triple A, los servicios de Inteligencia y el Plan Cóndor que se había instalado en toda Latinoamérica en 1972. Y en 1976 se oficializó para poner el broche de oro con toda una política concentracionaria, pero empezó mucho antes. Comencé a tener sentimientos de mucha vergüenza con el rol de mi padre, pero en el ’72 yo todavía no tenía esa conciencia, empecé a tenerla más adelante. Era una vergüenza muy fuerte que lo que me generaba, además de síntomas en el cuerpo, era esta cosa de someterme a un mandato casi inconsciente de silencio. No poder hablar, no poder decir a que se dedicaba mi papá, yo decía que era militar retirado… Mi hermana del segundo matrimonio de mi papá decía que él era jubilado, sí, porque nos daba vergüenza…

– ¿Él les impedía decir cuál era su ocupación? 

– Hay algunas cosas manifiestas, por ejemplo un día, en 1975, le pregunto “explícame de qué se trata tu trabajo, ¿qué hacés?, porque no entiendo, ¿cómo hacés tu trabajo? Y transformado por completo me respondió que él no me preguntaba cómo hacía yo mi trabajo, y yo no tenía que preguntarle cómo hacía el de él. Y eso fue con un tono desconocido para mí y ahí fue como que ya se bajó una línea de mandato, ¿no? En algunos otros casos fue más claro, más manifiesto, y en otros más inconsciente, más solapado. Pero en cada familia pasaron cosas diferentes

– Igual  -agrega Analía- el común denominador del colectivo es esta cosa: los mandatos de silencio, los tabúes, cosas que no se hablan en el interior de las familias. Quienes tenemos esta posición somos literalmente excluidos de nuestras familias, tratados como de traidores.

-¿Hay varones con la misma postura entre lxs hijxs?

– Sí, hay varones, pero en una proporción bastante menor. Se juega de otro modo esta historia con el padre –asegura Bibiana-  y es la historia de la traición. En algún punto, como dijo Analía, siempre nos hicieron sentir traidoras. Y está esta cosa de los mandatos en los que generalmente el hijo varón sigue la carrera militar también. Nosotras tenemos un compañero al que lo metieron dentro del servicio militar y finalmente salió después de tener dificultades.

“Yo tengo dos hermanas menores que son personal civil de la Policía Federal y una vez que entrás en esa lógica es todavía más difícil salir de ahí, quedás atrapado, retroalimentándote en esos discursos  -dice Analía-; en total somos cuatro mujeres… Te resumo un poco la historia, mi mamá falleció hace tres años después de un cáncer en la sangre que arrastraba desde hace veinticinco años. A partir de iniciar la sucesión y de un discurso que decía que nosotras no heredamos nada porque todo es de mi papá y mi mamá nunca trabajo, discurso al que yo me opuse, mi papá y mis dos hermanas menores iniciaron acciones legales para declararme indigna y desheredarme, esto está tramitando ahora en el juzgado Civil de la sucesión.

-¿Hay alguna forma de relación entre tu padre y tus hermanas con vos?

– La relación está rota, hay mucha distancia, mucho enojo. Hay un escrito que a mi criterio está redactado por mi papá que lo que alega es que yo fui detectada por grupos activistas en la facultad de Psicología y que nosotros éramos una familia normal. Y pregunta cómo yo puedo tener tanto odio, cómo puedo hacer las declaraciones que hago. Dice que por mi culpa él está preso y que por mi culpa mi mamá se murió. Todo eso es lo más leve que dice en un escrito de 15 o 20 páginas. Pone esto de manifiesto por primera vez porque nunca hasta ese momento mi papá había hecho explícita una opinión, pero lo escribe, lo documenta y lo presenta en un juzgado Civil afirmando que es esto lo que él piensa. Dice que soy una hija indigna y que la lógica que encuentra es excluirme y desaparecerme del acervo hereditario. Que yo no pueda heredar ni formar más parte de la familia. Esto existe en el Código Civil. Obviamente yo voy a contestar y no creo que ningún juez sensato le otorgue la razón en esto, pero bueno… eso es lo que está pasando y así está la relación. Igual, aunque es muy duro, yo sigo con la frente bien alta y convencida de que lo que hago es lo correcto, pero el costo emocional es fuerte.

“El daño abarcó a toda la humanidad”

Ambas mujeres subrayan que todo eso es lo que las planta muy firmes y las rescata de muchas cosas muy duras, es estar convencidas de que ese es el camino correcto y no hay otra posibilidad ni otra opción. Las opciones posibles son la negación y el aval de los crímenes.

“Una elige y nosotras en el colectivo no hemos elegido eso: mirar para adelante y olvidarnos de lo que pasó. No, hay que hablarlo, tramitarlo. Denunciarlo. Hay que combatirlo también porque hoy se quiere volver a instalar el negacionismo, la teoría de los dos demonios y salir discursivamente a decir que esto no es así y contra argumentar”, afirma Analía.

Actualmente el colectivo debate sobre la forma de llegar a las personas que piensan diferente a lo que ellas sostienen, a sus propios hermanos que tienen la postura de sus padres.

Bibiana repite que le pidió y hasta exigió a su padre que aunque más no fuera diera algún dato, que contara lo que sabía, que hablara y nunca dijo ni una palabra. Nada. Sin embargo no pierde la esperanza de que alguien diga, hable, o por lo menos lograr que las nuevas generaciones se enteren que el daño que generó todo ese plan de exterminio no solamente atravesó a los militantes políticos y a sus familias, sino a toda la sociedad, incluyendo a sus propias familias. “El daño fue social, abarcó a la humanidad”, subraya.

– ¿Han tenido acercamiento con Hijos de desaparecidos, hay intercambio con ellos?

– Institucionalmente no, porque nosotros todavía no somos una institución, pero tuvimos acercamiento de hijos que a lo mejor no militan en la agrupación y también con la agrupación Hijos Córdoba, nos llegan comentarios y palabras de aliento, de alegría y de bienvenida. Y hay como cierta expectación de “bueno, ¿a ver qué hacen éstos…?” Como acabamos de aparecer mucha gente no tiene muy en claro a qué vinimos.

Analí y Bibiana coinciden en que el haberse encontrado en Historias Desobedientes fue un antes y un después en la vida de todas, “poder romper el tema del patriarcado y el mandato del silencio, poder salir a hablar públicamente, realmente fue para nosotros muy, muy importante. Y empezamos a recibir mensajes de muchos que todavía no se animan públicamente, pero nos escriben agradecidos diciendo que es la primera vez que pueden compartir esto.  Que ni siquiera con sus parejas han podido hablarlo, que lo vivían como una vergüenza y que la existencia del colectivo les da alivio.”

Las chicas relatan que hay nietos de genocidas que interpelan a sus padres; que hay padres que habían querido enterrar esa historia y que se empiezan a movilizar emocionalmente. Y se va moviendo todo muy al interior de las familias de los genocidas.

“Y ese es nuestro objetivo, ¿no?, porque nosotras venimos de ahí y entendemos que esto es también un proceso de sanación para nuestras familias, es aceptar, poder hablar y tramitar y reconocer que hay cosas que los humanos no podemos hacer. Y no podemos repetir nunca más. Ni en la Argentina ni en cualquier lugar del mundo pueden volver a existir genocidios”,  subraya Bibiana.

“Y queremos dar la discusión con quienes no piensan como nosotras- asegura Analía- lo que encontramos en nuestras familias genocidas hasta ahora es la exclusión: “el que piensa diferente: afuera”. Y eso se retroalimenta en la familia militar y la familia policial que son muy cerradas. Nosotros venimos de a poquito a horadar esa piedra, se van generando preguntas, interpelaciones, otros modos de pensar y lo hacemos con el convencimiento de que está bien y que suma.

Primer Encuentro Nacional

“Hace unos pocos meses Liliana Furió nos estuvo representando en un encuentro que se hizo en Hamburgo, Alemania, y que convoca a  descendientes de nazis una vez al año. Esto se hace en lo que antes fue un  centro de exterminio y ahora funciona como Centro de Memoria. Nosotras tenemos un Encuentro convocado para este fin de semana y va a venir desde Alemania Alexandra Senft que es una nieta de nazis”, relata Analía.

Alejandra Senft tuvo una madre alcohólica que finalmente murió. Cuando comenzó a investigar la historia familiar, se encontró con un abuelo nazi y con una familia que no quería que se supera nada de eso. Pero a contrapelo de los mandatos buscó su propia historia y escribió un libro en el que relata los pasos de su búsqueda de la verdad. Su trabajo tiene varias analogías con los recorridos que llevan adelante lxs integrantes de Historias Desobedientes.

Dspués de publicarlo entró en contacto con otros descendientes de nazis y publicó un segundo libro que traducido es algo así como “La larga sombra de los genocidas”. Ella visita Buenos Aires auspiciada por la embajada alemana y va a estar en el Encuentro del próximo fin de semana que se inicia el 23 de noviembre. Durante su estadía visitará la Ex ESMA y leerá fragmentos de sus escritos que fueron traducidos al español por lxs integrantes de Historias Desobedientes. En las jornadas que se prolongarán hasta el 25 de este mes, también  estará el hijo de un genocida chileno que viaja  para compartir su historia.

“El 24 de noviembre, en la Facultad de Ciencias Sociales, además de hacer una presentación de nuestro colectivo y de tener varias mesas de intercambio, una de ellas va a estar dedicada a la exposición de Alexandra y de una compañera de  Hijas Desobedientes que va a hablar sobre la edición de un libro con escritos autobiográficos de integrantes de nuestro colectivo”, anuncian finalmente Analía y Bibiana.