A Carlos Galanterik la mayoría lo recordará por sus programas en la radio, la lectura de poemas y su palabra siempre aguda. Menos conocida es la historia de Tom Lupo en las redacciones donde trabajo. Aquí, en el recuerdo de dos de sus compañeras de trabajo.

Apenas supe de su muerte, llamé a mi hermana Irene que fue quien me llevó a la redacción de Callao y Santa Fe sobre la cochería Lázaro Costa. Yo tenía veintidós años y trabajaba como periodista free lance. Colaboraba en Libre, de Editorial Perfil, cuando la redacción estaba en Sarmiento y Cerrito y solíamos almorzar con el Turco Jorge Manzur, Roberto Pettinato, Juan Martini y Alicia Barrios. También escribía y ayudaba a corregir El Porteño y Cerdos y Peces, que estaba en Cochabamba y Chacabuco, a una cuadra y media de la casa de mis viejos, en San Telmo. Inolvidables las incursiones en el bar de la vuelta con charlas increíbles con la Negra Poli y Enrique Symns (maestro, como Lupo), en tiempos en que en los recitales del teatro Bambalinas comíamos redonditos de ricota.

Cuando Irene empezó a trabajar en Twist & Gritos hizo lo que hacía siempre: me llevó. El clima era de absoluta libertad, porque así era Tom Lupo, que tomó su apodo de Tom Wolfe, y luego supo que lupo es lobo en italiano y en honor al autor de El nuevo periodismo lo celebró.

De Twist recuerdo dos notas que firmé y disfruté muchísimo. Una fue la crónica de un viaje a Córdoba para el Primer Festival Internacional de Teatro donde se destacó la Fura dels Baus con la obra Accions y una violencia llevada al extremo expresada en unos símiles de fetos que se chocaban contra unas telas. La otra nota era el relato de una fiesta al aire libre en el Hospital Borda donde bailamos together periodistas, pacientes y personal a plena luz del día. Mi gratitud entonces para el señor Carlos Galanternik (Tom Lupo) por la libertad y originalidad con la que vivió y nos dejó trabajar.

 

Martín Visuara fue el secretario de redacción de aquella revista de nombre beatle. Conoció a Tom una noche en que se lo presentó el poeta y periodista Pancho Muñoz en un bar y a la semana estaba trabajando en el segundo número. “Lupo recién estrenaba este nombre y trataba de sacar una revista de rock sin saber nada sobre rock”, cuenta Visuara, conductor de Pensar en nada por FM Boreal, radio de Capilla del Señor y Los Cardales. “El armaba todo ayudado por Jorge Crespo, después representante de Las Pelotas. A poco de andar, se me ocurrió cambiar algunas cosas. Bobby Flores comenzó a escribir, convocamos a los chicos de Tren de carga: Sergio Marchi y Eduardo de la Puente. De esta manera, la redacción comenzó a tomar color. Era cómodo trabajar con él. No discutía en las reuniones, dejaba hacer. Un día apareció Alberto Laiseca, corrector de La Razón y también colaboró con nosotros”. Lupo miraba todo desde la perspectiva de la publicidad aunque “siempre estaba atento a todo lo que ocurría, atento con nosotros y corto de fondos para pagarnos el sueldo. En fin, la bohemia de un tipo súper inteligente, audaz y estrafalario. La revista duró unos meses, casi hasta noviembre o diciembre de 1984.  Inmediatamente él paso a la radio y allí descubrió algo que sabía: la palabra, que le permitió convertirse con el paso de los años en lo que fue”.

 

La memoria es imprecisa, me cuenta Irene. Y sigue: Fue el verano que cruzó del 83 al 84. ¿O el siguiente? Principiaba la  democracia, la primavera alfonsinista. En la revista Twist & Gritos necesitaban cubrir el puesto de la diagramadora que acababa de renunciar. Alfi Baldo, el director de arte de El Porteño, me recomendó. Hacía mis primeros pininos en el diseño de publicaciones con más intuición que sabiduría. Tenía 20 años.

La redacción estaba en el edificio Roccatagliata, en la esquina de Callao y Santa Fe.  Subí en el ascensor jaula mirándome apenas en los espejos de las esquinas, el viaje era muy corto. Martín Visuara, jefe de redacción, me esperaba del otro lado de la puerta tijera. Me llevó hasta la oficina de El Jefe, Carlos Galanternik, creador de esa pequeña usina de medios inquietantes: Alfonsina, Banana y Twist & Gritos.

-Todo esto es nuevo para mí –me dijo en medio de la charla donde hablamos del trabajo y de la retribución económica.

Carlos era conocido por integrar un grupo que en los sesenta/setenta mezclaba psicoanálisis y poesía con el uso de drogas psicodélicas. El mundo editorial era nuevo para él,  era una nueva aventura en la que se embarcaba con pasión, como siempre hizo con todo lo que abordaba en la vida.

Se decía en los pasillos que en esa travesía periodística había puesto completa la herencia que le dejó su padre al morir y, como no podía ser de otra forma, la perdió completita.

Alfonsina fue un medio pionero en el periodismo feminista. La dirigía María Moreno. Alfi había sido su diseñador. De Banana no recuerdo nada, apenas la sensación de que era algo bizarro, pero puedo equivocarme. Ya dije que la memoria es imprecisa.

Por ese departamento circulaban Eduardo de la Puente y Sergio Marchi, editores de la revista under Tren de Carga, que empezó a salir como un insert de Twist & Gritos. Bobby Flores escribía notas sobre historia del rock y llegaba siempre con unos bellos, inmensos y pesados libros importados, con fotos deslumbrantes, con los que alimentaba sus textos.

Rafael Bini, músico performático y multifacético, armaba unas columnas gráficas en las que aparecía junto Carlos que ya había devenido Tom Lupo.

Galanternik era un editor muy particular. Un empresario que no quería serlo, como si su objetivo fuese más desplegar creatividad que hacer un buen negocio y eso se sentía en el  clima de aquella redacción. Hacíamos lo que queríamos, ese era su sello.

Eso le agradezco a Tom Lupo, alias Carlos Galanternik o viceversa, aquella libertad que me dio para diagramar su revista como si se tratase de un juego, experimentando con las tipografías, con los fondos de Letraset, usando los recursos más insólitos, como hacía él mismo en su vida.

-No me queda un mango, pero algo aprendí haciendo revistas. Ahora sé que las galeras se corrigen con marcador turquesa –se reía.

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