Un recorrido por la historia del instrumento más emblemático del tango y las letras que hablan de él, en muchos casos hasta identificarlo con sus ejecutantes.
El bandoneón se ha ganado un lugar privilegiado dentro del tango convirtiéndose en el instrumento emblemático del género. Así lo entienden una cantidad considerable de autores que al ir dándole cuerpo a las letras, comienzan a incluirlo dentro de la métrica de los versos. En 1924 Celedonio Flores escribe su tango Muchacho, con música de Edgardo Donato.
“Que decís que un tango rante
no te hace perder la calma,
y que no te llora el alma
cuando gime un bandoneón”
Y Alfredo Le Pera en el ya tradicional Mi Buenos Aires querido, con música de Carlos Gardel (1934), alude al instrumento con una original metáfora del turf.
“Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver,
ciudad porteña de mi único querer,
y oigo la queja
de un bandoneón
dentro del pecho pide rienda el corazón”
El bandoneón es un instrumento conformado por un fuelle cerrado en los extremos por dos cajas en cuyo interior vibran por acción del aire un sistema de lengüetas metálicas. El bandoneonista lo ejecuta sobre la falda por medio de un abrir y cerrar de las cajas de madera ya que aspira el aire o lo deja pasar.
En algunas letras el término bandoneón va dando lugar al más familiar de fuelle. En Melodía de arrabal, escrito por Alfredo Le Pera en 1933, con música de Carlos Gardel leemos:
“Barrio plateado por la luna
rumores de milonga
es toda tu fortuna:
hay un fuelle que rezonga
en la cortada mistonga”.
En la parte externa de ambas cajas del bandoneón se ubican 71 teclas redondas denominadas botones, mientras que la mano derecha toca en 38 botones los tonos claros, denominados voces, la mano izquierda toca en 33 los bajos. Además, con el mismo teclado el ejecutante produce diferentes tonos según lo abra, o cierre.
Según Horacio Salas el bandoneón fue inventado por el luthier Heinrich Band en Alemania hacia 1835, claro que al principio no tenía las mismas características que en la actualidad. Algunos años más tarde su creador había iniciado en la ciudad de Hamburgo la fabricación en serie de los famosos bandoneones AA.
Cuenta la historia que ya al año siguiente había un ejecutante que por las noches tocaba en las trincheras de la guerra de la Triple Alianza con un instrumento que llevaba la marca Band-Unión derivada del apellido del fabricante y de la cooperativa que se animó a fabricarlo. El deslizamiento metonímico desde “Band-Unión” a nuestro actual “bandoneón” puede suponerse que se produjo por la dificultad que encontraba la voz para desplazarse desde la consonante “d” (de “Band”) hacia la “u” y la “i” (de “Unión”) debido a que éstas son dos vocales cerradas, de allí que por efecto de la pronunciación han sido reemplazadas por la “o” y la “e” que son abiertas y por lo tanto más accesibles a la dicción.
En 1950 Homero Manzi en su lecho de enfermo del sanatorio Güemes seguramente con motivo del centenario de la fabricación del primer fuelle escribe uno de sus últimos poemas. El mismo lleva por nombre Che bandoneón, la música es de Aníbal Troilo y es notable el efecto que produce un modismo porteño, que se utiliza para evidenciar la familiaridad que surge entre el personaje de la letra y su instrumento.
“El duende de tu son, che bandoneón
se apiada del dolor de los demás
y al estrujar tu fueye dormilón
se anima al corazón que sufre más…”.
Seguimos con atención los versos que muestran una creciente identificación entre el instrumento y su ejecutante, donde ambos parecen mimetizarse y las letras van caracterizando al bandoneón que a la manera de un Frankestein moderno, le terminan insuflando vida propia. En uno de nuestros tangos más populares: La última curda escrito por Cátulo Castillo en 1956, con música de Aníbal Troilo, leemos:
“Lastima, Bandoneón, mi corazón
tu ronca maldición maleva…”
No nos pasa desapercibido que el autor escribe “Bandoneón” con la letra “B” mayúscula, como si el instrumento –el sustantivo en términos gramaticales- se hubiera metamorfoseado y pasara a ser el nombre de alguien.
El ser humano en algún momento del día necesita beber y necesita hacerlo con moderación, entonces descubre que puede ahuecar la palma de su mano y recoger en ella el agua. De tal forma, cuando inventa la cuchara; en realidad, lo que está haciendo es crear un instrumento que funciona como continuación del brazo y de la propia mano. ¿Cómo logra el bandoneón convertirse en instrumento de la persona, en una continuación de ella? El poeta lo describe en Bandoneón arrabalero:
“Bandoneón arrabalero,
viejo fueye desinflao
Te encontré como a un pebete
Que su madre abandonó
…
Te llevé para mi pieza
te acuné en mi pecho frío…
yo también abandonado
me encontraba en el bulín…
Este tango escrito en 1928 por José María Contursi, musicalizado por Juan Bautista Deambrosio, es la primera letra dedicada íntegramente al bandoneón. El personaje de la historia rescata un instrumento del descuido o del olvido de alguien y esa circunstancia lo hermana en el sentimiento, porque él también ha sido abandonado.
La aleación de las lengüetas metálicas que yacen en el interior de las cajas de madera del bandoneón parecen constituir el gran secreto de este instrumento. Hoy en día pocas personas están capacitadas para fabricar esta aleación y generar el típico sonido del bandoneón; de allí que todos los grandes bandoneonistas tocan en instrumentos que tienen décadas.
Tal vez el lector ya pueda ir percibiendo hacia donde pretendemos dirigir su atención. La dificultad para fabricar la aleación de las lengüetas metálicas radica en que éstas parecen reproducir las cuerdas vocales.
El hablar de las personas se apoya necesariamente en la respiración, ya que la emisión de la voz tiene por soporte la función respiratoria. Sin embargo, la angustia parece inhibir la palabra. Muchas veces sentimos que las palabras nos ahogan. Dice Enrique Cadícamo en su tango Nostalgias escrito 1935, con música Juan Carlos Cobián.
“Nostalgias…
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego, su respiración
Angustia…
De sentirme abandonado
¡Hermano!
yo no quiero rebajarme
ni pedirle, ni llorarle,
ni decirle que no puedo más vivir…
.…
Gime bandoneón. Tu tango gris, quizás a ti
te hiera igual algún amor sentimental…”
El personaje de la letra herido en su amor propio se dirige a su hermano, tal vez a un amigo que trata de manera fraternal y le habla de la mujer de sus sentimientos, de su miedo a llorar, o terminar implorando.
Para los poetas, los músicos y los milongueros, para el tango, el bandoneón será entonces quien se hace cargo de reproducir el gemido y el reclamo por el dolor que la vida y el amor nos ocasiona.