La situación del teatro actual, los reclamos del gremio, la estabilidad laboral de los actores, la política cultural del gobierno, la actriz – que acaba de estrenar Edipo Rey, dirigida por Jorge Vitti – no esquiva hablar de frente sobre ningún tema.
En su doble rol de actriz y dirigente de la Asociación Argentina de Actores –de la cual es presidenta desde 2011- Alejandra Darín tiene una mirada muy reflexiva sobre la cultura y las políticas culturales. En los últimos días tuvo gran repercusión el repudio del gremio a raíz del levantamiento sorpresivo de la tira “Fanny” porque no cumplía con las expectativas de rating de Telefé. “Estas políticas empresariales afectan las fuentes laborales de todos los trabajadores del sector, debido a la falta de regulación y fomento en nuestras pantallas, que eximen absolutamente de gravámenes a las producciones extranjeras (latas)”, dijo en un comunicado de la entidad gremial.
Darín estrenó semanas atrás una nueva versión de Edipo Rey, de Sófocles, dirigida por Jorge Vitti en el Centro Cultural de la Cooperación. Allí interpreta a Yocasta, madre y esposa de Edipo. “Para mí es un personaje muy difícil, no lo percibí al principio. Yo nunca había hecho un clásico griego y eso me pareció una dificultad pero con los ensayos y el trabajo de los compañeros, eso se puede sortear; lo difícil de este proyecto es la trama emocional del personaje. Es muy compleja. Una, como actriz, se nutre de sus emociones y sus recuerdos. Yo puedo imaginarme como se vive una situación que no viví apelando a vivencias similares. Pero la situación de Yocasta es casi imposible de imaginar. No solamente porque se casa con su hijo y tiene hijos con su hijo, que es algo bastante raro, muy poco frecuente. ¡Salvo que seas un pervertido que busques eso y quieras hacerle mierda la vida a tu hijo! -dice entre risas–. Pero no es solo eso lo complejo de Yocasta, sino la ignorancia de que eso sucede. Ahí hay algo muy interesante en esta obra, siempre parece que habla de unas cosas, pero en realidad habla de esas y de muchas más. En esta trama, hay algo que a mí me resuena muy fuerte y tiene que ver con la verdad. Con el saber y no saber. No saber la hace inocente. Ella no sabe que se casó con su hijo; conoció un hombre más joven. En realidad su gran culpa no es casarse con su hijo, ni mantener relaciones sexuales y tener hijos con su hijo. Su pecado es haber permitido que lo manden a matar de pequeño. Ese es el crimen de Yocasta, pero ese crimen nos queda desdibujado por todo lo que provoca la idea del incesto. Todo eso está en el personaje en una escena en que ella va descubriendo que es su hijo. Y es tremendo porque tenés poco tiempo para resolver eso satisfactoriamente. Es muy complejo el estado emocional del personaje. Y en la escena esa en que ella descubre, por lo que va diciendo el mensajero, que Edipo es su hijo, a la vez descubre su ignorancia. Y de alguna manera trata de taparlo. Son tres actitudes que toma en una fracción muy corta de tiempo. Y ahí es donde uno se deja guiar por la actuación. Ahí el personaje ya tiene el sello de cada actriz que la haga.
-¿Cómo fue la convocatoria para este proyecto? ¿Qué te gustó?
–Una vez nos encontramos con Jorge Vitti en Mar de Plata y yo estaba vestida de negro. Tiempo después me llamó y me dijo: “Te vi y supe que eras la Yocasta que yo necesitaba”. Lo que me convence para trabajar en un personaje –que es lo que me propuso Jorge– son básicamente los compañeros. Cuando uno es más joven, al menos en la actuación, tenés más juego de cintura. Desde hace un tiempo me importa mucho con quien trabajo. Con Fabián (Vena, quien interpreta a Edipo) no había trabajado nunca pero nos conocemos y teníamos buena vibra. Y, viste como es esto, nos conocemos casi todos, y muchos amigos que trabajaron con él me alentaron a que lo hiciera. Con Jorge también tuve un muy buen encuentro. Hay algo intuitivo con lo que trabajamos mucho los actores, en el caso de Jorge siempre supe que habría buen diálogo. Aunque las cosas no fueran bien, siempre se podría hablar, comunicar la dificultad que tuviéramos. No me preocupa que un proyecto me garantice que va a andar bien. Sí que haya capacidad de diálogo y de escucha.
–Uno de los fenómenos más importantes de la cultura porteña de los últimos años es la actividad teatral. Había, al menos hasta 2015, unas seiscientas salas en la ciudad y se hablaba de mil estrenos anuales. Eso declinó un poco desde la asunción del gobierno actual ¿Cómo se ve desde el sindicato de actores?
–En cuanto al crecimiento del teatro hay que decir que la parte más viva, la más dinámica de este poderoso movimiento teatral que hay en Buenos Aires, está vinculada al teatro independiente. No es que el teatro comercial no haga lo suyo: de hecho, varias puestas de teatro comercial están destinando una parte de su recaudación para ayudar al Teatro del Pueblo que es una sala independiente que se tiene que mudar y no tiene los recursos. Además, dentro del teatro comercial hay mucha propuesta interesante. Pero ese apogeo se debe principalmente al teatro independiente en gran medida por los actores. Son los que sostienen ese teatro que pone a Buenos Aires en uno de los primeros lugares de creación en teatral en el mundo.
-¿Por qué?
-La explicación de esto –no soy especialista- tiene que ver con una tradición teatral muy profunda, desde Onofre Lovero, el Teatro Abierto durante la dictadura, en fin. Todo ese mística de los actores que clavaban los escenarios, los directores que colgaban las luces y todos arreglaban las butacas tiene consecuencias actuales. Yo viví en Barcelona entre el 85 y el 86 y me acuerdo de haber visto en la TVE un documental sobre el teatro argentino y ya se hablaba del impacto del movimiento independiente. Y en mi paso por Madrid, en 2010, leía el diario y veía poco. Para uno que está acostumbrado a mirar la cartelera y que haya mucho para elegir, era pobre la oferta teatral de Madrid. Creo que el teatro independiente tiene una potencia imparable. Porque esa energía que se puso en distintas épocas en el teatro ha sido inyectada al público. Ahora, nunca es demasiado. Siempre está bueno que haya más teatro, yo hago teatro no solo desde arriba sino como espectadora: me gusta mucho como herramienta.
-¿Cómo vive el teatro la crisis económica actual?
-Lo más grave para las salas fue el tarifazo. Si vos pagas mil pesos por algo, no podes pagar 25 mil al mes siguiente. Porque no podés aumentar así las entradas. El tarifazo es central, no solo porque le cobran a las salas, sino porque el público lo está sufriendo en su economía. Si bien la cultura es fundamental –porque todo tiene que ver con la cultura: la salud, la vivienda, la educación, todo eso tiene una madre que es la cultura– es obvio que el público entre venir al teatro y pagar la luz va a tener sus prioridades. Yo tampoco lo haría. Si la gente sigue yendo al teatro es porque le asigna una gran importancia a esta actividad.
–¿Cuál es el conflicto principal hoy para los actores?
–La falta de trabajo. Sin duda es el principal problema. Aunque la nuestra es una actividad en la que siempre hubo un alto porcentaje de desocupación. Algo que tiene que ver con esto de que el arte no es la primera prioridad de nadie.
–Aunque la cultura sea, según lo que decías, la madre de todas las otras cuestiones.
– Si vos tenés una cultura solidaria, generosa, que no promueve la ambición desmedida, lo que va a dar es una sociedad en la que todo esté mejor distribuido, que no haya sufrimiento por la falta de cosas. Porque si la gente que más dinero tiene ganara algo de lo fundamental de la vida como perder el miedo a la muerte, si sirviera para eso, o para conocer el amor de tu vida, entonces yo entendería que hagan este desastre. Pero no. No sirve. Se instalan otras formas culturales, como la desconfianza, que es la peor sensación. Desconfías de lo que no sabes. Esta es una situación instalada entre todos nosotros. Uno desconfía de la policía porque te tiene que cuidar y te termina golpeando cuando estás yendo a reclamar por la desaparición de una persona. Después hablamos si se aprovecha o no. Pero es un hecho que objetivamente está mal y la policía reprime a los manifestantes. ¿Cómo no se va a romper la confianza? La confianza es una de las herramientas del amor. Si vos te animas a conocer al otro y a dejar que el otro te conozca, eso te va a servir para comprobar que el otro es igual a vos. La gente que trabaja para el desamor es la gente que elige no ceder sus privilegios. Porque para que haya privilegios tiene que haber gente que no los tiene: si todos tenemos ese algo, ya no es privilegio.
–¿Cómo es, a tu criterio, la cultura que promueve el macrismo?
–Este gobierno no se caracteriza por tener un interés en la cultura. Basta con ver la gente de la cultura que los apoya para darse cuenta. Pero lo que puedo decir es que no hay ahoora políticas que favorezcan a los hacedores, que favorezcan el acceso a la cultura de las mayorías. El aumento de las tarifas para las salas es condenarlas al cierre El eje central del arte y de la cultura es el ser humano, es el ser vivo. Si vos no amás a ese ser vivo es muy improbable que proyectes políticas culturales. Si vos como gobierno no te preocupas de eso por amor a la gente y por tener conciencia de que estamos de paso, que lo tuyo es sólo administrar las cosas, estás impulsando políticas culturales para sólo un sector social. Este gobierno saca subsidios por discapacidad y promueve el endeudamiento externo: también hay una cultura atrás de eso. Cuando decidís endeudar a tu pueblo por cien años, eso también es cultural. Es una cultura del me importa un carajo. Y se sabe que con estas políticas económicas no se puede pagar. Cualquier acreedor, lo que hace cuando no puede cobrar la deuda es condicionar al deudor. Y eso es lo que se busca, agarrarnos del cogote. ¿Qué es esto? ¿Ejércitos extranjeros en Patagonia? ¿Qué tipo de cultura promueven esas medidas?
-En lo cultural, es ignorancia, desinterés…
-El que no fomenta la cultura es porque en su formación no la tuvo. Cuando escuchamos a Macri en sus presentaciones internacionales, en la OEA, en la ONU hacer chistes de futbol, es porque sabe hablar de eso. Porque le gusta eso. Por eso son tan brutos. Les importa un carajo. Por eso pusieron en un cartel que la Revolución de Mayo había sido ene 1816. Es como si todos estuviéramos subidos a un escenario. Vivir la vida es como salir a escena. Y necesitas de los otros, del iluminador, de los directores, de los compañeros actores, del público, necesitas un texto, necesitas profundizar ese texto. Por eso, el “me importa un carajo”, al primero que daña es al que toma esa postura. Porque el tema es el amor, no hay otro. Pero como tenemos miedo al ridículo o miedo de parecer blanditos, nos armamos una actitud de fuerza, una coraza. Es una locura. Deberíamos habernos educado para salir a la calle y profundizar la alegría de compartir, la falta de temor, que a nadie le falta lo que se necesita. Pero fuimos para el otro lado, hacia el individualismo. De manera que todo, en definitiva, tiene que ver con el amor y el desamor. Esa es la lucha. Esa es la grieta. No digo que yo y los que están de mi lado somos el amor y los de enfrente el desamor. Digo que el debate más profundo es ése. Son fuerzas dentro de uno y en cada cosa abonás para un lado o para otro. ¿Por qué sería sino que el amor está asociado al entendimiento, a la reflexión y la violencia a la irreflexión y a la brutalidad?