Habló el Indio Solari. Lo hizo con el periodista Marcelo Figueras. El diálogo grabado se proyectó en la Sala Jorge Luis Borges de la Feria del Libro para presentar “Recuerdos que mienten un poco”. Una biografía donde el artista explica por qué tomó la decisión de contar su vida.

Con Los Redonditos de Ricota primero y como solista después, el Indio Solari se configuró, desde el under platense y con la masificación de las décadas del ’80 y ’90, en un artefacto cultural que escapó a los moldes de la industria. Una poderosa fuente de identidad para los desangelados barrios de la periferia y amplios sectores de la clase media. Fue es y será siempre un dispositivo escurridizo que reunió desde la escena el espíritu rebelde y sagaz de varias generaciones. Una espiritualidad que se convirtió en misa: la misa ricotera de un mundo redondo. El público se transformó y transformó al artista. Hoy, el Indio es de todos y es de nadie. Para quienes tuvimos la oportunidad de participar de esas multitudinarias y no tan multitudinarias reuniones de almas fue, en cierta forma inexplicable, una manera de ser uno mismo, de compartir valores y prácticas en un espacio público liberado de las convencionalidades. Así, casi sin darnos cuenta, se construyó un territorio propio formado por una heterogénea tribu de bombas, muchas de ellas ya no tan pequeñitas. El Indio fue y será la banda de mi calle, la barra de la esquina. Sí, la que escribe en la pared. Una tribu un tanto desviada, pero siempre despabilada. Ahora, mejor bajar las banderas; dejemos hablar al Indio…

 Contar la propia vida

“No soy muy prolijo para imaginar. Mi instructor de yoga me dice meditar es dejar ir los pensamientos; y los míos pegan, hacen patito y algunos quedan flotando por ahí. Preveía un futuro en el que no iba a tener una manifestación pública más abundante que la que venía teniendo. Fue entonces que me pregunté qué hacer y no me pareció mala la idea de hacer un libro, de terminar esta larga jornada roquera, de contar lo que había detrás de cada uno de los proyectos  públicos que se sucedieron en todos estos años. Sobre todo, porque hay gente que ha demostrado una fidelidad muy grande. Incluso tomé la decisión temprana de poner mis ojos en la tapa para que quedara claro que estaba desnudándome”.

“No quise contar mi historia en primera persona porque antes de empezar este trabajo que me llevó casi cuatro años no recordaba tanto como para no irme por las ramas, que es lo que a mi gusta porque de esa manera capto visiones, cosas interesantes para lo que me gusta hacer. Me pareció que dicho en formato de entrevista iban a surgir cuestiones que de otra forma se me iban a escapar. Es más fácil que contestarse a uno mismo. La intención siempre fue contarlo todo, por más que los recuerdos siempre mientan un poco.  A tal punto que he contado cosas que hasta ni mi hijo sabía. No tengo nada que esconder”.

“En mi vida nunca he tenido que pelar contra eso que llaman fama o éxito. A mis músicos siempre les decía en los shows que era la primera y última noche”.

“Uno está acostumbrado a ver que los artistas convocan a sus coetáneos. A la gente de su generación. Hablar de todo, conversar sin restricciones, era una manera de contarle a la gente cosas que hasta lo que te han seguido durante mucho tiempo ignoran. Esto implica contar cosas que a algunos de tus seguidores pueden no gustarles porque te han entronizado. Hay cosas que se cuentan de uno que te lucen, pero que no han ocurrido. Trabajar el libro sin red mediante una conversación era una forma de solucionar ese tema. Era mejor que alguien me inquiriera a que me pusiera a pensar lo que quería contar, una alternativa que en definitiva es más sencilla”.

“Cuando era joven creía que viajar era irse por las ramas. Menos mal que tengo solo setenta años, porque si no hubiera sido católico, radical del pueblo, intransigente o bailarín; cualquier cosa que te puedas imaginar. Eso pasa hasta que le ponés el cuerpo a la vida. Sospeché que charlando con vos iba a estar cómodo. Sos uno de los pocos periodistas con los que no estoy peleado, los demás siempre me han hecho alguna trapisonda. Si ellos dicen que soy enigmático y misterioso, haga lo que haga, diga lo que diga, los tipos llegan a esa conclusión”.

“La inercia de construir el libro todavía está presente. Fue revivir experiencias. Hoy, por ejemplo, encontré una foto y otra vez me pareció que quedó inconcluso”.

“Soy un hombre de la psicodelia y a la gente de la psicodelia no nos gusta ni el pasado ni el futuro. El pasado porque no existe la posibilidad de hacer algo con él. Y el futuro porque no tenemos la capacidad de captar su lógica, son aventuras de la imaginación. Con el presente y las cuestiones mediantemente cercanas es más fácil. O tal vez no tanto, porque hay cuestiones que se olvidan fácilmente, como el 2001 y la hiperinflación, hechos que la sociedad parece haber olvidado. Y son hechos importantes no solo por lo que provocaron en el bolsillo de la gente, también por el miedo que producen en la memoria colectiva. Esos olvidos no son buenos porque la dinámica actual nos dice que son hechos que pueden volver a ocurrir”.

La Libertadora y después

“Por suerte, cuando sucedió la revolución libertadora, o fusiladora como le dicen algunos, tenía ya suficiente edad para poder recordar lo que pasó, para tener las pruebas de lo que significó. Me acuerdo que pasé de tener navidades con juguetes propios de la edad a que me regalaran un calzoncillo, una camiseta, una remera, cosas útiles. El cambio que hubo en mi familia fue rotundo. A mi viejo, que tenía un sueldo ministerial, le pagaron una patada en el traste, lo jubilaron y encima le pagaban cada tres meses. Tuvimos que empezar de cero”.

“El que más sufrió la persecución política fue mi hermano, que participaba en la Unión de Estudiantes Secundarios. Fue época de escraches. Nos pintaron todo el frente de la casa. A mi hermano lo pasaba a buscar la policía. Me acuerdo de revistas que hacían fotomontajes, fotomontajes burdos propios de la época, hechos con recortes de diarios, donde le ponían a Perón la sangre de chicos. Lo mismo con Evita. Un disparate. En esa época éramos más inocentes, McLuhan todavía no se había colado en nuestra sociedad. Por más chico que fuera son hechos que no se olvidan, como los aviones que pasaban por arriba de casa porque iban a bombardear el Regimiento Siete de Infantería”.

“De chico era más dañino que pícaro. En realidad, todos los pibes del barrio éramos un poco dañinos. Rompíamos boludeces, jodíamos a los vecinos. Pícaro fui más de grande, ya más de boludito. Todo eso está contado en el libro. Jugábamos a la pelota para que viniera el cana en bicicleta. Como éramos un montón, el cana no podía agarrar a nadie. Era un poco como en las películas italianas”.

“La curiosidad fue determinante. Muchas de las cosas que hice fueron solo por curiosidad. Esa curiosidad me arrebataba del lugar en donde había estado y me transformaba en un tipo que buscaba otra novedad. Me hacía husmear por ahí. Era lo que me entusiasmaba”.

“Fui escéptico desde muy temprano, pero escéptico de verdad, no como los adolescentes cuando empiezan a descubrir que hay un mundo que no les cierra. Ese escepticismo hizo que siempre estuviera a la búsqueda de algo nuevo, de que pasara algo que justificara mi vida. Todavía tengo ése hambre, aunque el cuerpo ya no me lo permita saciar”.

“En los años setenta éramos una minoría. La mayoría estaba, como el sentido común lo indicaba, encaminada en tropa a manifestarse políticamente. Había conflictos en todo el mundo y en todos los países había una minoría, en general de clase media, que mandada a sus hijos a estudiar en el exterior y traía las novedades. Esas novedades fueron importantes porque me permitieron decidir a qué me quería dedicar. Es como en Masacre en el puticlub, donde los tipos se están peleando en el bar y de pronto aparece el gas coreano, que viene de afuera, que no depende de vos. En ese momento el gas coreano era Vietman, la negritud, cosas que no eran de acá pero estaban ocurriendo en la cabeza del imperio y que en algún momento iban a llegar de alguna manera”.

“Seguimos siendo colonia. No tomamos decisiones. Ahí está otra vez el Fondo Monetario gobernando. Directamente nos dice lo que tenemos que hacer. Siempre ha pasado y hay que aceptarlo, no hay otra manera de verlo. En un momento fueron los intereses ingleses, luego la cultura francesa. Es la transculturación, algo que acepto como un hecho”.

“El rock and roll no es nuestro. Lo que nosotros hacemos es algo así como un bolero rápido que admite esa transculturación. Nadie que tenga mi edad puede negar a Hollywood. Es la cultura que mamó mi generación. Voy a Nueva York y reconozco más cosas, más ambientes, que en las calles de Buenos Aires. No queda bien políticamente, pero es lo que me pasa. No significaba que niegue a mi país, que esté desapegado, porque aquí está la gente que me interesa y quiero; pero tampoco es cierto que la patria de uno sea la mejor”.

Tiempos de miserias

“Somos un país que nació como contrabandista y nunca dejó de serlo. Un país donde los que tienen el poder escriben las leyes y desde un lugar privilegiado le ponen palos en la rueda a lo nuevo. No creo que hagan política para hacer el bien común. Tengo setenta años y nunca he visto eso. Cuando un país deja de ser gracioso y valiente aparecen miedos que paralizan”.

“La mayoría no tiene todo el día para estar leyendo. Carece de las armas para comprender. A los pibes les meten en la cabeza que deben estudiar una carrera que les dé dinero, y eso no es bueno. Son lo que terminan bobinando al tachero que tiene el culo doce horas en el auto para ganarse el papeo. ¿Les vas a pedir es ese tipo que cuando para a comer un pancho se haga un rato para leer a Foucault? Esto les permite a unos pocos, a los que tienen el poder, compulsar a la sociedad con técnicas muy pobres. Todo eso hace que vivamos sojuzgados a intereses que no son los nuestros. Los nuestros se verían claramente con la gente viviendo bien. Hoy, hay muchísima gente que ya no es humilde, sino miserable, que vive en la miseria más absoluta. En Suecia podrán hacer trapisondas, pero al menos no se afanan la leche”.

“La cosa no da como para que todos vivamos en forma dispendiosa, sin austeridad. Habría que avisarle a la gente que pretende ese tipo de vida que la ecuación ecológica da para mierda desde hace muchos años. Es un tema que ya planteó nuestra cultura, nuestra generación”.

“El rock and roll fue un escape que recogía el mensaje doliente de los pobres, de los marginados, de los que no querían vivir esa vida que le proponían los medios de comunicación”.

“La cultura del rock es más amplia que el rock and roll como género. El rock apareció como la música de fondo de todas las peleas que había en ese momento y que, por ahí, aquí todavía no se daban. ¿Cómo no nos iba a llamar la atención que una gran marcha de estudiantes rodeara y consiguiera entrar en el Pentágono? Intuíamos que ese peligro, que corría en la cabeza del imperio, se iba a trasladar a la periferia. Aquí, ese peligro, se dio como dominación, como sojuzgamiento”.

“Es mucho más fácil tener una conducta digna cuando la gente te lo facilita. Uno coincide en algún momento y en algún lugar con ciertos factores que te transforman en un personaje muy significativo. Y eso es por la resonancia que hay en la gente. Hay una necesidad de la gente de proyectar en alguien. Ahí caí yo. La gente proyecta en uno una imagen que quizá por la ausencia de la imagen propia crece de una manera desmesurada y expresa cosas que no me han sucedido. Se ponen cosas en la olla que vaya a saber uno de dónde vienen y quién las puso. Todo eso expresa un cariño muy particular, que no es el cariño por un artista de verano. Cuando ves a esa multitud que fue al recital de Olavarría te das cuenta que no podés adjudicarte semejante fenómeno”.

“Hay en la sociedad una clara recurrencia. Y eso es así porque no somos dueños de los que nos pasa. Algunas cosas pueden no tener explicación para vos o para mí, que estamos habituados a leer y buscar razones, pero mucha gente no tiene las herramientas, no tiene tiempo para pensar”.

“Esperemos que la gente no vuelva a morder el anzuelo, pero la verdad es que no soy optimista. La sociedad perece ignorar hechos dramáticos que vuelven y vuelven, como el autoritarismo. Fijate lo que pasa en la Patagonia. Ya nadie sabe quiénes son los dueños. O el caso de los americanos que vienen con la excusa del conservacionismo y se meten en nuestro territorio para quedarse con el acuífero. Si la gente no se entera es porque no tiene tiempo o no les dan la información. Entones, la historia se repite. La bronca solo estalla cuando las cosas ocurren. No antes. ¿Cuántos sabe que los ministros de economía que tenemos con este gobierno fueron alumnos de Cavallo?”.

“La belleza está en todas partes, porque la belleza es del que la lee, no del que la propone. La belleza es esporádica y muchas veces se nos escapa porque estamos más abocados al combate que a la contemplación bucólica”.

“Trabajar casi cuatro años en este libro me produjo un hábito. Siento que me falta algo, el trabajo de recordar mi vida.  Me quedé con esa inercia, la de tener memoria por primera vez. Tal vez sea porque ahora tengo un lugar más quieto. No sé. En setenta años pasan un montón de cosas, algunas se las viste con trajes de luces y otras no. Lo que puedo decir es que con este libro reaprendí mi vida. Me hizo revivir sucesos que ahora entiendo la significación que tuvieron. Será tal vez porque nunca me dio por pintar la aldea, sino visiones que provienen de la imaginación, que es trabajar en otro estadío de la conciencia”.

Un estado de conciencia

“Mi motor artístico es superior a un sentido común que, por otra parte, no creo que exista. Hay muchos. El libro refleja mi decisión de haber hecho una experiencia de vida en busca de otro estado de conciencia para dimensionar esta vida desde otro lugar. Estoy conforme con mi vida. Si me dijeran que hay reencarnación elegiría un vida parecida, pero no la misma porque sería un embole”.

“Si habrá otra misa no lo sé. Mi cuerpo es el de un pibe de treinta años, pero el gran problema es que no genero dopamina y eso me provoca que cada tres horas esté mal, muy mal. No puedo viajar y encima soy muy mal paciente, me olvido de tomar los medicamentos. Si pudiera tener una meseta, qué más quisiera que tocar en vivo. Si la medicina lograra mantenerme en estado, no currarme, solo mantenerme, seguro que volvería al escenario. Es el lugar donde me siento más seguro”.

“Ahora estoy dibujando. Siempre tengo proyectos. Cuando la gente está conforme con lo que hacés, proyectos no te faltan. Siempre hay alguien que viene a proponerte algo. Una película, un guión y qué se yo cuantas cosas más. Por ejemplo, tengo la idea de hacer un sitio web para publicar recortes, comentarios sobre cine, libros, política… Además está la idea de hacer un vivo por streaming desde acá mismo, desde el estudio. Veremos”.

“¿Qué le diría a la gente que se vino para ver este reportaje? Que gracias y que me disculpen por no poder estar. Y que si tienen a su alcance la posibilidad de leer el libro que lo hagan. Creo que es ameno, que habla de algunas cosas significativas en un lenguaje sencillo”.

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