Mientras la industria cultural coreana se afirma en nuestro país y el mundo, los coreanos argentos cada vez tienen más presencia vía emprendimientos comerciales o artísticos. Las nuevas generaciones crecen en una identidad anfibia, rica, pero que no siempre les resulta fácil (Fotos: Milagros González).

La escena musical fue sacudida en 2012 cuando el rapero surcoreano PSY lanzó Gangnam Style, que rompió récords y se ubicó como el video más visto en la historia de YouTube por dos años consecutivos. A partir de ese momento, el K-pop comenzó a tomar notoriedad a lo largo y ancho del planeta. Hoy, la cara visible del género es BTS, quien lidera los charts y reúne millones de reproducciones en plataformas de streaming. Este fenómeno tiene un nombre, Hallyu u ola coreana, pero no se limita a la música. En 2020, Parasite, del coreano Bong Joon-ho, se convirtió en el primer film asiático en conseguir el premio a mejor película en los Oscar. Su director subió al escenario del Teatro Dolby y, en coreano, animó a la industria y espectadores a romper la barrera de los subtítulos y consumir más películas de habla no inglesa. Algo similar ocurrió en la pantalla chica, cuando El Juego del Calamar, serie coreana original de Netflix, se convirtió en la más vista de la historia de la plataforma, incluso sin mucha promoción. Este auge no es casual, ni obra del destino. Al contrario, no es más que el resultado de un plan ideado minuciosamente y puesto en marcha hace ya varios años por el gobierno de Corea del Sur. Gabriel Presello, gestor del Centro Cultural Coreano (CCC) en Buenos Aires, explica que “Corea trabaja desde hace varias décadas en expandir su industria cultural. El auge es consecuencia de un trabajo y una política sostenida en el tiempo”.

Ahora bien, el Hallyu, la ola coreana ¿ha alcanzado a la Argentina?

Bae-Ku, Buenos Aires

La comunidad coreana en Argentina supera los 20.000 habitantes, según la Cancillería, y aunque es bastante menor a muchas otras, concentra una gran colectividad. La inmigración comenzó oficialmente en la década del 60, cuando 13 familias se instalaron en la provincia de Río Negro, convirtiéndose así en los primeros inmigrantes coreanos en asentarse en nuestro país. Sin embargo, el mayor flujo migratorio se produjo veinte años después, en la década del 80, momento en el que Corea del Sur atravesaba una dictadura, por lo que muchos de sus ciudadanos se vieron obligados a emigrar en busca de mejores condiciones.

La mayor cantidad de coreanos se volcó a la industrial textil y se concentró en el barrio de Flores. Baek-ku, el barrio coreano de Flores que se extiende sobre avenida Carabobo, entre Eva Perón y Castañares, es hoy en día el corazón de Corea en Buenos Aires. Allí se puede observar la convivencia de ambas culturas, con carteles en letras coreanas que indican los negocios de origen oriental, mezclados con locales argentinos típicos de la ciudad porteña. El barrio coreano alberga, además de los restaurantes asiáticos, el Instituto Coreano Argentino e iglesias y templos coreanos. Baek-ku, 109 en coreano, y bautizado así por la línea de colectivos que llegaba a esa zona, combina la vida diaria de dos culturas muy opuestas, pero que viven en armonía hace ya varias décadas.

El libro Coreanos Argentos, del argentino Ricardo Mosso, es la prueba literaria de esta mezcla de culturas. En ese libro, publicado en fines de 2021, logró recopilar las historias de jóvenes de la comunidad coreana en Argentina, que crecieron a la par de ambas culturas. Allí podemos observar la vitalidad que, según el autor, caracteriza a los coreanos, sus ganas de trabajar, emprender y crecer. Pero, sobre todo, la biculturalidad con la que conviven, cómo logran, día a día, combinar ambas culturas sin prescindir de ninguna.

Cuando el autor comenzó a recopilar todos estos testimonios, desde que se despertó su interés por la comunidad, allá por 2011, el mundo aún guardaba muchos recelos sobre este país. Argentina no era la excepción. Aún hoy, aunque muchas cosas han cambiado, los coreanos deben seguir lidiando con muchos de esos prejuicios. A raíz de esto, Mosso llega a la conclusión de que “son los jóvenes quienes intentan modificar esos supuestos”, aquellos con los que dialoga en este libro. “Al contrario de sus padres o abuelos, se muestran más abiertos y predispuestos a mostrar su cultura”, dice Mosso y sostiene que “a los coreanos les importa mucho el qué dirán, por lo que los jóvenes han tomado la posta en dar a conocer su cultura y así combatir varios de esos prejuicios”.

Mamá de dos culturas

Gloria Lee es una joven argentina empresaria de 32 años, primera generación de argentinos en una familia enteramente coreana, que emigró al país hace ya más de tres décadas. Actualmente se encuentra al frente de Filum, un local de indumentaria mayorista ubicado en el barrio de Flores, sobre la avenida Avellaneda. El nombre Filum, hilo en latín, y el símbolo detrás del negocio, abundancia, según la creencia oriental coreana, no son casuales. “Nosotros, los orientales, decimos que tu nombre es lo que guía tu vida, es muy importante. La cultura (coreana) siento que me dio parte de eso, la sabiduría”, nos cuenta Gloria, en una cafetería del barrio de Flores, donde se comunica con los dueños en coreano y a través de reverencias, propias de la cultura del país asiático.

Lee no solo es dueña de Filum, sino también quien maneja las redes sociales. Con el correr del tiempo, y especialmente en la pandemia, logró formar una comunidad en internet, sobre todo en Tik Tok. Allí promociona su local de indumentaria y también recomienda productos, algunos de origen coreano. Nos cuenta que a partir del boom de El Juego del Calamar descubrió que las redes buscaban rostros orientales, y ella sacó provecho de esa situación.

“Ser la primera generación de coreanos en la Argentina me marcó mucho porque costó llegar hasta acá” relata Lee acerca de su día a día con ambas culturas. “Tener descendencia coreana es hermoso, es una cultura milenaria de la que uno siempre aprende. La conexión la fui teniendo de grande. Me costó bastante por la mezcla y diferencia cultural que hay”. Lee repasa brevemente cómo fue su infancia siendo hija de inmigrantes coreanos y la contrapone con la crianza de su hija de 5 años, llega a la conclusión de que “hoy en día hago cosas que mi mamá nunca hizo, llevar e ir a buscar a mi hija al colegio. A mí me llevaba un remisero o la niñera. Los coreanos son más secos”, culmina.

Corea del Sur y Argentina vienen construyendo una relación cada vez más estrecha en el último tiempo. Este 2022 celebran el 60° aniversario de las relaciones bilaterales de ambos países, firmadas en el gobierno de Arturo Frondizi, en febrero de 1962. Bajo este marco, muchos eventos se vienen desplegando desde comienzo de año, impulsados desde la Embajada de Corea y el CCC. Al Festival Hansik, propuesta gastronómica, HAN CINE y el Concurso KPOP Latinoamérica, eventos anuales impulsados por el Centro Cultural Coreano, se suman los propios del 60º aniversario. Durante la última semana de mayo y las primeras de junio, se celebró la semana de Intercambio Cultural Corea – Argentina y se llevó a cabo una iniciativa federal, trasladar el Centro Cultural porteño, ubicado en Retiro, a la provincia de Tucumán. De esta manera, se busca “abrir la posibilidad a conocer otros aspectos de Corea y a fomentar los intercambios entre coreanos y argentinos”, cuenta Presello, gestor del CCC. “La sociedad responde bien, por eso el crecimiento sostenido del interés por la cultura coreana en nuestro país”, finaliza.

Fuente: Agencia de Noticias. Ciencias de la Comunicación-UBA (ANNCOM).