El Premio Nobel de Medicina fue pionero en el lanzamiento de una publicación científica de acceso abierto en el año 2012. En la Universidad Nacional de San Martín, se reunió con investigadores y funcionarios para reflexionar sobre las limitaciones del modelo de suscripción a revistas científicas, el negocio de las editoriales y el potencial de la ciencia abierta para la generación de conocimiento.
El modelo de publicaciones científicas, concentrado en un puñado de grandes editoriales con alcance global, ha sido cuestionado durante los últimos años desde diversos sectores de la comunidad científica. Frente a él han surgido iniciativas que promueven lo que se conoce como acceso abierto, formas de producción del conocimiento científico más abiertas y colaborativas a lo largo de todo el proceso, desde los datos intermedios hasta la publicación de los resultados finales.
“Elsevier, la editorial científica más grande del mundo, obtiene un margen de ganancia de alrededor del 40 por ciento por su división de publicaciones, mayor al de casi cualquier otra compañía pública en el mundo”, ejemplificó el biólogo celular Randy Schekman, Premio Nobel de Medicina en el año 2013.
Schekman argumenta que esto es posible por un modelo de negocios editorial que se basa en el trabajo gratuito de investigadores que escriben y revisan artículos como parte de sus responsabilidades académicas, mientras que las instituciones que los emplean deben pagar el costo para acceder a sus trabajos.
“Afortunadamente, hay una solución: el acceso abierto, que se basa en la idea de que la literatura científica, que fue pagada durante mucho tiempo con fondos públicos como para que esté disponible para todos”, dijo el especialista estadounidense, que fue pionero al lanzar la publicación de acceso abierto eLife, en el año 2012, con el apoyo de Wellcome Trust, la Sociedad Max Planck y el Instituto Médico Howard Hughes.
De visita en la Argentina, Schekman participó de un encuentro con investigadores y funcionarios organizado por la UNSAM, en el que se debatió sobre los beneficios del acceso abierto y las limitaciones del modelo de suscripción a las revistas científicas, incluido el sistema de evaluación y medición a través del llamado factor de impacto, al que considero como “limitado”.
Al respecto, este profesor de la Universidad de Berkeley, que desde 1992 es miembro vitalicio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y recibió el Nobel por sus investigaciones en el tráfico de vesículas –un sistema de transporte presente en las células–, lamentó que, pese a que en el año 2016 una publicación de la revista Nature reconocía que la métrica es “intrínsecamente reductiva y que puede ser peligrosa”, la editorial continúe confiando en esta forma de medición. Algo similar ocurrió con la Declaración sobre Evaluación de Investigaciones (DORA), “que firmaron miles de individuos y universidades de todo el mundo, indicando que dejarían de usar estas métricas en la evaluación de becas, pero algunos, incluyendo revistas científicas, las continúan usando”, afirmó.
La economista Valeria Arza, investigadora independiente del CONICET y ex directora del Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT), ponderó durante el encuentro algunas de las ventajas de la “ciencia abierta”: mayor eficiencia en el proceso de producción al evitar que se duplique o triplique el mismo trabajo; mejora en la calidad, porque todos los datos están disponible para otros que chequeen la confiabilidad de la investigación; e incremento en la creatividad, al permitir que la información sea usada por científicos de otras disciplinas para resolver problemas distintos a los originales.
“A esto se suma la democratización de los datos, que mejora la conexión entre la sociedad y los científicos, algo que es muy importante por razones políticas ya que permite visibilizar la importancia de invertir dinero público en el financiamiento de la ciencia”, dijo Arza.
Ciencia abierta en América Latina
A nivel mundial, existen dos iniciativas principales que intentan salir del modelo tradicional de suscripciones. Una de ellas es el denominado Plan S, sostenido por 11 organismos de financiamiento junto con la fundación Bill Gates y Welcome Trust, cuya meta es acelerar la transición al acceso abierto para que todos los documentos científicos publicados en Europa estén disponibles de manera libre en el año 2020. Se caracteriza porque atribuye los derechos a los mismos autores y elimina lo que se conoce como período de embargo, que actualmente suele ser de uno o dos años desde que el artículo se publica en una revista científica hasta que puede ser publicado con acceso abierto.
Otro caso es el de los acuerdos de publicación y lectura, que igualmente buscan promover la transición para que en el futuro todos los artículos científicos estén disponibles en acceso abierto. Esta modalidad es impulsada por el llamado Projekt-Deal, que a principios de este año logró que 700 instituciones académicas de Alemania que se habían unido para negociar firmaran un contrato con Wiley, mediante el cual la editorial se compromete a darle acceso abierto a todos los artículos alemanes que se publiquen en la editorial, lo que permitirá que cualquier investigador de cualquier lugar del mundo pueda acceder a ellos.
América Latina también tiene iniciativas pioneras en ciencia abierta. Guillermina Actis, becaria doctoral del CONICET y especialista en este tema, recordó las dos orientaciones que está siguiendo este modelo abierto: una de ellas es la denominada ruta verde, que permite que los artículos publicados sean abiertos pero lo deja a criterio de los autores y permite que sean preservados por las instituciones. La otra es la llamada ruta de oro, que considera que los artículos son abiertos desde el momento mismo en que son publicados.
En la región, existe un conjunto de iniciativas colaborativas y no comerciales, con apoyo gubernamental y con un rol destacado de las universidades en el mantenimiento de las revistas gratuitas para lectores y autores, entre las que se destacan las redes para el fortalecimiento de revistas denominadas SciELO, Latindex, CLACSO y REDALYC. En el año 2012, nueve países firmaron un acuerdo para promover políticas de ciencia abierta siguiendo las propuestas de la mencionada ruta verde y conformaron la red de repositorios de acceso abierto a la ciencia conocido como LA Referencia, que actualmente reúne 1.668.562 documentos, 953.375 artículos, 48.429 reportes, 162.936 tesis de doctorado y 503.822 tesis de maestría.
La Argentina –que también es parte de LA Referencia– cuenta con una normativa de acceso abierto desde finales de 2013, la Ley 26.899, reglamentada en el año 2016 y que establece la creación de repositorios de publicaciones y datos por parte de diversas instituciones científicas y académicas del país.
El precio del saber
Una de las cargas presupuestarias de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva es la de su biblioteca electrónica, que provee acceso a miles de revistas científicas por suscripción. “Por muchos años, el anterior el ex ministerio de ciencia ha tenido una buena política de negociación de contratos con las editoriales científicas, pero no tan buenas políticas de negociación de precios”, advirtió Lucas Luchilo, secretario de Evaluación Institucional del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. El especialista recordó que en 2004, el país pagó alrededor de 1,5 millones de dólares en estas suscripciones, cifra que superó los 8 millones de dólares en el año 2009 y que alcanzó los 21 millones de dólares en 2015. De ese monto total, más del 60% fue destinado a Elsevier, que incluye acceso a las publicaciones y Scopus, la principal base de datos que se usa para la evaluación de las revistas y que pertenece a dicha editorial.
“Uno de los argumentos principales que utilizamos en la negociación fue que el número de descargas no ha aumentado desde el año 2013”, afirmó Luchilo, que estuvo a cargo de las negociaciones con las editoriales científicas. “Fue una negociación dura, las editoriales comenzaron a percibir que estábamos dispuestos a romper el contrato si no llegábamos a un acuerdo, pero en medio de las negociaciones tuvimos el primer impacto de la devaluación, lo que cambió el escenario y simplemente dijimos que no podíamos pagar el monto solicitado. Así, nos redujeron el 50% del contrato con Elsevier y nos extendieron el período de pago”, recordó el especialista y adelantó que a fin de año habrá una nueva ronda de negociaciones.
(Agencia TSS – Unsam)
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