El sociólogo estadounidense Scott Frickel estudia el vínculo entre científicos, profesionales y movimientos sociales. A través de su teoría de las “redes de expertos” es el primero en proponer un abordaje colectivo de este tipo de activismo. En diálogo con TSS-Unsam habló sobre cuál ha sido la influencia de estas redes en las políticas públicas y su relación con los movimientos ambientales y territoriales en nuestro país.
Cuál es el rol de científicos y expertos en los movimientos territoriales y cómo ha variado a lo largo de los años? Ese es el tema central que investiga y analiza el sociólogo norteamericano Scott Frickel, de la Universidad de Brown en los Estados Unidos, que a través de su teoría de “redes de expertos” es el primero en proponer un abordaje colectivo de lo que se conoce como activismo experto.
De paso por nuestro país, Frickel abrirá el ciclo de debates “Experticias, activismos y políticas públicas”, coorganizado por CENIT (EEyN-UNSAM) y el Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (IESCT-UNQ), en el marco de un proyecto de investigación científica y tecnológica financiado por la agencia i+D+i (PICT). El encuentro será el próximo lunes 16 de mayo a las 17, en la Escuela de Economía y Negocios de UNSAM.
Además, Frickel viajará a distintas localidades del interior del país, como Rosario, San Antonio de Areco y Exaltación de la Cruz, para conocer a activistas expertos y referentes sociales. El objetivo: avanzar en una investigación conjunta que están desarrollando con la investigadora Florencia Arancibia, de CENIT/EEyN-UNSAM, con quien trabaja desde 2017 en un proyecto cuyo objetivo es conocer las dinámicas y relaciones que se producen en lo que Frinkel denomina “redes de expertos movilizados”, y en particular de quienes participan en movimientos ambientales vinculados con el impacto del uso de pesticidas.
-¿Qué expectativas tiene con este viaje?
-Uno de los objetivos es conocer a las comunidades sobre las que hemos estado escribiendo en estos últimos años en los que la pandemia ha retrasado nuestra investigación, y conocer a algunas de las personas involucradas en los conflictos que estamos estudiando con Florencia Arancibia. Además, comenzaremos a analizar la información que hemos recolectado, para empezar a elaborar lo que esperamos concluya en un libro.
-¿Podría detallar un poco más en qué consiste el proyecto que están desarrollando con Arancibia en el país?
-Este proyecto fue diseñado para estudiar a científicos, médicos, expertos legales y otros que se hayan involucrado en movimientos ambientales rurales, y tratar de entender quiénes son, de dónde provienen, cuál es su situación laboral, a qué instituciones pertenecen y de dónde obtienen los recursos para llevar adelante las investigaciones. Queremos hablar con ellos para entender qué tipo de trabajo hacen con los movimientos territoriales, así como las presiones que reciben para limitar o frenar su compromiso con el trabajo en territorio, ya sea por parte de instituciones en las que trabajan, de distintos niveles de gobierno o de la industria.
-¿Cuál es la pregunta que intenta responder este trabajo? ¿Qué esperan encontrar a partir de la información que están recolectando?
-Los expertos se están involucrando cada vez más en movimientos sociales. Nos interesa conocer cuáles son las redes que crean esos expertos y cómo cambian a través del tiempo. En última instancia, queremos entender los efectos del activismo experto para el cambio social. La hipótesis que trabajamos cuando comenzamos a analizar los datos era que esta forma de acción colectiva, que involucra diferentes tipos de expertos y conocimientos, opera como una red. Ahora, estamos tratando de entender las dinámicas de esa red.
-¿De qué manera ha cambiado el involucramiento de científicos y expertos, y su rol en estos movimientos, a lo largo del tiempo?
-Sabemos que los tipos de conocimientos involucrados en estos movimientos se han diversificado. Antes eran un número reducido de científicos, biólogos y epidemiólogos, y luego se fueron incorporando otras disciplinas como la agroecología, la abogacía y las ciencias sociales. Durante los últimos seis años, Florencia ha estado recolectando información de estos activismos en la Argentina, que se remontan a inicios de la década del 2000. Ha encuestado a cientos de personas involucradas, ha recolectado documentación pública de estos movimientos y artículos periodísticos. Además, hemos analizado las métricas de más de 1700 publicaciones científicas sobre los efectos biológicos de los pesticidas. Creo que lo más importante es que armó una lista de más de 2400 expertos involucrados en estos conflictos. Es un número increíble de profesionales, científicos, médicos, abogados… Entonces, sabemos que están ahí y que juegan un rol muy importante.
-¿Se refleja este aumento de la participación de expertos en las políticas públicas? ¿Qué incidencia tienen las evidencias que generan en la definición de políticas?
-Bueno, hubo algún tipo de incidencia, especialmente como pruebas en casos legales y cambios en las reglamentaciones a nivel municipal y tal vez provincial, pero todavía falta modificar la legislación a nivel nacional. También han generado otros impactos, como en los planes de estudio, por ejemplo. En la Facultad de Medicina de Rosario organizaron campamentos de estudios epidemiológicos en pequeñas localidades de esa provincia. Esos conocimientos no existían antes y se ha potenciado el compromiso con esas comunidades.
-Son los campamentos que coordinaba Damian Verzeñassi durante el último año de cursada de la carrera de Medicina, que fueron desarticulados durante la pandemia, ¿no?
-Exacto. La pregunta es qué ha pasado con los datos que los estudiantes han recolectado, que pueden ser utilizados de muchas maneras, con fines legales, educativos e incluso con niños, en las escuelas y planes de estudios.
-Volviendo al activismo experto, y considerando que ha realizado estudios en Washington, Luisiana y Boston, ¿cómo se produce ese movimiento Estados Unidos y qué diferencias y similitudes encuentra con lo que ocurre en la Argentina?
-Desde una perspectiva amplia, la ciencia en los Estados Unidos, y creo que aquí es similar, busca un distanciamiento de la política. La autoridad de la ciencia se basa, en parte, en la idea de que no está involucrada en política ni en cuestiones sociales. Esta idea de la ciencia pura que le otorga autoridad y poder. En ese contexto, los expertos que se involucran en movimientos sociales son la antítesis de esa idea. En la sociología de la ciencia, en Estados Unidos, se ha estudiado a estos activistas expertos como una especie de individuos valientes que se guían por imperativos morales para hacer lo correcto, pero incurren, a veces, en dificultades profesionales y económicas muy fuertes, debido a la posición que toman. Sé que esto también les ha sucedido a algunos científicos aquí. Parte de nuestro proyecto es tratar de entender cómo ese tipo de forma de pensar sobre el activismo experto, en tanto conjunto de decisiones que los individuos toman por sí mismos, es incorrecta o no captura completamente la naturaleza sociológica de lo que está sucediendo. Y esto se debe a que estas personas están organizadas en redes. Eso ha surgido a partir de los estudios de caso que he hecho en Estados Unidos, y es lo que estamos encontrando aquí también. Lo importante de un proyecto en la Argentina es que nos permitirá contrastar con lo que algunos dicen respecto de cómo funcionan los movimientos sociales en Estados Unidos.
-¿En qué sentido?
-En Estados Unidos, los movimientos sociales están muy institucionalizados, muchos de ellos operan a través de grandes organizaciones nacionales y están muy bien financiados, tienen oficinas en Washington DC y presionan al gobierno para que se hagan estudios. En la Argentina, los movimientos se organizan mucho más a nivel de base, no tienen esos recursos. Entonces, la cuestión de cómo los expertos se involucran en estos movimientos aquí es muy diferente a como lo hacen en Estados Unidos. Allá, hay muchos expertos involucrados en movimientos ambientales, en parte porque estas organizaciones tienen millones de dólares en presupuestos anuales y los contratan y tienen laboratorios. Allá, la ciencia ambiental se hace dentro de los movimientos, en laboratorios de investigación.
-¿Y aún así los expertos son desprestigiados por trabajar con ellos?
-Bueno, un científico empleado por un movimiento social no tiene el mismo tipo de autoridad que tendría si estuviera empleado en una universidad. Está haciendo ciencia para un movimiento social y muchos científicos universitarios argumentarían que eso no es ciencia. Es similar a la ciencia para la industria, una gran cantidad de investigaciones está diseñada para producir crecimiento económico para empresas, por lo que en términos de jerarquía o estatus dentro de la ciencia también hay diferencias. Pero, volviendo al caso de los activismos expertos, el enfoque teórico y empírico de nuestro proyecto es pensar en cómo se organiza este tipo de activismo y la diferencia que marca esa organización a través de redes, que en el caso de los Estados Unidos no son visibles. Por eso las he descripto como movilizaciones en la sombra, porque operan de forma invisible, en parte porque los expertos no están interesados en ser conocidos por ese trabajo. Es peligroso para su reputación profesional y lo hacen, pero lo hacen en silencio.
-¿Se podría decir que en la Argentina sucede algo similar?
-Bueno, es lo que ahora vamos a tratar de corroborar. En general, se conocen casos particulares de especialistas destacados, con un fuerte accionar y compromiso con los movimientos sociales y territoriales. Sin embargo, hay otras múltiples formas de participación de expertos de distintas disciplinas y profesiones, que suelen pasar desapercibidas. Florencia recolectó 2400 nombres de especialistas involucrados y todos conocen a Andrés Carrasco, pero hay otros 2399 que no tienen el mismo reconocimiento.
-Considerando todas estas cuestiones, ¿qué consejo le daría a estudiantes e investigadores jóvenes interesados en estas problemáticas?
-Si tuviera que darles un consejo, les diría que cursen sus carreras científicas con los ojos abiertos a la política de la ciencia, sin pretender que la política y las cuestiones sociales no son importantes para la investigación que realizan, porque lo son aunque haya profesores que digan lo contrario.
-Incluso si no se dedican a ciencias sociales
-Sí, seguro, y especialmente por eso. Y también diría que, a medida que los movimientos sociales se vuelven más y más sofisticados, habrá más conocimientos generados por los movimientos sociales. Eso significa que el activismo científico está cambiando. En la Argentina, hay una gran red que está operando, que comenzó a funcionar hace más de 15 años de manera mucho más pequeña, y ahora es grande e internacional. Una de nuestras hipótesis de trabajo es que los movimientos sociales han influenciado en el tipo de investigaciones que se hacen en las universidades. Por ejemplo, aquellas vinculadas con los efectos biológicos de los plaguicidas en la Argentina se han multiplicado, hay más de 1700 artículos publicados por científicos de la Argentina en los últimos 15 años.
-Al respecto, un reciente estudio producido en Brasil señala que la Argentina se encuentra entre los primeros países en producir evidencia científica sobre pesticidas y sus efectos en el ambiente y la salud.
-Claro. Ese conocimiento no existía antes y no creo que sea una coincidencia que haya surgido después de que las Madres de Ituzaingó comenzaran a movilizarse. Una de las cosas que espero poder hacer con este trabajo es mostrar con mayor precisión cómo esos movimientos, y los expertos que participan en ellos, han originado la base de ese conocimiento científico. Es decir, crearon o ayudaron a crear un nuevo campo científico en la Argentina.