“Desconozco, no recuerdo”
Detrás de esa prolijidad austera, de las arrugas que le surcan el cuero como mapas de un mundo distante, por encima de ese pelo blanco, raído que deja entrever el cráneo y de las orejas grandes que sostienen unos anteojos gruesos hay un hombre lúcido de mirada dura, sin brillo. Jorge Rafael Videla, uno que eligió ser genocida y ahora “no recuerda”.
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