Tan vilipendiado el perejil en estas tierras, que es cosita, mano de obra utilizable en la política o en otros ámbitos, casi nadas o nadies, que apenas sirven para acompañar. Pero El Pejerrey Empedernido vuelve a las fuentes vegetales y te dice cómo usarlo en la cocina.

Qué quieren que les diga, ya era hora de hacer justicia y le avisé el otro día a Ducrot: mire don, gritaré a los cuatro vientos un elogio, porque si el de Róterdam se descolgó una vez con aquello de diga lo que quiera de mí el común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la Estulticia incluso los más estultos, soy, empero, aquélla, y precisamente la única que tiene poder para divertir a los dioses y a los hombres. Y de ello es prueba poderosa, y lo representa bien, el que apenas he comparecido ante esta copiosa reunión para dirigiros la palabra, todos los semblantes han reflejado de súbito nueva e insólita alegría, los entrecejos se han desarrugado y habéis aplaudido con carcajadas alegres y cordiales, por modo que, en verdad, todos los presentes me parecéis ebrios de néctar no exento de nepente, como los dioses homéricos, mientras antes estabais sentados con cara triste y apurada, como recién salidos del antro de Trofonio….; pues retomo y lanzo por qué no yo un elogio, sí, al perejil, sin el cual la cocina sería mucho menos, tendría cojera de olores y tentaciones, porque verde que te quiero verde…verde viento…verdes ramas…el barco sobre la mar y el caballo en la montaña…con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Y además, como le sucedió a la papa, cuando los de la Europa que saqueaba la despreciaron tan solo como yante para cárceles, menesterosos, hospitales y soldadescas, hasta que la salvó del hambre, a todos, a los de la plebe y al turraje noble; al perejil también lo han denostado siempre: llaman perejiles a los engañados, a los carne de cañón, a los ingenuos; se lo considera de tan fácil consecuencia en el plante sobre la tierra que incluso un enorme y portentoso del siglo XX como Fidel Castro se dejo caer por el desfiladero del error injusto: me acuerdo cuando hace años, ya no sé si en La Habana o en Santiago, cabrón e indignado ante la ineficiencia económica – se estaba bancando al ortiva de Gorbachov y a su verso de la perestroika y entonces tuvo que salir de urgencia con lo del proceso de rectificación de errores y tendencias negativas –, espetó en tono de furia y puteada: si no podemos plantar perejil no le echemos la culpa al imperialismo. Pero si hasta lo humillan, puesto que aun hoy, tiempo éste que para comer tenés que pagar en diamantes hasta cuando pensás con que parar la olla, de tan desaforado que está el garcaje empresario con los precios a la hora de esquilmar al pueblo – y de paso, ¡pónganse las pilas y que lo de los controles no sea sarasa! -, aún así les contaba, en las verdulerías del barrio y si sos cliente, el perejil no se cobra. Pero no importa, cuchillas de filo malo y punta aviesa, trinches de guacha hostia y cucharones de fierro, pesados y con vocación de catapultas, todo ello en manos, barbijo en mi facha de Peje; y les recuerdo que, en lunfa, la tal palabra que denota al adminículo que, dicen, nos aleja del maldito bicho, significa tajo en la trucha, y no me refiero a mi prima de los lagos del Sur, a quien los conchisumadres siempre quieren engatusarla con una mosca, si no a la tan conocida caripela, no sean pelandrunes. Así armado salí a la calle por si algún provocador fachoide se metía con mi amigo de tallo largo y hojillas tiernas, y de raje para comprar vituallas y volver a la cueva, con todo en bolso y a cocinar. Me lavé las aletas, enfilé hacia las mesadas donde siempre aguarda alguna sufrida tabla para pica y corta, pero antes que nada en la compu clave un tanguito que dice yo soy el mozo más tanguista que pupula en la ciudad…válgame el cuerpo y la vista, ¿qué opinás de este compás?…premios tengo así a patadas, sacados por mis cabales, haciendo corte y quebradas en todos los Carnavales…te garanto que a ese ñato que les va de bailarín me lo dejo hecho un gato, y me lo smorfo al piacentin (ATENCION AHÍ LECTORES QUERIDOS, EN LO DEL PIACENTIN)…El churrinche y el cachorro son para mí insignificantes. Embrocá este corte. ¡Qué aguante! ¡Qué maestro me habrá enseñao! Es de 1918, se intitula “Dale perejil al loro”, y con la victrola a todo gas dispóngome a meter mano entre fuegos y ollas, esta vez como elogio a la verde, perfumada y sabia hierba que jamás mereció ser maltratada; y en lunfardo, porque sí: que bien me viene el Primus, que vaya el duque de los duques calentando la sartén con una verónica de aceite de oliva y así de poco con ajo, rápido para que no se chamusque, y como el que que acamala la mesa no quiere cachafaces ni cabreiroas, más si buyones con deseos, los mostacholes al dente que sí o sí, así, marchan cambas sobre la de fierro que los espera y con un algo más del virgen de los olivares, pimienta que no falte, perejil del más fresco, deanlé sin pudor  y picado, y láminas de piacentin, que es el parmesano. A disfrutarlo todo con vuestros amores, sobre el mantel o las sábanas, por qué no, que el capitalismo poco de parecido tiene con la vida y ésta es corta, con o sin cuarentenas…¡Ahhh…no querían pasta! Bien, aquí va: elegid capelin para la testa, tened cuidado con la canguela que acecha, aunque al botón también de lejos, y a los tajos sobre las achuras que son entrañas y hoy tripas de vaca eterna y solitaria, que si consiguen de cordero cuánto mejor, se me ocurre porque se me ocurre, y las embuten con el queso que quieran, ¿sardo les parece?, picoteado entre perejiles muchos de corte y bucles a la vieja escuela, y caricias inocentes de cebollines, que a la franchute ciboulette les dicen; con pimienta y ají molido, que estamos vida mía para picores, para que salgan de a uno si son valientes los que se embozan traicioneros sobre las cortinas pesadas, pues conspiran contra nuestra pasión…Un pincho entonces sin piedad para que los embutes no se desparramen, y sobre las brasas…Hasta aquí llegue, para otros días una salsa verde de perejiles, por supuesto, especial para camarones y pescados porque queda rechipe. Mientras tanto, mucho vino tinto refrescado. ¡Salud, y a leer el Decamerón! Chau.

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