Psicólogos y psiquiatras advierten que el aislamiento necesario para la prevención del contagio de Covid-19 puede afectar el equilibrio psíquico de las personas. Socompa presenta aquí un documento que lo demuestra: un fragmento del diario de uno de sus periodistas, cuyo paradero en estos momentos se desconoce, pero que parece haber desbarrancado mal. (Ilustración de portada: Michael Sowa)

Nota introductoria del editor: lo que sigue no es responsabilidad de Socompa – que sólo se limita a reproducir el diario tal cual lo encontró – sino de su autor, que sospechamos que a esta altura es inimputable. Las fotografías que acompañan el texto son las que el propio autor pegó en las páginas y tampoco nos hacemos responsables por su calidad. Si las personas que aparecen en ellas tienen algún reclamo que hacer, les sugerimos dirigirse al autor del diario, si es que lo encuentran. Dicho esto, pasen y lean.

 Miércoles 25 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Acabo de encontrar un caracol en el parque. Lo extraño del caso es que me habló, con sus cuernitos-ojos clavados en los míos (en mis ojos, digo, querido diario).

Primera aparición del caracol cubano.

-Oie, chico – me dijo -. ¿Tu crees que podría quedarme aquí unos días?

-¿Por qué hablás así? – le pregunté y se me dio por intentar comunicarme en su registro, por si no me entendía bien -. ¿Qué de dónde eres tú?

-¡Qué tu crees, chico! Soy cubano – respondió y se adentró en los pastos.

Llevo 25 minutos siguiéndolo para averiguar a dónde va.

Miércoles 25 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

Cuando estaba siguiendo al caracol cubano por el parque, para ver a dónde iba, me sonó el teléfono.

Era mi facho preferido.

Sin que yo le preguntara nada enunció que el Coronavirus es un arma biológica de la sinarquía internacional, que es una alianza entre los yanquis, los comunistas chinos, el sionismo y el Papa marxista que está usurpando el trono de Pedro en El Vaticano.

Disandro y el general aforista.

Todos juntos ellos por una misma causa: destruir el ser nacional de los países e instalar un gobierno sinarca mundial.

Me dijo también que acá, en la Argentina, los aliados internos de la sinarquía son los macristas, los troscos y los infiltrados en el peronismo -zurdos cristikicillofistas de mierda, así dijo -, y que éstos últimos eran los más peligrosos de todos porque eran un cáncer para el movimiento nacional y popular creado por el general Perón.

en ese momento busqué con la mirada al caracol cubano para decirle que Perón era a quien yo llamaba “el general aforista”, pero no lo vi.

Mi facho preferido me conminó también a que leyera “Peronismo o Sinarquía”, del profesor Carlos Disandro, y me anunció que me acababa de enviar la reproducción de la portada del libro a modo de ilustración y una foto del profesor Disandro con el General en Puerta de Hierro (Madrid, 1967), con dedicatoria incluida, para probar que el líder justicialista sólo avalaba la doctrina del profesor Disandro para el Movimiento.

Antes de cortar me dijo: “No saque los pies del plato, Cecchini. Bolches a Moscú”.

Lo peor de todo fue que perdí de vista al caracol.

Es todo por ahora, querido diario de cuarentena.

Cambio y fuera.

Jueves 26 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Con los primeros mates – en Facebook gente mala me criticó el fucking jarrito – me mandé 10.000 caracteres sobre la muerte de Bartolito para Socompa. No podía más de la pena que me daba… tener que escribir sobre ese espécimen.

Después baldeé el patio, en patas, como corresponde.

Hice la lista del súper: jabón en polvo, vino, dulce de batata, vino, limpiador de pisos, vino, salsa de tomates, vino y… vino.

Ahora ando por el parque buscando al caracol cubano con el que conversé ayer; quiero saber si es espía y tuvo algo que ver con la muerte de Bartolito.

Sigo sin encontrarlo.

Mejor lo llamo a Juan Salvo para que vaya a hacerme las compras del súper.

Más tarde voy a seguir buscando al caracol cubano. Les voy a preguntar a las hormigas si lo vieron.

Es todo por ahora, querido diario.

Jueves 26 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

Sigo buscando al caracol cubano por el parque. Temo que se haya ido a cumplir alguna misión por las cercanías.

Intenté que las hormigas me dijeran si lo habían visto, pero sólo movieron las antenas (eso sí: las grabé en un videíto y esta noche trataré de descifrar su sistema de comunicación, por las dudas que estuvieran contestándome).

El vilipendiado mate jarrito.

En eso estaba cuando me llamó mi amigo de la adolescencia Gustavo para proponerme que, en caso de sobrevivir, volviéramos a armar la banda de rock que teníamos a los 17 años. Le dije que en caso de sobrevivir hasta podría tolerar su horrible manera de cantar “Get back”. No se ofendió, lo cual me preocupó, porque debe estar desesperado en su cuarentena.

Bueno, querido diario: me voy a hacer unos mates para tomar con el jarrito de loza que hoy fue tan criticado y seguiré buscando por el parque.

Es mucho territorio para rastrillar, pero estoy realmente preocupado por el caracol cubano.

Cambio y fuera, querido diario.

PD: Juan Salvo me contestó que no podía hacerme las compras del súper, que la pandemia lo tiene muy ocupado. Que él es Eternauta, no mago.

Jueves 26 – Tercera entrada (brevísima)

Querido diario de cuarentena:

Siendo las 18.30, todavía no prendí la tele ni abrí la primera botella de vino.

Arrancaré con La Poderosa porque me da una sensación de movimiento guevarista.

El caracol cubano sigue sin aparecer.

Mañana reanudaré la búsqueda con las primeras luces del alba.

Cambio y fuera, querido diario.

Viernes 27 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Desde temprano recorrí el parque buscando al caracol cubano, sin suerte. Estoy evaluando seriamente que se haya ido a explorar los jardines vecinos.

Son excursiones no exentas de peligros. Uno de mis vecinos es un asesino serial de bichos que fumiga hasta lo que come.

Capablanca vs. Alekhine. First blood.

El otro engaña, porque durante gran parte de la semana el visitante desprevenido puede creer que vive en un jardín de paz, pero los viernes a la noche (¿hoy es viernes, querido diario?) arranca con la música electrónica a todo volumen y temo que el caracol cubano, si anda explorando sus plantas, no lo resista. Incluso puede que se suicide si los diabólicos acordes lo agarran desprevenido.

Para distraerme de la preocupación, me puse a estudiar en el tablero una o dos partidas de la final del campeonato mundial de ajedrez entre Tal y Botvinnik, que ganó el loco de Mijail sin atenuantes. Jugaba como un guerrillero del tablero, la sorpresa era su eficacia.

Estaba en eso cuando recordé otra final, la de Capablanca y el conde Alekhine (¿sabías, querido diario, que Alekhine no te tocaba un cubierto ni que lo mataran, que comía con las manos?).

Como el gran maestro Capablanca era cubano, decidí pasarme a esas partidas, con la ilusión de interesar al caracol para que vuelva.

Acabo de terminar la primera partida, que pasó a la historia como “first blood”.

El caracol cubano todavía no volvió.

Viernes 27 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

Pensé que no podría dormir la siesta por la preocupación sobre el paradero del caracol cubano, pero pude.

Fueron 15 minutos, no más. Y soñé.

Estaba en mi casa infantil de Tolosa, en penitencia, pero como era la hora de la siesta y todos dormían, me escapé por el balcón de mi pieza, que daba al frente.

Eso solía hacerlo despierto, claro, pero ahora lo hice en el sueño.

Como rajando de la cuarentena, querido diario.

Corrí a la Plaza Iraola a encontrarme con mis amigos que habían armado un picón, pero no estaba ninguno.

Punta Mogotes, un sueño.

Al que encontré fue al caracol cubano, subiendo por el monumento a Iraola. Sí, ahí, en el centro de la plaza de mi infancia tolosana.

Cuando le quise hablar, el sueño me llevó a una playa de Punta Mogotes y me desperté.

Este chico Freud la tenía clara con eso de los sueños y el deseo.

El caracol cubano sigue sin aparecer pero lo seguiré buscando, querido diario.

Cambio y fuera.

Sábado 28 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Como Juan Salvo sigue diciéndome que no tiene tiempo para hacerme las compras, me mandé a la carnicería.

Veintitrés en la cola, sacando numerito, a metro y cachito de distancia cada uno en la calle. Compré como para no ir en una semana.

Antes de salir hice una recorrida por el parque buscando al caracol cubano. Creí verlo entre las flores caídas de la Santa Rita, pero no estaba.

Seguiré buscando, no cejaré en el empeño, querido diario.

A medida que pasa el tiempo se me acumulan las preguntas que quiero hacerle: ¿Llegó a la Argentina en el mismo avión que CFK y Florencia? ¿Qué harían en Cuba con Paolo Rocca? ¿Y con Fernando Iglesias? ¿Es cierto que Marx leyó a Perón antes de escribir El Manifiesto? ¿Es verdad que Lenin consultó al general aforista antes de la Revolución de Octubre? ¿No se aburre de andar de acá para allá con su casa a cuestas o es una estrategia para moverse sin problemas durante la cuarentena? ¿Los caracoles también pelearon en Sierra Maestra? ¿Qué gusto tiene la sal cubana?

A cambio, estoy dispuesto a responderle cualquier pregunta, menos la que es imposible de responder y temo que me haga: ¿Qué carajo son los troscos argentinos?

Debo encontrarlo con urgencia, querido diario.

¡Carajo! Me acabo de dar cuenta de que me olvidé de comprar vino.

Rajo al Chino, querido diario.

Nos vemos a la vuelta.

Sábado 28 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

Por la tarde seguí buscando al caracol cubano por el parque y hasta salí a la puerta para ver si lo encontraba explorando la vereda.

Tuve también un momento de pánico, cuando escuché que el vecino había encendido la máquina de cortar el pasto. Temí por su vida.

Poster del che, a ver si vuelve.

También temí por él cuando un contacto del feisbuc me mandó un mensaje pidiendo rescate, diciendo que lo había secuestrado.

Hice un cálculo rápido: vive demasiado lejos como para que el caracol cubano pudiera llegar cerca de su casa. Quince lucas verdes, me pedía el desproporcionado.

No dejaré de buscarlo.

Esta tarde tenía ganas de contarle que estoy extrañando los almuerzos con los viejos Perros (RE) Manzana y Eduardo en El Vulcano de San Telmo, los chamuyos parrilleros con Ducrot en la parrillita rutera del Centenario, y las largas y bien regadas tenidas con el doctor Martínez en Los Hermanos de City Bell.

No sigo con esto porque se me va a piantar un lagrimón, querido diario.

Esta noche voy a juntar buenos pastos y hojitas para dejarle en el patio, debajo de una banderita de Cuba y un retrato del Che, a ver si vuelve.

Mientras espero su vuelta voy a abrir un tubo de vino por recomendación médica.

Cambio y fuera.

Domingo 29 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Lo primero que hice al despertarme fue ir a ver si – convocado por el pastito, las hojitas, la banderita de Cuba y el retrato del Che – el caracol cubano había regresado. Pero no.

Es una pena, porque se me siguen acumulando las preguntas que quiero hacerle y las cosas que quiero contarle.

Entierro del Gato en Las Tahonas. (Ph: Horacio Paone)

Mientras recorría el parque buscándolo pasé cerca de la parrilla (hoy es domingo, ¿es domingo hoy, querido diario?), lo que me hizo evocar los asados con amigos, especialmente esos multitudinarios de gente linda y buena que Bruno Carpinetti organiza en la República Secesionista de Las Tahonas.

Si el caracol cubano llega a aparecer esta tarde le voy a explicar qué es la República Secesionista de Las Tahonas, entre cuyas máximas autoridades están Carpinetti, Hernán Améndola y otros sujetos de la misma calaña, incluido el ministro de Defensa, Alberto Elizalde Leal, y un servidor, que funge de ministro de Relaciones Exteriores y Oculto.

También le quiero contar de la última gran fiesta que hicimos ahí, en La Dorita, “El entierro del Gato”, se llamó y la hicimos el 8 de diciembre para la celebrar que el Gato-Burro se iba de la presidencia de la vecina República Argentina, aunque dejara un desastre.

Además de contarle de la existencia de nuestra zona liberada en el corazón de la pampa costera bonaerense, quiero consultarle algunas estrategias para defender a Las Tahonas de los embates foráneos. Su experiencia cubana en el área de defensa sería de gran ayuda.

Pensando en esto también me agarró nostalgia y me puse a buscar mi Bowie de mango de cuerno de ciervo, que suelo utilizar cuando viajo a Las Tahonas, no para prenderme en un duelo criollo cuando el vino ya ha corrido – candidatos para eso sobran – sino para cortar la carne asada que me mando al buche.

Todo eso también se lo quiero contar al caracol cubano, a quién ya siento un tahonense más (voy a tramitar su ciudadanía), y quiero llevar en mi próximo viaje a esa Patria Liberada que viene a ser una Cuba pampeana.

El Bowie, patente el del David Crockett.

Quizás allí el caracol cubano se sienta más a gusto y no se escape, querido diario.

Voy a poner en el parque un tachito con un cóctel de Toro Viejo y Mirinda, a ver si con tan excelso brebaje lo hago volver.

Total, ni los perros se le acercan.

Después la seguimos, querido diario.

Lunes 30 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

Te pido disculpas por haberte abandonado la tarde de ayer, pero fui presa de una angustia zoológica que me impidió no sólo escribir si no también comer tortas fritas.

Cuando volví de mi recorrida por el parque en búsqueda del caracol cubano – que seguía y sigue sin aparecer – leí en el feisbuc el comentario de un amigo que me desequilibró psicológicamente.

“Se ve que los animales cubanos tienen a perderse – me escribió Sebastián Zunini –. Un tal Silvio anda buscando un unicornio”.

No lo hizo por maldad, es más, creo que quiso ayudarme, querido diario, pero el efecto fue devastador.

El unicornio azul, perdido también.

Imaginarme cuarenta años buscando a mi caracol cubano – más o menos lo que lleva Silvio Rodríguez pidiendo a canto pelado por su unicornio azul – me destrozó los nervios.

Primero porque no sé si sobreviviré a la pandemia, pero más que nada porque, aun sobreviviendo y en el mejor de los casos, no tengo la más mínima chance de superar la edad de Mirtha Legrand.

Como una cosa lleva a la otra, en medio de la desazón me encontré tarareando aquello de:

“Aquella solitaria vaca,

Aquella solitaria vaca cubana.

Rumiaba el silbido del viento,

Rumiaba el silbido del viento…”

Y me desesperé todavía más, al punto que le mandé un guasap al Indio Solari para preguntarle si a él alguna vez se le había perdido la vaca cubana.

Debe estar ocupado, porque no me contestó.

Ando de mala suerte en mis relaciones humanas: Juan Salvo no quiere ir a comprarme vino al súper, y ahora el Indio no me contesta.

Así pasé toda la tarde, sumergido en una angustia infinita por la suerte del caracol cubano.

A la noche, en plena duermevela, me lo imaginé cual un Ulises tratando de volver a Itaca, debiendo enfrentar los cantos de las sirenas.

Me angustié todavía más. No es que desconfíe de la fortaleza ideológica del caracol cubano, pero en la Argentina los cantos de sirena son muy fuertes.

Tan fuertes como para que un 40% de pelotudos volviera a votar a Macri.

Ahora tengo que dejarte, querido diario. Debo seguir buscando al caracol.

Cambio y fuera.

Lunes 30 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

Lo que es la ignorancia, querido diario. Te contaba que esta mañana me encontré tarareando “Esa solitaria vaca cubana”, casi como para darme ánimo en la búsqueda del caracol cubano, que sigue sin volver.

Bueno, mirá lo que son las cosas. Al enterarse, el amigo Ernesto Valverde me escribió:

“Estimado, el destino de la vaca fue más trágico. La canción es un homenaje a la misma, porque esa desgraciada vaca caribeña, falleció porque le cayó un meteorito en la cabeza”.

Así, de una, me lo dijo. Sin anestesia. Por suerte en estos días no andan cayendo meteoritos por acá, de modo que, pasado el impacto meteórico de la noticia, me tranquilicé.

Estampilla homenaje a la vaca cubana.

Después empecé a temer que el caracol cubano hubiera sido detenido por algún retén policial. Como sabés, querido diario, estamos en tierra de la Bonaerense y “la mejor del mundo” se supera cada día en sus métodos.

Mientras pensaba en eso casi que escuchaba al compañero Berni gritando: “¡Proteger y servir, subordinación y valor, disparen sin asco!”. Una y otra vez, con ese tono milico que cultiva tan apasionadamente.

No te imaginás la impresión, querido diario.

Fue apenas un segundo, porque enseguida caí en la cuenta de que la policía no puede detener al caracol cubano, aunque sé muy bien que no tiene un permiso para circular.

El tipo se mantiene dentro del marco de la ley porque, si bien anda de acá para allá, no deja nunca su casa.

Por eso los cubanos mandaron un caracol. No son ningunos boludos, tiene la cobertura perfecta.

Por último, querido diario, te cuento que decidí dar a conocer una foto del caracol cubano, por si algún amigo o vecino lo ve. Rogaré encarecidamente que me avisen si saben de su paradero.

Es todo por ahora. Cambio y fuera.

(Nota del editor: sospechamos que las entradas correspondientes al martes 31 y al miércoles 1° fueron arrancadas. Tratamos de determinar si el autor de esa amputación fue el propio autor o el caracol cubano para preservar algún secreto que no quiere revelar)

Jueves 2 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

¡Volvió el caracol cubano, querido diario! Fue anoche, con la lluvia. Llegó tan sigiloso como se había ido.

Después de los saludos de rigor, le pregunté dónde había estado y me respondió con altura:

-Oie, chico, ¿que tú creés que puedo decírtelo? Tú eres el responsable de mi apoio logístico, no mi confidente.

Debo reconocer que me ofendí un poco, pero tuvo un gesto que borró el mal momento: me guio hasta un sitio difícil de acceder del parque, donde había encanutada una botella de ron. Cubano, por supuesto.

Me serví un vaso y le puse a él en una tapita. Al rato estábamos los dos más que alegres. Cuando se hicieron las 12 de la noche, enterado de que hoy es el cumpleaños de Alberto, empezó a gritar como gritan los caracoles cubanos:

Y el caracol cubano volvió una noche.

-¡Feliz cumpleaños, Albertico!

Trascartón, en su entusiasmo me pidió que le enseñara la marcha peronista. Justo a mí, querido diario.

Le respondí que no podía, porque no me la sé, pero que tampoco quería, porque antes de cantarla me hago monja. Pensó un momento, tomó otro trago de ron y luego me pidió:

-Oie, chico, ¿y si la pones en el iutub?

La escuchó, pero afortunadamente no la cantó. Creo que para que nuestras relaciones – que son muy importantes para su misión en la Argentina – no se resintieran.

Eran como las dos de la mañana y la botella ya estaba casi vacía cuando, con algo de timidez, me preguntó si cuando terminara la cuarentena le presentaría a mis viejos amigos perros. No pude negarme, así que si sobrevivimos habrá asado compartido entre los perros (RE) y el caracol.

Ya nos despedíamos cuando recordé que unos amigos del feisbuc querían bautizarlo. Y le conté que algunos habían propuesto llamarlo Frank Pais, en honor a su compatriota revolucionario.

Se puso serio y me respondió:

-Oie, ¡que qué clase de militante clandestino has sido, chico, que con ese nombre me delato! Diles que sean más ingeniosos pa’ ponerme el nombre de guerra.

Se fue haciendo eses con rumbo desconocido, pero prometió volver, querido diario.

Jueves 2 – Segunda entrada

Querido diario de cuarentena:

A medida que pasan las horas, ya fuera de las secuelas del ron compartido, empiezo a recordar otros retazos de mi conversación con el caracol cubano.

Después de escuchar atentamente la marchita que le puse en youtube me dijo, sorprendido:

-¡Que los peronistas son comunistas, chico!

-¿Qué? ¡No! ¿Por qué decís eso? – le pregunté.

-¿Que tú no oies lo que dice la letra: “combatiendo al capital”?

“Combatiendo al capital”.

Para ser sincero, querido diario, no recuerdo qué le contesté, ni si le contesté o me mandé otro trago de ron al buche para olvidar.

Un rato más tarde me hizo otra pregunta:

-Oie, Daniel, ¿los libros de León Trotsky están prohibidos en la Argentina?

-No, caracol – le respondí.

-Pues mira que es extraño chico… – me dijo, y quedó un segundo en silencio.

-¿Por qué? – quise saber.

-Que estos días he escuchado hablar a ese tal Nicolás y a otro tal Altamar…

-Altamira…

-El mismo que tú dices, chico… y dicen que son trotskistas, chico, pero es claro que no lo leieron ni en manual…

Bueno… – empecé a decir, pero me interrumpió.

-Y ia leí lo que uno de eios te escribió a tí en el feisbu.

-¿Quién?

-Uno que se iama Nico el trosco…

-¿Y qué escribió? No me acuerdo…

-Pues esto: “El caracol cubano y el unicornio azul son lo mismo”. ¿Qué tú crees que quiso decir?

De nuevo, querido diario, no supe que decir.

Bueno, me voy a comprar un par de tubos al súper para sacarme del todo la resaca del ron. Juan Salvo sigue negándose a hacerme las compras.

Estoy seguro de que, si se lo contara, el caracol cubano me diría que así no se comporta un héroe colectivo.

Cambio y fuera.

Viernes 3 – Primera entrada

Querido diario de cuarentena:

El caracol cubano partió hacia una nueva misión, cuyos detalles desconozco (es un maestro del tabicamiento el caracol cubano).

Aproveché el día para comunicarme con las hormigas del parque. Vino una delegada por hormiguero cuando se convencieron de que no las estaba emboscando para ponerles veneno.

Les hablé de mi preocupación por la seguridad del caracol cubano y les pedí encarecidamente que no lo atacaran cuando transitara por sus territorios.

-No te preocupes – me respondió una de ellas, una colorada grandota, de ésas que cuando te pican te arde como el fuego -, jamás atacaríamos al caracol cubano. Las hormigas somos obreras e internacionalistas.

Me quedé unos segundos con la boca abierta, antes de poder articular sonido. Finalmente les pregunté:

Última foto del autor del diario. Buscado.

-¿Cómo es eso de internacionalistas?

-Es difícil de entender para ustedes, pero nosotras no reconocemos fronteras. Podemos empezar un hormiguero en un país y terminar con los túneles en otro. Si no preguntale a los europeos, que tienen túneles de hormigas criollas, que llegaron en los barcos en el siglo XVI, desde España hasta Rusia. Las hormigas armamos la Unión Europea antes que ellos…

-Vos fumá tranquilo, pero no nos tires la ceniza – me respondió una hormiga negra de esas culonas.

Tranquilizado así, querido diario, me hice unos mates.

De todos modos, sé que mi noche no será tranquila. Acabo de recordar que es viernes, y los viernes después de la caída del sol mi vecino pone su puta música electrónica a todo volumen.

Pensando en eso fui hasta mi escritorio y del cajón del medio saqué a relucir a mi querido Bowie, que es igualito al que usaba David Crockett.

Ahora mismo me pongo a afilarlo.

Paz y amor, querido diario.

Cambio y fuera.

(Nota del editor: después de esta última entrada, se perdió todo rastro del autor del diario. No entra al feisbuc, no contesta las llamadas, y tampoco escribe para Socompa. Por esta última razón decidimos, siguiendo el ejemplo del gran Paolo, despedirlo. Se lo haremos saber cuando reaparezca. Si es que aparece).

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