El 22 de marzo se cumplieron tres décadas de la instauración del Día Mundial del Agua durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo efectuada en Río de Janeiro. Rubén Quintana, investigador de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad de la UNSAM, analiza los efectos de las actividades humanas en los humedales y plantea acciones para avanzar en su conservación.

La mayor parte de los humedales son de agua dulce y han sido reconocidos como fuentes insustituibles de agua, ya sea para consumo directo o para las actividades productivas. Rubén Quintana, investigador de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad de la UNSAM y director del IIIA CONICET/UNSAM, explica que muchas de las grandes civilizaciones pudieron desarrollarse gracias al agua que les aportaban los humedales. Como ejemplo cita a la civilización egipcia, que se servía del agua del río Nilo y sus humedales asociados. “La otra gran contribución que hacen los humedales es la purificación del agua -detalla-. Esto es fundamental, en particular en nuestro país, donde dos tercios de la superficie se corresponden con tierras secas. Asimismo, los humedales tienen la capacidad de almacenar agua que permanece más tiempo disponible. Por el contrario, el agua que circula por los ríos sigue rápidamente su curso hacia el mar.”

El investigador, que además preside la Fundación Humedales, advierte que aún en el tercio más húmedo de nuestro país comienzan a aparecer problemas de abastecimiento de agua, algo impensado hasta hace poco. El cambio climático, en sinergia con la intensificación y los cambios de uso del suelo, afecta a los humedales, que se encuentran entre los ecosistemas más vulnerables a este fenómeno. “Algunos humedales de la estepa patagónica han comenzado a secarse como consecuencia del cambio climático, mientras que los costeros se ven afectados, entre otras cosas, por el aumento del nivel del mar”.

Preservar el ciclo hidrológico

El agua es el factor que determina el funcionamiento de los humedales, por lo tanto, cualquier acción que modifique el régimen hidrológico de estos ecosistemas los va a afectar. Quintana hace hincapié en que las principales acciones que puedan hacerse para conservarlos deben contemplar el mantenimiento de ese régimen. “Esto es clave para que los humedales mantengan una buena integridad ecológica”, explica y menciona como ejemplo las lagunas de Guanacache, Desaguadero y del Bebedero, que son compartidas por tres provincias: Mendoza, San Juan y San Luis. Se trata de un Sitio Ramsar —humedal considerado de importancia internacional— que hoy se encuentra prácticamente seco debido a que el agua que llegaba de los ríos está detenida en los oasis de cultivos. Esto, además, conlleva un impacto negativo para las comunidades locales que habitan en esas zonas.

En relación a estas alteraciones, el investigador se refiere a una moción presentada por México durante la reunión en 2015 de las Partes Contratantes de Ramsar —la Convención de Ramsar es un tratado internacional que tiene como objetivo la conservación de los humedales—. Allí se planteó que los humedales asociados a ríos deberían ser un usuario más del agua aportada por esos cursos. “Esta idea resulta muy interesante, ya que se considera al humedal como un sujeto con el derecho de recibir agua al mismo nivel que lo recibe un agricultor, por ejemplo”, observa Quintana.

Es fundamental pensar estos ecosistemas como actores que centrales del ciclo hidrológico, de cara a los problemas de acceso al abastecimiento de agua en el futuro. “El agua va a ser un recurso cada vez más escaso y conflictivo en las próximas décadas, esta es una de las muchas razones por la cual debemos preservar y hacer un uso sostenible de los humedales”, advierte el especialista del 3iA.

El peligro de los incendios

Los incendios ocurridos recientemente en Corrientes, al igual que los ocurridos en el Delta dos años atrás, tienen su origen en un efecto sinérgico entre el cambio climático y el cambio e intensificación del uso del suelo. Estas cuestiones se producen de manera combinada y ambas son originadas por el ser humano. Quintana explica que “si bien hablamos mucho del cambio climático, los cambios y la intensificación en el uso del suelo ocurren a una escala mucho más rápida. Las transformaciones que se están dando en el territorio son enormes y se producen a una velocidad muy alta.”

En el caso de Corrientes, se está produciendo una expansión de la forestación de pinos y eucaliptos a gran escala. Los árboles actúan como “bombas extractoras de agua”, lo cual empieza a afectar a los humedales cercanos. De hecho, algunas de estas grandes forestaciones se encuentran bordeando el Iberá. La combinación de una época de sequía con una bajante extraordinaria del río Paraná —producto del cambio climático y la actividad forestal— afectan el nivel de agua en los humedales de la región. La sumatoria de estos fenómenos afecta el nivel de falta de agua en los humedales de la región. “El resultado de esta sinergia es una mayor probabilidad de incendios, debido a que todo se encuentra más seco”, dice el especialista.

Los esteros del Iberá son considerados un área relevante para la conservación en la Argentina debido a su biodiversidad y su extensión, y a que allí se están llevando a cabo experiencias de reintroducción de especies extintas, entre otras cosas. Pero todo su entorno está siendo transformado, con lo cual se ven inevitablemente afectados. Quintana señala que en el proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos para la Conservación y el Uso Sostenible de Humedales que se presentó a principios de marzo en el Congreso, se focalizó en que no tiene sentido hacer un ordenamiento territorial únicamente de los humedales, sino del contexto en el que se encuentran, ya que mantienen una relación directa con los ecosistemas acuáticos y terrestres de su entorno. “Debemos pensar en un ordenamiento ambiental territorial integral de todos los ecosistemas y usos de la tierra que hay en el país. No podemos enfocarnos en ordenar los humedales y olvidarnos del contexto espacial en el que se encuentran, ya que lo que está al lado interactúa positiva o negativamente con ellos”, afirma.

Hacia la conservación y el uso sostenible

La recuperación de las zonas afectadas, según Quintana, depende mucho de la resiliencia del sistema: “Hay sistemas que pueden recuperarse en poco tiempo luego de, por ejemplo, un incendio. Los humedales fluviales, como los del Delta, tienden a recuperarse relativamente rápido si se restablecen las condiciones hidrológicas”. Pero esto no quiere decir que todos los humedales se puedan recuperar de la misma manera. El investigador advierte que en las turberas de Tierra del Fuego (un tipo de humedal que se explota para la extracción de turba), la recuperación es de miles de años. “La turba es un recurso no renovable. Aún cuando se intenta restaurar las turberas con un proceso denominado rewetting, que consiste en saturarlas nuevamente de agua. El crecimiento de los musgos que componen estos humedales es lentísimo, con lo cual, conseguir que la turbera alcance un espesor similar al previo a su explotación llevaría miles de años”, detalla.

Desde hace tiempo, Quintana y su equipo trabajan con una visión de conservación y uso sostenible de los humedales: “Entendemos que no se pueden dejar todos los humedales como áreas protegidas, pero también que las actividades humanas que allí se realizan deben seguir ciertas pautas para lograr una mayor sostenibilidad del sistema. Hay que desechar la idea de que en un humedal se puede hacer cualquier cosa.”

Actualmente, el equipo de la UNSAM y la Fundación Humedales trabajan con productores agropecuarios del Delta, pero la idea es llevar este trabajo a otras zonas. “Tratamos de pensar una práctica de ganadería sostenible, que es una de las actividades más compatibles con el humedal, ya que no se necesita hacer grandes transformaciones en el sistema”, explica Quintana. “Los animales podrían estar en los humedales de manera natural, como se hizo desde siempre en muchos casos. Apuntamos a las prácticas ambientalmente sostenibles de la ganadería en humedales, tratando de armar un sistema de producción que no implique modificar el régimen hidrológico. Además, el productor tiene la ventaja de producir carne con pastura natural, lo que debería darle un plus por la forma en que se crían sus animales. Pensamos en una certificación o sello que le asegure al consumidor que esa carne fue producida de una manera que protege al ambiente”, detalla Quintana.

Un tema instalado

Durante los últimos años, el tema de los humedales se fue instalando en la sociedad. Hoy se está entendiendo la importancia de estos ecosistemas en la conservación de la biodiversidad y de la vida en general. “En mi época de becario prácticamente no se hablaba de humedales, ni siquiera dentro del ámbito científico. Hoy la sociedad ha incorporado que existen los humedales y está entendiendo que es importante protegerlos y usarlos de manera sostenible”, asegura Quintana.

Gracias a este reconocimiento social, se está desechando la idea de que los humedales son tierras de descarte y que lo mejor que se puede hacer es transformarlas en otra cosa. “A lo largo de la historia de nuestro país, hemos visto que muchos humedales fueron rellenados, se utilizaron para depositar basura o como relleno sanitario”, cuenta el investigador. “Por eso es tan importante que la ciudadanía los reconozca y reclame por su conservación, más allá de lo que ocurra con la ley”.

Quintana explica que el gran aporte que puede hacer una Ley de Humedales es proveer un marco regulatorio de las actividades humanas que allí se desarrollan: “Todas las acciones que hoy en día son tan comunes, como los endicamientos, el relleno o las canalizaciones, alteran el régimen hidrológico. Nadie dice que no se puede producir en humedales, pero habrá que hacerlo de forma tal de no afectarlos como se hace en la actualidad”.