La semana que viene será clave. Guzmán viajará con el objetivo de comenzar a cerrar el acuerdo con el FMI. La tenida anual del organismo, el Banco Mundial y los ministros de Hacienda del G20 transcurrirá en un clima de contienda entre pesos pesados. Así lo auguran las últimas editoriales del Financial Times, los embates por desplazar a Kristalina Georgieva y lo que esperan los grandes fondos de inversión y las multinacionales del “Gran Reinicio”.

Con Kristalina Georgieva bajo fuego amigo, y en un contexto internacional desbordado de incertidumbres por la inflación global, los altos niveles de endeudamiento público, los problemas logísticos, la desigual recuperación y la escasez de insumos, entre otros temas no menos relevantes, Martín Guzmán encarará la semana próxima la misión de apurar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Será en Washington en el contexto de una nueva y todo hace prever que ríspida juntada del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los ministros de Hacienda del G20.

Guzmán viajará con el representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos, y se reunirá con una Georgieva que, al menos por hora, resiste los embates del Financial Times y de los halcones del establishment internacional, entre ellos de su antecesora Anne Krueguer, quien esta semana pidió lisa y llanamente la renuncia de Georgieva [1] por la supuesta manipulación de datos del informe Doing Bussines 2018 del Banco Mundial en favor de China, según las conclusiones del estudio de abogados Wilmer Hale objetadas por Joseph Stiglitz (Ver en Socompa: Un intento de golpe en el FMI).

Se espera, además, que Guzmán se reúna también con los negociadores del Departamento del Hemisferio Occidental, Julie Kozack y Luis Cubeddu. Una agenda compleja, que podría incluir un rápido paso por Wall Street para un cara a cara con la mano visible del mercado: los fondos de inversión que tienen los títulos de deuda argentinos refinanciados el año pasado, además de participación en los paquetes accionarios de muchas grandes empresas y bancos que actúan en la plaza local.

El panorama, va de suyo, no es el mejor. No solo por la fenomenal deuda contraída por Cambiemos, las presiones cambiarias, el resultado de las PASO y la avanzada opositora. Los halcones globales, que buscan sin muchos tapujos desplazar a Georgieva, apuestan a lo que denominan como el “Gran Reinicio”; en otras palabras: que el reseteo de la economía global implique un retorno a la vieja normalidad, arropada ahora en buenos modales y algunas concesiones cosméticas ante la contundente evidencia de la catástrofe climática global.

Algo de eso se vio estos últimos en Estados Unidos durante la dura pulseada que mantuvo el gobierno de Joe Biden con el ala dura de los republicanos para aumentar la ampliación del techo del gasto público ante la posibilidad de que Washington no pudiera pagar a su acreedores. Finalmente, los demócratas consiguieron los votos necesarios en el Senado, pero debieron hacer concesiones. La ortodoxia está de regreso y lo que está en juego es mucho.

La meta del gobierno es que el FMI suprima de inmediato los recargos que cobra a los deudores que no devuelven los préstamos en plazos relativamente cortos -similares a las penalización que imponen los bancos-. Implican un sobrecosto de mil millones de dólares anuales para nuestro país [2]. La propuesta divide aguas en el G20. Tanto como la exhortación de Georgieva -también apoyada por el gobierno de Alberto Fernández- de que los países ricos transfieran a los más pobres en forma voluntaria una parte sustancial de los 650 mil millones de dólares en DEG que repartió el organismo en agosto pasado [3]. Una idea también defendida por Stiglitz y otros economistas heterodoxos que empujan por una nueva normalidad.

Así la cosas, las cartas del gobierno parecen echadas. “Bajo su conducción dimos pasos positivos”, afirmó Guzmán en defensa de Georgieva durante la XV Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Horas antes, Alberto Fernández había afirmado “nos viene bien que siga ella (Georgieva), el acuerdo está cerrado, falta que se oficialice la baja de la tasa”. La decisión, en última instancia, está en manos del G20. De no llegar a tiempo -según el gobierno- podría solucionarse con una cláusula pari passu. En criollo: que la Argentina pueda acceder a un trato igualitario si en el futuro el FMI mejora las condiciones de sus programas.

Que el panorama que encontrará Guzmán en Washington es complejo y duro para nuestro país lo confirma la editorial del 28 de septiembre del Financial Times [4]. Con tono de advertencia, el diario británico -que tiene como principales accionistas a las familias Rothschild y Agnelli- aseguró que si el gobierno de Alberto Fernández “no actúa rápidamente (…) se avecina una crisis seguida de una victoria de la oposición” en las presidenciales de 2023. Su remedio para los males argentinos es conocido. Lo reproduce puntualmente la ortodoxia local. Sus predicciones, una expresión velada de las líneas trazadas por los grandes fondos de inversión y las multinacionales.

Como señala el muy buen artículo de Marcelo Colusini reproducido por la Agencia Periodística de Buenos Aires –“Marx leía The Economist, hagámoslo para entender al gran capital en la era post Covid” [4]– “no significa que los vaticinios sean verdades reveladas, ni que forzosamente habrán de cumplirse tal como se formulan, pero sí marcan los escenarios que los megacapitales establecen a futuro”. El artículo analiza una nota del periódico titulada “El futuro que nos espera”, una suerte de planificación programática de lo que desea el establishment del “Gran reinicio”, resumido en este caso en veinte puntos en boca de medio centenar de economistas y politólogos.

Que los países recurren como última instancia al FMI y que sus programas están asociados con un bajo crecimiento y nuevas reestructuraciones de deuda en los cinco años siguientes a los acuerdos es bien conocido. Tanto como que sus intentos por forzar reembolsos excesivos reducen el potencial productivo de los deudores, además de ocasionar penurias sociales. En los hechos, que el G20 de luz verde a la eliminación de las sobretasas financieras que cobra el FMI será una ayuda, pero no resolverá el problema central de la agenda de Guzmán: las condicionalidades del organismo y la sostenibilidad de la deuda en el mediano y largo plazo.

Por lo pronto, Georgieva, si bien debilitada, es la mejor carta del gobierno. Todo indica que está interesada en cerrar lo antes posible el capítulo argentino. Seguramente sobre la base de un acuerdo un tanto menos exigente que el reclamado por el Financial Times y David Malpass, el ex economista jefe de Bear Stearns y ex funcionario de Ronald Reagan y George W. Bush. Malpass llegó a la presidencia del BM con Donald Trump y contrató al estudio Wilmer Hale para torpedear a Georgieva. Bajo su liderazgo se encuadran los fondos de Wall Street y David Lipton, el ex mano derecha de Christine Lagarde en el FMI y actor central en la decisión del organismo de incumplir su propio estatuto cuando otorgó el crédito al gobierno de Macri. Lipton, desde febrero último, es el número dos de Janet Yellen en la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos.

En síntesis, con Georgieva en la cuerda floja y el Gran Reinicio que postula el Financial Times de telón de fondo, Guzmán buscará acelerar el acuerdo con el FMI. Lo hará, en lo inmediato, con la vista puesta en el vencimiento de 1.800 millones de dólares que opera a fines de diciembre, la batalla legislativa que supondrá el pase del acuerdo por el Congreso y la no menos compleja tarea de alinear las diferentes lecturas sobre el futuro de la política económica que anidan en el Frente de Todos.

Notas

[1] La nota completa (“The Undoing of Doing Business”) es una reivindicación del gobierno mundial nacido de Bretton Woods, además de un ataque a Kristalina Georgieva, y puede leerse en Project Syndicate.

[2] Joseph Stiglitz y Kevin Gallagher estiman que los países deudores pagarán más de 4 mil millones de dólares en recargos adicionales, además de los pagos de intereses y comisiones, desde el comienzo de la pandemia hasta finales de 2022. “Hoy, se han convertido en la mayor fuente de ingresos del FMI. Representan casi la mitad de los ingresos durante el período. Para el año fiscal 2027, ascenderán a casi dos tercios de los ingresos por préstamos. Casi el doble del nivel del año fiscal 2018”. En “Understanding the Consequences of IMF Surcharges. The Need for Reform”.

[3] Los miembros de bajos ingresos del FMI sólo recibieron 21 mil millones de los 650 mil millones de dólares en DEG emitidos para amortiguar el impacto de la pandemia.

[4] La editorial completa se puede leer aquí.

[5] El artículo completo en Agepeba se puede leer aquí.