Denuncias truchas: lo que no existe se hace existente a través de algo que tampoco existe. O a través del uso de sinónimos opinables. Bóvedas, dinero material siempre circulante pero jamás encontrado, ciertas coimas. Al principio de contradicción de Aristóteles le rompieron el quetejedi.

Nuevos procedimientos “de producción de verdades” atraviesan los lenguajes judiciales y mediáticos. Son tecnologías discursivas que generan cápsulas de sentidos de reproducción masiva.

Podemos sintetizar la primera de ellas del siguiente modo: un objeto que no existe deviene existente por otro que, a la vez, tampoco existe.

El dinero clandestino que no aparece “existe” a través de bolsas, valijas y bóvedas que tampoco aparecen.

Por lo cual, a través de esta tecnología discursiva, lo que no existe es creado por lo que no existe. Es decir: las cosas no existentes se dan “estatuto de existencia” entre sí. Dinero, valijas y bóvedas toman materialidad en el vacío de referencias. Es una epistemología del vacío: la producción  repetida de hechos y de datos sin existencia adquieren el estatuto de “reales”. Son maquinarias de producción de apariencias.

La cadena de pruebas, entonces, es una serie evanescente de palabras que nunca encuentran su objeto: bóvedas, valijas, dinero oculto son términos que mayoritariamente existen en el discurso pero no terminan de encontrar sus referencias materiales. Son simulacros cuya fuerza de verdad proviene del ensamblaje artificial de operaciones judiciales y mediáticas. Incluso se ha intentado –con un nivel de éxito apreciable- que estos objetos existan por desaparición: las bóvedas “estaban pero han dejado de estar”. Se trata de un nuevo lenguaje que funciona sólo en interioridad: en la cadena relacional que hace “existente lo inexistente”.

En el principio fue la palabra

El lenguaje de algunos jueces y de los grandes medios, entonces, invierte la lógica moderna según la cual “las palabras nombran a las cosas.” Aquí, en un relativismo extremo, asistimos a lo opuesto: las cosas tienden a ser integralmente creadas por las palabras.  En la mayoría de los casos, son discursos que sueltan amarras del mundo y  construyen por sí mismos los hechos y sus pruebas.

No se trata sólo de discursos basados en referentes materiales que no aparecen: también hay otros que se basan en referentes que han desaparecido. Un caso evidente es el de los cuadernos. Éstos, como sabemos, “existen” a través de sus fotocopias pero no como objetos originales.

En este caso, la existencia de los cuadernos originales tiende a resolverse a través de la narración de su desaparición: “existen” a través de la historia que nos cuentan de cómo desaparecieron (en este caso, quemados en la parrilla del fondo de la casa del chofer Oscar Centeno). El relato de los medios produce existencia. El itinerario historizado del discurso produce verdad. Además, por el poder de estos discursos repetitivos, las cosas existen no cuando se las encuentra sino cuando se las busca.

Es la repetición de lo que permanece en estado de búsqueda lo que hace a las cosas “existentes”. Más aún: mientras más se las busca más existen. Por eso, la paradoja consiste en que cuanto más tardan en aparecer “las pruebas” más existencia tienen los hechos. Y si no aparecen nunca, la misma búsqueda ya ha producido la “realidad” de lo que no se encontró.

En esta perspectiva, las contradicciones entre los relatos de los arrepentidos no importan porque la verdad no deviene del cotejo de los discursos entre sí, sino de la elección de aquellos que incriminan a los funcionarios que previamente se ha decidido culpabilizar. Por eso, las declaraciones de los arrepentidos cuentan con “zonas liberadas”: como no requieren el contraste con los hechos o con otros discursos, son pruebas en sí mismas. Además, se genera un mercado informal de relatos donde las declaraciones adquieren valor si incriminan directamente a los funcionarios que se ha decidido culpabilizar.

Paradójicamente, mientras se han grabado y puestos a circular ilegalmente diálogos privados de la ex presidenta con colaboradores, y se ha incriminado a diputados opositores por su supuesta participación en disturbios callejeros durante el debate por el Presupuesto a través de imágenes tomadas por numerosas cámaras, las declaraciones de los arrepentidos no fueron grabadas ni filmadas.

Todo existe… excepto

Todo es filmado menos los discursos de los “arrepentidos”. Son discursos sin retaguardia: sin posibilidad de contrastación directa. De los cuadernos no están los originales. Del discurso de los arrepentidos están sólo los originales.

Esa epistemología del vacío empalma con una metodología de la falta.

De este modo, una inmensa maquinaria de producción de apariencias genera una serie de discursos sin pruebas que, sin embargo, aparecen en los medios concentrados como discursos probados.

Otro ejemplo: “la ruta del dinero k” hace referencia a billetes permanentemente en tránsito pero sin lugar visible de acopio o acumulación. Están presentes en los relatos de los que dicen haberlos visto circular pero, en ningún caso, existe como dinero detenido. Su existencia deviene de su continuo andar. Es un existencialismo del movimiento.

Nada por aquí, nada por allá: ¡la bóveda!

Otra de esas tecnologías discursivas consiste en desplazar el relato por una cadena de falsos sinónimos. En estos casos, el objeto que no existe –por ejemplo, la bóveda – se transforma, a lo largo del texto, en otro objeto que se coloca artificialmente como sinónimo: una caja fuerte.

Sucedió en una nota aparecida en el diario Clarín el domingo 25 de noviembre titulada “La Justicia detectó que Muñoz tenía una oficina con un baño blindado y una bóveda”. La palabra bóveda del título se transforma en caja fuerte en el copete, luego en caja de seguridad en otra parte del texto, posteriormente en bóveda “pequeña”, para apostar definitivamente por el término caja fuerte en la medida que el lector se acerca a la foto donde, efectivamente, aparece una caja fuerte pequeña.

Lo que le da existencia a la bóveda que no existe es un objeto que sí existe – la caja fuerte – colocada en una relación de falsa sinonimia.

Estos falsos sinónimos tienen una lógica de sustitución decreciente: mientras más nos alejamos del título más se nombra al objeto real. En las zonas más visibles de las notas, preferentemente en los títulos, se colocan las “capsulas de sentido” que alimentan el relato transversal de la corrupción (la ruta del dinero k, las bóvedas, los bolsos, etc.) y luego, en las zonas menos visibles, se sustituye ese objeto inexistente por objetos existentes utilizados como falsos sinónimos.

Las máquinas de apariencias actúan en el interior de los procesos de producción de “verdades”. Por ello, utilizan en muchos casos el género de investigación periodística: buscando allí  la “verdad”, la sustituyen por sus simulacros.

 

*Daniel Rosso es sociólogo y mega conocedor de asuntos ligados a la comunicación política. Este texto forma parte de la intervención del autor en un debate abierto sobre Tecnopolítica, Redes Sociales y de Poder en las que participaron también el sociólogo y consultor Gerardo Adrogué, el experto en telecomunicaciones, nuevas tecnologías y delegado de ARSAT, Alfredo Moreno y el ex ministro de Trabajo, Carlos Tomada. Estuvo tan bueno que Socompa –con los disparadores de esas jornadas- volverá prontito a discutir sobre el tema.