Entre el 22 de agosto de 1972 y este agosto con un desaparecido por la Gendarmería la historia pareció avanzar, pero en realidad apenas dio una vuelta. De aquellos fusilamientos disfrazados de “intento de fuga” a esta desaparición forzada que el gobierno nacional quiere hacer pasar como “extravío de persona”.

Veinte años no es nada, dice el tango. Cuarenta y cinco tampoco si se observa la construcción político-mediática del imaginario social del argentino medio, esa cosa. Y se la compara con la realidad de los hechos.

La tapa de la revista Gente del 24 de agosto de 1972 exhibía la foto de una más de sus chicas de (valga redundar) tapa. Se trataba, en ese número, de Gloria Furtado, una más de las olvidables;  pero su foto, que la mostraba simpática, elegante y casi hippie de collares aunque no tanto, era la tapa. Era tapa, incluso, sobre una victoria de Carlos Monzón en Dinamarca. “Monzón otra vez”, era el segundo título, con foto en blanco y negro de un golpe de zurda que Carlitos- cuando todavía no era un femicida – le propinaba a Tom Bogs.

Recién debajo del golpe de Monzón, en la banda de la izquierda de la tapa, viene el tercer título. La volanta es vendedora, como debe serlo: “Revelaciones exclusivas”. El título termina siendo viejo ese 24 de agosto de 1972, porque viene de casi una semana antes (les llegó tarde para el cierre): “La fuga de Rawson”. Y la bajada vuelve a vender: “Segundo a segundo, todo lo que pasó. Los detalles. Los testigos. Los protagonistas”.

Les llegó tarde para el cierre, o casi. Pero ni para cambiar la tapa les dio. Entonces, adentro, la revista Gente de la familia Vigil cuenta: “Trelew. Rawson. La fuga, primero. Después el sangriento motín. Primeras horas de la mañana del martes. La nota de la fuga y el posterior secuestro del avión ya está casi lista para ser mandada al taller. El trabajo de Luis Mas, Ki Chul-Bae y el dibujante Abel Guibe, que fueron enviados por GENTE a Trelew, de pronto queda a mitad de camino. Llega la noticia del motín y de los 15 muertos. Nuevamente hay que ponerse en marcha. Luis Mas y Ki Chul-Bae parten hacia Trelew en un avión privado. El cierre queda postergado hasta la medianoche y una solapa se agrega a nuestra tapa que ya estaba impresa. Se amplía el espacio y se dejan notas afuera. La revista nunca se termina, nunca”.

“La noticia del motín y de los 15 muertos”, repite en su tapa Gente el parte de guerra de la dictadura de Lanusse. De fusilamientos, ni una palabra. Lo mismo hacen La Prensa y el resto de los grandes medios. Siempre es necesario recordar los nombres, los de los periodistas también, siempre.

Es verdad, la revista nunca se termina, nunca. Por eso Gente hará una edición especial de urgencia donde dirá lo que debía decir para engañar a todo el país: “Fue un intento de fuga”.

(Breve paréntesis del cronista, que por entonces cursaba Cuarto Año en el Colegio Nacional “Rafael Hernández”, de la Universidad Nacional de La Plata. El cronista cree recordar que fue apenas al día siguiente – o quizás el otro, apenas uno más – cuando se encontró coreando en el patio del Colegio: “La prensa prensa burguesa/ dice fue intento de fuga/ pero nosotros sabemos/ que allá en Trelew fusilaron / a dieciséis compañeros”).

Los fusilados fueron 19 y de ellos 16 murieron: Alejandro Ulla (PRT-ERP), Alfredo Kohan (FAR), Ana María Villarreal de Santucho (PRT-ERP), Carlos Alberto del Rey (PRT-ERP), Carlos Astudillo (FAR), Clarisa Lea Place (PRT-ERP), Eduardo Capello (PRT-ERP), Humberto Suárez (PRT-ERP), Humberto Toschi (PRT-ERP), José Ricardo Mena (PRT-ERP), María Angélica Sabelli (FAR), Mariano Pujadas (Montoneros), Mario Emilio Delfino (PRT-ERP), Miguel Ángel Polti (PRT-ERP), Rubén Pedro Bonnet (PRT-ERP) y Susana Lesgart (Montoneros).

Los tres sobrevivientes fueron Alberto Miguel Camps (FAR), María Antonia Berger (FAR) y Ricardo René Haidar (Montoneros). Ninguno de ellos pudo sobrevivir, después, a la dictadura genocida. Pero antes – más precisamente entre el 24 y el 25 de mayo de 1973, en una Cárcel de Devoto a punto de abrirse – dejaron sus testimonios de aquella masacre en el grabador de Paco Urondo, hablando durante horas dentro de una celda. Y, por si hacía falta, terminó de quedar claro que en la Base Almirante Zar de Trelew nunca hubo un intento de fuga. Lo que hubo fue un fusilamiento.

Por entonces no se hablaba todavía de terrorismo de Estado, pero la historia resignifica y pone las cosas en su lugar: los fusilamientos de Trelew fueron un acto de terrorismo de Estado, un crimen de lesa humanidad. Así también lo entendió la Justicia, que décadas después juzgo a los responsables.

(Nuevo paréntesis del cronista: esta nota articula dos fechas, o dos agostos – el de 1972 y el del 2017 -. El cronista, que abre este paréntesis precisamente por eso, sabe lo que hubo en el medio y no olvida el terrorismo de Estado del gobierno peronista previo al golpe; tampoco el plan sistemático de desaparición de personas y las muertes en falsos enfrentamientos de la última dictadura cívico-militar, ni a Miguel Bru, ni a Jorge Julio López, ni a Luciano Arruga. No olvida, pero en esta nota quiere hablar de dos fechas).

Cuarenta y cinco años después de los fusilamientos de Trelew, del terrorismo de Estado que ya actuaba antes de la dictadura cívico-militar genocida, la historia parece haber dado la vuelta a una circunferencia fatal.

El 1° de agosto de este año, en la lof en Resistencia Cushamen, una comunidad mapuche que reclama por los derechos ancestrales y constitucionales que tiene sobre su tierra, la Gendarmería Nacional, por orden del jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad a cargo de Patricia Bullrich, irrumpió ilegalmente y a los tiros en esas tierras y secuestró a Santiago Maldonado.

En estas tres semanas que Santiago Maldonado lleva desaparecido en manos del Estado, los testimonios y las pruebas sobre su secuestro se suman hasta ser abrumadoras, incuestionables. El gobierno nacional, sin embargo, las niega y las operaciones de prensa –como aquella de la revista Gente que se menciona al principio de esta nota – se multiplican.

Hace 45 años, en Trelew, hubo una masacre disfrazada de intento de fuga.

Hoy, el gobierno nacional y los medios hegemónicos siguen diciendo que Santiago Maldonado está “extraviado” (pero también, por las dudas, dicen que en la biblioteca a la que concurría había libros extremistas; pero también, por las dudas, dicen que quizás atacó a un puestero de Benetton y terminó acuchillado; y también, por las dudas, dicen que quizás sea un terrorista mapuche-kurdo-argentino-chileno. O sea, si está desaparecido, por algo será, algo habrá hecho: repetición en la eficaz construcción político-mediática de un mediocre imaginario social).

Hoy, el gobierno nacional, que lo secuestró, intenta disfrazar su responsabilidad y los grandes medios lo encubren.

En uno y otro caso, hace 45 años y ahora, lo ocurrido tiene un solo nombre: Terrorismo de Estado.