Se trata del primer capítulo de un ensayo que el fotógrafo Pablo Piovano realizó durante cuatro años en Argentina y Chile sobre la resistencia del pueblo mapuche y el impacto de las grandes corporaciones en esa comunidad. La muestra que se puede ver en el Faro de Mar del Plata es un extracto de cuarenta imágenes que formará parte de una exhibición totalizadora que se expondrá en la ex Esma a fines de 2022. (Fotos: gentileza de Pablo Piovano).

La muestra “Fracking en Vaca Muerta”, que se puede visitar en el Faro de Mar del Plata y desde mediados de enero en el teatro Auditorium, recorre el megaproyecto hidrocarburífero que cierra el año con récords de extracción de gas y petróleo. Una mirada que pone el foco en sus consecuencias socioambientales: “Contaminación del suelo, sequías, efecto invernadero, sismos, basureros ilegales, desechos radioactivos, avance sobre comunidades originarias y afectación de economías regionales”, enumera Pablo Piovano*.

“Tiene sentido comenzar este itinerario expositivo acá, porque justamente en Mar del Plata hay empresas off shore que buscan hacer fracking en el mar”, dice Piovano. El proyecto -que lleva por título tentativo “Zonas de sacrificios” e incluye un libro y un largometraje junto al periodista Maxi Goldschmidt- tuvo su origen en una beca otorgada en 2018 por Greenpeace y la revista alemana Geo, a la que se postularon veinte fotógrafos de todo el mundo. “La desaparición y muerte Santiago Maldonado fue el punto de conexión con el mundo mapuche -explica Piovano-. Me interesaba saber por quiénes o por qué había arriesgado su vida y era muy poco lo que se sabía de ese pueblo”.

Foto: Pablo Piovano.

 

“Empecé el trabajo y coincidió con el asesinato de Camilo Catrillanca, un joven líder mapuche, ultimada en la localidad chilena de Temucuicui con un disparo por la espalda. Manejé veinticuatro horas desde mi casa en la Ciudad de Buenos Aires y llegué al tercer día del eluwun, un velorio mapuche que dura tres días. Me encontré con entre cuatro y cinco mil personas que estaban despidiendo a Camilo como weichafe, como guerrero, caminando hacia el cementerio con todas las autoridades espirituales y políticas de la comunidad. En un día de viaje parecía haber recorrido cuatrocientos años hacia atrás. Así comenzó”, explica Piovano.

“El punto de partida geográfico fue Chile. La novena región de la Araucanía, cerca de Ercilla, en Temukuykuy, donde están las comunidades en resistencia. La llamada zona roja, donde estuvieron la Marina, la Brigada de Operaciones Especiales y los Carabineros bloqueando caminos. Un lugar en estado de sitio que ahora, con la victoria presidencial de Gabriel Boric, de la coalición de izquierda chilena, capaz se revierte”, especula Piovano.

Foto: Pablo Piovano.

“Lo que está sucediendo ahí es relevante. Es una gesta latinoamericana que tiene la legitimidad de un pueblo originario recuperando miles de hectáreas que están en manos de dos grandes corporaciones, Arauco y Mininco, que subsidiadas por Pinochet fueron expulsando de la zona a las comunidades mapuches. Las recuperaciones tienen la lógica de una reforma agraria sin serlo, porque finalmente lo que están haciendo es recuperar territorio ancestral. Y lo están haciendo jugándose muchas cosas en un proceso intenso de estrategia militar y sabotaje que tiene a un sector muy grande del pueblo mapuche alineado en una recuperación muy clara, con golpes específicos, sobre todo a las forestales”.

-¿Cómo definirías este nuevo ensayo en curso?

-Estoy muy asombrado de lo que vi del lado chileno, creo que merece que muchas disciplinas observen lo que está pasando, porque desde el punto de vista histórico, social y antropológico es una gesta revolucionaria. El weichan, la lucha del pueblo mapuche, popular y de visión antigua, es imparable. Allí están dispuestos a dar la vida y están organizados en un sistema social muy interesante, imposible de romper, porque la idea del marichiweu es que uno cae y diez se levantan. Cada comunidad tiene un lonco (líder) y tiene un werken (vocero), y no hay manera de cortar una sola cabeza porque no hay un liderazgo único. La organización política, social y militar del pueblo mapuche chileno no es vertical.

-¿Cuál es la diferencia entre uno y otro lado?

-Las llamadas conquista del desierto y ocupación de la araucanía son paralelas. Pero del lado chileno, por una cuestión territorial y cuestiones que no termino de entender, no sucedió lo mismo que de este lado. Del lado chileno hay un montón de machis que representan la espiritualidad y son un sostén muy importante para el pueblo, donde levantan sus guillatunes, sus ceremonias, y tienen su lehuén, que es su medicina. Sin embargo, en Argentina no quedó ninguna machi. Recién después de ochenta años están levantando la primera machi. Al mismo tiempo, ciudades como Lautaro, en Chile, se refundaron cuatro veces. Los españoles iban y los mapuches las volvían a recuperar, cosa que acá nunca pasó, acá el exterminio fue mucho más dramático y contundente.

-¿Cómo se organiza el proyecto?

-Este trabajo va a ser una película documental, va a ser un libro, va a ser un ensayo fotográfico entre el año que viene y el otro. Son investigaciones ligadas a la coyuntura y al desarrollo político y social de cada lugar y, entonces, están ligadas también al tiempo. La última me llevó siete años, esta ya va por el cuarto. No tengo idea cuantas fotos tomé. En la exposición de Mar del Plata hay unas cuarenta de Vaca Muerta y el trabajo del lado chileno es mucho más amplio, así que la muestra será de unas cien fotografías al menos.

-¿Cuál es su estructura narrativa?

-Son dos capítulos. Uno de cada lado de la cordillera. Las dos alas del cóndor, el lado argentino y el lado chileno, esa frontera formal que impusieron los Estados pero que para el pueblo mapuche no tiene mayor trascendencia. Vaca Muerta es una historia casi de derrota, porque el pueblo mapuche está acorazado por multinacionales que lo van desplazando o negociando, destrozando su territorio y generando problemas muy graves. En la cuenca neuquina hay una crisis hídrica enorme. Usan millones de litros de agua dulce para el fracking y químicos que fracturan la piedra para sacar gas y petróleo. Estamos hablando del segundo reservorio más grande del mundo, esa Patagonia árida donde hay minerales, fósiles, vasijas antiguas del pueblo mapuche, un territorio que está siendo explotado de una manera drástica y veloz.

-¿Cómo describirías ese proceso a nivel social?

-Añelo, el corazón de Vaca Muerta, cambió mucho en apenas diez años. Este es un trabajo que más que mi esfuerzo necesita de tiempo para ser narrado. Ya hay registrado un riesgo obrero muy alto, ocho muertes en un año, y un cambio sociocultural y económico enorme. Es un pueblo muy pequeño donde desembarcan petroleras con gran concentración de trabajadores. La mano de obra que exige el fracking es en un noventa por ciento masculina y recién ahora están apareciendo trabajadoras en la planta. Esa es una de las razones por la cual entró la prostitución en Añelo y, como las leyes son muy punitivas, el trabajo autogestivo de les trabajadores sexuales quedó a merced de la policía y de los narcos que pasaron a tener el control de la calle.

-¿Habrá otro capítulo?

-El otro tema será la historia de una Machi del sur de Chile con la que ya estuvimos varias veces, aunque la última vez no pudimos verla porque tenía a toda la familia con Covid. Es la historia de Millaray Huichalaf, weichafe también, que estuvo presa por defender el río Pilmaiquén de una hidroeléctrica noruega que se llama Statkraft. Finalmente son todas luchas, resistencia contra grandes corporaciones.

-Una vez más las corporaciones aparecen retratadas desde la marca mortuoria que deja en el cuerpo y el paisaje. Desde una economía que cuando se revisa da por resultado un costo indeseable. ¿Cómo se vincula este trabajo con otros tuyos, como el premiado “El costo humano de los agrotóxicos”?

-La lógica es similar. Hace una década que mi laburo está atravesado por el impacto de las grandes corporaciones sobre la comunidad, pero también responde a lo que va pidiendo la tierra. Estar en esa escucha es muy importante en este momento. Trato de hacer esa lectura en trabajos que finalmente me llevan muchos años porque tiene que haber verdaderas ganas, una fuerza que me obligue a volver a territorios generalmente distantes y que siempre ofrecen bastantes dificultades para trabajar. Me siento bien en esa relación de trabajo.

Foto: Pablo Piovano.

 

(*) Pablo Piovano nació en Buenos Aires, Argentina el 7 de septiembre de 1981. Desde los 18 años forma parte del staff del diario Página / 12 como fotógrafo. En 2005 y 2014 fue becado por la Fundación García Márquez. Colabora en diferentes medios internacionales como Geo, Stern, National Geographic, L’Expresso, Internazionale, Liberation, Volkskrant, Bloomberg y otros. Es el autor del libro “El costo humano de los agrotóxicos” (Editorial Kehrer Verlag. Alemania, 2017).